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Cristián Huneeus:

Opina sobre el "caso Padilla"




Difícilmente podría opinar sobre el caso de Padilla sin ponerme en la perspectiva concreta de un chileno que escribe a ocho meses del triunfo electoral de la Unidad Popular. Vale decir, en el contexto de un país que si todavía no puede definirse como socialista, ciertamente se define como un país que marcha hacia el socialismo. Lo significativo de nuestro esfuerzo es que se plantea como pluripartidista, abierto a la disensión y a la oposición, consciente de la importancia vital del juego libre de la crítica, que no es otra cosa que el juego libre de la inteligencia. En ello, el proceso chileno se muestra fiel, como no podría menos de hacerlo, al sentido de una historia política madura, que opera en función de las legitimidades democráticas que se otorga, y que se muestra resuelto, mas allá de sus contradicciones internas, a no operar sino en función de esas mismas legitimidades.

Los principios que animan el proceso chileno son substancialmente idénticos a los que animaron la lucha en la Sierra Maestra y animan el extraordinario esfuerzo actual cubano: democracia efectiva y liberación nacional. La circunstancia, la historia local, son no obstante, diversas. Pero si Heberto Padilla, poeta de la disención-a mi juicio, de la disención dentro de la Revolución, por mucho que su confesión sostenga lo contrario- se ha visto trágicamente obligado a renegar por entero de sí mismo y hacer de su pasado una ridícula opereta de fatuidad y narcisismo, tenemos que buscar una explicación más inmediata que la carencia de cultura política cubana, carencia que la Revolución ha luchado tenazmente por suplir mediante un permanente y sostenido desarrollo de la conciencia revolucionaria. Por otra parte, los líderes cubanos han sido hasta ahora clarividentes en el estímulo a la cultura, no solo sólo a la cultura de masas, sino también a la hoy vituperada "cultura de élites", cuya profunda imbricación con él todo de un proceso social pocos han logrado explicar satisfactoriamente. Cuba no sólo ha dado acogida y estímulo a todas las manifestaciones literarias y artísticas de vanguardia, a sabiendas del carácter crítico, y más que crítico, explosivo, de toda expresión literaria y artística autentica: Cuba ha competido, superando el lastre del subdesarrollo y el lastre del bloqueo, para ser una metrópolis de la cultura. Las pruebas abundan y sobran. Están las ediciones, están las exposiciones, están los concursos, están los congresos. Y Cuba nunca, hasta ahora, le ha exigido incondicionalidad a nadie. ¿Que es lo que ha sucedido, entonces, con Padilla? Habría que buscar, decía mas arriba, una explicación más inmediata. Y creo que esa explicación está indisolublemente ligada a un análisis de la economía cubana.

Como el propio Fidel lo ha venido reconociendo desde la zafra del 70, las dificultades son extremas. Y cuando las dificultades económicas son extremas hay que apretarse el cinturón. La disención y la crítica asumen un carácter de aguda peligrosidad para el equilibrio del sistema y pasan a conceptuarse como bienes suntuarios. Padilla y la gente como Padilla pasan a ser un lujo, tales son las obvias y reiteradas explicitaciones del último discurso de Fidel. Solamente los incondicionales permanecen como artículos de primera necesidad, y se produce un vuelco en contra de las formas propiciadas anteriormente. No olvidemos que las celebradas iniciativas culturales cubanas no han sido cosa de tres o cuatro individuos aislados sino la resultante de una política oficial.

Hasta en un proceso avalado por la mayor madurez política y la mas profunda exigencia literaria, el sentido crítico inherente a la cultura puede convertirse en un lujo repudiable si las dificultades económicas se muestran demasiado duras de superar. En su brillante discurso del 12 de mayo, Salvador Allende dijo que si el proceso chileno desembocaba en el fracaso económico, desembocaría en el fracaso social..

A mi juicio el caso Padilla es incompresible sin atender a los problemas económicos reconocidos, repito, por el propio Primer Ministro cubano. Pero entender no significa justificar. Y aún en el supuesto de que entienda bien, no justifico. La cárcel y la confesión de Padilla representan un modo de encadenar el pensamiento abierto que, junto con lesionar lo más válido en la dignidad de la persona humana, ocasionan un daño social difícil de aquilatar en sus verdaderas consecuencias. Algún día la Revolución Cubana tendrá que reconocerlo y remediarlo, y tal es la esperanza de todos los amigos y admiradores de los principios que la inspiran.


17 de mayo de 1971.


 

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proyecto patrimonio; Opinión : Cristián Huneeus y el caso Padilla.