Quisiera esbozar algunas ideas —a modo de apuntes iniciales— sobre tres propuestas concretas elaboradas por escritores talquinos contemporáneos. Me referiré, con toda franqueza, a aquellos cuyo trabajo conozco en profundidad, por el diálogo crítico que hemos sostenido mutuamente. Comentar la obra de Silvia Rodríguez y Tomás J. Reyes implica, en cierto modo, enfrentar el desafío de comentarse a sí mismo.
Lo hago desde la distancia de quien reside en Santiago, pero tiene a esa ciudad —donde fluyen el Estero Piduco y el Río Claro— como base de una geografía fronteriza, una exterioridad[1], como diría el maestro Dussel. Es decir, en esta lectura, el territorio adquiere una dimensión de disputa epistémica, cultural y ontológica, tal como sostiene el investigador argentino Walter Mignolo[2].
"Quienes habitamos y pensamos las fronteras con conciencia decolonial estamos en camino de desprendernos; y para lograrlo, necesitamos ser epistemológicamente desobedientes. Pagaremos el precio: los periódicos y revistas, las disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades, así como las escuelas profesionales, son territoriales" (Mignolo, 2013, p. 14).
Una segunda precisión —obligada no solo por la distancia física, sino por el sentido último del lugar— me lleva a recurrir a Henry Corbin (1903-1978), filósofo orientalista francés, y su rescate del pensador persa del siglo XII Suhrawardi[3]. Este último propone un concepto liberador: el Nâ-Kojâ-Abâd[4], cuyo significado literal es "el país del No-Dónde". Se trata de una geografía simbólica con coordenadas propias, que —desde mi lectura— se vincula a los relatos del exilio. En este caso, lo aplico de modo más modesto: a esa distancia ineludible con el [no-lugar] de origen, pues físicamente ya no existe. Las calles, los barrios y la gente han mutado; sin embargo, el [no-lugar] persiste, intacto, en el "todo-lugar" de la imaginación creadora.
Bajo esas dos categorías, mi intuición es que en los tres trabajos seleccionados se construye una literatura fronteriza: consciente de ocupar una exterioridad entendida como diferencia que cuestiona y resiste. Se alza frente a la totalidad amenazante del Estado homogeneizador y ante la dimensión jerárquica y excluyente de un canon literario anclado en construcciones estéticas modernas y posmodernas de matriz colonial.
Talca: la herida abierta del neoliberalismo
Pensemos en Talca como ciudad-símbolo de las políticas neoliberales: cercenada en su desarrollo industrial, reducida a un archipiélago de empresas de servicios —y como región— a la exportación de frutos y vinos premium para mercados globales. Una capital regional cuyo centro cívico, tras el terremoto de 2010, aún exhibe heridas abiertas. Pareciera que un ángel maligno aguarda en silencio cómplice, acechando la llegada de capitales carroñeros dispuestos a borrar su huella histórica: su mercado, sus Escuelas Concentradas. Estas construcciones, enclavadas en la arteria principal, son el termómetro que delata el abandono centralista y la desidia crónica de las autoridades de turno.
Hechas estas aclaraciones, los tres escritores mencionados reconocen en la poesía su género inicial y, en mayor o menor medida, continúan cultivándolo. Me atrevería a afirmar que las temáticas exploradas en sus versos se expanden —adquiriendo nuevas formas y ritmos— en sus proyectos narrativos.
Silvia Rodríguez: hacia una reescritura sacro-feminista
Al revisar la antología Travesía por el río de las nieblas (2000), encuentro esta estrofa inicial del poema Salomé de Silvia, que dialoga inevitablemente con los albores del capítulo IV de su novela La Biblia de Lilith (2022, Editorial Zuramerica):
"Llevo en mi sangre la venganza de Salomé
el deseo inclaudicable de intercambiar
el huésped lujurioso de tu cuerpo
con las cenizas sacrílegas de mi piel” (p.34)
Cita 2:
"...una extraña sensación la estremece. En oleadas intermitentes afloran emociones contradictorias que finalizan con un escalofrío recorriendo su cuerpo. En el preciso momento de tomarlo, un impulso inexplicable la conduce a sentarse en la cama, donde viene a su memoria que el libro hablaba de un mundo regido por una diosa y su hija" (p. 39).
En la escritura de Silvia Rodríguez se desarrolla una indagación ontológica del mundo femenino, revelando la exterioridad de cuerpos cosificados que, no obstante, persisten en su resistencia. Me detendré —por razones de espacio— en el primer verso citado anteriormente: "Llevo en mi sangre la venganza de Salomé". Aquí, la sangre adquiere carcter´stica humana mediante la personificación, mientras la venganza opera como metáfora de una memoria histórica feminizada. Salomé trasciende su figura bíblica: es una presencia viva en la conciencia poética, un espíritu arquetípico que subvierte el relato patriarcal de la decapitación de Juan Bautista, transformándolo en discurso de justicia ancestral.
El paradigma de La Biblia de Lilith establece un diálogo orgánico con estos versos. Ambos textos practican una desobediencia epistemológica que fractura los cimientos de la tradición judeocristiana, reescribiendo el mito de origen en clave transgresora. El monoteísmo canónico —y su correlato en el patriarcado nacional— es interpelado mediante un contra-discurso donde lo sacro-femenino emerge como alternativa. La protagonista, Belén de Colbún, encarna este proceso de concienciación: el texto teje paralelos entre su cotidianidad y fragmentos bíblicos resignificados.
Esta obra encuentra resonancias ineludibles en La Ciudad de las Damas (1405) de Christine de Pizan[5] —primer proyecto literario francés explícitamente feminista—, donde se construye un espacio textual invulnerable a la misoginia y la guerra. La Biblia de Lilith continúa este linaje: su reconstrucción sacramental de lo femenino se transmite generacionalmente a través de la palabra de la abuela, erigiéndose como archivo alternativo. Otra referencia crucial es Calibán y la bruja de Silvia Federici, donde la figura de la bruja (aquí, Lilith) deviene alegoría de resistencia ante la explotación reproductiva y doméstica impuesta por el capitalismo temprano.
Tomás J. Reyes: los fantasmas insurgentes
En el caso de Tomás J. Reyes, sus trabajos en novela datan de 2017 con Sombras de papel, publicada en España; en 2019, Killer contra killer; en 2020, La caída del ángel negro; y en 2023, Nuestros guerreros desnudos en la niebla, publicada por Ediciones LOM. Destaco estos textos como parte de lo que hoy nos interesa abordar.
En 2017, Tomás escribe un texto poético titulado Barrio Hondo. Este breve poemario se inicia con el poema La prehistoria de la palabra, del cual rescato tres versos que me parecen relevantes:
“Cuentos de antaño alrededor del brasero,
cuentos que no cejan en la memoria y aparecen
como fantasmas sin brújula” (p. 11)
El uso de la anáfora —al repetir la palabra cuentos— enfatiza la fuerza de los relatos que se personifican en la memoria y se desarrollan mediante una comparación con fantasmas a la deriva, reforzada por el encabalgamiento que cierra el verso. Esta construcción revela que tales figuras no son arbitrarias; no se trata de afirmar que exista una conciencia calculadora en cada una, sino más bien de una relación de necesidad. Así, se abre paso un proyecto de escritura que necesitaba expandirse en la novela, y así lo ha hecho.
Me referiré brevemente a su última publicación: Nuestros guerreros desnudos en la niebla, un proyecto que conjuga los conceptos de frontera, no-lugar, memoria y resistencia. La historia transcurre en un territorio llamado San Cristóbal Navegante, una invención —un alter ego de Talca— o, si se prefiere, el [no-lugar] necesario que permite al escritor canalizar aquellos “fantasmas sin brújula”. Allí, establece un espacio fronterizo donde memoria y resistencia conviven, porque el núcleo de la novela es precisamente eso: el espíritu de resistencia. En este escenario, Marcelo y Marión, los personajes trágicos del relato, juegan sus cartas.
“Nos acurrucamos con Marión en la mesa del sector sur, lejos de las ventanas. Escapamos del frío que se instaló en las arboledas en forma de quietud, en forma de bruma. Todo el miedo de San Cristóbal Navegante anidaba en la niebla y se expandía con ella, como si un monstruo secreto viviera allí.”
(p. 77)
Un frío quieto —alusión a la muerte—, una bruma que expone el clima de terror de la dictadura. Una niebla que se extiende en el tiempo como alegoría del ocultamiento: las historias y vivencias locales que fluyen alrededor de un brasero, como protección contra el estado glacial del olvido, frente a los recuerdos negados que actúan como grietas en un muro de reconstrucción nacional caprichosa, diseñado desde el ombligo centralista y colonizado de la institucionalidad literaria. Ese muro, poco a poco, se ve corroído por corrientes subterráneas que se deslizan en formato de novela o poesía, siguiendo los ríos característicos de un espacio que se transforma en experiencia insurgente. Tomás realiza una apuesta osada que vale la pena conocer.
Omar Cid: catacumba y decapitación del canon literario
En mi caso, la convivencia entre poesía y otros modos del uso de la palabra escrita se da por medio de artículos de opinión, crónicas y ensayos breves, casi en paralelo.
Desde una relectura cargada de pudor, en el libro Recados de un Poeta Menor (2015), al toparme con el poema Se niega, en su segunda estrofa, lo siento como un horizonte de sentido:
“Dice buscar gotas de rocío
o pedazos de memorias
en los estantes de la Vicaría
cuando los demás duermen”. (p. 10)
Dejo a ustedes parte de la interpretación. Me quedo, para no evadir el desafío, con eso de buscar: pienso en la paradoja de las “gotas de rocío” porque condensa la fragilidad y resistencia, en el empeño de recolectar historias fragmentadas, silenciadas y truncadas por la violencia aplicada a los cuerpos desobedientes. Esa operación detectivesca, por momentos obsesiva, es una declaración de intencionalidad estética: la poesía y la literatura como un problema, un desafío permanente de indagación. Lo de la Vicaría es una parábola inquietante de esperanza y dolor, en la lucha por la memoria desafiando al olvido. Ese problema central parece cruzar los diferentes registros del proyecto de escritura, como una constante reflexión del por qué y para qué se escribe.
Parte de esas ideas fuerza se proyectan en la novela titulada Todo por Nada o el halago de los instintos (2023), publicada por editorial Zuramerica. Allí, Gustavo y Eloísa, que comparten el oficio de la escritura, tienden a perderse en una atmósfera donde el rol del escritor y la escritora juega en los límites de la oscuridad, la pasión y los instintos, lo que implica un constante cuestionamiento sobre sus existencias. La historia transcurre en un Santiago oscuro, siempre frío. Evitando spoilers, recurro a estas citas:
Cita 1 (Gustavo):
“…acostumbraba a pedir un jugo o un café con soda, buscaba mi propia voz, un modo de entender y entenderme. Prefería la escalera al ascensor, y cada paso me elevaba luego de sobrevivir sumergido en aquellas zonas oscuras de la urbe, en esas catacumbas donde los perdedores destilan sus penas” (p. 22)
Cita 2 (Eloísa):
“En mi adolescencia soñé muchas veces con que me encontraba en las afueras de la ciudad de Betulia. En realidad, la ciudad importa un bledo; lo importante es que tuve siempre la sensación de ser una de las esclavas del general asirio Holofernes, personaje que tampoco importa”. (p. 95)
Gustavo representa el camino de muchos escritores que emprenden rumbo desde el silencio propio o impuesto por otros, para constituirse en personajes tensionados entre la sumisión y la rebeldía en la construcción de su literatura. Prefiere “la escalera al ascensor” porque este tiene un límite de peso. Es decir, el canon —tironeado por las fuerzas del mercado neoliberal— es limitado, selectivo; funciona bajo el principio de la mercadotecnia. De ahí que prefiera el ascenso por la escalera, jugándose el cuerpo.
Eloísa, en tanto, es una transgresora: reescribe el libro de Judit desde la experiencia onírica del [no-lugar] como “una de las esclavas del general”. El texto es un acto de desobediencia e insubordinación narrativa que modifica los preceptos bíblicos coloniales de la cristiandad y los conmociona.
En resumen, expongo estas tres propuestas literarias, hermanadas porque construyen un territorio estético, epistemológico y narrativo, abriendo el debate sobre las jerarquías literarias preestablecidas. Estas se basan en prácticas como escribir hasta el cansancio lo ya conocido o ceder a la presión de lo que se lee y escribe como extensión del sistema-mundo moderno y liberal. Es decir, como consagración de la violencia epistémica que lo caracteriza y la exclusión entendida como un ocultamiento geográfico-literario.
Es desde la frontera que sangra —por la herida colonizadora del proyecto neoliberal— que surgen voces que interrogan el impacto de su civilización de la muerte. A veces, tomando un tinte desde una relectura sacramental femenina, como La Biblia de Lilith; o escogiendo la trinchera imaginaria del [no-lugar] en Nuestros guerreros desnudos en la niebla, siendo San Cristóbal Navegante el escudo de protección de lugares y recuerdos trastocados por la furia modernizadora. Así, también, esta mirada adquiere la dimensión cuestionadora de los fundamentos del canon literario desde el testimonio incómodo de personajes fronterizos, como Gustavo y Eloísa en Todo por nada o el halago de los instintos.
Esta mirada, como se entenderá, es un primer acercamiento a una cartografía narrativa en construcción, abierta al diálogo. Ahora, expuesta sin el filtro de un eslabón del campo literario —como lo es la crítica especializada—, son los propios escritores los que, desde su experiencia de convivir con la herida colonizadora, elaboran propuestas críticas y claves de interpretación destinadas a interpelar la totalidad estética neoliberal impuesta. Lo hacen desde una [lectura-otra], en un cara a cara que se abre a la palabra de los [otros], porque se hace desde el afuera: en el espacio de la línea divisoria del no ser, porque el ser es la civilización de la muerte. La conversación con el rostro-escritura es el gesto esencial en tiempos de olvido y silencio.
Omar Cid, escritor. Director de la Sociedad de Escritores de Chile, texto enviado a un conversatorio sobre narrativa talquina contemporánea el 30 de abril del 2025.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Tres narrativas fronterizas de escritores talquinos
Silvia Rodríguez, Tomás J. Reyes y Omar Cid.
Por Omar Cid