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JUNTA POSTURAS



Rafael Brías Cañas

I. MANIFIESTO MUERTO

1.

No puedo saber el valor de estos versos
porque el valor de las cosas
es una mera proyección.
Le puedo atribuir a mis versos orígenes divinos
y el lector puede negar lo que digo
y afirmar que ellos no valen nada.
Y si todos opinan lo mismo sobre lo que escribo
el valor de mis versos
tendrá apenas el valor que yo les dé.

Pero si el lector rechaza estos versos,
¿no se comporta a su vez como el dios
al que yo habría hipotéticamente invocado
para escribirlos?

Qué consuelo pensar
que el lector es un dios rencoroso
que solo aprueba lo que lee
al ver su imagen retratada en las palabras.

2.

No puedo ser un hombre como todos
porque nadie es como nadie
y porque apenas somos como somos.

Puedo decir lo que quiero
pero no puedo decir lo que quiero
porque no sé lo que quiero
ni si se puede querer.

3.

El lector es más frío
que un espectador
quizá por estar a salvo
del cuerpo de los actores.

Si escribo que sufro por mi amada
no me crea el lector
porque no se puede ver el sufrimiento
ni comprobar si lo que siento
lo siento realmente.

El lector desconfía de los versos
porque los versos no le indican nada
y porque el poeta es un fingidor
que no puede ser poeta.

4.

Pero si el lector es un dios rencoroso
que condena diferencias de imagen,
y yo por otra parte afirmo
que mis versos tienen un valor,
¿cómo negar
que la literatura
es la "bóveda celeste"
en la que aún combaten
los dioses?

El espacio entre dos mundos
parece ser divino
porque en los intersticios
se proyectan las ideas
que separan a los cuerpos.

5.

Me repulsa la falta de exigencias formales
de mis propios poemas.
Son escritos con una facilidad
que pone a prueba mis ideas
sobre lo que debiera ser un verso escrito.

6.

Quisiera abandonar
"el campo de batalla".

(Pero la metáfora es barata
y así ningún valor se reivindica).

Solo escribo con desgano
sobre el hastío de escribir.

Quizás el único valor
resida en una íntima mediocridad
abandonada a su suerte
por mis dioses y los suyos.

7.

Habrán observado que casi no
me refiero a la naturaleza.
Mi lenguaje es abstracto
y poco dispuesto al sentimiento.
No me atrae la evasión.

No soy capaz de retener una palabra
en silencio
mientras le busco analogías
que gritaré después
contra el ahogo.

(Esto me hace recordar
a Mao sumergiéndose en un río
del que luego vuelve a emerger
pero en un punto distante).

Me llega a parecer vulgar
la idea de sentarme a retorcer el mundo
mediante imágenes en las que siempre
se une a la noche con el día.

8.

Mis versos son tranquilos.
Pero si escribiera versos tranquilos
nadie los toleraría.

Mis versos no son víctimas del lector
pero existe un contrato tácito
según el cual un verso
no dice exactamente lo que dice.

El reconocimiento se da
a través de una proyección
sobre una serie de palabras
que son a la vez sugerentes.

9.

A veces me entristece pensar
que estos versos me condenan
a escribir sobre tan poco
que excluyo a casi todo lo que existe…

Entonces me pregunto cómo
introducir en mis versos
el no sé qué mundano
que en el fondo los acecha.

Y no encuentro respuesta.

10.

"Si me preguntan porqué escribo
diría que se escribe
por temor a que los libros
nos gobiernen."

Muchas gracias, su respuesta
nos ilumina a todos.

11.

Más de un lector debe decirse:
estos versos se parecen
a los versos de Caeiro
y al decir esto es probable
que esté escrita mi sentencia.

Pero soy menos que Caeiro
porque mis versos hablan de un espacio
más pequeño que el de sus poemas.
Admiro las flores, la hierba
y las estrellas.
Pero no me siento triste
si no escribo sobre ellas.

12.

Quisiera con palabras
reunir al mundo.

(Otra vez recuerdo a Mao
inmerso en las aguas del río
y cuando reaparece me pregunto:
¿qué hace un Súper-Hombre bajo el agua?
Ahora lo veo iluminado
por "el incendio del atardecer"
sobre el balcón de un palacio
dirigiéndose a una multitud
postrada.)

Reunir al mundo con palabras
es una ilusión en la que todos
se someten a quien habla.

Reunir a todos mediante versos escritos
solo es posible concentrando un poder
que los otros van cediendo.

("¿Qué pasó con la canción
de Anfión?")

Más interesante que las palabras
que vuelven a todos animales
u obreros sumisos
de muros impensados
son las palabras que renuncian
al poder pretendido
y lo comparten con el lector
invitándolo al ocio.

13.

Vivo en un mundo
que recomienda
(de forma violenta)
no tener ideales,
pero la literatura
- y la poesía sobre todo -
parece no poder renunciar a ellos.

A veces imagino ciertos poemas
escritos con un desgano inmenso
o con un gran desinterés
y me digo que sólo así el poema
no será el único
que llega disfrazado
a la gran fiesta de la Historia.

14.

El lector opone a estos versos
versos imaginados
en función de criterios
más o menos personales
(o más o menos sociales)
que utiliza al enfrentarse a estas palabras.

Sería pretencioso acusar al lector de ser utópico
si no le gustan estos versos,
aunque es cierto que si nadie tuviera ideales
todos los versos serían igualmente buenos o malos
o serían simplemente versos.

La utilidad se sufre sin deseos ni ideas
a través de deseos y de ideas
que siempre nos convienen.

15.

Ayer soñé con este manifiesto.
Pero los manifiestos
carecen de interés.

 

 

II. ENCADENADO POR UN TIEMPO

1. Dije arriba la fama o les quito la vida.
2. Estas palabras buscan ponerle fin a su eco.
3. La noche tiene inicio al despertar el día.
4. Un diluvio inocente es culpable de todo.
5. El diálogo no guarda silencio.
6. Para mil condenados, un túnel de agua oscura.
7. No haré nada de nada aunque me canse.
8. Si retrocedo, más verde es la noche.
9. ¡Que el rey tome las armas de su pueblo!
10. No puedo imaginarme imaginar dos versos.
11. Hay enfermos que viven prolongando su mal.
12. Esta voz coagula solo al golpe inminente.
13. El tiene a dios metido en la cabeza.
14. No tengo nada claro que decir.
15. El humo con el sol hace una luz que huele.
16. Mr. Ed es caballo pero un rey es un rey.
17. El cine es una forma de gobierno.
18. Me preguntan si dios no es más que un hombre.
19. La palabra temor me hace temblar.
20. Aprendí que nací para saberme muerto.
21. (Doctor dixit: "Convalescentiam habet").

 

 

III. SUBSTITUTO

Tantos recuerdos pasan por la mente
Mientras que yo descarto otras palabras
Con tal de ser legible hasta en la mente
De algún lector perdido en las palabras.

Estamos ambos solos en la mente
Aislados entre muros de palabras
Que ante los ojos se alzan o en la mente
Como candados hechos de palabras.

Pero no hay paso justo entre los muros
Y si abres un extremo en la mañana
Aún al otro extremo yo te espero.

Entonces nos volvemos a los muros
Imaginando encuentros sin mañana
Mientras el hambre aumenta el desespero.

 

 


IV. RONDA DEL RÍO

Yo solo sé que reanudas todo.

Ya sea en la armonía de tu espera,
o bien en el desgarro
de un cierto territorio maternal
cuyo lenguaje mientras muero olvido,
el error se complace en repetir
todo en sus propios términos.

Por eso me imagino que nombrarse
consiste en parte en ver nada de sí
en un alrededor veloz e informe.
Mis ojos siempre son
los sordos traductores
de mi propia ceguera.
Solo si me disgrego entre las cosas
y logro recordarlas sin desearlo
me volveré hacia ti.

 

 


V
. INCISO CONTRA ROBERTO JUARROZ

Señor Juarroz, usted
articuló palabras,
y les prestó su oído
de ángel lógico, y supo
ser consecuente y grave
como una piedra enorme
que cae hacia lo opaco, o
como una conclusión.

Usted, probablemente,
elaboró la altura
de su propia caída
pero su cuerpo nunca
lo acompañó en el salto
que sus poemas daban
una y otra vez hacia
su inaplicable historia.

La verticalidad
abstracta del lenguaje
que usted invoca nunca
saltó contra la muerte.
Nunca su cuerpo estuvo
cayendo en el poema
en el que usted dictó
que "alguien está muriendo".

No soy ningún experto.
Sólo leí tres libros
suyos en Visor Poesía.
Pero el derecho al odio
existe y yo rechazo
su imagen ejemplar,
y su verbo huesudo,
y el abismo retórico
al que empujaba a todos
sus poemas.

 


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brascaas@yahoo.es

 

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Rafael Brías Cañas: Junta Posturas.
(Poesía)