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Ariel Pérez: el poeta chileno exiliado en la altura


Por Juan Carlos Ramiro Quiroga

 

 

1.- Cuando llegó al país en 1983, Ariel Pérez Rosas sólo tenía 50 dólares en el bolsillo y un territorio totalmente desconocido ante sí: Un país, Bolivia, que empezaba a vivir los beneficios de la democracia que había recuperado en el año 1982. Ignoro si su arribo fue en La Paz; pero el santiaguino radicó los primeros años en la ciudad de Cochabamba donde publicó su primer libro de poesía “¿Quién cortó las araucarias?” (1985).

2.- Después de seis años de silencio y de estudios universitarios, Ariel Pérez vuelve a la arena con un segundo libro denominado “El último apaga la luz” que fue publicado por la Universidad Mayor de San Simón en 1991. El libro alberga 74 poemas breves cuyo mayor atributo es la ironía que afila contra el mundo y contra sí mismo. En el prólogo de dicho libro, Antonio Peredo Leigue, actual parlamentario nacional, ensaya una primera aproximación a la obra inicial del autor: “Sus poemas parecen no responder a ningún propósito, sino a una urgencia". Sin embargo, abren sistemáticamente una interioridad que se nos revela tan nuestra como dice Peredo Leigue. Más arriba inclusive dice aún más del poeta: “En su nostalgia, sus rebeliones, sus desesperanzas, sus sueños, sus temores y temeridades, sus credos y descreimientos, hay un constante ejercicio de afilador que, con su chirrido, nos machaca la urgencia de esa disección que siempre postergamos”.

3.- La tercera referencia poética de Ariel Pérez, “Decían los encuentros” (Cochabamba, 1993) busca una nueva experiencia a través de la imagen poética que logra captar un grupo de fotografías en blanco y negro. Tanto la imagen poética como la fotografía intentan explicar los espacios y seres otorgados por el mundo. Así, desprovistos de énfasis, los poemas se tornan en una línea reflexiva sin pasión y sustraídos de la tiranía del yo. “Decían los encuentros” es una obra cuyos síntomas emocionales están desplazados por planos fotográficos y una escritura coloquial. Diría más, ese texto opta por una escritura que se define a través de un desplazamiento entre la imagen y las fotografías, entre la intimidad de la mirada y lo abierto del mundo. La fotografía y la poesía se dan la mano mientras Ariel Pérez experimenta con dichos ámbitos.

4.- A inicios de 1994, ya en la ciudad de La Paz, Ariel Pérez conoce a los poetas Gary Daher Canedo y Juan Carlos Ramiro Quiroga, con quienes congenia a primera vista. Pasarán unos meses hasta que en mayo del mismo año crean, accidentalmente, el “Club del Café y del Ajenjo”, que un año después producirá su primera esencia verbal “Errores Compartidos” (La Paz, 1995) y el Encuentro Boliviano-Chileno de Escritores y Poetas en Santiago de Chile en junio de 1995. “Errores Compartidos” reúne los primeros síntomas de una poesía escrita a seis manos o de manera colectiva en un taller de poesía muy personal que fue rechazado por Los Jinetes del Apocalipsis, un cuarteto poético del que había huido Juan Carlos Ramiro Quiroga. “Errores Compartidos” es al mismo tiempo una bitácora del taller de poesía que fue y una antología de lo que se produjo en hermandad. Se trataba de anular la dictadura del yo y de liberar los poderes verbales del tu. Mal que bien, los poetas sólo recogieron agravios, pesares, críticas furibundas y el odio de los poetas de esa época.

5.- Pasada esa tormenta y ya cuando el “Club del Café y del Ajenjo” había dado su último estertor con la publicación de la revista de poesía “Mal Menor”, Ariel Pérez produjo su quinto libro de poesía “Muerte Irregular” (La Paz, Plural Editores, 1995). Roberto Echazú, el poeta de la brevedad, dijo que “Muerte Irregular” nos revela una poesía llena de imágenes en un mundo atormentado por su propio destino. El libro guarda cuatro de los mejores poemas que ha escrito Ariel Pérez hasta el momento: Origen, En este reino, Muerte Irregular y La Despedida.

6.- En 1998, Ariel Pérez da a conocer en la sede de gobierno boliviano “Al sur de las nubes” que fue publicado en la legendaria editorial “Ediciones del Hombrecito Sentado”. El libro es sólido y preciso, tan preciso que su poesía arranca nubes del cielo para hacerlos desplazar por las páginas. “Tal vez sean los poderes del amor los más perfectos para emprender las rutas de las grandes transformaciones. Sobre las figuras del viento y de la nube, que imaginan a su vez hombre y mujer, el poema Al Sur de las Nubes se construye como una metamorfosis buscada para llegar al secreto que es uno mismo”, anota Blanca Wiethüchter, poeta que prologó y cuidó la edición.

7.- Ariel Pérez Rosas, nace en Santiago de Chile el 8 de febrero de 1960. Reside en Bolivia desde el año 1983. Ha publicado "¿Quién cortó las araucarias?" (1985), "El último apaga la luz" (1991), "Decían los encuentros" (1994), "Muerte irregular" (1995), "Al sur de las nubes" (1998) y "Cantos de agua" (2003). Formó parte del grupo literario Club del Café y del Ajenjo junto a Juan Carlos Ramiro Quiroga y Gary Daher Canedo, con quienes publicó "Errores Compartidos" (1995) y la revista de poesía "Mal menor" (1996).

 

 

Pequeña selección de sus poemas

 

CANTOS DE AGUA
(2003)

tres poemas sin títulos:


Noche en medio de la noche
La voz de un achachila* en la distancia:
mira me dice -en cuerpo sereno-
hay un mensaje de fuego en tu adentro
un planeta que gira sobre el agua

Reposo mi sombra sobre tu costilla Mururata**
territorio febril
de vértigo infinito

Aquí estoy -te digo-
latido tras latido
piedra sobre piedra

Ahora puedo abrir mis ojos y mis manos en silencio
dejarme llevar por el espejismo de la luna
y flotar cual leño en un océano que no es de agua

Alguien me mira desde el otro lado de tus ojos
hay allí una forma que se me parece
De pronto una luz
Es tu mirada -pienso-
que viene a mirar las mismas cosas que yo veo

Aún queda luz en el paisaje
Sobre tu espalda de cuchillo yo estoy tranquilo Mururata

Pero los otros
prefieren la muerte

*Voz Aymara: Antepasado; anciano sabio.
** Nevado andino que junto al Illimani y el Wayna Potosí conforman una trilogía de montañas míticas en la cultura Aymara.

 

 

Imagino al Illimani* jugando con el agua

Sentir desde su cuerpo
el viento
el río

Me hago andino
-me dice-
andino como tú
junto a los ocres
los verdes
y los grises de esta tierra
En el lado oscuro de la erguida roca
las huellas:
el vértigo solar de un imperio
la doble osamenta de la luna

Respiro hondo para sentir la brisa
Bajo mi piel
un antiguo invierno me da la bienvenida

* Nevado andino que junto al Mururata y el Wayna Potosí conforman una trilogía de montañas míticas en la cultura Aymara. El Illimani es el símbolo de la ciudad de La Paz.

 

Aguamuerte
inmensidad donde descansa el río

Terminado su viaje de retorno
la vida
transforma su caudal
en un sereno lago

 


AL SUR DE LAS NUBES
(1998)

 

1

Cuando el origen se hizo piedra
yo también me hice piedra
Así conocí lo profundo
conocí también la vastedad de la montaña
Acaso la impaciencia me transforme en río
y me lance incontenible tras el rayo de Mercurio
Yo
el río
apenas la neblina que baja por mis manos
Uno al final
La pasión del Orfeo contenida en mi cuerpo
Un mínimo vacío allá en el fondo


20

Ahora, mujer de nubes
en este largo viaje sobre el agua
De barro y plata es la razón que nos une
Te toco en silencio
ecuatorial y distante
Te ordeno abrirte y te abres como constelación de Tania
Vuelo y vuelas en este lenguaje
de ir y venir por el vértigo de la luz
Arriba
tú y yo juntos, trasformándonos
arrebatando nuestra génesis a la lujuria del viento
Abajo es distinto, pienso
Desde mi interior contemplo tu figura de océano
moverse incontenible en el reino de Tritón
Veo la línea que marca el final de tu sombra
y el comienzo de la noche...
y no me digas que no sabes el motivo del oleaje
También de agua es la Venus que se esconde en tu forma
Tu desnudez es suficiente
para hacerme volver al vientre
y arrastrarme hasta mi lecho
con un pedazo de muerte más entre mis manos


27

Si pudiera tener una lupa, vería con ella los clavos del Cristo,
sus pupilas perdidas y una espina incrustada en el madero.

Si pudiera tener una gubia, tallaría un hombre en el madero,
sin clavos, sin corona, sin espinas.

Si pudiera pintar al Cristo, no sabría cómo pintarlo,
si de carne, ocre o madera, blanco, negro o de un color imaginario.

Si pudiera inventar un color, para pintar al Cristo,
inventaría de nuevo el rojo, el mismo que brota de sus manos.

Todos los Cristos son el Cristo, todos los Cristos el hombre,
todos los hombres el Cristo, todos los hombres el mismo hombre.

Toda la sangre es la misma sangre, toda la sangre el rojo,
todos los rojos la sangre, todos los rojos el mismo rojo.

29

El violeta es distinto, mujer de nubes
Entra y sale de las cosas
Nos pinta los labios
Nos cubre con el velo de su templo
A veces entra en mí
y un bosque de rosas brota del camino
Entonces comprendo el misterio que esconde la serpiente
El embrujo de mis manos
En el embrujo de tu cuerpo
Una cruz levanta vuelo;
desde mi cuerpo
me habla con su lenguaje de fuego

 

 


MUERTE IRREGULAR
(1995)

 

ORIGEN

Un remolino de flores limpia la calle desde la esquina
pequeñas gotas de agua caen del gris que cubre la tarde
me pregunto entonces:
¿el mundo que yo habito es la tierra que otro sueña?

Una sirena se prostituye en el horóscopo
La palabra azufre se desangra entre mis dedos

Quiero sacarme la corbata de verdugo
despojarme de la carne que cubre mi cuerpo
romper mis huesos de mármol
tirarlos por la ventana
cortarme un brazo y dárselo a los perros

Me he roto en mil pedazos de plomo
soy parte de algo que no entiendo
¿reflejo de tus ojos vieja ramera?

Dame el viento que hace falta para morir en este infierno
y derribar el muro que separa mi nicho de tu alcoba

¿Del origen?
nada
Un alfiler será mi cruz
clavarán este poema como a un insecto

 

 

MUERTE IRREGULAR

A Darío Pérez
quien en vida no fue
y que en muerte
se transformó en mi padre

Mírate
mirando tu sombra desde allá lejos
atrapado en el silencio de las formas
en la superficie opaca de la fotografía

Mira mis manos
ya no te sueñan pintando un rebaño de estrellas
Alcánzalas para alcanzar con ellas el leve resplandor
de tu recuerdo

Un viento frío calcina las flores que ayer te escribí
y que hoy adornan tu cuerpo

Si no pude ser carne de tu carne
seré carroña de tu carroña
polvo y semilla
seré tu dios
colgaré tu retrato

Por tu cansados huesos recorre el negro
por mis venas
la muerte irregular de mi infancia



 

 

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Juan Carlos Ramiro Quiroga: Ariel Pérez: el poeta chileno exiliado en la altura.
enero de 2004.