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Cuerpos trasv(b)esados o anatomía de un libro de Sergio Loo

Por Rocío Cerón

Podría decir que es un libro magnífico, podría hablar de sus virtudes formales, su buen manejo de las formas, los usos y no abusos de la materia poética: el lenguaje. Pero me niego. Me hago entender: no es posible hablar de este libro sino desde la dermis, desde la experiencia orgánica que deja la lectura de una experiencia, autobiográfica o ficcionada (que más da), que se vuelve lenguaje líquido. Palabra que se mete por los poros. Sus brazos labios en mi boca rodando es una suerte de road movie por el cuerpo propio y del otro: gestos, guiños, toqueteos bajo la luz de los estrobos, decadencia e imágenes terribles, y por ello bellas, que revientan ante el lector: “De sus negras fosas nasales rojas raíces escurriendo/ enredándosele/ enraizándosele en el cuello estrujándole el aire rojo a/ Luis/ Pollock inédito derramándose en el pasillo” o “Abrir sus costillas/ hallar ahí la flor de la jamaica desdoblándose entre la oscuridad/ y beberla”).

Un trance entre el arrobamiento y el desencanto, entre la euforia del enamoramiento, de la taquicardia, el shot de adrenalina y el estallido de la muerte. Puro cuerpo, deseo sin más y llegada / desenlace / partitura trunca / hacia la muerte. Porque no hay tragedia plena (perfecta) sin una muerte, sea esta metafórica o carnal. Pero en Sus brazos labios en mi boca rodando se viven ambas: la del otro, el querido amante ocasional y la del que enuncia: se le muere la imagen mítica del objeto deseado. Esa doble muerte, ese saberse también el otro, el segundo amado, ese juego donde se son varios (porque uno les da voz), arroja sobre el poema un ritmo coreográfico. La voz de ese segundo otro en el oído, la voz que licua el oído, su presencia apuntala deseo y caída: “De un solo golpe Jesús sembró sus cuervos dientes/ negros en mi oído/ Me lo dijo/ Petardo telefónico su lengua inalámbrica me lo dijo de un solo golpe/ tu cadáver me sembró/ Danzando en el momento de la noticia/ en el tímpano Jesús me sembró/ fallecido un nombre por mí nunca antes dicho viene/ trae su propia ofrenda”. Todo el trazado del poemario es una historia de distintas posiciones y ambientes, como un espeso sueño de opio donde la memoria regresa en escenas alucinantes de colores imantadamente ácidos.

Algo se trasvasa, se trasbesa, se trastoca; los poemas estás sujetos por un silabeo, por una sensación fragmentaria donde las palabras mantienen un magnetismo que las arroja unas sobre otras, las enuncia y las pone a luchar por su sitio, su colocación ante la página sensitiva. Me explico, el autor ha encontrado que la única forma de participarnos (participarse) de la experiencia amorosa es a través de lo instantáneo, golpes (brotes) donde las palabras sitúan el momento del entre. Entre que crean dos cuerpos, realidades próximas que encuentran por instantes ser una realidad única, compuesta por dos partes: “Me muerdes me debajo de las sábanas me tus mis manos desabotonan me en el sueño me enredas mis piernas se deshebran y no sé si son tuyos los labios labios que vuelven que bajan que a mi pecho a mi ombligo a mi engullen me quiebran me vierten me” o en este otro poema “Y si no me apuro a de ti tragar hasta/ y si no hasta me apuro de ti los dientes tragar y/ si no me apuro a masticarlos y si no me a digerirlos y/ defecarlos si no el recuerdo llegará canícula si no me/ apuro será la canícula más horizontal será/ si no me apuro firme mordida por mí vendrá”. Y ese otro del deseo, de ser el objeto de deseo y agonía, pasa a ser una entidad mítica, una entidad a la que la muerte le otorga un halo de santidad, un halo de cosa desvanecida y por ello aún más magnética, irresistible para el poeta.

Estamos ante un libro que seduce, seduce por sus imágenes, por su violencia contenida, por su íntimo sentido del humor, por su cercanía a la profunda debilidad de aquellos que saben que un bocado de piel, una lengua adherida a la axila, lamiendo (viviendo) es lo más cercano al paraíso. No un paraíso ontológico sino uno que está hecho de calle, de sudor, de hoteles de paso y citas que no llevan a relaciones de largo término. Estamos ante poemas de instantes. Vida de instantes. Y esa es la virtud y la frescura de los poemas de Sus brazos labios en mi boca rodando.

 

 

 

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