Proyecto Patrimonio - 2022 | index |
Pedro Lemebel | Autores |












El Bim Bam Bum
(O cascadas de marabú en la calle Huérfanos)


Por Pedro Lemebel
Publicado en Punto Final, noviembre de 1998


.. .. .. .. ..

Y por entonces el Paseo Huérfanos era una calle más del centro de Santiago, una arteria comercial llena de cines. La gente se amontonaba en la estrecha vereda del Teatro Opera para conseguir a gritos una entrada para la función nocturna del Bim Bam Bum. La compañía teatral de revistas eróticas que hacía desfilar bosques de piernas, enfundadas en medias de Labán, por las bambalinas roñosas del escenario. Eran varios los teatros que presentaban un Broadways hilachudo para la ilusión de glamour que trasnochaba la velada bohemia, finalizando los 60. Existían el Humoresque en Avenida Matta y el Picaresque en Recoleta, copias más picantonas y menos refinadas donde evacuaba la calentura el choclón obrero, la platea hombruna y delirante con la vibración de la celulitis en el vedeteo pilucho de las tablas. Allí los puntos corridos y las cicatrices de apéndice maquilladas con Brix-Cake, complementaban el deterioro del edificio. Eran parte del guión-humor donde la carne, el sexo fallado y su fatalidad eran la risotada del comentario, el reir de sí, colectivizando el pellejerío bufonesco que ironizaba el subdesarrollo en su irisado güeviar.

Eran varios los teatros de revistas, pero ninguno como el Bim Bam Bum y su esplendor lamé dorado y cortinajes de felpa que se abrían al estruendo de la orquesta. Por ahí había más presupuesto, más money para diluviar la noche de estrellas importadas, vedettes del Teatro Maipo de Buenos Aires que iluminaban la cartelera con el ampolleteo de sus nombres. Mes a mes, la novedad expectante escribía en la marquesina las letras de Nélida Lobato, luciendo su espectacular tocado de marabú que había usado en el Lido de Paris; Susana Giménez y su gran porte de bomba argentina que dejaba a los transeúntes tartamudos cuando salía del teatro; Moria Cazán, y el temblor caliente de su tetada generosa, ahí, casi al alcance de la mano de los jubilados transpirando frío con el zangoloteo coluptuoso del tapapecho porteño, de la carne porteña, por cierto más despampanante que la geografía local. "Pero son tan pesadas y grandotas", se quejaban los bailarines colihuillos que debían levantarlas en el aire. "Hay que ser Hércules para subirse al hombro a esa Susana Giménez que pesa como una vaca", comentaban en el camarín, pintándose como puertas las locas flacuchentas, acompañantes coreográficas de las diosas.

Pero no siempre la primera vedette era importada. Por acá se emplumaba el traste la linda Pitica Ubilla, la primera vedette nacional que arrancaba gritos, vivas y aplausos con su hermoso cuerpo de Venus latina. Ella nunca fue tan exhuberante como sus compañeras bonaerenses, pero se pavoneaba de igual a igual desplegando la seducción familiar, herencia materna de todas la Ubillas que subieron a las tablas. El famoso clan Ubilla de tías, sobrinas y nietas, afroditas locales del vedetismo que se trasmitieron por el cordón umbilical el equilibrio mambero de los tacos. Desde chicas, jugando con plumeros, aprendiendo a descender con estilo la escalera iluminada del Bim Bam Bum, donde todas alguna vez llegaron, pero fue Pitica quien se consagró reina en las noches rumberas del Opera. El nombre se le puso en homenaje a Lucho Gatica, a quien le decían Pitico, y éste se molestó por el abuso de confianza. Aún así la diva se ganó los aplausos del público que repletaba la sala. De todas la comunas, de todos los barrios, la gente iba a reírse con los sketchs de Manolo González, Iris del Valle (La Pela), Carlos Helo, Eduardo Gamboa, Gabriel Araya, Mino Valdés y tantos personajes que pasaron por el teatro de calle Huérfanos. Como la larga lista de cantantes y actrices universitarias que cumplieron el sueño azul de empilucharse y lucir el canastillo de plumas en la cabeza. Así llegó Fresia Soto, la morocha cantante nuevaolera de acrílicos ojos calipso, y cantó su "Corazón de Melón" arrebolada de boas rosas. Después le tocó el turno a Peggy Cordero, la actriz heroína del Cine-Amor, la belleza de ojos dormidos que encandiló a todo el país con su escultura curvilínea en las portadas de los diarios. Luego vinieron las bailarinas de ballet, Rosita Salaverry y Magali Rivano, quienes fueron duramente criticadas por frivolizar la danza clásica en el cabaret de las chicas ligeras de ropa. Pero entre más se escandalizaba el medio cultural de entonces porque las niñas universitarias del teatro y la
danza mostraban el cuero en bikinis de lentejuelas, más numeroso era el público que llenaba la penumbra estelar del Opera.

También en la escandalera de esos años que hervían de cambios sociales, juveniles y sexuales, se anunció a todo bombo la visita de Coccinelle, el primer homosexual francés que se cambió el sexo en París. Y el tumulto a la entrada del Opera era un empujar de santiaguinos curiosos que deseaban ver este milagro de la cirugía. Y todos quedaron mudos cuando la Coccinelle bajó del auto en un relámpago de flashes. Era más bella de lo imaginado, con su pelo aluminio, sus grandes ojos verdes, y el par de mamas como rosados melones que desembolsó en el escenario para estupor del público. "Todo es falso, puro relleno", murmuraban los bailarines colizas sapeando envidiosos tras las cortinas.

Llegados los 70, el golpe militar, seguido del toque de queda, desanimó las noches putifarras en la catedral del vedetismo. Las funciones de las diez se adelantaron a las siete, y era raro asistir al espectáculo tan temprano. Además la censura política afectó el doble filo del humor, y poco a poco fue desapareciendo la costumbre popular del teatro revisteril. El Bim Bam Bum fue el último en cerrar su cortinaje de brillos cuando una empresa inmobiliaria compró la propiedad que ocupaba el teatro Opera para convertirla en galería comercial. Sólo dejaron para el recuerdo la pretensiosa fachada de columnas y el arco de ingreso, como una cáscara hueca que adorna nostálgica el plástico vidrioso del Santiago actual. Sólo eso quedó de aquella fiesta, y por cierto alguna vieja vedette, que en su casa, acaricia las plumas lloronas de ese extinguido resplandor.

 

 








 





 



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2022
A Página Principal
| A Archivo Pedro Lemebel | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
El Bim Bam Bum (O cascadas de marabú en la calle Huérfanos)
Por Pedro Lemebel
Publicado en Punto Final, noviembre de 1998