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Frío en la Noche Latina, Antología de Pablo Paredes
CUIDADO CON EL POETA PUNKY LLORÓN

Por Mónica Drouilly Hurtado

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18 de mayo 2005


Con una poesía rítmica, visual, marginal y un tanto mass-mediatizada al mismo tiempo, Pablo Paredes Muñoz se ha instalado en la joven escena lírica nacional trazando una ruta de desmitificación del imaginario de la infancia, que deja de ser feliz, cobijada, protegida. Queda el desamparo, las lágrimas, el dolor. Todo enmarcado en una aguda crítica social en la que se privilegia no sólo el discurso de la clase media-baja; también se exponen otras marginalidades, como por ejemplo una sexualidad ambigua y la condición de poeta/escritor.

La galería de Paredes está habitada de ‘raros’, de excluidos, de perros vagos, de pájaros amenazantes, de niños llorones. El antihéroe encarnado en un macho incompleto, bien frágil, donde todas las cosas son chiquitas y se siente penita. Lo anterior, y mucho más, es lo que reúne Frío en la Noche Latina, primera publicación individual del ganador del primer lugar en la categoría juvenil del Premio Juegos Literarios Gabriela Mistral de la Municipalidad de Santiago. El mismo título del poemario anuncia la contradicción que operará en los versos sucesivos: famosa por lo caliente, aquí la noche latina se presenta fría, desamparada, como telón de fondo de una fiesta extraña a la que se accede de costado, una fiesta en la que aparece la embriaguez y la música la ponen Gloria Trevi, Paulina Rubio y Chayanne.

Los poemas del libro se encuentran agrupados en seis secciones con distintos leit-motivs y fechas de realización. Los textos de El barrio de los niños malos (2001) y El final de la fiesta (2004), a mí parecer, presentan al Paredes más auténtico, más suelto, más cómodo, más rítmico. El lector asiste a la configuración de este antihéroe:

“yo crecí en mi cuarto
sin una gota de alcohol para machos,
un día se me fue la infancia
y una lágrima de alivio se me cayó
en un libro ruso”.

Solitario, el poeta surge de las palabras para las palabras, sin ser participe de los ritos de machos y agradeciendo el final de la infancia. El niño-poeta tiene otras cicatrices, las suyas no están en los codos o en las rodillas, no son visibles, explícitas, directas o evidentes; el niño-poeta no llora sólo por los golpes que dejan marcas en la piel, como lo expresa en el poema “Penita”:

“UN CARNICERO ANDA SUELTO
ENTRE TUS VÍCERAS.

Como no hay plata para el sicólogo
lloras todos los días a las once
lloras con cuidado para no despertar a nadie,
bien cerquita del teléfono
por si un día te llama un milagro”.

Pero la antinfancia no es la única protagonista, el hablante explora en los prejuicios culturales instalados en nuestra sociedad, claro ejemplo de esto es Cuidado con el perro quiltro, breve poema en prosa:

“me gustan los nombres que avisan la pobreza, esos nombres como Jhonatan y Jenifer, esos nombres que dicen cuidado con el perro quiltro, que marcan terreno, que avisan la selva”.

Así como hay nombres que avisan la selva, la poesía de Pablo Paredes da cuenta de aquello que no queremos ver, de aquello que escondemos detrás de cifras estadísticas. Nos pone frente a un espejo para que podamos apreciar nuestra propia monstruosidad: “mostré mi corazón y a nadie le gustó”.

Pantys rotas (2004), breve conjunto de textos inspirado en Gloria Trevi, rescata la figura de la antiheroína, ironizando su situación y haciedo una doble lectura del fanatismo:

“díganle
que acá todos somos como ella,
díganle
que no nos hicimos los hoyos en las pantys,
que veníamos así”.

Más que imitación, es identificación con la ídola del pelo suelto lo que reflejan sus versos. Pero no es una Gloria simplemente santificada la de Paredes, sino que también la muestra en su decadencia, abusando, siendo realmente mala, roñosa, pecadora.

Un delicado y excelente ejercicio poético y visual lo constituyen Los pájaros (2004), cita directa al filme de Hitchcock, en el que convergen las constantes preocupaciones de Paredes: la infancia rodeada de invierno, la vergüenza, la sangre y la monstruosidad, esta vez transformadas en animalización y canibalización. La imagen desmitificada del niño alcanza aquí su mayor expresión:

“yo que soy de ésos: pájaro chico monstruoso”; “Yo
haciéndome la paloma muerta que cayó del cielo”.

Evangelios reúne ocho poemas marcados por la carne, por el fuego y por el infierno. Un Apocalipsis singular, donde las imágenes del martirio se polisemiotizan: converge lo erótico con la digestión, se desfigura el límite entre las dos principales carencias humanas mientras el hablante lírico transita por sus zonas recurrentes: la infancia, la ciudad, los pájaros. Constantes oposiciones que perfilan el transitar poético de Paredes:

“pequeños y grandes
chilenos bien nacidos y mal nacidos,
pájaros picoteando testículos
lo sodómico y lo santiaguino
lo sodómico y lo divino
porque lo divino es cosa de hombres
y en el último día
Dios
sólo entiende de pájaros”.

Los últimos textos del libro se agrupan bajo el título Poemas sueltos y encontrados. Esta pequeña colección da cuenta de un trabajo reciente sobre los temas que preocupan al hablante, y son una extensión de su acto delator: ahora la ciudad que margina no es sólo Santiago, ahora también son Lima y Quitu (si, con ‘u’, como se diría en quichua). Sin embargo, es “Se miente” el texto que más llama la atención: a modo de reflexión sobre la palabra, sobre el discurso, sobre la creación, los últimos versos de esta antología señalan:

“Se miente la palabra que quedó borracha
hablando a perros desconocidos
como si fuesen perros conocidos”

“La palabra no es palabrita,
incluso los diminutivos falsean.
La palabra no es palabra, en su musguito brillante
están las infecciones.
Se miente la palabra
porque decirla es escribirla,
la palabra no se escribe con sangre,
ya dije algo similar”.

Frío en la Noche Latina es un libro que funciona muy bien. Esto principalmente por dos motivos: la indudable habilidad poética de Pablo Paredes y su carácter de antología, que presupone una selección cuidada y meticulosa de los textos (aunque extraño un poema que no fue incluido: “Pequeño Godzilla”). Y esta última condición lo distingue de muchas otras primeras publicaciones que, en su afán por pasar pronto por imprenta, ofrecen al lector montoncitos de poemas de desigual calidad, textura y nivel discursivo.

 

 


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Cuidado con el poeta punky llorón.
(Frío en la Noche Latina, Antología de Pablo Paredes)
Por Mónica Drouilly Hurtado.
Fuente: www.sobrelibros.cl,
18 de mayo de 2005.