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Presentación del libro: “Imaginario ancestral de una provincia: Mitos, leyendas y narraciones
de la provincia del Cachapoal, tomo II: Fuentes orales”.

Francisco Castro Olguín y Jorge Cofré Lizama. Editorial Tipaume, 2025.

Por Persus Nibaes


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El pasado 21 de julio presentamos en la biblioteca pública de la ciudad de Rengo, el libro recopilatorio de mitos y leyendas del Cachapoal en su segundo volumen, ahora de fuentes orales: “Imaginario ancestral de una provincia, tomo II”. El texto escrito y publicado por Francisco Castro Olguín y Jorge Cofré Lizama de editorial Tipaume, con ilustraciones de Chris Fattori, da cuenta del trabajo de recolección de narraciones que a la manera de los ya clásicos Oreste Plath, Sara Larraín, Sonia Montecino y Renato Cárdenas, escucharon y buscaron historias de la fértil imaginación de nuestra gente sencilla y en su mayoría rural, específicamente en este caso de la Provincia del Cachapoal. El trabajo se enmarca en la labor que hoy en día siguen recopiladores y divulgadores de mitos como Aldo Astete Cuadra y Sergio Fritz Roa.

El libro está dividido en cuatro apartados: Los Cerros y criaturas mágicas, los Entierros y riquezas ocultas, la Brujería y pactos con el Diablo y los Lugares misteriosos. Contiene fuentes orales de lugares como: Las Cabras, Coltauco, Doñihue, Rancagua, Graneros, Mostazal, Codegua, Olivar, Coinco, Pichidegua, Peumo, San Vicente de Tagua Tagua, Quinta de Tilcoco, Malloa, Rengo, Requinoa y Machalí, además de una larga lista de informantes y una completa bibliografía.

Llama la atención la marcada presencia de mapuzungun en las toponimias, así como el sincretismo de las historias, pensando en la población española que se asentó en el valle, principalmente de origen castellano, andaluz, extremeños y vascos. La figura del diablo, por ejemplo, corresponde al demonio barroco que se difundió como enemigo de Dios y los seres humanos en el periodo de la Contrareforma y que se trasladó a Chile con la Conquista como un señor elegante que se le aparecía a los campesinos que fueron perdiendo por generaciones su identidad mapuche producto de la colonización. A pesar de las toponimias, para la imaginación rural contenida en las historias, los mapuche son un pueblo del sur. Aquí tan cerca de Santiago, una primera lectura nos propondría que la imaginación de los lugareños es principalmente hispana, pero si buscamos en profundidad, van saliendo las marcas textuales de una cultura ancestral como la historia del cacique Quillaiquen, como una suerte de épica de la resistencia. El cerro como símbolo ya era muy importante en la figura de Treng-treng como serpiente cósmica fecundadora. Las tierras emergidas cada cierto tiempo cobran vida y se presentan los cerros como lugares de poder, imagen también presente en la influencia que el Inca tuvo sobre los mapuche de la zona central, llamado Picunches.

Así, las historias de entierros y humanos con capacidades zoomorfas se van mezclando con historias de arrieros y lugares mágicos. El concepto de magia originario del mundo persa, llega al imaginario chileno a través de las historias de españoles que a su vez escucharon de árabes que por 400 años dominaron la península ibérica y transmitieron su cultura, entre ellas sus historias narradas en canto y poesía. El tema de los entierros se asocia a una época anterior al capitalismo, en el cual las riquezas debían ser ocultas en lugares estratégicos al no haber bancos donde depositar el oro que generalmente circulaba en monedas, pero también en utensilios como cucharas y tenedores de plata. Otro lugar de poder eran las vetas de oro que conocidas por algunos, eran envueltas en historias sobrenaturales, por un lado para explicar de parte de familiares envidiosos el rápido enriquecimiento de algunos sujetos, por otro, para evitar que curiosos se interesen en conocer aquellos lugares que generan riqueza, en muchos casos insospechada.

Un caso aparte son los llamado brujos, como en las historias de los brujos de Choapinos y los brujos del cajón de Machalí. El concepto brujo significa: hechicero que tiene pacto con el diablo, y es introducido por los españoles del imaginario europeo que, durante la llegada de los peninsulares estaban en plena Inquisición. Dentro de la cosmovisión mapuche existe una figura que injustamente fue asociada a la brujería. Como los hispanos desconocían las prácticas culturales mapuche, vieron en sus costumbres y agentes como la machi a un ente demoníaco.  

Dentro de las y los machi estaba una categoría llamada calcú que eran las machi que hacían el mal o las machi de las malas hierbas. En general en el mundo mapuche, el mal no estaba asociado a lo demoníaco sino más bien en palabras del poeta Leonel Lienlaf eran equilibradores. En la cosmovisión mapuche el bien y el mal eran equilibrios de la vida misma y no existía el diablo o demonio.

Una figura asociada a satanás por los primeros cronistas españoles era el wekufe, que podía estar detrás de cualquier enfermedad o catástrofe ocurrida en el mundo mapuche, pero también podía ser mediado por otros seres espirituales, que invocados por un calcú eran manejados para hacer el mal. Así anchimallenes y huitranalhues eran invocados por el calcú que a los ojos de los cronistas eran considerados brujos a pesar de no ser lo mismo y que en el mundo mapuche las y los machi no hacen el mal, indistintamente se les llamó brujos y existieron varios procesos judiciales y eclesiásticos contra ellos tanto en la colonia como en la república en Ancud, Chillán y Talca. Recordemos que en Chile no operó la Inquisición como sí lo hizo en Perú.

De esta forma las prácticas rituales mapuche como guillatún o machitún fueron consideradas demoníacas y por extensión las machi y calcú considerados brujos, sin diferenciar si hacían el bien o el mal. Nos encontramos con estas historias en el valle del Cachapoal en las cuales aquellas prácticas se fueron asociando a la brujería, así como ruidos extraños, gritos de animales, eventos climáticos y todo lo que la imaginación de la época no podía explicar en una época premoderna, sin luz eléctrica y sin ciencia que explique los fenómenos ocurridos en la oscuridad de bosques y ríos. Por otro lado, las formas de asociatividad indígena basadas en las formas de vida rural como clanes y familia extensas fueron asociadas a prácticas brujeriles. Las cuevas como lugar de reunión pasaron a ser consideradas encantadas y secretas y responden a la lógica mapuche de agruparse bajo la tierra porque es el lugar en que el wekufe habita y para obtener sus favores era necesario estar cerca de él. Es importante mencionar que el wekufe no habla ni se expresa. Solo se manifiesta y que por asociación fue considerado el demonio del mapuche y por extensión las cuevas y sus visitantes relacionados a lo demoníaco.

El bandidaje y el pillaje también era asociado a los brujeril. Recordemos que es un choque amplio de culturas y lógicas y cualquier sujeto que no se adapte a las nuevas mentalidades cristianas de propiedad privada importadas, por sobre la propiedad comunitaria anterior de origen ancestral estaba al margen de la ley. En general estos razonamientos explican muchas de las leyendas expuestas en este fascinante libro que se suma a la ya larga lista de trabajos de recolección hecha por los autores mencionado y hemos tomado de Sonia Montecino el análisis aquí presentado sobre los mitos de su libro Brujas y Hechiceras.

No está demás mencionar que en dicha presentación Francisco y Jorge contaron que varios alimentos que compraron mientras recorrían el territorio y hacían entrevistas, se les descompusieron y les ocurrieron eventos sin explicación y es que más allá de los análisis que podamos hacer de tipo histórico y antropológico, los brujos tienen sus artilugios para observarnos y tratar de hacernos el mal cuando dejamos que nos invadan las bajas pasiones.


Talca, agosto, 2025.

 



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Presentación del libro: “Imaginario ancestral de una provincia:
Mitos, leyendas y narraciones de la provincia del Cachapoal, tomo II: Fuentes orales”.
Francisco Castro Olguín y Jorge Cofré Lizama.
Editorial Tipaume, 2025.
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