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OSCAR HAHN
Cincuenta años de poesía


Por Ignacio Valente
Revista de Libros de El Mercurio. Viernes 5 de agosto de 2005

En "Sin cuenta poemas" (LOM ediciones), selección de textos escritos desde los 17 años, Hahn no oculta sus numerosos afluentes, pero consigue con ellos un timbre poético personal y único. Su obra es uno de los más interesantes que se están escribiendo en Chile.

Oscar Hahn es una de las voces principales de la poesía chilena del último medio siglo. Se trata de cincuenta años casi exactos, pues estos recientes Sin cuenta poemas - una nueva selección de textos suyos, con algunos inéditos- comienzan por un texto fechado precisamente en 1955 (y por tanto escrito a los 16 o 17 años). Cito las dos primeras estrofas de este poema precoz: "Y vi que los carniceros al tercer día,/ al tercer día de la tercera noche,/ comenzaban a florecer en los cementerios/ como brumosos lirios o como líquenes.// Y vi que los carniceros al tercer día,/ llenos de tordos que eran ellos mismos,/ volaban persiguiéndose, persiguiéndose,/ constelados de azufres fosforescentes". El contexto procede de una visión del Apocalipsis, y con medio siglo de perspectiva nos es dado percibir ya el tono verbal inconfundible de Hahn, su voluntad de forma, su ritmo cuidadoso, su adjetivación y su imaginería.

A poco andar nos encontramos con ese feliz soneto, "Gladiolos junto al mar", que al talante modernista de los comienzos ha incorporado ya otra constante de su poesía, la tradición castiza del Siglo de Oro español - sobre todo el Barroco- , en lograda armonía con las vanguardias del siglo XX: "Gladiolos rojos de sangrantes plumas/ lenguas del campo llamas olorosas:/ de las olas azules amorosas/ cartas os llegan: pálidas espumas (...)". Así reza el cuarteto inicial, y así el terceto final: "Y en cada dulce flor de sangre inerte/ la muerte va con piel de sal entrando/ y entrando van las flores en la muerte".

Si a las corrientes ya mencionadas - Siglo de Oro, modernismo, vanguardias- se agrega el uso del habla coloquial chilena, se tendrá idea de los muy variados afluentes que la poesía de Hahn integra. No se trata de una mera sumatoria de recursos formales diversos: el timbre verbal de nuestro poeta es muy unitario y personal, como de quien realmente ha asimilado las voces que le eran afines, y las ha modelado en las variadas formas del verso métrico y del verso libre, del poema (relativamente) largo, pero sobre todo del breve, hasta llegar a ese tipo de epigrama que se atreve a jugárselo todo en el último verso: "No seas vanidosa, amor mío/ porque para serte franco/ tu belleza no es del otro mundo/ Pero tampoco es de éste".

Quiero subrayar, dentro del poema breve, la capacidad de Hahn para revelar una entera situación humana, un instante narrativo. Es el caso de este poema que comienza con cuatro versos de tono descriptivo y fáctico: "Aquí estoy otra vez de vuelta/ en mi cuarto de Iowa City/ Tomo a sorbos mi plato de sopa Campbell/ frente al televisor apagado". En cambio, en el crescendo de los cuatro versos que siguen se alcanza la plenitud propiamente poética: "La pantalla refleja la imagen/ de la cuchara entrando en mi boca./ Y soy el aviso comercial de mí mismo/ que anuncia nada a nadie". La soledad del viajero en su cuarto llega al clímax en la excelente metáfora de los dos últimos versos.

En el otro extremo de sus posibilidades, Hahn realiza un brillante trabajo de la imagen, como resulta patente en ese poema superior titulado "Meditación al atardecer": "¿En qué piensa la última rosa del verano,/ mientras ve desfallecer su color/ y evaporarse su perfume?/ ¿En qué piensa la última nieve del invierno/ mientras mira esos rayos de sol/ que se abren paso entre las nubes?// ¿Y en qué piensa ese hombre/ sentado, en una roca frente al mar?/ En la última rosa del verano/ En la última nieve del invierno". A partir de aquella célebre rosa de Shakespeare - T'is the last rose of summer- , un infinito aire crepuscular se infunde en este poema de lo efímero y evanescente, en virtud de dos poderes típicos de Hahn: por una parte, su habilidad para las simetrías y las reiteraciones, y por otra, su particular talento lúdico: en este caso, la sabiduría poética de un juego que se arriesga a escribir en círculo, terminando en el punto de partida, modalidad tan fácil de estropear y tan difícil de lograr.

La poesía de Armando Uribe y la de Óscar Hahn me parecen las más interesantes que se están escribiendo en Chile hoy.

 
 

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Óscar Hahn: Cincuenta años de poesía.
Por Ignacio Valente.
Revista de Libros de El Mercurio.
Viernes 5 de Agosto de 2005.