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Crítica Literaria

Por Patricia Espinosa

 

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Cardumen
Nicolás Poblete. Cuarto Propio, 2012, 283 páginas.
LUN, 28 de septiembre de 2012

Un tema recurrente en el actual momento narrativo nacional es la familia burguesa como lugar de crisis, de desestabilización, de mundo enrarecido del cual es imposible escapar. Un nuevo aporte a esa tendencia –familia infeliz, agobiada por el conservadurismo– es la reciente publicación de Nicolás Poblete, Cardumen, una novela empantanada en una trama que pareciera hecha sobre la base de un manual para aprendices de psicoanálisis, con personajes básicos en su funcionalidad y una prosa sentimentaloide.

El libro se abre con un recurso coral, donde se presentan seis personajes y sus respectivos relatos. El núcleo familiar está conformado por Laura, la madre, que a sus cuarenta y cuatro años decide estudiar psicología; Ignacio, el padre, un psiquiatra cincuentón e inseguro, y Cris, el hijo gay que oficia de bailarín y mozo en un bar. El resto de los personajes son mujeres con graves problemas mentales, como la amiga de Cris, una muchacha epiléptica internada en una clínica de salud mental, que decide eliminar su nombre; Ximena, una joven iquiqueña e histérica, compañera de estudios de la madre; y Liliana, mezzosoprano con tendencia suicida, prima de la madre. Tras una breve presentación, se reiterará en extenso la alternancia de las voces, pretendiendo aproximarnos a la intimidad de cada uno de estos destruidos seres.

El conjunto de personajes tiene como característica principal una forzada rareza que los convierte en maquetas, inmovilizadas, rígidas, sin reveses, que asumen la vida con un dramatismo ingenuo. Lo más significativamente débil de esta narración es el intento manifiesto de solucionar las vidas de cada personaje. Se llega al extremo de llevar sus historias a desenlaces conclusivos, que se aproximan al encuentro de la felicidad o al cierre de todo conflicto al conducirlos a la muerte.

Sin embargo, la familia queda a salvo, ya que consigue realizar un camino desde la crisis a la reconciliación. Así, la novela termina por privilegiar un discurso ejemplarizante, en el que se enseña que las malas vidas serán castigadas y que la familia siempre tendrá una oportunidad de redención.

Si hay algo en lo que Poblete es contundente en esta oportunidad es en la misoginia: las mujeres son trastornadas, descontroladas en el manejo de sus impulsos y castradoras. En ese contexto, resulta casi obvio que los personajes lésbicos sean castigados debido a su locura. Es decir, en el libro, ser lesbiana es homologable a ser loca, a menos que se convierta en madre, oportunidad para recapacitar y volver al redil.

Cardumen es una novela tediosa, quieta, entrampada en la superficial psicología de sus personajes. La simpleza de los conflictos es devastadora, al igual que la literalidad de los discursos, que son transparentes y unidireccionales. Aunque lo más grave de todo es que el volumen internaliza la represión: el relato se contiene, se autocensura mediante un punto de vista recatado y un lenguaje fino y formal, abortando cualquier posibilidad de lograr entrar con profundidad en las tormentas existenciales de sus personajes.

 

 

 

La Filial
Matías Celedón. Alquimia Ediciones, 2012, 200 páginas.
LUN, 21 de septiembre de 2012

Trazos de una anécdota, huellas de una escena, presencias borroneadas, indicios y espacios en blanco dan lugar a una escritura que se comprime para dejar escapar sólo pequeños fragmentos, a través de los cuales nos aproximamos únicamente al esqueleto de una historia quebrada, en donde los brevísimos segmentos se van conectando mediante la violencia y el efecto de muerte que atraviesa cada línea de este libro.

La Filial, de Matías Celedón, es una novela que desacata la tendencia estética de nuestra época y recupera la tensión experimental, mediante el afán por cuestionar los límites genéricos y jugar con el montaje. Utilizando elementos mínimos para configurar una historia, nos lleva a una zona de reflexión política, en tanto aborda las aterradoras prácticas del poder en un difuso contexto que puede ser una fábrica, una oficina, un ministerio, habitado por un grupo de trabajadores, simples piezas intercambiables: la ciega, la sorda, la muda, el tuerto, el manco y el cojo. Sujetos caracterizados a partir de sus anatomías fallidas, cuerpos enfermos, desechos de la norma sistémica.

Son doscientas páginas de textos breves, muchas veces de sólo una, dos, tres líneas, escuetos, directos, secos, que secuencialmente van entregando mínimos datos; información precaria sobre un grupo de personajes expuestos a una situación límite, impuesta por una voz autoritaria e innominada que abre el volumen diciendo: “EL SUMINISTRO ELÉCTRICO / SE INTERRUMPIRÁ DE / 08:30 A 20:00 HRS.”, “EL PERSONAL DEBERÁ / PERMANECER EN SUS / ESTACIONES DE TRABAJO”. Lo anterior funciona como el marco, la ley que determina y ordena, para que luego emerja el narrador, productor de esta escritura, un trabajador cuya función es timbrar las instrucciones, las órdenes, los mandatos: “PARA DEJAR CONSTANCIA”.

El espacio en el que se sitúan los personajes da cuenta de un ambiente de emergencia que el volumen no aclara: sin luz, con las salidas bloqueadas, los teléfonos cortados, mientras afuera se oyen gritos. Los sujetos deambulan durante seis días de junio del 2008, generándose una atmósfera en la que parece no haber expectativa alguna e impera un aire a tiempo muerto, a tiempo indefinido.

Una y otra vez la narración propone causalidades y rutas de sentido que abandona, que deja dispersas, que no desarrolla, en una negativa a dar por cerrada una historia y en su proyecto de deshilar las posibles cadenas argumentales. Sin embargo, lo que siempre está presente es el encierro y el acoso, la violencia inminente que se cierne sobre estos sujetos enclaustrados, secuestrados por un poder que ni siquiera es nombrado y que les impone este período de castigo o disciplinamiento sin una razón explícita, frente a lo cual sólo queda acatar.

La Filial es un volumen de grandes aciertos. Además de una gran preocupación por el objeto libro, el diseño y el detalle de la tipografía, que son fundamentales para el discurso que se expone, reedita la propuesta vanguardista de conjugar experimentalismo y política, mediante una escritura con tonos líricos, sutil y cifradamente violenta.



 

 

 

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Crítica Literaria
"Cardumen", de Nicolás Poblete; "La Filial", de Matías Celedón.
Por Patricia Espinosa