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Poemas de Palestina

Mahmoud Darwish
(1941 - 2008)


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Carnet de identidad

Escribe que soy árabe,
y el número de mi carnet es el cincuenta mil;
que tengo ya ocho hijos,
y llegará el noveno al final del verano.
¿Te enfadarás por ello?

Escribe que soy árabe,
y con mis camaradas de infortunio trabajo en la cantera.
Para mis ocho hijos arranco, de las rocas,
el mendrugo de pan, el vestido y los libros.
No mendigo limosnas a tu puerta,
ni me rebajo ante tus escalones.
¿Te enfadarás por ello?

Escribe que soy árabe.
Soy nombre sin apodo.
Espero, con paciencia,
en un país en el que todo lo que hay existe airadamente.
Mis raíces, se hundieron antes del nacimiento de los tiempos,
antes de la apertura de las eras, del ciprés y el olivo,
antes de la primicia de la hierba.
Mi padre...
de la familia del arado, no de nobles señores.
Mi abuelo era un labriego, sin títulos ni nombres.
Mi casa es una choza campesina de cañas y maderos.
¿Te complace?... Soy nombre sin apodo.

Escribe que soy árabe,
que tengo el pelo negro y los ojos castaños;
que, para más detalles, me cubro la cabeza con un velo;
que son mis palmas duras como la roca y pinchan al tocarlas.
Y me gusta el aceite y el tomillo.
Que vivo en una aldea perdida, abandonada,
sin nombres en las calles.
Y cuyos hombres todos están en las canteras o en el campo...
¿Te enfadarás por ello?

Escribe que soy árabe;
que robaste las viñas de mi abuelo y una tierra que araba,
yo, con todos mis hijos.
Que sólo nos dejaste estas rocas...
¿No va a quitármelas tu gobierno también, como se dice?

Escribe, pues...
. . . . . Escribe en el comienzo de la primera página que no aborrezco a nadie,
ni a nadie robo nada.
Mas, que si tengo hambre, devoraré la carne de quien a mí me robe.
¡Cuidado, pues!...
¡Cuidado con mi hambre y con mi ira!


 

 

 

Muhammad ⃰

Muhammad,
acurrucado en brazos de su padre, es un pájaro temeroso
del infierno del cielo: papá, protégeme,
que salgo volando, y mis alas son
demasiado pequeñas para el viento… y está oscuro.
Muhammad,
quiere volver a casa, no tiene
bicicleta, tampoco una camisa nueva.
Quiere irse a hacer los deberes
del cuaderno de conjugación y gramática: llévame
a casa, papá, que quiero preparar la lección
y cumplir años uno a uno…
en la playa, bajo la palmera…
Que no se aleje todo, que no se aleje…

Muhammad,
se enfrenta a un ejército, sin piedras ni
metralla, no escribe en el muro: «Mi libertad
no morirá» –aún no tiene libertad
que defender, ni un horizonte para la paloma
de Picasso. Nace eternamente el niño
con su nombre maldito.
¿Cuántas veces renacerá, criatura
sin país… sin tiempo para ser niño?
¿Dónde soñará si se queda dormido…
si la tierra es llaga… y templo?

Muhammad,
ve su muerte viniendo ineluctable, pero
se acuerda de una pantera que vio en la tele,
una gran pantera con una cría de gacela acorralada; mas
al oler de cerca la leche
no se abalanza,
como si la leche domara a la fiera de la estepa.
«Entonces –dice el chico– me voy a salvar».
Y se echa a llorar: «Mi vida es un escondite
en la alacena de mi madre, me voy a salvar… yo daré fe».

Muhammad,
ángel pobre a escasa distancia del fusil
de un cazador de sangre fría. Uno
a uno la cámara acecha los movimientos del niño,
que se funde con su imagen:
su rostro, como la mañana, está claro,
claro su corazón como una manzana,
claros sus diez dedos como cirios,
claro el rocío en sus pantalones.
Su cazador debería haberlo pensado
dos veces: le voy a dejar hasta que sepa deletrear
esa Palestina suya sin equivocarse…
me lo guardo en prenda
y ya le mataré mañana, ¡cuando se subleve!

Muhammad,
un jesusito duerme y sueña
en el corazón de un icono
fabricado de cobre,
de madera de olivo,
y del espíritu de un pueblo renovado.

Muhammad,
hay más sangre de la que precisan los noticieros
y a ellos les gusta: súbete ya
al séptimo cielo,
Muhammad.

 


(*) El poema que reproducimos en traducción de Luz Gómez García refiere el asesinato del niño Muhammad ad-Durra, acribillado en brazos de su padre por soldados del ejército israelí el 30 de septiembre de 2000, en Gaza. Las desgarradoras imágenes del crimen fueron televisadas en todo el mundo. (Fuente: Poesía social del s.XX. Edit. Agora, Buenos Aires).

 



 

 


 



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