Proyecto Patrimonio - 2005
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PEDRO LASTRA, LA FELICIDAD DEL EXTRANJERO

Miguel Gomes
En Aerea, N°7 - Año VII, 2004.


Llena de exilios, reinos desaparecidos, pérdidas diversas, hay en la poesía de Pedro Lastra rastros de una melancolía perseverante. Esta podría asociarse con un vago romanticismo; tal impresión, desde luego, sería falsa, no solo por la disciplina y la restricción "clásicas" de sus versos(1), sino también porque dicho sentimiento no se encadena ni a la exuberancia expresiva ni a las escenografías de la autenticidad de quienes han creído o han proclamado creer que los actos del lenguaje carecen de autonomía. El pesar al que me refiero se aproxima al codificado en ciertos adagios barrocos o en el tópico del "desengaño" de la prosa y la poesía del siglo XVII, en los cuales la vivencia individual de postración dialoga con las convenciones del oficio y con el recatado júbilo que suscita una tradición artística transpersonal. "Desengaño" de las ansias de originalidad, pero igualmente de los dramatismos del artista que exhibe su desaliento: los poetas que, como Lastra, eligen el papel de extranjero revelan la sabia alegría del que alguna vez ha estado triste -siendo lo contrario no menos cierto: construir una máscara poética con la vacuidad de la lejanía todo lo prepara para definir el mundo como campo donde los contrarios se reúnen.

"¿Existen forasteros felices?": la pregunta que se hacía Julia Kristeva en Étrangers à nous-mêmes tenía una respuesta afirmativa. Pese a la desconfianza, el temor, el desprecio e incluso el horror en medio de los cuales debe aprender a sobrevivir -por no mencionar las envidias casi siempre disimuladas por las reacciones previas-, el extranjero sugiere una forma nueva de felicidad, entre la fuga, en más de una de las acepciones de la palabra, y el origen(2). La precariedad aparente de su situación, en la que el presente se hace absoluto y voluntario, disueltas las ilusiones atávicas que pudiera ofrecerle un país "propio", coloca en el tránsito el foco de la identidad individual y la equipara consecuentemente con el destino humano: si la vida solo se completa con el advenimiento de la muerte, la trayectoria de la persona que ha dejado atrás otros lugares actualiza las ausencias; las convierte en fuente del ser y de sensaciones de plenitud. Por eso Lastra privilegia la imagen del viaje, los momentos en que el desplazamiento se produce: sus rutas son en realidad puertos. De tal paradoja nace la secreta tensión que alimenta a su poética.

Elijo a conciencia la palabra secreta. La serenidad tonal, la discreción del vocabulario, la repugnancia obvia por los excesos, tremendismos o las "audacias" idiomáticas confieren a esta poesía una consistencia ética poco frecuente en el siglo XX y lo que va del XXI. En su quehacer, que arranca de la época que se ha denominado "postvanguardista"(3), resulta ejemplar la critica tácita de la modernidad exacerbada. ¿A qué me refiero exactamente? Pese a que los experimentalismos programáticos den indicios de rebelarse contra los valores burgueses o la corta capacidad imaginativa que propician, pronto acaban fortaleciéndolos por el vínculo genético entre la idolatría del progreso, que es renovación constante, compulsiva, y el sistema crediticio, con su capitalización planificada del futuro(4); al haber evitado a lo largo de su carrera "estar a la moda" o "romper con el pasado", Lastra ha evitado asimismo las fechas de vencimiento que traen inscritas en las entrañas los productos culturales(5). La suya, en otras palabras, es una postura de resistencia estética ante el mercado simbólico capitalista homologa a la de quienes, en otras esferas de la vida, desconfían del consumismo.

Pero he señalado ya que los excesos no tienen cabida en esta escritura: el rechazo de las estridencias verbales o los efectismos temáticos de las vanguardias de la primera mitad del siglo XX y sus residuos aún circulantes no implica una inclinación por lo arcaico: en la obra de Lastra conviven tanto la métrica tradicional como el verso libre; tanto el homenaje al Siglo de Oro como a los contemporáneos más estrictos; la sofisticada alusión letrada, pictórica o musical se auna a los préstamos de la oralidad o la cultura de masas. La norma interna que regula su decir se atiene a la convergencia de contrarios. Con respecto al tiempo literario aquí constatable, en efecto, puede aseverarse que carece de un destino imperioso: nada parece arrastrado irrefrenablemente ni hacia el pasado ni hacia el futuro. No obstante, la voz lírica jamás recae en el pseudoorientalismo de los poetas del "instante" que abundaron en los años de 1960 y 1970 y a estas alturas no logran ocultar el semblante kitsch: la historia, los siglos, con sus hechos y nombres, sus anécdotas y sus fábulas, son una presencia palpable en las composiciones de Lastra, que no se disfrazan de misticismo y eligen un ropaje muy humano en que el presentimiento de un Más Allá o el anhelo de lo trascendental no anulan la materialidad pasajera de la existencia.

Dicen ser revolucionarios los autores de anticanonicidad manida y muchos socialmente "responsables", aunque dicha responsabilidad no se capte más que en los asuntos, lo que explica la torpeza de su escritura, cuya forma no admite un enfrentamiento con el mundo y, peor aun, permite acumular capital simbólico en ciertos círculos(6). Más profundamente revolucionario por su acción sigilosa y solapada, el poeta que deambula examinando su desarraigo en un planeta rico en discursos económicos, culturales o políticos que ofrecen identidades a módico precio, contradice la "mundialización" con la que los grupos hegemónicos tratan de maquillar sus cosmovisiones y hacer glamoroso el triunfo actual del proyecto burgués. En las peregrinaciones geográficas y temporales, en las navegaciones de los hablantes poéticos de Lastra hay un descentramiento -una de las "fugas" a las que aludía Kristeva- cuya única ancla está en el afecto; sobre todo, el comedido e inteligente: el sentimiento móvil, brumoso, análogo a las raíces provisionales del exilio. En ese sentido, Lastra practica lo esbozado por Eugenio Montejo como ideal:

"Aprender a sentir: esta sola tentativa, que no es nada pequeña, formaría mejor al poeta que todo el aprendizaje perseguido a través del conocimiento literario, las reglas, las modas, etc. Los manuales olvidan con frecuencia esta simple realidad, sin la cual todo intento creativo queda en el aire. A través del sentir puede válidamente conquistarse el lenguaje que lo exprese; el sentimiento mismo, cuando es legítimo, procrea su forma o la posibilidad de inventarla"(7).

Quien dude del cariz político de esa "educación sentimental" ha de recordar que Fredric Jameson considera que uno de los sellos del arte del capitalismo tardío es lo que llama waning offect, "la mengua del afecto"(8). Por lo demás, ya Hans Magnus Enzensberger ha advertido que el "contenido político" de un poema es su resistencia a estar a disposición de las maniobras políticas usuales y visibles, que asocia con tácticas autoritarias de quienes detentan poder o desean detentarlo; la labor del buen poeta puede definirse como "política por esencia" si se indica con esos términos una participación en las condiciones sociales que los hombres crean para si mismos en la historia(9). Imposible definir el afecto, reacción no calculada ni premeditada a lo que nos rodea, sino como lenguaje de una imperiosa voluntad participativa.

Entre todos los sentimientos, cabe al amor un lugar central en los versos de Lastra. Su Eros se integra en una verdadera cosmología que, sin embargo, reniega de los afanes jerárquicos de las imagines mundi habituales para apostar por una "fascinación del vacío" en la que el amante ha de oscilar entre lo cercano y lo lejano, lo vivido y lo imaginado, lo real y lo fantástico. El cosmos inestable se ajusta a la perspectiva de quien acepta en su experiencia los dictados del inconsciente y lo no sometido a la razón. Si alguna huella epigramática hay en los poemas amorosos de Lastra, esta no obedece a una intelectualización del inicial impulso afectivo, sino a la mesura que caracteriza al poeta y a su fidelidad por lo "menor" que, lejos de indicar pasiones insignificantes, apunta a silencios significativos que lo inexpresable ocupa.

El primer volumen de poesía de Pedro Lastra data de 1954. Hasta el presente sus títulos son numerosos, pero en ellos se perciben continuidad y verdadera unidad libresca: las piezas en diversas oportunidades reescritas e insertas entre textos nuevos, los conjuntos ampliados, abreviados, alterados, de sintaxis maleable, contienen el idioma del universo que conoce o el que ha elegido cantar el poeta: en la fuga que compone abunda, como en antiguos ejercicios musicales, la celebración de la forma perpetuamente recién creada. La felicidad del extranjero proviene de encuentros y descubrimientos que ocurren en un entorno de fenómenos huidizos donde, no obstante, el amor, o la memoria del amor, engendran variantes secretas de permanencia y sosiego.

 



POEMAS DE CARTA DE NAVEGACIÓN

(Antología poética)

 

EL EXILIO O EL REINO

Si algún dios furibundo
nos expulsa otra vez del paraíso
que tú y yo hemos creado
fundaremos una nueva ciudad bajo las aguas
en esos continentes sumergidos
donde no importan las noches ni los días
y todo lo que amemos será nuestro
y todo amor
a nuestra semejanza.

 

FASCINACIÓN DEL VACÍO

Si hoy hubieras llegado
por la carretera del sur,
si hubieras llegado, como te digo,
a la hora en que las apariciones nocturnas
suelen tomar su sitio en la realidad que las supone,
y despiertan a los dormidos
para restituirlos a su pasión original,
nada me quedaría por escribir
......................... de esta pequeña historia de viaje
en la que eso no sucede
y yo sigo buscándote en la carretera del sur.

 

LA DESPEDIDA

De tu memoria sale. Yo lo veo
dispuesto a sumergirse
-como se dice-
entre las olas de la muchedumbre.
Antes abre la puerta de su memoria
y entonces sales tú,
y das el primer paso
en una tierra siempre hospitalaria
con la belleza, con la juventud,
segura de ti misma
porque la perfección no te fue arrebatada.

 

LA HISTORIA CENTRAL

Alguien camina junto mí,
alguien camina siempre junto a mí,
me pregunta:
¿qué has hecho, qué haces con tu vida?
Solo te veo recordar
o leer una historia de amor.
Ahora mismo no estás en otra cosa,
detenido en la página 104 de un libro que refiere
ciertas guerras antiguas.
Tú lo sabes, le digo,
esperarte, esperarte.

 

MESTER DE PERRERÍA

Asiduo de mí mismo sobrevivo
encerrado con llave y cerradura,
negando como Pedro la figura
que más me abruma cuanto más la esquivo.

Busco sobrellevarla y hasta escribo
la agilidad del agua que me apura
la vida como el mar (la matadura)
de la luna y del sol al rojo vivo).

Escribo los ladridos a la luna
y al mar y al sol y a otros elementos,
o exalto el modo de las perrerías

con que la noche me ha embarcado en una
palabrera piragua de lamentos
por ella y mis trabajos y mis días.

 

LA OTRA VERSIÓN

La otra versión es la que escribo en sueños,
una voz que la letra retiene
repitiéndola
como una línea de Robert Desnos:
tanto soñé contigo que pierdes tu realidad.

La otra versión eres tú, sigilosa,
cuando tus días pasan de largo a mi lado,
cuando el viento derrama
tu cabellera sobre mi memoria.

 

EL AZAR

¿Y si hubiera nacido en otra parte,
en el Perú, en Praga, por ejemplo
(ya que amo esos lugares)
serías aquel nombre, la figura que eres
creada paso a paso
en estas calles tristes de Santiago,
existirías tú,
persistiría
la presencia que soy, la que me has dado?

 

INFORME PARA EXTRANJEROS

De nuevo entre nosotros reparte el pan, el agua,
gestos dibujados de mi padre,
mis hermanos me miran y no me reconocen,
me preguntan quién soy, por qué he venido
tan tarde, ya es de noche, no sé qué contestar,
mi padre abre una puerta y alguien entra,
yo sigo dando cuerda a una caja de música
que se rompe en mis manos,
estoy solo en la casa,
mi padre mira un árbol en el patio,
las flores,
pienso en la primavera
y sé que es Chillán, Isla Negra, Santiago.

Que no haya tristeza.

 

ARTE POÉTICA

En un cielo ilegible he pintado mis ángeles
y es allí que combaten por mi alma,
y en la noche me llaman de uno y otro lado:
no en el día,
porque la luz les quita la palabra.

 

MANO TENDIDA

¿Quién te exilió de mí, o me exilié yo mismo
como de mi tierra?

Fue un día lobo, un día tigre fue
de oscuras madrigueras,
o acaso un día halcón,
ave de presa y no de cetrería
que te diera el alcance y te trajera
a mi mano tendida.

Se borraron las líneas de esa mano
esperándote.

Hoy vuelves a grabarlas
con un poco de sangre.

 



__________________________
NOTAS

(1) En un sentido muy elástico del adjetivo; el mismo que Lastra le da cuando describe la labor de Borges en sus Conversaciones con Enrique Lihn, 1980, Santiago de Chile, Atelier, 1990, p. 95.

(2) Strangers to Ourselves, L. Roudiez, tr., New YorV Columbia University Press, 1991, pp. 3-4.

(3) En ello han coincidido Roberto Fernández Retamar, Obras uno: Todo Calibán, La Habana, Letras Cubanas, 2000:139, y Octavio Paz, Los hijos del limo, 1974-1981, Barcelona, Seix-Barral, 1989, p. 210.

(4) Gianni Vattimo, The End of Modernity, 1985, J. R Snyder tr., Baltimore, Thejohn Hopkins Univers;:. Press, 1988, pp. 99-106.

(5) Tal como Pierre Bourdieu entiende el concepto, por ejemplo, en The Rules of Art: Génesis and Structure of the Literary Field, 1992, S. Emanuel, tr., Stanford, Stanford University Press, 1996, pp. 54-55 passim.

(6) Como otras manifestaciones de intelectualidad opositora dependientes de aparatos estatales y por ellos patrocinadas. Confróntense las reflexiones de Graham Huggan acerca de los mercados que asimilan ideas u obras que explícitamente repudian el mercado: The Postcolonial Exotic: Marketing the Margins, London/New York, Routledge, 2001, pp. 1-7.(7) El taller blanco, Caracas, Fundarte, 1983:110.(8) Postmodernism or the Cultural Logic of Late Capitalism, 1991, Durham: Duke University Press, 1997, pp. 10-16.

(9) Hans Magnus Enzensberger, "Poetry and Politics" Critical Essays, M. Roloff, tr., NewYork, Continuum, 1982, pp. 15-34.

 





Pedro Lastra Salazar. Es poeta, ensayista e investigador de la literatura chilena. Desde 1968 reside en Estados Unidos, país donde se desempeñó como docente en Búffalo, Saint Louis, Missouri y en los últimos años en Stony Brook, en la Universidad de Nueva York. Miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua. Entre sus obras: La sangre en alto (1954), Traslado a la mañana (1959), Y éramos inmortales (1960), Muestra de la poesía hispanoamericana actual, ensayo, crítica y antología (1973), Antología del cuento chileno (1974), Noticias del extranjero (1979), Conversaciones con Enrique Lihn (1980), Antología crítica de Julio Cortázar (1981), Cuadernos de doble vida (1984), Relecturas hispanoamericanas (1987), Asedios a Óscar Hahn (1990).


Miguel Gomes (1964). Es profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Connecticut, Stors. Autor de los libros de relatos: Visión memorable (1987) y La cueva de Altamira (1992); además de los ensayos: El pozo de las palabras (1990) y Poéticas del ensayo venezolano del siglo XX: la forma de lo diverso (1996), entre otras publicaciones.

 

 

 

 

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Pedro Lastra, La felicidad del extranjero.
Por Miguel Gomes.
Fuente: Aerea, N°7 - Año VII, 2004.