Ya 
        se encuentra en nuestras librerías "Apariciones Profanas" (LOM 
        Ediciones) el nuevo título del poeta chileno, quien trabaja 
        esencialmente con la imagen y su dimensión lúdica.
        
        
        
El reciente libro de 
        poemas de Óscar Hahn, Apariciones profanas es breve e 
        intenso como los seis anteriores suyos, y alcanza un nivel singularmente 
        alto dentro del panorama de la poesía chilena (y castellana) actual: es 
        una de las escasas voces que han forjado un timbre idiosincrático,  un 
        lenguaje muy propio y universal al mismo tiempo, donde se decantan 
        vertientes tan variadas como el Siglo de Oro español, las vanguardias 
        del siglo pasado y el habla coloquial.
un 
        lenguaje muy propio y universal al mismo tiempo, donde se decantan 
        vertientes tan variadas como el Siglo de Oro español, las vanguardias 
        del siglo pasado y el habla coloquial.
Me detendré primero en el 
        poema inicial, el más largo y excelente del libro, "La muerte es una 
        buena maestra", que se las arregla para transfigurar un episodio 
        quirúrgico del sujeto hablante. "Levántate y anda al hospital me dijo la 
        voz / Soy el fantasma anterior a tu nacimiento".
El primer verso 
        es simplemente fáctico y situacional; el segundo tiene ya su toque de 
        misterio, ese aire levemente surreal y hermético que impregna el poema 
        (y casi todo el libro). Aquella curiosa voz habla con indudable 
        ingenio:
"Tu muerte te afectaría profundamente / Jamás podrías 
        recuperarte de tu muerte". Una vez que el sujeto está en el quirófano, 
        "Al otro lado se ve el infinito qué miedo". La primera parte de este 
        verso es de familia huidobriana, o lo sería si no fuera modificada por 
        la segunda, que es coloquial y quita gravedad a la primera.
En 
        seguida:
"Tengo un hoyo en el alma / por el cual se me escapa el 
        cuerpo". Estamos ante un doble acierto: una muy buena imagen de por sí, 
        pero también una descripción muy exacta y afinada de la situación del 
        paciente allí tendido. Siguen, como corresponde, los delirios de la 
        inconsciencia, entre los cuales éste, de atmósfera acuática: "Somos 
        todos pasajeros del Titanic". Van y vienen imágenes oníricas; cerca del 
        final, "Desperté adentro de una pintura del Bosco/ entre tubos y 
        alambres conectados a máquinas". El Bosco: bien. La calidad medular del 
        poema está en mantenerse siempre sobre ese delgado filo que transcurre 
        entre las alusiones "realistas" a la situación quirúrgica, y el vuelo 
        fresco y alocado de una fantasía que encuentra las imágenes más remotas 
        y precisas a la vez. En una palabra: esa propiedad esencial de la poesía 
        que llamamos transfiguración.
No 
        se espere que todos los poemas del libro estén a la altura de este 
        inicial. Baste con decir que algunos, los mejores, se le acercan, y casi 
        siempre dentro de la misma línea: la ligereza de una imaginación 
        creadora que, a punto de disiparse en forma lúdica, se mantiene 
        funcional a la revelación de una realidad inmediata. Así, por ejemplo, 
        en "Vía láctea", que juega con las palabras, pero en el mismo sentido de 
        la fantasía común de la humanidad, como prolongando el hallazgo de la 
        imagen astronómica (y mítica): "Le salía leche de los pechos/ (...) / Le 
        salía leche que fluía por su vientre".
Luego el desborde de la 
        imaginación:
"Era un río de leche que corría por la calle / 
        atravesaba el barrio de Santa Cruz / y llegaba a la plaza de doña 
        Elvira". Y por fin el acierto y la justificación metafórica de todo el 
        desarrollo anterior:
"Era leche que subía por los árboles / ascendía 
        a los cielos / y se desparramaba en la bóveda infinita".
Por 
        ultimo, quisiera no omitir esa manera oblicua -pero más eficaz que la 
        directa- de relacionarse esta poesía con la política, como ocurre en 
        "Hueso": "es una tibia un fémur unas cuantas costillas / una mandíbula 
        que alguna vez hablo / y ahora vuelve a hablar // Todos los huesos 
        hablan penan acusan / alzan torres contra el olvido / trincheras de 
        blancura que brillan en la noche // El hueso es un héroe de la 
        resistencia".
Pocas veces se lee un discurso más políticamente 
        eficaz, y eso a costa de ser fiel a la calidad de la imagen misma en 
        toda su concreción verbal.
Este es el carácter propio de Hahn, un 
        poeta que trabaja esencialmente con la imagen, y dentro de ella con su 
        dimensión lúdica, pero sin perder contacto con la experiencia humana. Su 
        poesía equidista de una situación reconocible, por una parte, y por otra 
        de una brillante imaginería que no utiliza la situación como pretexto, 
        sino que -fiel a la naturaleza de la palabra poética- está al servicio 
        de su revelación.
        
        
          
            
              El 
              Perfeccionista
Yo arruiné este poema
Eliminé 
              palabras
y le torcí el cuello a la sintaxis
hasta dejarlas 
              sin habla
Ahora
no es ni la sombra
de lo que 
              era
De tanto castigarlo
quedó reducido a 
              nada
Ignoro de qué hablaba
No sé cómo 
              termina
El exorcista
No estoy en paz 
              con todos mis demonios
algunos todavía me dan 
              guerra
oficiando aberrantes matrimonios
de ángeles del 
              infierno y de la tierra
Sucede que un engendro del 
              Averno
ha ocupado mi cuerpo sin permiso
y me asegura que es 
              un paraíso
aquello que en verdad es un infierno
Antes de 
              que complete su conquista
necesito esta noche un 
              exorcismo
que expulse al ser maligno de mi vista
No 
              logrará arrastrarme hacia el abismo
Aunque yo soy ese demonio 
              mismo
también soy el mismísimo 
              exorcista