Nada mejor para iniciar una visión retrospectiva de la obra de un poeta, que hacer una o dos afirmaciones generales que engloben esta poesía y que permitan en los límites razonables de un artículo, el desarrollo de otras ideas laterales. La afirmación que propongo es ésta: Hay un rico trasfondo vivencial que vigoriza su expresión poética. El segundo libro de Omar Lara. "Los Enemigos”, publicado este año, es un conjunto de doce poemas que conforma una visión coherente y orgánica de una situación humana concreta. Esta palabra —contrariamente a lo que se ha dicho—, es una apertura al mundo real de los objetos y las personas que se nos revelan en una absoluta y fría desnudez. No porque los poemas den paso a un mundo que se nos muestra como falso, vamos a evitar acercarnos a él. Es este acercamiento, precisamente, lo que intenta alcanzar esta nota. El libro “Los Enemigos", se presenta como una petición de algo: me da como una ausencia, como una falta de un objeto esencial y como una búsqueda de ese objeto esencial y como una búsqueda de ese objeto. Ahora, ¿Qué es esta ausencia? No otra cosa que la ausencia de presente desde que éste se nos ha negado por el recuerdo o por un pasado que no pudimos retener.
"Nuestra permanencia, a veces solos entre / los muertos... tiene de antaño apenas si una leve entonación melancólica. / que nada puede hacer / ante un presente que se le ha escapado / y del cual también nosotros nos escaparemos sin remedio. / Y todo lo dicho, dicho está como a través de un velo...”
Pero no nos dejemos seducir por este verso “Y todo lo dicho, dicho está como a través de un velo”. No hay aquí alusión indirecta a ningún afán de hermetismo en esta poesía. Se trata más bien de una cuidadosa elaboración formal y lingüística la que da a estos poemas una aparente frialdad que vivifica una soterrada corriente vivencial que genera una contenida vibración emocional.
Volvamos brevemente al primer libro de Lara, "Argumento del Día”. Ya señaló Jaime Concha la trasparencia del lenguaje poético anterior. Es la claridad de formas y contenidos que lindan en lo elemental del mundo presentado, lo que marca la principal diferencia de éste libro con "Los Enemigos”. Síntesis de esta Seguridad Sentimental en el mundo existente en "Argumento del día” son: a) Esperanza Política, b) Seguridad con los objetos amados, el hijo p 10. y c) Certeza de algo: del error colectivo en "Hay indudablemente” (p. 15).
De “Los Enemigos" ha quedado afuera toda expresión abiertamente política. Por otra parte, o por esto mismo, no hay presente verdadero y todo fluctúa entre la inseguridad de las relaciones sentimentales:
"Hemos resuelto que esto es el amor. / Sólo falta saber cómo lo utilizaremos... / y antes que sea demasiado tarde”. (p. 21).
Hay alusiones a un engaño básico existencial y si se asume la responsabilidad de vivir es como aceptando un juego macabro y violento sujeto a la "ingenua-avasallante-sobrecogedora ansiedad”. ¿Poesía Decadente? ¿poeta reaccionario? ¿falta de sentido social o de conciencia política para encarar el mal a fondo? Nada de eso. Digamos que sí hay trascendencia del terreno individual debe buscarse la revelación de aquel otro sentido, pues esta ausencia ¿no revela nuestra propia falta de destino, o aún más, la falta de un espacio social que nos represente o nos exprese plenamente? Hay indudablemente un destello, una conexión a una estructura superior de sentido y que es la realidad histórica nuestra. El arraigo de esta poesía es la simiente del propio poeta, es decir el apego sentimental con el mundo, las personas y las cosas. En “El Enemigo” (p. 9) que da título al libro, asistimos a un proceso de transformación sentimental en que el enemigo se nos convierta en ser amado "al que abrazaría de inmediato si lo tuviera a mi lado", y en que el acto de odiar es una contingencia tristemente real y humana fluctuando entre una mezcla de amor-odio. La novedad de este lirismo asistirá en el descubrimiento en el ser de una contradicción permanente en actitudes y sentimientos. Estas maneras de darse la contradicción colocan al poeta en una situación de extrañeza frente a lo real, de modo que lo que es, el presente, se escapa y lo dicho, dicho está como a través de un velo, y el sol es "este ojo hiriente, sanguinolento".
Esta situación de extrañeza frente a lo real es el primer paso hacia lo grotesco que se da en el poema Playa, (p. 10) uno de los textos más patéticos del libro, lleno de desencanto y de tintes sombríos con el telón gris del mar al fondo y el actuar, el quehacer, transformado en las absurdas figuras de la playa condensada en esta imagen increíble del final por la mezcla de la ternura y del horror en que descansa la vida: “...y yo me tiendo frente a una mujer / embarazada hace ya mucho tiempo”.
Los enemigos son pues entidades abstractas, extraños soldados fantasmales en el campo de batalla en que deviene el mundo interior del poeta. La primera parte del libro esta poblada de estas presencias que son los materiales de la expresión real. Al clima de tensión constante contribuye un vocabulario y una preocupación estilística adecuada. El poema es corto como si quisiera estallar, parco en sustantivación, ausente de series repetitivas. Lo que hay es supremacía de lo expresivo por la decantación del lenguaje y la puesta al servicio suyo de aquella intuición básica que ha pretendido aclarar. Aceptemos que un atributo de lo lírico sea la novedad —como pedía Apollinaire—, pero asegurémonos de que esta novedad si ha de ser duradera debe estar contenida por lo menos en poesía en una forma no menos expresiva que su primitiva novedad.
Valdivia, noviembre de 1967