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Patricia Cerda: "A Ercilla lo tenemos abandonado"
ERCILLA Y LAS CONTRADICCIONES DEL IMPERIO. Ediciones B, 2023, 327 páginas.

Por Maureen Lennon Zaninovic
Publicado en Revista de Libros, 18 de junio 2023


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La escritora chilena radicada en Alemania publica Ercilla y las contradicciones del imperio (Ediciones B), donde repasa las vicisitudes de este poeta soldado, autor de La Araucana. "Él entra en el proceso de la conquista con muchas contradicciones, y eso lo hace muy interesante", señala la autora.


En una crítica publicada en estas páginas, en 2016, Camilo Marks escribió enfáticamente que "la novela histórica no es nuestro fuerte". Junto con ello, señalaba que esta suerte de carencia resalta al comparar la novelística en castellano con la de países como Alemania, Francia o Inglaterra, donde desde el siglo XIX hasta hoy, a su juicio, tenemos a excelentes practicantes de este género prosístico. "Tan solo por eso, la aparición de un buen libro de esta clase merece ser bien recibido. Y es lo que sucede con Mestiza, primera ficción de la historiadora penquista Patricia Cerda. Es entretenida, original, se lee con facilidad y, en términos generales, se trata de un relato bien concebido", señaló Marks.

Para este crítico de "El Mercurio", Patricia Cerda Pincheira (Concepción, 1961) se ha consolidado como una de las mejores novelistas de carácter histórico en nuestro país. Con residencia en Alemania desde 1986, en sus libros indaga en el pasado cultural chileno y latinoamericano, en páginas donde aparecen la antropología, la arqueología, las artes y oficios, y, sobre todo, su gran especialidad: la época de la Colonia en el Reino de Chile. Hasta la fecha ha publicado varios títulos, entre otros, Rugendas (2016), Violeta y Nicanor (2018), Luz en Berlín (2019) y Bajo la cruz del sur (2020), donde recreó el viaje de Magallanes y la primera circunnavegación del planeta. En Mestiza, uno de los más importantes best sellers de su carrera literaria, esta doctorada en Historia por la Universidad Libre de Berlín se sumergió en el siglo XVII, en Chile y Sevilla, a través de los ojos de una cautiva del reino: Animallén. "Estando en Alemania pude viajar a Sevilla, que está a tres horas de vuelo, e investigué en el Archivo de Indias. Así nació Mestiza", expresa.

En una conversación por Zoom desde su hogar en Berlín, la autora reconoce, con humor, ser "una mestiza del Biobío. El primer Cerda arribó a Chile hacia 1600, a pelear en la Guerra de Arauco". También comenta que llegó tarde a los libros. "Partí en dictadura, en la biblioteca de la Universidad de Concepción. Pasaba horas ahí. Estudié Pedagogía en Historia y luego, en Santiago, seguí un magíster donde tuve excelentes profesores, como Rolando Mellafe, Premio Nacional de Historia 1986. Fue este último, en mi examen de grado, quien me dijo que yo debía escribir literatura. Me demoré 25 años en hacerle caso", rememora. Patricia Cerda continúa con sus recuerdos y dice que ingresó a la novela histórica "porque sentí que en mi país había un déficit, en comparación con los alemanes y su forma de abordar su pasado y su memoria cultural. Sentí que podía ser un aporte y me metí en la Guerra de Arauco y el mestizaje. Así comenzó a tomar forma Mestiza, que, hasta ahora, tiene una muy buena recepción. Hay una nueva edición cada año y se lee en las universidades. Ha sido maravilloso todo lo que ha pasado con esta obra".

Siguiendo en esta exitosa senda de la novela histórica, Patricia Cerda acaba de publicar Ercilla y las contradicciones del imperio (Ediciones B). Con un estilo tremendamente ágil y una notable investigación, este volumen da cuenta de la vida de este paje y gentilhombre del príncipe Felipe, autor del célebre poema épico La Araucana y quien, tras la muerte de Pedro de Valdivia, llegó a nuestro territorio, en 1557. Acá permaneció durante dos años, participó en varias batallas y empezó a recoger sus impresiones que dieron vida a una de las piezas cumbres de la literatura universal.


Alderete le pidió ser su cronista

En Ercilla... se revive, entre otros episodios, su desembarco en Panamá en 1555 y el entierro en isla Taboga de su amigo Jerónimo de Alderete, quien fue designado como gobernador de Chile, pero no pudo asumir por su sorpresivo fallecimiento. "Siempre tenía en cuenta lo cambiante que son los destinos humanos. Fortuna hace lo que quiere", escribe Cerda, y añade que el poeta soldado "jamás pensó que Alderete no sobreviviría a ese viaje. Presintió que el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, que hacía con ellos la travesía, nombraría a su hijo García como nuevo gobernador de Chile. Ninguno de los dos llegó al entierro". La autora narra que, ya de noche y tras regresar a la ciudad de Panamá, Alonso de Ercilla se tumbó en una hamaca y empezó a informarle en una carta todo lo ocurrido al príncipe Felipe. No tenía pruebas para acusar al virrey o a su hijo de haber envenenado a su amigo, pero sí podía dar cuenta de la inesperada muerte y la sensación de vacío que dejó entre sus compañeros. Recordó el momento en que Alderete le pidió ser su cronista. Le dijo que "alguien tenía que contar esa historia, así como Virgilio contó en su Eneida la fundación de Roma. Cerró los ojos. Esa noche durmió bajo las estrellas".

En el galeón que lo llevó de Panamá a Lima, Alonso de Ercilla estaba triste y no quiso hablar con nadie. El siguiente paso sería el Reino de Chile. Después de cuatro semanas en altamar, la tripulación se detuvo unos días en Arica para cargar agua fresca. Luego continuaron el rumbo hacia Copiapó. "Ercilla se enfermó en el barco y temió que lo hubieran envenenado. Comió mucha miel mezclada con albahaca y carbonato de cobre, remedios que había comprado en Lima, recordando recomendaciones del médico de Maximiliano Segundo. El 23 de abril de 1557, arribó sano a la bahía de Coquimbo", escribe Patricia Cerda. En La Serena, vio a una familia indígena que pescaba. Un joven le mostró una corvina inmensa y lo invitó a compartirla. Así comieron pescados y mariscos en una cena amistosa en que se habló castellano, quechua y kunza, dando cuenta del carácter afable y humano del autor de La Araucana.

La escritora radicada en Berlín señala que en un congreso en España le preguntaron por el poeta soldado, "pero me di cuenta de que solo sabía lugares comunes. Ahí intuí que podía haber algo más y pensé en una novela. Añade que en su Concepción natal todas las calles paralelas al río Biobío aluden a guerreros mapuches de La Araucana, inventados por el propio Ercilla. "Crecí en un espacio donde el mito estaba muy presente, a través de nombres como Janequeo, Colo Colo, Tucapel y Galvarino. En una de mis estadías en Santiago, en la librería de antiguos 'El Cid Campeador', me dije que si tenían Vida de Ercilla, de José Toribio Medina, ese tendría que ser mi próximo proyecto", recuerda Patricia Cerda. También manifiesta que "estamos hablando de un texto difícil de encontrar. Y estaba en esa librería. Lo conversé con la editorial Penguin Random House, les hablé de mi interés y me contestaron que de todas maneras era un personaje muy interesante".

La obra del historiador del siglo XIX fue el puntapié inicial para escribir su último trabajo, "pero después fui a la Biblioteca Nacional de Madrid. Estuve varias semanas investigando y me encontré crónicas fascinantes de Juan Calvete de Estrella, quien fue su profesor. Otras fuentes importantes fueron las lecturas que marcaron a Alonso de Ercilla, con autores como Garcilaso de la Vega y Petrarca", apunta. La escritora de Concepción se considera una pionera en la ficción de este personaje. "Hay un cuento de Jorge Inostrosa que relata un episodio de su vida, cuando casi lo condenan a muerte, pero nada más. A Ercilla lo tenemos abandonado y es el creador de un mito nacional. No podemos negar que nombres como Colo Colo o Lautaro siguen muy presentes y la visión que los mapuches tienen de sí mismos también está filtrada por Ercilla. Los pueblos necesitan mitos, necesitan épica, y La Araucana fue el primer texto que se publicó sobre el proceso de la Conquista de Chile y rápidamente se convirtió en un best sellers", afirma la escritora.


¿Cómo definiría a Alonso de Ercilla?
—Él fue un gentilhombre del círculo más cercano del príncipe heredero. Desde pequeño lo vi muy unido a los profesores latinistas Absorbió toda la literatura que estaba formando la mentalidad renacentista de su época. En La Araucana muestra una cultura, un manejo impecable de la literatura. Eso lo dejo claro en la novela, hay en él un alimento que viene del humanismo clásico italiano, más que de la intelectualidad española que estaba más restringida por la inquisición. Muy memorioso y curioso. Cada vez que había un viaje con el príncipe, lo acompañaba. También destaco su empatía y generosidad, porque la empatía es un talento, es un don. Es un personaje fascinante y, desde mi punto de vista, fue el hombre más culto que pasó por Chile en la Colonia. Él además da cuenta de las contradicciones del imperio. Dice que García Hurtado de Mendoza es vanidoso y cruel. Él dijo: "Nosotros somos crueles. Nosotros les enseñamos a los araucanos el gusto por la avaricia y fuimos crueles con ellos". Pero también considera que España tiene que agrandar su imperio y asentarse en tierras chilenas. Que hay una salvación ante la barbarie. Él entra en el proceso de la conquista con muchas contradicciones, y eso lo hace muy interesante.

¿Qué le atrae de la novela histórica?
—Para mí, escribir es aprender, crecer y evolucionar, y por eso me pongo temas difíciles. Me gusta penetrar en estos personajes que me parecen tan icónicos y misteriosos. Me gusta conversar con ellos y absorber todo lo que pueda, y así salen las novelas. Cicerón tenía razón cuando dijo historia, magistra vitae. La historia es la maestra de la vida, y eso vale también para las naciones. Hay que saber de dónde venimos, cómo nos conformamos y cuál fue nuestro proceso de civilización. Mientras mejor lo entendamos, mejor estamos preparados para asumir los desafíos del presente. Pienso, además, que los historiadores tienen algunos límites en su oficio. Tienen que atenerse a los hechos, a los documentos. No pueden echar a volar su imaginación. Entonces, lo atractivo de la novela histórica es que precisamente, a partir del conocimiento de las fuentes y la investigación, podemos viajar hacia otra época, a otra sensibilidad, y entenderla a través de la creación de personajes. La buena novela histórica es un viaje que luego nos permite volver con más lucidez al presente. La novela histórica tiene que entretener, pero también debe ayudar a comprender y a ampliar nuestro horizonte.

¿La novela histórica está pasando por un muy buen momento a nivel mundial?
—Yo estuve en España el año pasado, invitada a un congreso de novela histórica en la ciudad de Úbeda, y allí me pude dar cuenta y sorprenderme de cómo está esa industria editorial en ese país. O sea, la novela histórica ya no es un nicho, sino que una industria. Y todo lo que funciona en Europa en algún momento llega a América Latina. Hay también un proceso de retroalimentación, porque en la medida en que estén llegando buenas novelas, la gente comienza a leer más, le gusta, y eso abre el apetito hacia otros títulos. Está creciendo, pero no es un género fácil: implica mucho trabajo e investigación. La novela histórica te pide una ambientación fidedigna, por eso aún no somos muchos los que nos dedicamos a ella.

 



 

"La Araucana está expulsada de la asignatura de Lenguaje"

Joaquín Ignacio Zuleta Carrandi es académico del Instituto de Literatura de la Universidad de los Andes, y entre otros cursos, imparte Literatura Hispanoamericana y Chilena Colonial. Comenta que le parece notable que la narradora e historiadora Patricia Cerda se haya involucrado con la figura del poeta Alonso de Ercilla. A su juicio, al igual que muchos escritores de su tiempo, "se trata de un sujeto contradictorio, según han podido establecer sus biógrafos José Toribio Medina y, más recientemente, Luis Gómez Canseco, el que publicó el año pasado una estupenda edición crítica de La Araucana", señala Joaquín Zuleta. Agrega que, además de escribir una poesía de muy alta calidad, Alonso de Ercilla y Zúñiga "tenía un innegable afán por el dinero, cuestión que al parecer orientó su vida y que tal vez podría explicarse por la precariedad que sufrió de niño".

Respecto de su gran legado literario, afirma que La Araucana es un texto muy valioso y, lamentablemente, casi desconocido en Chile. "Si bien en el ámbito académico los estudios sobre épica colonial gozan de buena salud, La Araucana fue prácticamente expulsada de los contenidos de la asignatura de Lenguaje, hecho que significa condenar una obra al olvido. El gran aporte, en el momento de su publicación, fue poetizar el espacio de Chile, darle un lugar en la imaginación europea y vincular este lejano reino con la gran tradición de la épica occidental: Homero, Virgilio, Lucano y, particularmente, Ludovico Ariosto, gran poeta renacentista italiano y modelo de Ercilla". Joaquín Ignacio Zuleta Carrandi concluye que el poeta buscó incluir a Chile dentro del imperio global de los Austrias y, al mismo tiempo, "universalizar a los araucanos como grandes héroes épicos, quienes luchaban motivados por el amor patrio. Esta exaltación de un pueblo considerado bárbaro, y su equiparación con los cristianos, es toda una innovación en el ámbito de la épica, según observa apropiadamente el profesor Cedomil Goic", cierra.




 



 

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