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Mujeres en choque impetuoso de celos y el MIR

Asesinato de Olof Palme, capítulo 7.

Por Omar Pérez-Santiago
Revista Off The Record, 1 de junio 2025




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Petra Ersdotter se levanta de la cama. Tiene tatuada en su espalda un árbol Yggdrasil. Símbolo de libertad, las jóvenes suecas son la generación más requetetatuada del mundo, una vieja tradición vikinga. Se puso su kimono de seda negro con flores. Miró por la ventana al mar de Valparaíso. El sol otoñal dorado sobre el mar no la conmovió. Nacida en la apacible Höör de Suecia, ahora era una herida desterrada, una flor de hielo. El viento marino le susurraba sarcasmos en su crispado corazón. ¿Qué es el viento? ¿Qué es Valparaíso al despertar?  Nada.
Un gato de pelaje atigrado cruzó efímero por la ventana. Miau. El maullido le apuñaló el recuerdo de Sissi, su gata en Höör, una ronroneante adicta a la leche tibia y las sardinas frescas. Sintió una pena, melancolía sutil. El color durazno de sus mejillas se desvaneció en un color ceniza fría. Afuera, el aire danzaba con la ofrenda del otoño, pero dentro de Petra, un invierno se aferraba a su espíritu.
Se sirvió una taza de café, tan amargo como sus pensamientos. Se sentó junto a Miguel Emebé, su prometido.
A Miguel le gustaban las mujeres lindas y algo posesivas.
En los ojos azules de Petra flameó una llama pálida, el fuego helado de los celos. La escandalosa pelea de celos en la fiesta de anoche entre Petra y la poeta llamada Grace Kelly, era un viral en las redes sociales.
Petra le dijo:
—¿Me has mancillado con esa kallikantzara, esa malévola criatura con pezuñas de la fiesta de anoche en Playa Ancha? —su voz era un filo de hielo que congeló el vapor del café.
Miguel suspiró:
—Ella intentó… atracar el bote. Un roce. Nada más.
—¿Atracar el bote? —Petra pitó las palabras como si fueran veneno—. Esa kallikantzara intentó robarme.
—Fue… un momento. Mucho licor. No significó nada.
—Jugó contigo, Miguel.
El desayuno fue quejas y lamentos. Al fin, Petra se levantó, la determinación flameó en sus ojos.
—Iré a buscar a esa… kallikantzara, le cortaré sus pezuñas. Pagará su osadía.
—No, Petra, por favor. No te rebajes a su nivel.
Ella lo miró, su labio tembló ligeramente.
—Entonces… dame una prueba. Dame un hijo, Miguel. Un lazo que nos una más allá de cualquier kallikantzara.
—¿Un hijo?
Petra se acercó. Se abrió su suave kimono negro de seda. Se sentó a horcajadas sobre él.
—Te voy a coger, Miguel. Coger con el alma… crearemos un vínculo que la kallikantzara no romperá.
Lo atrajo hacia ella.
El timbre resonó.
En el umbral apareció Marcello de Noli. Ochenta y tres años. Vestido de cuero negro, gafas de sol como un motoquero de Valparaíso. Su cabello níveo, sus cejas dispersas. Nacido en las alturas de Copiapó, de ancestrales leyendas de hechicería, fue una de las mejores mentes de su generación. En los años 60 fundó el Mir con Miguel Enríquez. Fue declarado muerto. Sobrevivió a los operantes de Pinochet: cárcel, tortura. Deportado a Suecia adquirió fama internacional en el Instituto Karolinska de Estocolmo. Fue parte del círculo de Olof Palme, Harry Schein e Ingmar Bergman, genios de habilidades diversas, que crearon la Teoría de las Abstracciones en la isla de Fårö.
Para Petra y Miguel era más que un resucitado: era una leyenda viva. Un Mentor de misterioso carisma justiciero, sabio de la ciencia, los misterios cósmicos, la neurología de vanguardia y la comprensión arcana de la magia.
Sus primeras palabras los golpearon como pulso electromagnético:
—Sus vidas mentales han sido infiltradas. Sus sueños… hackeados. Esto no es aleatorio. Esas interfaces los escuchan, rastrean sus sinapsis, predicen sus patrones de pensamiento.
—¿Quiénes son? —preguntó Petra con una incipiente paranoia tecnológica.
—Tecno-Oligarcas. Sicópatas de las redes neuronales digitales de TikTok, FaceNet, TwitterStream. Simples, pero efectivos: con las redes neuronales convolucionales detectan patrones estadísticos, construyen maquetas para definir emociones. Programan alucinación o ruina entrópica. Su objetivo es infame: incubar una generación resentida, sin autoestima, incapaz de sueños propios o de percibir las injusticias.
Marcello prosiguió con voz grave:
—“Estamos ante un conflicto frontal entre los consorcios tecnológicos y la conciencia colectiva.” Esa premonición es del presidente Salvador Allende en su discurso ante la ONU, en el año 1972. Anticipó, con su Proyecto Cybersyn, el auge de la inteligencia artificial.
Lo que el mentor reveló, resonó con inquietante familiaridad distópica:
—La ficción de los Tecno barones es la privatización absoluta, la obsolescencia del Estado-Nación, ascender sobre la miseria planetaria y alcanzar su inmortalidad. Es el hiper-elitismo que Allende denunció hace medio siglo. Yo estuve allí, a su lado.
—¿Con Salvador Allende? —Miguel apenas podía procesar la conexión histórica.
—Fui testigo de su visión. Luego, narradores proféticos como Philip K. Dick, William Gibson, Neal Stephenson cartografiaron esta distopía en sus ciber-relatos: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Neuromante, Snow Crash… Los Tecno-Barones, amos de poder virtual, ahora requieren más litio para sus baterías cuánticas y más agua para sus granjas de servidores. Hay un Damnum Infecto.
—¿Damnum Infecto?
—Sí, daño latente, la catástrofe que se cierne. Para consolidar su reino digital implantan mentiras en el inconsciente colectivo. Deben ganar bio-elecciones, violentar matrices culturales, llenar paisajes oníricos con clichés o charlatanerías. No les interesa la verdad. Quieren humillar. Asedian las mentes, desestabilizan los equilibrios neuronales. Imponen la pesadilla algorítmica.
—¡Oh! —exclamó Petra, con escalofrío.
—Pero toda codificación tiene su decodificación, toda opresión su resistencia: nosotros creemos en el poder de ideas generadas por sugestión consciente, inducidas por la esperanza. Nosotros somos los berserkers.
—¿Berserkers?
—Guerreros de élite de la mente. En Suecia fundamos el MIR, Man in Red, una sociedad secreta de neuro-berserkers. Nuestra hermandad clandestina batalla en el control interno, la neurociencia radical como arma para la liberación.
—¿Y nosotros qué podemos hacer? —preguntó Miguel, sintiendo el peso de una responsabilidad inminente.
—El destino los ha elegido. Deben venir conmigo. En Valparaíso, crearán una célula de resistencia: el MIR, Man in Red, facción neurociencia. Combatirán a los canallas Tecno-Oligarcas con ferocidad.
Petra y Miguel intercambiaron una mirada cargada de incertidumbre y excitación.
—¿Están dispuestos a quemar sus puentes digitales? —inquirió Marcello.
Titubearon.
—Quizás sí… —murmuró Miguel.
—Excelente. Nuestro punto de encuentro en la red clandestina será la pulpería El Cuchillo Negro de Valparaíso.
Antes de partir, extrajo de su vetusta billetera una pequeña piedra verdosa, de una densidad casi nula.
—Un GAN.
—¿GAN?
—En islandés arcaico, gandr: una piedra de poder mágico de los arcaicos Berserkers nórdicos.
Por la ventana vieron a Marcello alejarse en una moto.
Miguel interrogó a Petra:
—¿Lo hacemos, Petra? ¿Nos unimos a los neuro-berserkers?
—Sí —respondió Petra, y añade con una posesividad primal: Pero también quiero un hijo tuyo. Desde este instante, tu código genético me pertenece.
Su kimono de seda negro resbaló. Se sentó a horcajadas sobre él. Su espalda mostró el tatuaje Yggdrasil, en movimiento.
A Miguel les gustaban las mujeres bellas y algo posesivas. Se dejó hacer.


(Continuará…)

 



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