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Crítica Literaria

Por Patricia Espinosa
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blicado en Las Últimas Noticias, del 15 de julio al 12 de agosto de 2022


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Ropa
Diego Armijo. Libros del Cardo, 2022, 48 páginas.
LUN, 15 de julio de 2022

La ropa reciclada ha vuelto a tener protagonismo en estos 4 tiempos de crisis económica. El lugar de su transa es la feria, donde se ubican los ambulantes que despliegan las prendas directamente en el suelo para intentar ganar unos pesos. Ropa, la segunda —y brevísima— novela de Diego Armijo, nos narra la historia de uno de estos vendedores.

Si bien toda su vida ha estado en la precariedad, Luis, el protagonista del relato, llega a vender ropa usada porque la necesidad apremia como nunca. Luis vive en Valparaíso, es tímido, calla sus odios, anda cansado y corto de dinero, y ama a Rocío, vendedora en una tienda de perfumes alternativos. El sueño de Luis es "tener su paño y grito propio. Ponerse donde pueda, hacerlo bulto si aparecen los pacos". El personaje no anhela cambiar de oficio, pero sí tener mayor autonomía.

Aunque parezca una perogrullada, lo más importante de este libro es el modo en el que está escrito. Un fraseo quebrado, un pensamiento no conclusivo que parece inacabado, como si faltaran palabras o ideas para completar un sentido. La precariedad, de tal modo, no solo cruza la vida material del protagonista, sino también su habla y sus reflexiones. Esta conexión implica un trabajo mayor con la escritura, donde contenido y forma constituyen una unidad inconclusa, proliferante en oquedades y variaciones de las voces narrativas: "Entre tanto polvo, limitado, mucho tosía, imposible la expresión disidente, el más mínimo pero. Voz en acomodo, deseando ser parlante, desconectada pasión por cumplir, es pega, debo hacerla, lo demás es suntuario. Ni siquiera una aproximación, pisando huevos, rotos sin freír; protesta, no".

De esta forma la novela va construyendo la realidad, mezclando de manera original y con un gran sentido del ritmo la tercera y la primera persona. El efecto de alejamiento y cercanía —mediante la sutil presencia de la primera persona— como una hebra ínfima, oculta en el interior de una voz mayor, resulta preciso: "Suciedad padece Luis, no importa que uno, que otro, los míos, yo, haya recomido baldosas y servidos hayan sido derramados, no, pasamos, nada somos, menos nosotros, trabajadores de tramas alejadas a focos o trascendencias, no. Si yo, eso sí lo dice, al Miguel, que ya lleva la mitad consumido de lo que pidió, la única vez que voy a salir en el diario, y de ahí guardado en bibliotecas o internet, para siempre, es cuando me maten o yo mate a alguien".

La estructuración global de la novela se sostiene en dos segmentos cuyos nombres remiten a la factura de la ropa. El primero se denomina "hilacha", aludiendo al sobrante de una tela. El segundo es llamado "ETIQUETA". La alternancia de estos segmentos permite que el punto de vista se traslade siempre de lo ínfimo a lo panorámico, de lo individual a lo colectivo. Es decir, de la intimidad del protagonista a la descripción externa de su memoria, acciones, contexto.

Armijo se inscribe con pleno derecho en esa grandiosa escuela de autores como Rojas, Cornejo, Méndez Carrasco, aproximándonos a un personaje agobiado por un sistema que jamás le dará un lugar. Su destino será el deambular. Ropa es un libro en progresión con un desenlace contraépico tan intenso que logra revertir lo que ha sido la historia del protagonista. Indiscutiblemente, esta es una propuesta narrativa comprometida, arriesgada en su montaje, con una ejecución impecable que, sin levantar pancartas, asume una postura política contundente.

 

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"Ropa" es la tercera publicación de Diego Armijo; las anteriores, la novela "Carcasa" y el conjunto de cuentos "Glorias navales", aparecieron en 2020 y 2019, respectivamente. El autor nació en Viña del Mar en 1994, y es profesor de historia y comerciante de libros.

 

 


Número equivocado
Kati Lincopil. Emecé, 2022, 90 páginas.
LUN, 22 julio 2022

E1 viraje hacia lo emotivo está siendo una importante tendencia en nuestra narrativa. Esta publicación de Kati Lincopil constituye una muestra patente de ello. Número equivocado es un valioso conjunto de relatos donde se despliega un amplio abanico de emociones, como si los personajes se arrojaran a bucear en la capacidad afectiva de la memoria, llegando incluso a las zonas donde habitan los recuerdos más terribles.

Las ocho narraciones que componen el libro están protagonizadas por mujeres que recuerdan su infancia. El resultado es una galería de personajes en permanente estado de conmoción, silentes, a los cuales no se accede con facilidad.

Demostrar abiertamente emociones parece ser un signo de debilidad en una época donde la rudeza es la actitud dominante. Lincopil gira hacia el lado contrario, optando por mostrar la sensibilidad de sus protagonistas, que van aprendiendo a sobrellevar la incomunicación familiar y las bruscas formas de demostrar cariño de madres y abuelas. Es todo un acierto el esfuerzo de estas historias al tratar de comprender a estas mujeres rudas y expuestas a la pérdida, el sacrificio, sin convertirlas en el manoseado símbolo de la mujer corajuda y poseedora de una naturaleza que le permite aguantarlo todo.

"Ojitos rasgados" es uno de los grandes relatos del volumen. La historia está a cargo de una niña champurria o mestiza que desconoce sus orígenes. La protagonista recorre su infancia y adolescencia, el racismo del que ha sido víctima y su toma de conciencia política como mapuche urbana. Desde un presente de adulta, el personaje se ausculta: "Todavía no sé cómo lidiar con mi ser o no ser mapuche. A veces me siento culpable por no saber mapudungún ni conocer Nueva Imperial, ni saber nada de mis abuelos. Otras me apropio de mi lugar intermedio, de ser champurriada, ni chicha ni limoná, ni fu ni fa".

"Fantasmas" es otra de las narraciones destacables, nuevamente conducido por la voz de una mujer que recuerda su niñez en una familia de mujeres. La niña siente tristeza por los horarios laborales de su madre, aseadora nocturna en un edificio del barrio alto. Como pocas, Lincopil consigue llevarnos hacia esas sensaciones de rabia, pero también accedemos al esfuerzo por comprender a la madre: "Entendía el cansancio de mi mamá sin recriminaciones, con preocupación absoluta, casi devota".

Uno de los textos más intensos es "Wanna be Prais": otra vez una chica y una familia con ausencia paterna, donde no se habla de política ni jamás se menciona la dictadura. Su abuela pinochetista es un personaje grandioso, rebosante de dogmas tan frágiles como espurios. Finalmente, es imposible no mencionar "Cajas", el gran acierto del libro. Una historia sobre un tío suicida y el duelo de la abuela. Un relato de una tristeza enorme, donde cada signo conduce a la represión, ya que la abuela jamás mencionará la homosexualidad del difunto; sin embargo, se esforzará al máximo, hasta llegar al borde de la locura, por mantener su memoria viva.

Hacía falta una escritura como la de Lincopil, sencilla, apegada a un tono casi oral, triste y amargo, situada en contextos sociales sometidos al despojo. El fracaso, la pérdida y la incomunicación resultan cercados por un torrente de afectos que anulan el resentimiento. Así, lo que queda en pie es solo un cariño que permite comprender los signos contradictorios de aquella cosa extraña que denominamos "amor familiar".

 

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"Número equivocado" es el primer libro de Kati Lincopil, quien nació en Santiago en 1989. La autora es licenciada en teoría e historia del arte.

 

 


Redman
Marcelo Simonetti. Áurea, 2022, 169 páginas.
LUN, 29 de julio de 2022

Con esta novela, Marcelo Simonetti se despercude respecto de sus relatos anteriores. Abandona a sus personajes serios, reflexivos, ensimismados, y los ensucia o, en cierto modo, los humaniza y los deja caer en el fracaso, el sexo, la violencia, la crítica social y la frustración a raudales.

Redman es un policial oscuro, cuyo protagonista es Teo Santos, un periodista de un poco más de cuarenta años que trabaja para una revista fashion. Su sello es pasar inadvertido, como si cultivara una imagen de mediocre y servicial. Sus rebeldías, vividas durante la dictadura, ya son parte de una historia que no le interesa y que incluso parece despreciar.

La vida plana de Santos cambia cuando conoce al desfachatado Martínez, un profesor que forma parte de un sindicato de docentes. Martínez representa el pasado, es uno más de aquellos que "se quedaron pegados", que viven para recordar y realizar una suerte de activismo contra los delitos cometidos por la dictadura y su impunidad en democracia.

Santos consigue no solo publicar un reportaje sobre el sindicato, bastante ajeno a la línea editorial de la revista, sino que entabla amistad con el vejete, quien pasa de figura ridícula a digna de admiración. Lo interesante es que Martínez logra despertar en Santos valores asociados al oficio periodístico que permanecían sepultados. Así, de manera, bastante natural y verosímil, el periodista se hace parte de una investigación sobre niños robados a presas políticas, adjudicados a familias ligadas al régimen dictatorial.

Simonetti escribe con soltura y velocidad, sin por eso caer en lo superfluo. Sus diálogos resultan precisos en su capacidad de activar la trama. En cuanto al protagonista, está en constante movimiento, en interacción con un mundo diferente al suyo, sin perder la capacidad de preguntarse sobre sus acciones y el sentido que estas tienen a nivel personal.

Los contrastes entre personajes y espacios también aportan movilidad a la historia. Mientras Santos es expulsado de un mundo, sin saberlo, otro le abre sus puertas. Esta suerte de viaje afectivo que realiza le permite renacer en términos profesionales y personales. El mayor acierto de esta narración es la construcción de un personaje que, tras su aparente frivolidad, esconde una enorme emotividad y un indisimulable deseo de recobrar ideales. El narrador se enfoca en Santos, tras conocer a diversos personajes comprometidos políticamente, y dice: "Por unos segundos sintió que dentro suyo había un fuego que se resistía a ser apagado y que no importaba que la vida le pasara por arriba, y lo dejara al borde del abismo, mientras ese fuego siguiera encendido no había espacio para la rendición. Tal vez a eso se reducía la vida, a no rendirse".

Pese a lo atrayente de la anécdota y experticia narrativa del autor, hay algunos problemas. El protagonista nunca se ve en peligro vital, pese a que su investigación compromete a gente poderosa. Por otro lado, la presencia de un personaje tan importante como Martínez se va desinflando cada vez con más fuerza. El último punto débil es el desenlace con cierto tono de comedia, inmerecido para el protagonista y la novela, ya que le resta peso a todo lo experimentado por aquel.

Aun cuando Simonetti acude a un tópico ya conocido, el del periodista investigador, decadente y solitario, consigue crear un personaje atractivo y una historia convincente. Redman es una novela sinuosa, con muchos puntos altos y algunos bajones, que de todos modos daba para más.

 

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Marcelo Simonetti es autor de cinco novelas ("Dibujos de Hiroshima" y "La traición de Borges", por nombrar dos) y dos volúmenes de cuentos ("El abanico de madame Czechowska", por nombrar uno). También ha escrito obras de teatro y publicado bastantes libros para niños. Nació en Valparaíso en 1966.

 

 

 


Esa ciudad no era para nosotras
Natalia Paz. Libros del Amanecer, 2021, 145 páginas.
LUN, 5 de agosto de 2022

No es tanto lo monotemático y autorreferencial lo exasperante de la actitud de la protagonista de esta novela, sino la languidez con que el personaje narra su derrotero sentimental. Esa ciudad no era para nosotras es un relato pasivo y romántico cuyo mayor mérito es abocarse a una relación amorosa entre mujeres.

Es claro que, en el ámbito de libros de temática homosexual, los varones llevan la delantera en nuestra narrativa en relación a las mujeres: han obtenido un espacio importante que ellas aún están lejos de alcanzar. Esta situación solo puede entenderse como efecto de una cultura represora. Ser mujer y escribir sobre lesbianismo en el Chile de hoy sigue siendo una anomalía, lo que evidencia un oscurantismo vergonzante. Por lo mismo, este volumen tiene de por sí, más allá de sus méritos o deméritos literarios, un valor cultural importante.

La historia se centra en Natalia Paz —el mismo nombre de la autora del libro—, quien es víctima de crisis debidas al abandono por parte de su madre y a una frustración amorosa. La familia, como es frecuente en la narrativa del siglo XXI, es un tópico central que marca a la protagonista y la lleva a recordar su infancia y adolescencia con un dejo permanente de melancolía por aquello que no fue. En cuanto al amor de pareja, es experimentado como un constante fracaso. Su gran amor tenía como máximo deseo tener un hijo, a la antigua, a través de un vínculo con un varón. El rechazo de tal anhelo por parte de Natalia determina el quiebre de la relación. A este respecto resulta fatal que la autora no explore en las motivaciones de ambos personajes sobre la necesidad o rechazo de ser madre.

La novela acusa una evidente inseguridad estructural. Si bien en el primer tercio se utiliza una forma bastante atractiva, al avanzar se pierde por completo. Este formato está constituido por brevísimos fragmentos que llevan por título "Curva", numerados consecutivamente del 1 al 29. Aquí se manifiesta una prosa comprimida, rítmica y elusiva que está ausente más adelante.

Como contraparte, la historia se expande mediante descripciones exageradas de contexto. La protagonista recorre Europa junto a su pareja fijándose más en el espacio que en la crisis de la relación. Así, son frecuentes descripciones como esta: "Nuestro espacio en Charlottenburg mide sesenta metros cuadrados. En el hall de entrada hay un arrimo donde dejamos las llaves reposando [...]. Observo la decoración y es como si el tiempo se hubiese detenido [...]. Nos siento vintage, viviendo otra época".

El merodeo por parques, restaurantes, bares y edificios otorga un tono frívolo al relato, y no hace más que interferir en la tensión entre los personajes. En cualquier caso, si de enfatizar el contexto se trataba, no se explica por qué al comienzo de la novela la protagonista va en bus hacia Mendoza y no se profundice en este viaje. Ese hecho queda olvidado, como si se tratara de un fragmento que no encontró su lugar en la estructura final del libro y fue puesto ahí sin más.

La urgencia por tener pareja y enamorarse le da un tono añejo a esta escrupulosa narración, un tratamiento demasiado contenido del ámbito sexual. Los cuerpos parecen casi inexistentes o, a lo menos, un terreno anexo a la intimidad de la protagonista, que termina siendo una mujer sometida al amor romántico, incapaz de explorar en su disidencia y las diversas formas de relación afectiva que esto implica.

 

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Natalia Paz, psicóloga de profesión, nació en Santiago en 1987. "Esa ciudad no era para nosotras" es su debut como escritora.

 

 

 


Ni la música me consuela
Camila Gutiérrez. Plaza & Janés, 2022, 112 páginas.
LUN, 12 de agosto de 2022

Esta novela tenía los elementos necesarios para convertirse en una historia interesante, pero por desgracia la autora no los supo aprovechar. Camila Gutiérrez reitera aquí la temática de sus dos libros anteriores —Joven y alocada y No te ama— y la configuración de la protagonista: una joven chilena educada por una familia ultrareligiosa que emprende un camino de independencia.

El personaje central de Ni la música me consuela, Camila, también llamada GG, viaja a Estados Unidos tras obtener una beca para realizar estudios universitarios. La historia se inicia el año 2015 con su llegada —junto a su gato, Rogelio— a Nueva York. Compartirá domicilio con dos estudiantes chilenas: Nicole Sierra, a quien Camila conoce desde pequeña, y la denominada Amiga, dueña del departamento.

Afortunadamente, este no es otro relato sobre estudiantes en la Gran Manzana; más bien se insinúa que el foco de la novela será la intimidad de la protagonista. Y es ahí donde está el problema: la narración en efecto se concentra en su intimidad, pero de forma muy limitada, tanto que el hecho más llamativo de todos casi se convierte en un dato anecdótico. Tal como le indicaron en su infancia, Camila asume estar poseída por un demonio, hecho representado en estados de angustia transitorios que llevan al personaje a inferirse daño. Las crisis son combatidas mediante el autocontrol o, de vez en cuando, el consumo de alcohol.

Sin embargo, aparece el clásico tópico de poner un arma cargada en el escenario y después no dispararla, que ya había señalado Chéjov en el siglo XIX. Eliminar al demonio no tiene cabida en el relato, como tampoco la pregunta sobre qué es el demonio como metáfora o símbolo del dogma religioso. En definitiva, jamás se hurga en qué consiste el infierno propio de la protagonista. La posesión satánica es un temazo que el relato desperdicia.

Un aspecto bien logrado es la presencia de un dramatismo despojado de victimización, pero no de rencor. Camila está consciente del daño que le provocaron sus padres y acepta que no tiene otra opción que convivir con su lado oscuro: "Si mantener mi demonio era más calmo que sacarlo y esperar su retorno, mi único deber era detectar la liberación a tiempo". La joven incluso manifiesta cierta contraépica del guerrero al señalar que "un guerrero está siendo siempre derrotado", marcando su doble condición de fracasada y guerrera, pero su guerra no queda clara: unas pocas crisis de angustia, un cierto malestar permanente, y eso sería todo.

La falta de reflexión deriva del vaciamiento de la protagonista, a quien apenas llegamos a conocer. Como contrapartida, parece excesiva la importancia de las roonmates. Nicole Sierra, por ejemplo, se transforma casi en el tema principal. Se trata de un personaje entregado al amor que amenaza con tomarse la novela y cuya historia sencillamente sobra.

La novela tiene sus mayores debilidades en la falta de matices de la protagonista y los desequilibrios en los focos narrativos. A lo menos discutible resulta la insistencia de la autora con el mismo tema y el mismo personaje de sus obras anteriores. Podría aventurarse un futuro literario en el que veremos a la hoy joven Camila convenida en adulta y luego en anciana, ubicada en diversos contextos y siempre torturada por la educación religiosa familiar. La única posibilidad de que este plato repetido no llegue a saber podrido es que las publicaciones de Gutiérrez se asuman como una saga, pero para eso tendría que hincarle el diente a la protagonista, que hasta ahora aparece excesivamente desdibujada.

 

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"Ni la música me consuela" es la tercera novela de Camila Gutiérrez; las anteriores: "Joven & alocada" (2013) y "No te ama" (2015). Nacida en Santiago en 1985, la autora también es coguionista de las películas "Joven y alocada" (basada en su primer libro, claro que sí) y "Princesita".




 



 

 

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Publicado en Las Últimas Noticias del 15 de julio al 12 de agosto de 2022