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Muere el Partido Radical. ¿Muere la Educación Pública?

Omar Pérez-Santiago
Revista Off The Record, diciembre 2025

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Valentín Letelier fue un intelectual de mente lúcida y una visión singular. Más que un político convencional, era un "político de autor": una personalidad creativa y libre, capaz de moldear un estilo distintivo para preservar su particular visión del mundo. Letelier, un Sagitario con un gran intelecto y el característico bigote negro de los radicales de la época, estaba destinado a dejar una huella profunda.

El viernes 16 de septiembre de 1888, a sus 36 años, Valentín Letelier llegó a la Casa Central de la Universidad de Chile en La Alameda. En el Salón de Honor, subió al estrado. Frente al presidente de Chile, José Manuel Balmaceda, y a un público compuesto por estudiantes premiados del Instituto Nacional y la Universidad, expuso su memorable discurso, “El Estado y la educación nacional” (pdf). Fue allí donde presentó su más famosa y perdurable frase de autor: “Gobernar es Educar”.

Letelier defendía con convicción la causa de la educación pública y afirmó:

“Ponga los institutos de instrucción pública en condiciones de superioridad tal, que todo padre de familia se sienta inclinado a preferirlos para la educación de sus hijos.”

Mientras una parte de la élite chilena –la llamada "fronda"– mantenía una actitud de desprecio hacia la docencia, Letelier hizo un llamado a crear un "seminario de profesores": una institución pedagógica dedicada a la formación de profesores de Estado. Balmaceda acogió esta idea, y al año siguiente, en 1889, se fundó el Instituto Pedagógico.

Décadas más tarde, la visión de Letelier encontró un poderoso continuador en el diputado Pedro Aguirre Cerda (signo Piscis y también de bigote prominente). En 1918, a la edad de 39 años, Aguirre Cerda fue nombrado ministro por el presidente Juan Luis Sanfuentes. Desde esa posición, impulsó la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, promulgada en 1920.

Esta ley fue un hito: la educación primaria se convirtió en gratuita y obligatoria para todos los niños y niñas entre 6 y 16 años, estableciendo sanciones para los padres o tutores que no cumplieran la normativa. Además, se prohibió el trabajo infantil para menores de 16 años.

El cambio social fue notable. Hoy damos por hecho que los niños aprenden a leer en la infancia, pero en esa época, la mitad de la población era analfabeta. Gracias a la Ley, la enseñanza se extendió a la gran mayoría de los niños. Para el final de la década de 1920, casi la totalidad de la población en edad escolar estaba matriculada, y el porcentaje de analfabetos descendió al 25%.

Sobre esta sólida base se construiría el prestigio de la educación pública chilena.

En 1938, Pedro Aguirre Cerda fue elegido presidente de Chile. Al llegar al Congreso Nacional el 21 de mayo de 1939, Don Pedro recordaría la célebre frase de Valentín Letelier: “Gobernar es Educar”. El presidente recalcó: “Todos los niños tienen derecho a ser educados”.

Su gobierno fue extraordinario: construyó más de 500 escuelas gratuitas y expandió la matrícula de la educación primaria de 100 mil a 600 mil alumnos. Muere en 1941, en La Moneda, a causa de la tuberculosis. Su funeral fue uno de los más masivos de la historia, reflejando el profundo apego y la conexión perdurable que Don Pedro generó en el pueblo chileno.

El sistema continuó creciendo de manera impresionante, especialmente en los años 60 durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, con un incremento anual de más de 100.000 escolares matriculados.

De esta forma, Chile había edificado un sólido sistema educacional basado en la educación pública. El Estado Docente —con sus escuelas, liceos e instituciones de educación superior— financiaba y administraba la educación de más del 80% de los estudiantes del país. El abandono escolar había disminuido y la demanda por acceder a los liceos era alta.

Lo teníamos casi todo.

Lamentablemente, la dictadura de Pinochet impulsó la Contrarreforma, caracterizada por la «municipalización» y la privatización. Bajo esta nueva lógica, se permitió a las escuelas y liceos privados acceder a financiamiento estatal en igualdad de condiciones con los establecimientos públicos. El modelo avivó la competencia y creó la subvención a la demanda. En un acto que reflejó un mayúsculo desprecio a la docencia, se desvinculó el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.

Con el retorno a la democracia, se esperaba retomar el curso de la educación pública... Sin embargo, no fue así. La educación municipal se redujo significativamente, alcanzando mínimos históricos.

Chile es hoy uno de los países con menor proporción de educación pública en el mundo. Actualmente, la educación pública chilena se enfrenta a una segregación profunda, afectando a más de un millón 200 mil niños y jóvenes de familias vulnerables.

Escribir hoy sobre la educación pública puede parecer "sospechoso" o ridículo para algunos, en un contexto donde el honor nacional parece haberse supeditado a los intereses de negocio. Por dinero, muchos palidecen a la vista del dinero.

¡Cuánta visión se perdió! Pudimos tenerlo todo.

El legado de las figuras que forjaron este sistema —como el Partido Radical— parece estar en riesgo.

Quizá la esperanza resida en una nueva generación de políticos jóvenes que logren superar esta época. Otros con la visión de Valentín Letelier, una mente lúcida y un político de autor, creativo y libre. O tal vez, se levante otra figura de apego y conexión popular, como fue Don Pedro Aguirre Cerda.





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