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Reseña de Aldunate Flores, P. (2020). "Poemas del diamante". Poetikal Art Delicti
Review of Aldunate Flores, P. (2020). "Poemas del diamante". Poetikal Art Delicti

Por Consuelo Pilar Bowen Parada
Universidad Austral de Chile, Chile
Publicado en REVISTA STVLTIFERA, Vol. 4, N°2, Segundo Semestre 2021


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La trayectoria literaria del poeta Pedro Aldunate Flores se gestó en los noventa, en los pasillos de la Universidad de Concepción; pero su primera publicación fue el año 2001 en la antología Catorce del taller de poesía dirigido por el poeta Gonzalo Rojas, y en la cual aparecen tres poemas que forman parte del libro Poemas del diamante: “Sobre los verdaderos diamantes”, “Castillo de arena” y “La presa”. Este poeta, hoy en día, forma parte definitivamente del corpus literario inserto en el polisistema literario del sur del mundo, del sur de Chile. Sin embargo, las demarcaciones todavía imprecisas, entre la lírica finisecular de los noventa y la poesía emergente penquista (Rodríguez Angulo et al., 2020), no nos permiten encasillarlo. Pedro Aldunate Flores se encuentra en una bisagra, en una intersección, que justamente le confiere libertad para viajar por diversas temáticas y tratamientos literarios. Sin embargo, tiene muy claro su horizonte: sus poemas incitan a transitar en las profundidades del tema de la muerte y todo lo que ello conlleva. Poemas del diamante está publicado en la colección Poesía Mítica Shilena. El viaje al cual nos lleva el poeta no solo reúne los misterios insondables de la muerte y la poesía, representados en el símbolo del diamante, sino que también esconde juegos simbólicos subterráneos, que dialogan con la poesía mítica, simbólica, mistérica, alquímica y, muy especialmente, mineral; así, se permiten variadas intertextualñidades, lecturas e interpretaciones. Por otro lado, Pedro Aldunate también es académico y su investigación ha estado centrada en el desarrollo de textos críticos, de varios poetas chilenos, en la problemática de la relación entre poesía y muerte.

El poemario está dividido en tres partes y ya desde la cubierta exterior se pueden construir diversas lecturas del texto. La ilustración que acompaña al título es un diamante, “símbolo de los conocimientos morales e intelectuales [que] se asimila a la «piedra angular», o mejor a la «clave de bóveda», símbolo del coronamiento de un proceso constructivo” (Cirlot, 1992, p.171). Precisamente, este se presenta como uno de los grandes enigmas del libro. El mineral se presenta con tonalidades azul medio, azul capri y verde esmeralda; entonces, el lector también tiene la posibilidad de analizar, por ejemplo, la sicología del color de dicha ilustración; y, por otro lado, el fondo de ambas cubiertas es negro, color que la cultura occidental ha relacionado tradicionalmente con la muerte. Asimismo, en la contraportada encontramos un verso del poeta, el mismo que separa la primera de la segunda parte del libro y que viene a cerrar todo el texto: “Amo la muerte a la que voy/ como el caballo musculoso/ que se lanza al precipicio” (p.15).

La primera parte es una introducción al libro, que aborda el origen y la figura del diamante: la conciencia de la muerte como un final inevitable, en una escena de la cual el personaje no puede escapar. Asimismo, los muertos hablan desde la muerte; son, en suma, cadáveres que hablan desde una “Fosa común”: “aquí en la fosa común todo es olvido/ afuera gritan nuestros nombres [...]/ Aquí despiertos bajo tierra esperamos./ Aquí en la fosa yacemos sin descanso” (p.9). Son, entonces, trozos de cuerpos que hablan desde la muerte, enunciando palabras que emergen de un estado imperecedero, y que se relacionan con las nociones de infierno, purgatorio y paraíso, que irán desarrollándose en los poemas siguientes, de la segunda y tercera parte. Este poema fue escrito en el año 2000 y se sitúa en la búsqueda, en un patio clausurado del Cementerio de Concepción, de los cuerpos de detenidos desaparecidos de la dictadura: la fosa común que el poeta logra abrir y visualizar. Y es que Pedro Aldunate escribe a partir de su contexto y de las preguntas fundamentales, filosóficas, que arremeten al ser humano. También hay un poema que está dedicado a su padre y que aparentemente podría desmarcarse de los tópicos del poemario, pero cabe preguntarnos desde qué espacio nos susurra el hablante: “Entonces trato de hablarle/ pero no me salen las palabras/ [...] trato de moverme, pero no puedo despertar del sueño” (p.11). También aparece la figura del castillo de arena, que más adelante dialogará con otras textualidades simbólicas de la muerte.

La segunda parte comienza con un poema que tiene doce estrofas separadas por números romanos: un extenso poema en memoria del poeta Armando Uribe Arce, conocido por su obsesión temática con la muerte. En ese espacio, el poeta entabla un indudable diálogo con la poesía chilena y su “repertorio abundante de escritura figurativa sobre la muerte” (Triviños y Aldunate, 2006, p. 65). En esta instancia también ocurre una interesante inversión: un diálogo del ser humano omnipotente con el Dios humano; una transposición del poeta convertido en el pequeño dios. En las páginas siguientes, esto se hace todavía más evidente cuando dedica un poema a Vicente Huidobro.

Finalmente, la tercera parte nos presenta diversos “encuentros entre el poeta y la muerte” (Triviños y Aldunate, 2006, p. 71), con poemas como “Muda de la piel de la serpiente” o “El trabajo de la muerte”. Este segmento del libro hace justicia a todo lo anteriormente entretejido; viene a coronar, a hacer un cierre convergente, en donde los personajes y hablantes se identifican entre ellos y es posible notar esa circularidad del poemario. “Memoria de un tallador de diamantes” es el poema que cierra el libro; en él, se hacen alusiones a la memoria del ser humano. Encierra el silencioso misticismo y solipsismo de la escritura, pero cuestionándola: “Puede ser que todas las palabras sean oscuras y que/ probablemente no indiquen nada./ Y puede ser que heridas, esas manos, dibujen un rostro y tal/ vez un cuerpo. Ese cuerpo es el verdadero diamante” (p. 43). Se observa, además, una polifonía entre poemas; “Ojos”, por ejemplo, dialoga con “Manos” (de la primera parte del libro): encierran el mismo final. “Ojos que mueren/ con el poema” (p. 42); “Manos que mueren en el poema” (p. 10).

Cada segmento del libro desemboca en la relación entre el poeta y la muerte; y el diamante reconstruye simbólica y poéticamente el camino que guía esta relación. Es aquí donde la palabra se transmuta para dar a conocer la alegoría de la figura de este mineral, como un mineral que juega el papel de piedra angular o piedra base, porque en él se cimenta la escritura polifónica que da paso a diferentes voces que transitan y dialogan con los vivos, con los muertos, con Dios y con el lector. La primera parte del texto, por ejemplo, podríamos relacionarla con la gestación del diamante, que inicia con el poema titulado con el mismo nombre: “Del diamante”. “En las entrañas de la tierra muy al fondo/ la oscuridad le da vida como si fuera su hijo/ lo ve crecer en su silenciosa negrura/ el tiempo no corre para el animal subterráneo” (p. 7). Se erige como la luz que el diamante conoce incluso antes de brotar de las profundidades de la negrura. La animalización del mineral como un hijo de la oscuridad, que posee “el secreto muy al fondo / como una luz que ha crecido en la penumbra se va revelando / en centellas de cristal, se va fraguando la alquimia del carbón / hasta que nace el diamante de su oscura gruta” (p. 7). El poeta emerge como un alquimista que transforma el poema como si transformase la materia, es decir, el carbón transfigurado en diamante. Estamos ante la búsqueda de la vida eterna del poema, el mito del eterno retorno, la metaficción de la poesía esculpida en “centellas de cristal”. En este sentido, el diamante no responde a las cualidades o exigencias del tiempo; y la poesía es, entonces, intrínseca e inevitable para el ser humano.

A partir de lo anterior, se vislumbra que la poesía de Pedro Aldunate se articula con una tradición literaria que, por un lado, aborda la metaficción del poema en una dialéctica con la muerte y, por el otro, dialoga cara a cara con la muerte. A su vez, hay variados intertextos indudables en los textos dedicados a Uribe Arce, Huidobro y Borges. Por ejemplo, el poema “Mortuus” ―en memoria de Armando Uribe Arce―, que inicia la segunda parte del libro, hace alusión a la figura del gusano, la cual también está presente en el cadáver carcomido de Venus en el pudridero de Eduardo Anguita. Se sigue, de este modo, la “tradición de escritura [que atañe a] las ficciones del diálogo del poeta con la muerte” (Triviños y Aldunate, 2006, p. 66). Entonces: “Del gusano salto al otro lado/ del reverso/ del abandono/ de la muerte/ salto al otro lado de la página/ y toco con mis manos/ tu rostro” (p. 16).

Por otro lado, la prosa poética “Solus Ipse”, que está ubicada en la tercera parte del libro, nos sugiere cierta mitología poética: la mitología del diamante. Está dedicada a Jorge Luis Borges, quien aborda el solipsismo en su obra, así como también lo proyecta Pedro Aldunate:


Todas las palabras te repiten. El fuego se enciende y la habitación/ se despierta. El fuego crea la apariencia del mundo. […] Todo lo que ven tus ojos se vuelve palabra, acto en el/ silencio, verdad a tientas y a ciegas. Tú estás ahí para verlo. Te/ miras desde un cielo imposible, mientras vas cruzando el infierno y/ la dicha […] El silencio te lo dice todo: eres tú. (p. 40)


Este poema insinúa la génesis del escritor, que ha transitado por el infierno, el purgatorio y el cielo, para dar a luz el diamante: el poema y el poeta. Esto nos recuerda a La Divina comedia de Dante, con las alusiones al infierno; así como a Raúl Zurita con la figura mítica del desierto en Purgatorio. El desierto, la serpiente y el castillo de arena también son símbolos que Pedro Aldunate incorpora en su poesía como espejos de la muerte, como caminos hacia la muerte, la cual forma parte del ciclo de la vida:


la serpiente que es la imagen perfecta del misterio,/ repta infatigablemente, ondulantemente, a la vez de las arenas del/ desierto./ El camino de la serpiente comienza con este hallazgo […]/ Solo de esta forma se puede habitar en el desierto. (p. 37)


El escritor que construye, el tallador del diamante, el lenguaje de carbón, el diamante traslúcido, así como el poeta que muere en el poema, conforman algunas de las conjeturas de este libro. Se trata de un eterno monólogo que tiene la intención de trascender y que busca respuestas en Dios, en los astros, en sus muertos, en la memoria histórica de su país, en el lenguaje y en la metapoesía. A veces falla, en la búsqueda de la perfección de los diamantes y de la poesía; a veces, no. La trascendencia del poeta, la elegía del poema, el ser humano buscando revelaciones; y la muerte que lo consume, de eso dan cuenta estos poemas: “Es el hambre del hombre en el lenguaje/ Es el hambre que escribe al hombre/ y se lo come” (p. 34). Las alusiones míticas, y el lenguaje que da origen al mundo, nos recuerdan al Mito de la caverna de Platón: esas sombras que son las voces que nos despiertan del sueño y que le entregan al poeta las palabras para construirse, para existir: “El fuego crea la apariencia del mundo. Una mirada/ basta para escribirlo” (p. 40). También aparece la presencia del caballo, símbolo apocalíptico que representa el ímpetu, la existencia y la partida. El hablante dialoga con el apocalipsis: “se presentó un caballo verdoso. Al que lo montaba lo llamaban la muerte, y detrás de él montaba otro: el Lugar de los muertos” (La Biblia Latinoamericana, 1995, Apocalipsis 6: 8). La muerte igualadora del verso del poema VIII: “somos un río de sangre oscura” (p.20) nos recuerda, también, pero diferidamente, a las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique, cuando alude a que todos formamos ríos que desembocan en el mar, o sea, en la muerte. Una muerte esencialmente igualatoria, mediante un elemento vital: el agua.

Este poemario es un festín de metáforas y de figuras retóricas que aluden al mundo mítico y mistérico del más allá. En sí mismo, el libro es una alegoría de la relación del poeta, y del poema, con la muerte: cómo la enfrenta, qué voces emergen, con quién dialoga, a quién se dirige, etc. En suma, este libro posee muchísimos aspectos en los cuales indagar. Por ejemplo, la alegoría del diamante podría tornarse una obsesión ineludible para cualquier lector, incluso ante el primer encuentro con la cubierta exterior. Esta reseña es una pequeña entrada a la lectura de una poesía que nace desde los recónditos rincones del Sur de Chile, como un animal subterráneo que comenzó a gestarse a finales de los noventa y que, por fin, ve la luz. En pocas palabras, esta es una mirada acerca de Poemas del diamante; la apreciación de un texto dinámico y cambiante ―cualidad propia de un organismo vivo―; el poemario toca las profundidades del infierno, dialoga con Dios, cuestiona desde el purgatorio y vocifera cual cuerpo y lenguaje mutilados. El simbolismo y las relaciones son abundantes; por lo tanto, esta reseña es, tan solo, un primer pincelazo. Mediante la economía del lenguaje, y las vestiduras que hay tras cada palabra, el punctum de la muerte se presenta como el asunto límite, extremo y crítico que vuelve a actualizar el viejo tema de la relación profunda entre el poeta y la muerte.

 

 

 


 

 

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Pedro Aldunate Flores
, San Antonio, Chile, 1979. A partir de 1997 se dedica a la escritura poética en la ciudad Concepción, donde culmina sus estudios de Profesor de Español, Magíster en Literaturas Hispánicas y Doctorado en Literatura Latinoamericana, en la Universidad de Concepción.

En el año 2001 fue publicado en la antología Catorce del taller de poesía dirigido por el poeta Gonzalo Rojas. En el año 2006 fue ejecutor principal de un proyecto Fondart en Teatro; la obra tomó el nombre del poema “Sobre los verdaderos diamantes”. En el 2010 publicó su primer libro de poesía titulado Cuaderno del loco. En 2018 se adjudicó un Fondo del Libro, en la Línea de Creación, género Ensayo, para desarrollar el proyecto de escritura de su libro Fragmentos de poesía y ensayo. En el año 2020, publica su libro Poemas de Diamante con la editorial Poetikal Art Delicti de Talcahuano.

Ha publicado textos críticos sobre Jorge Teillier, Armando Uribe Arce, Vicente Huidobro, Óscar Hahn, Leopoldo María Panero, Eloy Sánchez Rosillo, Rafael Rubio, Isla Correyero y Teresa Calderón, todos ellos en torno a la problemática entre poesía y muerte.

En el año 2015, en Puerto Montt, funda la agrupación cultural “Poesía en la Austral” y desde el año 2024, participa como creador y editor del periódico: “El Queltehue. Un heraldo de poesía”.

Actualmente, se dedica a la docencia, investigación y vinculación con el medio, en la Universidad Austral de Chile, Sede Puerto Montt. 


 


 

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Referencias bibliográficas

-Aldunate Flores, P. (2020). Poemas del diamante. Poetikal Art Delicti.
-La Biblia Latinoamericana. (1995). La Biblia Latinoamericana (B. Hurault y R. Ricciardi, trads.). Editorial Verbo Divino, Ediciones Paulinas.
-Cirlot, J. E. (1992). Diccionario de símbolos. Editorial Labor.
-Rodríguez Angulo, J., García Barrera, M., Mora Cid, G., & Herrera Molina, J. (2020). Literatura emergente del sur de Chile en el siglo XXI. Aproximación a sus repertorios e interrelaciones sistémicas. Revista Chilena de Literatura, (102), 531-549.
https://revistas.uchile.cl/index.php/RCL/article/view/60164/
-Triviños, G., y Aldunate, P. (2006). El poeta y la muerte en la poesía de Armando Uribe Arce: Hacia una física-poética de la muerte. Atenea (Concepción), 493, 63-86.
https://dx.doi.org/10.4067/S0718-04622006000100005




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"Poemas del diamante" de Pedro Aldunate Flores.
Poetikal Art Delicti, 2020.
Por Consuelo Pilar Bowen.
Publicado en REVISTA STVLTIFERA, Vol. 4, N°2, Segundo Semestre 2021.