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“JUANITO, AL MARGEN”

Por Pablo Veliz Bacigalupo


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En un país donde 800 mil personas viven en extrema pobreza, donde el 1% más rico concentra más del 25% de la riqueza y donde casi el 50 % de los de menores ingresos recauda el 2%, no podemos sorprendernos ante las diatribas de la desigualdad y de los caprichos de la democracia. La pobreza, ante todo, es una realidad. No me vengan con subjetivismos infundados, los datos hablan, objetivamente, y el escenario es misérrimo. Aquí, la trilogía Fontbona, Ponce, Paulmann, tiene algo que decir. La situación es insostenible. Razones a la vista tienen las llamadas luchas sociales, el reclamo de un pueblo testeado por la iniquidad de la escoria.

Esto se condice, sin miramientos, en el abandono de los pobres por parte del Estado. Es imposible negarlo. Una sanguinaria oscuridad se yergue. Hay un puente que distancia a ricos y pobres, una panorámica bestial, socavada por distintos modos de habitar la geografía, la política, la economía, pero por sobre todo la vida, las costumbres. Solo basta pensar en el control sicológico de la pasta base, inoculada por los milicos en las poblaciones de Chile en la dictadura. Fue Pinochet quien la hizo ingresar, socavando a los pobres, haciéndolos adictos a la “flojera”, haciendo que se “vuelen” y abandonen todo tipo de lucha social.  

El documental dialoga con la silueta de Alfredo Gómez Morel, hijo de una prostituta que lo abandona en la infancia y por lo que debe deambular por diversos centros de acogidas y algunas familias. Este escribe su primera novela autobiográfica en la cárcel de Valparaíso, alcanzando esta gran notoriedad en el año 1962. Cómo un “Clásico de la miseria” como postuló Neruda, esta novela titulada “El río” muestra la cruda realidad de un hombre asediado por la mezquindad de la pobreza, porque este escritor fue violado por otros “pelusas” y sacerdotes, y, todo ello, junto a una vida al solaz de la ruindad, a la par de un temple carcomido por el trajín desmesurado de la cleptomanía y el aislamiento. 

En el contexto de otros artistas, se haya la figura de Sergio Larraín, quien logró retratar la vida inhóspita de niños pobres en el Río Mapocho. La calidad del trabajo de este fotógrafo chileno nos invita a conocer el rostro de quienes se encuentra en la paupérrima laya del hambre, de pies mordidos por el tiempo. Larraín capta el paso de la temporalidad, la huella intima. No hay salvación supuesta, lo que hay es el asombro ante el desparpajo de esos niños durmiendo en el pecho de sus leales compañeros, haciéndose al lumpen, robando, fumando un “mono”, queriendo morir, al fin y al cabo, tal vez, como Alfonso Alcalde sujeto de la mano de “La consagración de la pobreza”, que lo llevó al suicidio.  

Ahora bien, no es de mi interés hacer una trayectoria argumental del documental “Juanito”. Para ello basta con verlo. Me promueve la idea de plantear ciertas amalgamas críticas sobre la temática, para mí, medulares al momento de hacer radiografías cinematográficas. En palabras de Jesús G. Maestro, una obra de arte no debe consolar el status quo de la cultura. Una obra que transita libremente es de una dudosa reputación y calidad. No se puede creer que el arte es solo placer. La genialidad de una obra radica en sumar detractores, o bien no confortar la moral  o los horizontes de expectativas del lector. La obra que incomoda es la que lucha por hacerse camino hacia la libertad.

El documental se devana en dos flancos, por un lado está la vida de Juanito, mas, por otro, por el colectivo ciudadano llamado Fenapo.  Este se haya motivado por el ansia legítima de igualdad, planteando para ello la lucha social. Juanito acá, se encuentra, sin embargo, cubierto en apariencia por un grupo de personas que disputa, férrea y esperanzadamente, contra los poderes fácticos. No obstante, pese a este apoyo, lo que hace que Juanito sea un ser que vive a la tangente, aparte de coexistir en su realidad marginal, es, ante todo, su deseo de huir, de salir, de escapar. Juanito no se sabe de este mundo. Él quiere exiliarse. ¿Cómo puede desaparecer un hombre de su marginalidad? Pues bien, no hay otro camino. No hay modo de surgir, porque en este país la pobreza es una condena. La única salida es el suicidio.

Porque Juanito es un Juanito más, un representante de tantos y tantas invisibilizados por un anestesiante y anestesiado sistema democrático antojado por aquella desentendida mayoría. Juanito vive al margen, es una persona marginal, que existe en la periferia tangencial, suministrado por un hálito a miseria. Subrepticio, hay en Juanito todo un carácter que revela cierta notable injusticia, desigualdad patente, desconcierto civil. Esta persona, vive una realidad cruda, una realidad real. Nada acá es ficticio, se trata por sobre todo de un vivir crudo y cruel, de una biografía amputada por el uso degradado del lenguaje, por la pasta base, por el paso por el sistema carcelario, por la habitabilidad callejera. Lo que hay acá, finalmente, es dolor. Porque cuando se tiene hambre nada es imaginario.

La muerte de Juanito es una bofetada a todos los que se “enteran”. Es la transferencia de un estado emocional marcada por el vacío. ¿Qué se puede hacer ante el suicidio de una persona que ha vivido toda su vida en la miseria? Su muerte es la muerte de la democracia silente y, a su vez, tan bulliciosa. Es la muerte del sistema con todo su andamiaje perverso, egotista, fetichista. Es el derrumbe de la moral social, el de la moral religiosa y, sobre todo, de aquellos ojos que ven que el mundo se cae a pedazos, sin hacer nada. En definitivas, la muerte de Juanito es la constatación de la infertilidad del hombre contemporáneo, preocupado de la carcajada del entretenimiento hedonista, secular y globalizado. 

El cineasta Renato Dennis, ganador con este documental del Premio Festival Internacional de Cine de Iquique,  trabaja para ex -poner esta realidad desconcertante, una realidad a la que no se puede obviar ni soslayar como si esta fuera solo parte del sistema, porque los pobres no merecen su destino. Este documentalista nos hace elucubrar en torno al carácter paupérrimo de una persona opuesta a la comodidad burguesa, y como contrapunto evidente de los pocos acaudalados dueños del dólar, de la riqueza del Chile. El documental parte con un gesto metalingüístico, en el que se muestra a Juanito hablando con Renato Dennis, en una situación donde el propio creador de la película aparece como un “personaje” que cata in situ la realidad del “actor” principal.

Ahora bien, claramente, el sentido nuclear del documental es el haber podido registrar una contingencia, tal vez, esperada, pero que es casi imposible prever desde el guión en adelante. Esta, sin lugar a dudas, es la muerte de Juanito. Pues nadie lo podía saber. La muerte ocurre en medio de la grabación. Esta aparente casualidad dota a la línea, al recorrido, al diagrama, de un carácter aún más realista. Sucede que pareciera que este  documental no es un documental, sino un registro de la vida en sí. La trayectoria de la cámara no está, por ende, previamente predeterminada, la cámara está ahí, en la vida, como si siempre estuviese “ahí”.

La primera vez que vi este documental quedé con una sensación de vacío, me incomodó, sentí cierta resistencia a lo que acababa de ver. No quería asumirlo, sabiendo que aquella es una realidad inenarrable. Creo que allí radica uno de los valores de esta obra. No estamos preparados para comprender tales realidades. He aquí su finalidad. Esta obra no consuela, sino que dinamita, se abre paso.

Con todo, en medio de las distintas grabaciones aparece la imagen de una niña, en una de las tantas localizaciones al borde del río, que resulta ser, en mi juicio, la representación de la “esperanza de un país más equitativo”. La cámara se acerca, la niña se detiene, mira al espectador, no sonríe, su mirada es impactante, seria, pero inocente. En ella se ajusta, tal vez, el futuro de Chile, o bien, el que ya entra, con un nuevo anhelo a justicia. La niña no lo sabe, no sabe, a ciencia cierta, de la muerte y del dinero, pero está ahí, impregnada por un soplo a transformación, para que ya no haya más juanitos en nuestro país ni en el mundo entero.

 

 

 

Tráiler, JUANITO. (2021)

 

 


 



 

 

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“JUANITO, AL MARGEN”.
"Juanito" un documental de Renato Dennis.
Por Pablo Veliz Bacigalupo