Cuando Paolo de Lima me hizo llegar este estudio sobre Joyce, y lo empecé a leer, se lo
agradecí porque su lectura me resultó iluminadora, una invitación a volver al Ulises.
Confieso que leí el Ulises cuando estaba en la universidad, un poco por
obligación y para evitar la sorpresa de los letrados joyceanos: “¿no lo has leído?
¿quieres ser escritora y no has leído el Ulises?”. Pecado mortal. Me deslumbró, me
resultó perturbador, pero me sentí impotente: no entendía el lenguaje, las referencias,
los mundos complejos de los personajes. No me atrapó. Luego, más que a una relectura
completa de principio a fin, he vuelto a fragmentos; releo algunos capítulos, el
monólogo de Molly, “Sirenas”. Me sentí más cerca de Dublineses, relatos que releo una
y otra vez; “Los muertos”, en especial, en compañía de la película/testamento de John
Huston. Pero el Ulises siempre me pareció demasiado grande, inaccesible, incapaz yo
de interpretar sus enigmas, consciente de que su idioma no es mi idioma y de que
apenas podré rozar sus misterios; los dobles, triples, cuádruples juegos verbales,
ambigüedades, confusiones, e inmensidad de sentidos.
Y Paolo me invitaba a comentar su estudio. En el flyer de presentación aparecía
como crítica literaria. ¿Qué luces iba a dar yo si no fui, no soy, una amante de esta, lo
sé, prodigiosa, original, compleja, revolucionaria, enigmática obra? Y además junto a
Ricardo González Vigil y a Yolanda Westphalen, auténticos joyceanos.
A medida que avanzaba con la lectura del estudio de Paolo, James Joyce y la
poética de lalengua en Ulises, me di cuenta de que estaba dirigido no solo a joyceanos
sino, y especialmente, a no joyceanos. Porque en realidad es una invitación, una amable
invitación, a entrar al universo que habitan Bloom, Molly, Dedalus; a caminar por las
calles de Dublín junto a Dedalus. A no tener miedo de no comprender los enigmas, de
no reconocer las intertextualidades. De no tener miedo a perderse en los laberintos del
lenguaje, en la multiplicidad de sentidos. Comprendí que de eso se trata, entre otras
muchas lecturas, el Ulises. La dificultad de comprender los acertijos y enigmas, los
juegos del lenguaje, las ambigüedades y malentendidos, las confusiones, el desafío a las
estructuras narrativas convencionales, la complejidad de los monólogos, responden,
como muy bien lo dice Paolo, a “una necesidad más honda de mostrar cómo el lenguaje
configura nuestra percepción de la realidad” (19). Exponen “las tensiones entre el
individuo y el lenguaje, la imposibilidad de una comunicación completa y la
fragmentación de la identidad” (20). Así, y este es el eje, la tesis de este trabajo, Ulises deviene en “una materialización literaria de la teoría lacaniana de lalengua, donde el
significado se genera a partir de la fluidez, el desplazamiento y la multiplicidad de las
interpretaciones” (26-27). Es decir, en las dificultades que impone la lectura del Ulises se encarna, materializa y manifiesta una certeza, “la imposibilidad de encontrar una
verdad fija”; la inestabilidad de la comunicación, nuestra propia fragmentación (27).
Pero dicho así, con nuestro lenguaje normal, no es más que un enunciado. Hace falta
entrar al universo de Bloom, de Molly, de Dedalus, a los laberintos mentales, psíquicos,
geográficos para vivirlo, diría, “en carne propia”.
Por sus ideas y reflexiones, la amplia bibliografía, la vasta información y las
interpretaciones desde la lectura lacaniana que se nos entrega de manera sencilla y clara,
James Joyce y la poética de lalengua en Ulises es una lectura que recomiendo, e invito
a abordarla como un paso previo, pero que también puede ser posterior, al Ulises. Nos
da la mano para ingresar a Dublín el 16 de junio de 1904, y al laberinto de nuestras
vidas. O para entenderlo mejor.
Barranco, 18 junio 2025