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Memorias de Isla Negra
(un entramado de palabras)
Testimonios y relatos de Gerardo Maldonado y Nora Gatica


Entrevistas, notas y edición de Alberto Moreno
Santiago de Chile, 2021. Libros de la Buena Memoria



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Esta es la historia de un fragmento de la memoria reciente. Los hechos se remontan a 1988… año del plebiscito por el Sí o el No. Es decir, sobre lo que vamos a ver y a escuchar ocurrió hace treinta y dos años. Es un breve documento de época, que podríamos describir como un fresco, hecho de palabras escritas sobre tablas y pintura blanca (o cal). Uno de sus autores dice que son grafitis. La otra autora describe el lugar como un espacio de peregrinación, o como una “animita pop”.

Una historia dentro de otra

El documento estuvo guardado por más de tres décadas. Es un compilado de cuarenta páginas, mecanografiadas, que contiene poemas, canciones, saludos, dedicatorias, etc., que fueron escritos -por anónimos viajeros- en las rejas exteriores de la casa de Pablo Neruda, en Isla Negra. Estos papeles “se perdieron” por treinta y dos años, y han reaparecido en la primavera 2020, durante los trabajos de remodelación de una antigua casa, la que originalmente fuera un monasterio. Ahí vive hoy Gerardo Maldonado, antropólogo, quien rescató los papeles. Él junto a Nora Gatica realizaron la copia de los grafitis desde los entablados externos de la casa de Isla Negra, donde vivió el poeta autor de Residencia en la tierra. Estos rayados, grafitis o recuerdos, se escribían en la empalizada exterior de la casa. En esos años estaba prohibida la entrada. Y aún faltaba mucho para que se transformara en el famoso y concurrido museo que es hoy.

Sacudiendo el polvo del encierro

Estas palabras cautivas que estuvieron en silencio por tres décadas, vienen a comunicarse y expresar su sentimiento de gratitud al artista que las inspiraba, pero, sobre todo, esas palabras que hoy se liberan son un signo de algo mucho mayor; en su origen a estas palabras les rondaba un tiempo oscuro, opresivo y en extremo violento. Un nuevo escenario hoy las saca a la luz, tras una larga espera. La historia nos da otra oportunidad. Estas palabras, promesas de amor y esperanza, de resistencia y valentía, que esperaron pacientemente treinta y dos años por unas manos que las levantaran del polvo, nos dicen que sí es posible otro mundo, es aquí y ahora. Es lo que anuncian.

Dos fuentes de primera mano

Nora Gatica venía del exilio en México. Ella nos dice que ir a la casa de Neruda en Isla Negra esos años era una acción riesgosa, algo prohibido, dentro de un clima enrarecido. Gerardo estudió antropología en la Universidad de Upsala, Suecia, donde estuvo exiliado desde el año 1974, hasta 1986. Antes estudia arqueología nórdica, disciplina que decide dejar y “reconvertirse” en antropólogo, pensando en las posibilidades de trabajo e inserción a su regreso a Chile. (Upsala es mundialmente reconocida por grandes personajes como Linneo y Celsius). Allí también nacen sus tres hijos, por este motivo él considera esta ciudad como “un lugar de nacimiento”. Para él todo esto que ocurre hoy es algo muy simbólico. Una amistad que se pierde o separa ese año 1988. Y que se reanuda hoy, en la primavera del 2020, motivado por el mismo escrito de Isla Negra, que ha sido reencontrado.

Nora habla de “vidas fragmentadas”. Ella es chilena, ñuñoína, que para 1988 lleva once años viviendo en Puebla, México, trabajando como investigadora en historia regional. Pero antes pasó por Argentina, donde no tuvo una buena experiencia, e incluso estuvo allí detenida por Gendarmería. Luego siguió rumbo a Bulgaria, y después a Bélgica. Solo al final de esa errancia traumática llega a México, donde puede iniciar una nueva vida. La Universidad de Puebla, tras once años de trabajo, le concede un “año sabático”, así ella regresa a Chile, y llega al CEPAUR[1], así es como conoce a Gerardo Maldonado. En ese contexto es que ambos viajan a Isla Negra, donde realizan el primer registro de las memorias grabadas en las tablas, las mismas que prohíben el acceso a la casa del poeta del Canto General.

“Esto es un redescubrimiento, y un tesoro, porque es indisociable de la amistad. Y porque marca dos hitos de la historia reciente de Chile. La historia es lenta (sic). Los procesos importantes son de larga duración. Tal como la amistad. Los profundos impulsos sociales, los profundos ríos de la historia, tienen que ver con unos tiempos -lamentablemente- lentos”.

Por su parte Gerardo afirma que “en el plebiscito de 1988 se jugaba una esperanza: seguir en dictadura o volver a la democracia. Este nuevo plebiscito es similar: esta vez contra la elite. Una elite que está encasillada en sólo tres comunas de Chile, contra todo el país, y contra todo un pueblo. Son los atrincherados versus el resto que busca los cambios. Lo distinto hoy es que no hay izquierda o derecha. Porque tampoco hay un líder, hoy es el rechazo total a un sistema impuesto por esa elite, amparada en la Constitución del 80. En ambos plebiscitos se juega la libertad. Lo que está en esos poemas, en esos grafitis, escrito en las rejas de tablas, expresa ese sentir”.

Nora: “cuando hablo de la lentitud de los procesos, me refiero también a que esta ha sido una transición muy larga. Antes, en el plebiscito del 88, pensábamos que ya había salido la luz. Pero ha sido una cosa muy extensa, muy dura…creo que todavía estamos en un proceso de transición. Y aún falta. Esto que ocurre hoy es “un estallido” pero vamos a ver cómo sigue. ¡Y como todo lo medimos en escala de tiempo humano, se hace demasiado largo…Es toda una vida!”.

Gerardo: “Las oficinas de CEPAUR estaban en la calle Londres, en el centro de Santiago. Ese lugar había sido un prostíbulo, por eso se hablaba entonces de “un lugar que guardaba miles de orgasmos en sus murallas”. Ese era un barrio de antiguos burdeles. En esa ONG desarrollamos un proyecto enfocado a los oficios de sobrevivencia en dictadura, y ver cuáles de esos podían servir como futuras fuentes de empleo en democracia. Mucha gente trabajaba en las calles, sobre todo como recolectores. Pasábamos tiempo en la calle viendo qué hacía la gente para sobrevivir, los recolectores eran miles”.

Gerardo continua su relato “En esa época fuimos a la casa de Neruda en Isla Negra, y vimos que pintaban las rejas de madera del exterior con cal, o pintura blanca. Entonces resultaba fácil escribir sobre esas tablas con plumón o lápiz, porque se formaba una capa blanca, gruesa, la que cada cierto tiempo volvían a pintar encima. Una y otra vez. De ahí viene el interés mutuo por escribir (y conservar) lo que estaba en las tablas, los grafitis, de forma algo anónima. Todo estaba mezclado al miedo que aún había, y los temas eran muy variados, como homenajes al propio poeta, pero también al Partido Comunista en su aniversario, y temas de amor”.

“Esas eran capas de pintura y capas de memoria, las que a veces, con la lluvia, se borraban, y debajo aparecían los escritos anteriores. Eso explica también el hecho de que este registro que hicimos, y que ahora recuperamos, tenga inscripciones de tres años diferentes, pero nosotros sólo fuimos a Isla Negra durante el año 1988. Eran especies de borraduras permanentes que trataban de hacer los milicos, a los que mandaban ahí a pintar. Pero las capas se mojaban y reblandecían, y se caía la cal, o la pintura descascarada. Y afloraban nuevos poemas, dedicatorias, canciones, homenajes”.

Nora: “Creo que esa casa era un espacio cerrado, prohibido, un lugar castigado. Que permanecía cerrado desde la muerte de Neruda. Como yo lo veo era un símbolo tabú de la época, cercado con esas tablas. Y la gente empezó a ir allí, como en una romería, una animita popular. Y las cosas que se escriben en ese entablado, tienen que ver con lo que ocurría. Era una peregrinación popular y con una marca política. En esa época a Neruda lo convirtieron en un ícono religioso popular. La gente iba con ese ánimo a visitar su casa. Como a “una manda”. Era un lugar de peregrinación, por algo trascendente”.

“Ese espacio no era un paseo como hoy se conoce, era un lugar de culto donde se podían expresar las rabias y ciertos temas vinculados a la libertad. Demostraba también que de alguna forma volvía la democracia al país. Esos grafitis eran símbolos de una expresión anónima, todavía reprimidos por el entorno de su época”.

 

[1]Manfred Max-Neef fue un economista, político y ambientalista chileno, fundador y director del Centro de Alternativas de desarrollo-CEPAUR. En 1983, se Ie confirió el Premio Nobel Alternativo, por sus contribuciones teóricas y prácticas para la construcción de una nueva filosofía económica. Es reconocido por sus teorías de la “Economía descalza”, y “Desarrollo a escala humana”.



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