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Óscar Hahn: Poesía desde Iowa
Somos todos pasajeros del Titanic...


Por Enrique Lafourcade
El Mercurio. Domingo 7 de Septiembre de 2003

El poeta Oscar Hahn tiene todas las armas de la gran poesía: voz, palabras, música, dolores, alegrías, nostalgias. Silencioso artesano en su claustro de Iowa, entra y sale con todos sus poderes creadores de su laberinto, por eso de amor es más laberinto.


En Oscar Hahn hay un extraño músico. Violín solista. Violín de Yanko. Las palabras se le aproximan magnéticamente, corren a formar instrumentos de excavación de la realidad. Líneas desenterradoras de su infancia, de su adolescencia y todo eso que ha seguido llegando, la vida, los viajes, las pérdidas, el cielo, el mar, las arenas.

Su libro "Obras Selectas", editado por Andrés Bello, contiene parte sustantiva de sus trabajos, de sus revelaciones. A quien vela en Iowa, todo se le revela. Estuve casi un año en ese lugar de mucha nieve, de maizales y cuatro feroces estaciones y el tren a Chicago que pasaba gimiendo, y la universidad a orillas de un riachuelo que concentraba a las más bellas muchachas del mundo, el riachuelo lleno de prados floridos más que la universidad. Eran celtas rubias como patitos, de ojos celestes. Y suecas y noruegas y alemanas y latinas, deportistas, nutridas con faisanes, cerdos rosados, maíces y trigos y un sí es no es de cerveza.

La universidad destacaba por sus dos talleres: el literario, fundado por Paul Engle. Y el de grabado, fundado por Mauricio Lazansky. Atraían escritores y pintores en embrión. Del literario, Tennesee Williams, Philip Roth, Vance Bourjaily. Y, ahora, Oscar Hahn. Sus libros circulan en diversos idiomas. Crece por su propio poder, sin pedirles bendiciones ni ayuditas a los presidentes. Y sin dedicarles a sus mecenas vergonzosos himnos líricos. Tal cual su poesía, Oscar Hahn vive de honra o no vive.

Hahn nace en Iquique. Es un niño que mira al mar. O se da vueltas y observa los enormes muros. Sabe que tras ellos está el desierto con sus tártaros. Hahn, entonces huye de Iquique para que no lo ataque César Vallejo, el peruano de Santiago de Chuco, capitán del Huáscar. Hahn emigra para no morir en Iquique cuando, casi solo, salta al buque enemigo, espada en mano. Vagando, divagando, hacia el norte llega a Iowa, que es como ir a Samarcanda. Otro mundo, otra soledad. Rápidamente los indios iowanos lo acogen en sus tiendas y así pasan los años hasta enterar 29. Yo salí huyendo de esta ciudadela, asustado. Hacia California. Hahn se quedó, tal vez porque los poetas necesitan más que los novelistas la soledad. Y no caben dudas de que esta soledad sonora que Hahn ha vivido se tradujo en altos resultados.

—¿Por qué escribe usted?
Hahn nos explica en un hermosísimo poema que no vacilamos en transcribir íntegramente,
esta interrogación:

Porque el fantasma porque ayer porque hoy
porque mañana porque sí porque no
Porque el principio porque la bestia porque el fin
porque la bomba porque el medio porque el jardín
porque góngora porque la tierra porque el sol
porque san juan porque la luna porque rimbaud
porque el claro porque la sangre porque el papel
porque la carne porque la tinta porque la piel
porque la noche porque me odio porque la luz
porque el infierno porque el cielo porque tú
porque casi porque nada porque la sed
porque el amor porque el grito porque no se
porque la muerte porque apenas porque más
porque algún día porque todos porque quizás

Hay en toda la libertad de su poesía un tono conversacional sencillo, sin el énfasis lírico de una eficacia feroz. Se trata de una respiración total que atraviesa las normas, la sintaxis, la ortografía, y da a la pregunta insospechadas respuestas, en voz baja. Inspiración, expiración y luego el tic-tac. ¿El de su reloj?, ¿es su corazón el que tictaquea? Versos a partir de alegrías y otros de enfermedades, de operaciones. El poeta, con alguna melancolía, descubre que es mortal. Restaurado, escribe:

"El médico me abrió la arteria que pasa por la ingle
Estuvo mucho rato adentro de mi aorta
sacando la nieve con una pala.
El camino hacia el corazón está limpio
y mi sangre empezó a fluir.
Entraron mi dos hijos pequeños
y me acariciaron las manos llenas de pinchaduras.
Soy inmortal les dije al menos por ahora
y caí profundamente dormido."

Un poema que quita el aliento

Hahn, en su mucha y varia obra, toda muy segura, espléndida; a partir de las alimentaciones que se remontan al Romancero hasta sus propios alimentos, ha edificado su casa de los siete pilares en forma segura. Desde sus magníficos sonetos. El todo de esta casa es un largo poema de "instantes" para que los reviva el universo. En especial un poema, uno sólo que podría bastarle para decir: "Estuve aquí y dejé algo, una protesta. Más que eso, un gemido. Tal vez pueda servir. No vacilamos en divulgarlo urbi et orbi:

Hombre con quitasol

Ese hombre con un quitasol
petrificado en una calle de Hiroshima
¿de qué quería protegerse?
¿Del resplandor de los mil soles
o de la lluvia radiactiva que caía sobre su cabeza?
Ahora no es más que un puñado de polvo
en el museo de Hiroshima
sólo leyenda en la memoria del mundo
Y nosotros somos aún menos que eso:
estatuas de ceniza en las calles de Hiroshima
Sin quitasol
sin leyenda
sin Hiroshima


¿Por qué inventamos la poesía?

Fue Nietzsche quien redescubrió la magnitud del dolor humano en carne propia. Y su antídoto. En un poderoso aforismo: "El hombre es el único animal que sufre tan intensamente que ha tenido que inventar la risa". Podríamos añadir "y que, además, tuvo que inventar la poesía". Advierto en Hahn unas corteses semisonrisas en sus poderosos versos. Risa desencadenada no hay mucha. Sí, unos como delicados reproches a esto, el acto de existir marcado por operaciones internas y externas. Recurramos a sus propios versos:

"Aquí en este mar que llaman el inconsciente
hay unas lianas que se te enredan en el cuello
lianas azules lianas rojas lianas incoloras
que se te meten por la boca y no te dejan respirar
Los otros los que estaban conmigo en el agua frígida
rodeados de pedazos de hielo me dijeron:
Somos todos pasajeros del Titanic...".


 

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Fuente: El Mercurio. Domingo 7 de Septiembre de 2003.