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La ironía en la poesía chilena actual

Una revisión a la obra de Parra-Lihn-Lira-Bertoni

Por Roberto Contreras
www.lanzallamas.com

1. Definición de ironía. La ironía se define como una forma de “simulación”. Reemplaza con fundamentos una realidad por otra. Es decir, la ironía dice lo contrario de lo que se dice, expresa lo contrario de lo que se piensa, pero deja entender un pensamiento.

2. Ironía clásica. Viene del griego y significa “disimular” y especialmente “disimular que se ignora algo”. La ironía ficcionaliza un hecho, creencia o supuesto.

Sócrates, según Platón, rehusaba contestar una pregunta ironizando con cualquier cosa, para no contestar una pregunta por simple que ésta fuera. Sócrates empleaba el método del fingimiento para hacer creer que no sabía lo bastante, para que frente a ese desconocimiento o “vacío” el contrincante manifestara su opinión. Luego, a partir de sus argumentos, destruía su opinión, al conseguir que su interlocutor (o discípulo) se diera cuenta de su propia ignorancia.

Ironizar entonces para develar un estado de precariedad.

La ironía opera en los momentos de crisis. Une subjetividad y objetividad, tensionando el Concepto con la Realidad. Sirve para develar, dice Santo Tomás, pero no como algo justificado para llegar a una verdad, sino que para eludir la propia responsabilidad del ejercicio, creando una especie de falso menosprecio propio. Su tarea es indeseable, aunque en apariencia resulte graciosa; entraña la crudeza de lo rudimentario, trabaja con los residuos del habla.

3. Ironía romántica. Para los románticos, Friedrich Schlegel o K. F. Solger, la tensión de verdad y supuesto se vuelve un juego. “La ironía juega con todo y no se entrega definitivamente a nada”. Para Solger, la ironía expresa la tensión entre la belleza como revelación de Dios y la belleza como negación sensible de la divinidad. Aquí se presenta una nueva dicotomía, al ver la ironía como una forma de no tomar nada en serio o tomarlo todo en serio. En ambos casos el tema es el difícil, la materia se conoce, y es la forma la que acierta o equivoca en su entrada. En ese sentido se vuelve absurda.

4. Ironía y humor. Soren Kierkegaard recoge lo dicho por Sócrates y los románticos, desde una visión estética –siguiendo en el lenguaje creativo– al plantear que la ironía se opone al humor, en la medida de que ella se abriría a la duda, aceptando esa duda como una posibilidad. En cambio el humor apunta a algo verdadero y comprobable.

5. Ironía y comedia. Aristóteles señala en su “Poética” que la comedia es el arte de la “imitación de la gente más vulgar, pero no ciertamente de cualquier defecto, sino sólo de lo que es risible en cuanto es parte de lo feo (…) El retrato de los peores, sí, pero no de todos los aspectos del vicio, sino sólo para alguna tacha vergonzosa que sea risible, en la medida que apunta a los defectos, sin daño ni perjuicio; así como la máscara cómica es algo distorsionado y feo”.

La comedia es una burla intencionada de los personajes burdos de la sociedad, caricaturizados hasta la transformación de su naturaleza, pero aún reconocibles, para que sea aleccionante, moralizante, como fue en un principio. Es la mutación del discurso trágico, en la medida que no refiere a las tribulaciones o el destino de los personajes nobles, sobrenaturales o semidioses, si no que se ocupa de la vida social de los grupos dominantes, la clase política, los sacerdotes. Los tipos humanos que detentan el Poder.

Para Cicerón la comedia fue “la imitación de la vida, espejo de las costumbres e imagen de la verdad”. Para Molière tuvo la función de “entrar directamente en los aspectos ridículos de la humanidad y representar agradablemente en el escenario los defectos de la gente”.

En todos los casos siempre busca concitar la risa. La risa como producto de lo cómico, que es una cierta forma de “insensibilidad”. El hombre es un animal que ríe. O, como dice la sentencia latina: Risus abundat in ore stultorum (La risa abunda en la boca de los tontos).

Vista así, siempre la risa cruza la frontera del intelecto. Hace una reflexión cruda y desprejuiciada, aun cuando no todos rían de lo mismo. La ironía es una categoría de la inteligencia, lo mismo que el escepticismo y la contemplación.

Muchos autores establecen una comparación entre la tragedia y la comedia. En la medida que el hombre en un drama clásico tiende a “ser como es”, en cambio en la comedia, es representado “como debería ser”. La comedia desenmascara al hombre en su farsa (aparentar lo que no es). Decimos así que la comedia es realista y requiere, por lo mismo, mayor complejidad. Es considerada una cuestión filosófica profunda, al develar la miseria humana, conviviendo con ella y aprendiendo a reírse de ella.

6. Ironía y situación en el mundo. La ironía como recurso literario se sitúa desde diversas formas, y de acuerdo al “argumento” diría Aristóteles de cada obra. Podemos encontrar dos funciones o propósitos de la ironía. La primera, reaccionar ante un mundo que es innoble, que merece su difamación y menosprecio. Por tanto debe ser ridiculizado. Y para ir acercándonos al tema, esto se daría en la instalación de la antipoesía de Nicanor Parra. Y en segundo orden, una ironía que surge para descontextualizar el entorno, considerando que el mundo no merece la seriedad que algunos ponen en él. Estamos hablando de la procacidad en la poesía de Claudio Bertoni. Entre ambos autores debemos ubicar a Enrique Lihn y a Rodrigo Lira. Para allá vamos.

ANÁLISIS DE LOS AUTORES

Parra:
Pregunta e interroga sobre el canon. La antipoesía vino a desacralizar el lenguaje poético mayor (Huidobro, Neruda, De Rokha), el lenguaje embellecido y considerado como puro, para convertir la poesía en material de uso cotidiano, reconociendo su desgaste, su carácter residual. Utilizando, según él, el lenguaje de la tribu.

Parra se convierte en un desestabilizador, en un impertinente, el insolente permitido, el que cuestiona y provoca con su humor negro. Es el gran bufón. Y nos permite reír en su trinchera, en su coto de caza, en su círculo de llamas al que accede quien acepta esa condición mordaz, que es la condición de su poesía.

Parra ordeña la vaca y le lanza la leche en la cara.

Lihn:
Es el escéptico, es el clown fatalista; muestra el fracaso del chiste, porque lo cuenta como una historia lineal. Es el ácido, el amargo, el cretino. No se esfuerza por hacerlo mejor. Enrostra con su duda en el oficio, la imposibilidad de que la poesía siga teniendo sentido. Muestra el frágil andamio del material poético. Las costuras del tejido deshilachado y pobre de la escritura.
Lihn dice que quemará la carpa: lo hace, y nos invita a contemplar su circo en llamas.

Lira:
Es el payaso triste. Nos cuenta su historia para que lloremos. Es la encarnación del actor del Teatro del Absurdo. Desmonta el artificio y la magia, representándose a sí mismo. Es la provocación en su máxima expresión. Muestra las muecas histriónicas no como un ejercicio de la comedia, sino que como un tic, los gestos personales y propios del que no puede salirse de su papel. Se quita el disfraz y queda con la cara pintada. Opera a lo bonzo, se inmola sin buscarlo.

Lira visto como una bomba molotov que arde cuando se quiebra y nos deja esa imagen reventada, sus restos, en la calle. Uno teme acercarse por temor a los cortes.

Bertoni:
Junto a Gonzalo Millán digamos que es un poeta en estado crítico. Es 100 % poeta. “En estos tiempos jugársela por ser un poeta que escribe de lo que vive no es tan frecuente”, dice Millán en su diario de muerte, Veneno de escorpión azul. Es conocida la historia de los cientos de cuadernos y cassettes en los que Bertoni viene escribiendo o grabando hace más de 30 años su proyecto poético. Ni hablar de casi su decena de libros. Bertoni busca superar, a su modo, la tensión del mundo moderno con la contemplación milenaria del oficio. Un niño envejecido, un viejo inmaduro, capaz de tirarnos a la cara sus flaquezas, miserias y villanías, porque sabe que también son las nuestras. Encarna la precariedad en la escritura, porque no existe en su poesía –aparentemente– el límite entre la vida y la obra.

Bertoni toma las gafas de la tragedia como los lentes de la comedia. Es un tirafuegos, lo mismo que el limpia-parabrisas de cualquier esquina, que amenaza incendiarnos el auto si no le damos una monedita.

 

* Charla en taller de poesía de Pablo Paredes, Centro Cultural Balmaceda 1215, viernes
17 de agosto de 2007.

 

 

 

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