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La divagación como pasión
“Ensayos de una casa”. Macarena García Moggia. Alquimia, 2024.
103 páginas

Por Pedro Gandolfo
Publicado en Artes y Letras. El Mercurio. 11 de mayo de 2025.



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En los últimos años se han publicado varios libros de ensayos de muy buena calidad, tanto que se podría decir que el género ensayístico está en ascenso en la literatura chilena. El libro de Macarena García Moggia puede pertenecer sin duda a ese grupo. Uno de los encantos del libro parece consistir precisamente en la manera en que la autora se apropia, hace suya, con singularidad, este género. Está muy presente aquí la tradición del ensayo, pero, además, García introduce algunos énfasis. Por de pronto, en la escritura de estos textos se advierten ciertos hilos temáticos que progresan con algún orden: lo poético, lo memorialístico, lo narrativo, lo reflexivo. Es una escritura, para usar una palabra que figura en el libro, poliédrica.

El lector puede decir, por ejemplo, que este libro es, en verdad, el relato de la vida de la narradora, una lectura y escritora que escribe desde lo doméstico. También podría decirse que es una reflexión acerca de la naturaleza de la escritura y la formación de una escritora en medio de una casa. La casa puede decirse que es una entidad simbólica y a la vez muy material, positiva y cotidiana, cuyos elementos –la ventana, el muro, la mesa, la puerta– sirven como marcadores de sentidos y puntos de encuentro y comunicación de la escritura con la casa.

 



Macarena García Moggia



La autora usa pocas y significativas referencias, aunque se define como lectora. El texto está limpio y es muy sintético. Tiene al menos tres registros: uno cotidiano, directo y llano (en general en los fragmentos donde relata su vida doméstica), otro más complejo y elaborado para el pensamiento y, en fin, uno poético, los cuales juntos le dan ductilidad y dinamismo al texto.

Es sobresaliente en estos textos la estructura con la que se los ha elaborado basados en una divagación constante que se prolonga, que tiene una lógica y de algún modo elusivo y oblicuo, porque de vez en vez se atan cabos. La autora es virtuosa en el uso de esta herramienta que aplica de manera muy intensa. A veces el lector se pregunta “por qué estoy leyendo esto ahora” porque ha perdido la orientación, el hilo, pero, retrocediendo, puede ir identificando los puntos y los motivos que permitieron desviar, encadenadamente, el argumento hacia un tema nuevo que por alguna razón tiene un parentesco con el anterior. El ensayo es un árbol y la escritura es como un delfín. El oficio de García Moggia para producir estos deslizamientos, cuyo origen es la poesía (símil, metáforas, sinécdoques), es notable, suscitando una suerte de vértigo de la divagación, en la cual el lenguaje nunca se queda tranquilo, como esas figuras movedizas que se proyectan en un muro como efecto de la refracción del agua.

Estos textos impresionan por lo bien escritos que se encuentran. Sé que puede ser dudoso este juicio, pero si tomamos en consideración la riqueza y precisión del léxico, el ritmo mantenido del fraseo, la originalidad de las imágenes y de su mutua relación, el uso de una sintaxis no alambicada pero tampoco miserable, que se va adaptando según la materia que tiene entre manos, nos hallamos frente a una prosa, a veces compleja y luminosa, otras de una índole poética poderosa, sensible y muy sutil.

Estos textos están en marcha. El centro es una vida doméstica en la que brillan en la periferia los hijos pequeños, vida que la autora presenta como un obstáculo para la escritura (del que quisiera huir) y, simultáneamente, como fuente, substrato, nutriente de esa escritura. La narradora se mueve amablemente en ese ambiente hogareño y su vida, que el libro aborda (porque en el ensayo se ensaya a sí mismo, dice Montaigne) es una mezcla de sensibilidad, cotidianidad y reflexión. La autora de estos textos (son siete más bien breves, pero densos, aunque muy cercanos) propone un tipo de escritura fronteriza, liminar, en el que el reflexionar o, mejor dicho, merodear por un asunto, se equilibra en un borde en que el razonar sigue un argumento que se enreda de modo inintrincable con asociaciones que vienen de la poesía y de la experiencia del yo que escribe el ensayo, una mezcla de reflexión, memoria y poesía. En esa combinación los puntos nodales de la casa –la mesa, el cielo raso, la ventana, la puerta, el muro– son los puntos de partida de un itinerario incierto y veloz por el cual la escritura se va expandiendo hacia afuera. De esos puntos de partida, la ventana parece tener centralidad en la construcción de estos.

La casa es una atalaya interior desde la cual se puede desplegar una escritura, un “interior” que se extiende al exterior, atraviesa la ventana porque la escritura, así como la lectura, liberan de cierto encierro y permiten ver más allá de él.

 




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La divagación como pasión.
“Ensayos de una casa”. Macarena García Moggia. Alquimia, 2024. 103 páginas.
Por Pedro Gandolfo.
Publicado en Artes y Letras. El Mercurio. 11 de mayo de 2025.