Benjamín Brunet me contaba que a él le gustaba el cine porque el cine era un lenguaje capaz de revelar con maestría los paisajes humanos. Me quedo con ese concepto, el del paisaje humano, porque me da la impresión que el recuerdo realmente funciona así, cartográficamente. Quiero decir que cuando conversamos recurrimos a la cartografía humana que andamos trayendo en la memoria. Es por eso que nos gusta tomar mate y hablar de los demás. Por ejemplo, todos los lugares he historias que andamos trayendo, tienen personajes memorables. Por ahí leía que una ciudad se configura en la imaginación a partir de ciertas personas que uno frecuentó, amó u odió en un momento particular de la vida. Por eso siempre queremos volver a esos lugares donde uno fue feliz, queriendo volver a su vez, a ciertas personas con las que uno vivió. “La alegría cuando no se comparte se mezquina a sí misma” decía Francisco Coloane. Violeta Parra me diría: se trata de los jardines humanos. La estrella del mariachi yugoslavo tiene este interés cartográfico por reunir en un relato a seres hermosos y horripilantes que configuran un lugar. La sabiduría popular lo dice: Caras vemos, corazones no sabemos. Desde esta perspectiva, todos somos criptozoólogos, entendido como buscadores de monstruos hermosos y feos. Críptidos, como se define Olegario Zaterlic, el personaje principal de esta novela. Escribir sería una forma de realizar un oficio recolector, como aquel que guarda un insectario o un álbum de láminas de un mundial de otra época. ¿Y por qué buscamos una particularidad en el jardín humano?, me lo pregunto. Es que de alguna manera, todos y todas tenemos el impulso infantil de querer terminar una tesis doctoral inexistente. Andamos con la utopía de querer darle un orden a lo incomprensible a través del encuentro del eslabón perdido que por fin podría completar el extraño puzzle de nuestra razón.
La literatura bien podría ser el gran museo de los paisajes humanos. Esa es su gracia. Así como el cine, la literatura nos muestra por dentro. Nos hace sentir belleza y horror de nosotros mismos. Nos hace revisar el pensamiento por dentro para reconocernos fieros, (como diría nuestro colega Cristian Geisse). La literatura desde esta perspectiva, sería una verdadera cruzada contra la homogeneización que nos intenta pensar como seres iguales. La ignorancia modula su labia en esa frecuencia. En lo monotonal, en lo falto de tonalidades. Todo como lo mismo. La lucha es contra esa ignorancia, por tanto, es un trabajo permanente con la memoria. Leer vendría siendo hacer un ritual hasta lograr ver al fantasma del mariachi yugoslavo, ese abuelo del protagonista que sabe que la patria verdadera es la mismísima memoria. Y por lo tanto, la vida se trata de un continuo diálogo con los muertos. Mientras sea posible la memoria, cantará el mariachi.
Camaradas, compañeros y compañeras del ritmo: la bruma espesa que nos cubre, requiere de talismanes luminosos. Mis amuletos se parecen a los amuletos del escritor Oscar Barrientos y son ni nada más ni nada menos que las palabras. Cada palabra como el kerambit o cuchillo guardado bajo el abrigo. La palabra como la espada del augurio de los thundercat, capaz de ver más allá de lo evidente. Los aquí presentes, intuyo, luchamos contra todos los espíritus del mal.
Y es por eso que, ante un país tan dado de dibujos animados perversos, me digo: viva la utopía, ¡Viva Yugoslavia!
Ante un país tan dado al monocultivo, me digo: ¡Viva Yugoslavia!
Ante un país tan dado a la inauguración de piletas que no existen, me digo: ¡Viva Yugoslavia!
Ante un país con tantas municipalidades y catastros y postulaciones a fondos culturales yo me digo ¡Viva Yugoslavia!
Alguna vez Parra decía que la seriedad es cómica. Era su estrategia personal de escritura. En ese sentido, este libro puede leerse desde su inverso: todo lo cómico que aparece escrito en La estrella del mariachi yugoslavo también es serio. Ese tipo de humor es el que a mí me gusta, el que yo disfruto. Son de esas literaturas mejores que son capaces de darnos risa y también pena.
Mis deseos son que este libro tenga el mejor de los viajes entre diversos lectores, que sea como una piedra en el camino, que enseñe que el destino nos es más que rodar y rodar. Como toda buena literatura.
Agosto, 2025