La lamentada muerte de Mario Vargas Llosa (1936-2025) ha reavivado debates sobre la capacidad de un escritor para trascender las barreras de sus inclinaciones ideológicas. Esta inquietud encuentra resonancia en una observación del filósofo alemán Friedrich Engels (1820-1895), quien, en una carta de 1888 a una admiradora suya, la periodista y escritora inglesa Margaret Harkness (1854-1923), a propósito de su novela City Girl (1887), destacó cómo un autor alineado con el ideario monárquico de los Borbones, como el francés Honoré de Balzac (1799-1850), pudo trazar un análisis económico y social de la Francia de su tiempo más agudo que el de “los más reputados historiadores, financieros o estadistas del periodo juntos”, forzándose a ir “en contra de sus simpatías de clase” para capturar, a través del realismo literario, la verdad de la caída de la nobleza y el ascenso de la burguesía.
Algo similar podría aplicarse a Vargas Llosa: sus novelas, como La ciudad y los perros (1963), Conversación en La Catedral (1969), La guerra del fin del mundo (1981) o La fiesta del Chivo (2000), exponen las fracturas de América Latina —la corrupción, las desigualdades, las dictaduras— con una verosimilitud que no se doblega ante sus alineaciones ideológicas. Si bien esto resalta su habilidad para retratar las luchas humanas y las injusticias sociales con una mirada cruda y sin concesiones, no exime las contradicciones inherentes a su trayectoria ni elude las complejidades de las posturas que asumió en su vida pública, cuyo impacto sigue siendo objeto de reflexión y controversia. Lo mismo podría decirse del estadounidense Ezra Pound (1885-1972), cuyas obras como The Cantos (1917-1969) ofrecen una visión innovadora de la modernidad a pesar de su apoyo al fascismo de Mussolini, y del francés Louis-Ferdinand Céline (1894-1961), cuyo estilo revolucionario en su novela Viaje al fin de la noche (1932) contrasta con sus escritos antisemitas y su colaboración con el régimen nazi. Casos paradigmáticos en la literatura que provienen de ideologías de extrema derecha y que, precisamente por su contundencia, ayudan a dimensionar con mayor claridad el rigor con que se enjuician las posturas políticas del escritor Vargas Llosa.
El realismo literario de Mario Vargas Llosa, como el que Engels admiraba en Balzac, se afirma en su capacidad para retratar, sin edulcoraciones, la complejidad de los conflictos humanos, incluso cuando el desenlace de sus historias es una derrota antes que una redención. Su fuerza narrativa radica no en la coherencia entre las ideas de su autor y sus ficciones, sino en una mirada aguda, constante y sin complacencias sobre la realidad trasladada a la escritura. Por eso, su literatura no pretende justificarlo ni elevarlo por encima de sus contradicciones, pero sí ofrece un testimonio que interpela: un archivo social crítico que incomoda, que perdura, y que confirma que el arte, aun cuando no borra las huellas de quien lo crea, puede superarlo y, en ocasiones, decir más, mucho más que su propio autor.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Vargas Llosa y el triunfo del realismo
Por Paolo de Lima