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"Morir en La Paz" de Bartolomé Leal

Intriga y narcotráfico en La Paz


Por Ramón Díaz Eterovic
Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 28 de marzo de 2004

"Morir en La Paz" es una novela negra escrita por un chileno y ambientada en la Bolivia actual. Su protagonista, Isidoro Melgarejo Daza, es impresor, financista de panfletos y a veces detective, cuando algún desesperado lo requiere.

Es un hecho indiscutible que en los últimos diez o quince años la narrativa policial se ha insertado con vigor en la literatura chilena, conquistando nuevos adeptos entre los lectores y la crítica especializada. Lejanos están los días en que era un género cultivado esporádicamente por algunos escritores chilenos y en más de medio siglo sólo era posible reconocer un puñado de obras de Alberto Edwards, Camilo Pérez de Arce, L.A. Isla, Luis Enrique Délano y Rene Vergará, que con justicia son considerados los pioneros criollos de este género que tantos seguidores tiene en todo el mundo. Hoy en día resulta más fácil confeccionar un generoso listado de autores que han centrado sus ficciones en situaciones crimiriales. Roberto Bolaño, Sergio Gómez, Luis Sepúlveda, Roberto Ampuero, José Román, Carlos Tromben, Diego Muñoz Valenzuela, Pedro Guillermo Jara, Dauno Tótoro, Poli Délano, Claudio Jaque, Hernán Poblete Varas, Guillermo Chávez, Marcela Serrano, Antonio Rojas Gómez, entre otros, han abordado el género policial con sus particulares miradas y aciertos. En este listado confeccionado a vuelo de pluma y que cada lector podrá ampliar a su gusto, también debe estar Bartolomé Leal y su novela Morir en La Paz, recientemente publicada en España luego que resultara finalista en el Premio de Novela Policial de la Editorial Umbriel, compartiendo honores con obras de autores de larga trayectoria en el ámbito de la narrativa policial iberoamericana, como el español Julián Ibáñez y el argentino Rolo Díez.


El autor

Bartolomé Leal —narrador, crítico de cine, director de revistas y viajero infatigable— es un autor que enmascarado en seudónimos o a pecho descubierto, se ha destacado como una de las plumas más constantes en el desarrollo del género policial en Chile.Sus primeras novelas fueron publicadas con el seudónimo de Mauro Yberra y están escritas en conjunto con el escritor Eugenio Díaz Leighton, en lo que constituye uno de los escasos antecedentes de escritura a cuatro manos que se registran en la literatura chilena. Situación que sin embargo no es tan atípica en la narrativa policiaca universal donde, entre muchos otros ejemplos, encontramos los nombres de H. Bustos Domec (Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares), Patrick Quentin (Richard Webb y Hugh Wheeler), Ellery Queen (Frederic Dannay y Manfred B. Lee) y los suecos Maj Sjowal y Per Wahlöö, creadores del célebre inspector Martín Beck.

Mauro Yberra (Leal y Díaz) ha escrito La que murió en Papudo, Mataron al don Juan de Cachagua y Ahumada Blues, el caso de Cynthia Muraña. Novelas protagonizadas por los singulares y algo estrafalario hermanos Juan y Jorge Menie, que junto con presentar intrigas atractivas tienen el mérito de recrear con especial acierto distintos aspectos de la sociedad chilena de los años setenta. Tres novelas autoeditadas en los años 1993,1999 y 2002, tal vez difíciles de encontrar, pero recomendables para quienes desean profundizar en el conocimiento del género policial en nuestro país.


Policial étnica

El año 1994, bajo el sello de Ediciones Linterna Mágica, Bartolomé Leal publicó su novela Linchamiento de negro, en la que presentaba una historia ambientada en Kenya. Sus protagonistas son Tim Tutts, jefe de una agencia de detectives privados y sus colaboradores, una pandilla de singulares personajes, que aportan humor, fuerza y raciocinio a las investigaciones. Esta novela, que mereció entusiastas comentarios, situó la obra de Leal en lo que algunos críticos llaman la "corriente étnica" de la novela policial, uno de cuyos principales exponentes es el autor estadounidense Tony Hillerman y su afamada saga del detective navajo Jim Chee. Dicho en las palabras del propio Bartolomé Leal: "La novela policial étnica o etnológica se trata de un tipo de narración donde los tópicos de las etnias, las razas, las culturas primitivas, la brujería, los conflictos colonialistas y tópicos similares, aparecen en el corazón mismo de la obra. Argumentos, tramas, personajes y locaciones responden a un deseo de testimoniar sobre los conflictos mayores, explícitos o escondidos, que existen en muchas sociedades marcadas por la diversidad racial, cultural y religiosa".

La cita anterior de Bartolomé Leal es importante de tener en cuenta para abordar su novela Morir en La Paz, porque aunque los personajes y el entorno geográfico y cultural cambien de Kenya a Bolivia, la intriga policial abordada por Leal responde a las mismas claves que desplegara en su novela Linchamiento de negro. Tras una intriga policial está la intención de mostrar la cultura y particularidades de un pueblo, sus colores locales y sensibilidades. Morir en La Paz es protagonizada por Isidoro Melgarejo Daza, un detective privado ocasional que carga con los apellidos de dos gobernantes bolivianos y que la mayor parte de su tiempo la ocupa en trabajar de imprentero y editor. Melgarejo Daza tiene 40 años, es soltero y es capaz de hacer cualquier cosa por cumplir con la palabra empeñada. Tiene un pasado d policía y no vacila en declarar que su forma de actuar en elcampo detectivesco se apoya más en la observación de la naturaleza humana que en "descubrimiento de huellas, seguimiento de pistas y otras faramallas".

La intriga de Morir en La Paz es simple y vertiginosa. Toño Machicao, ex compañero de Melgarejo en un colegio salesiano, desea que el detective le ayude a descubrir a los asesinos de su padre, un empresario hotelero que ha sido asesinado por narcotraficantes. De mala gana, pero incapaz de oponerse al deseo de su amigo, Melgarejo se traslada a la región rural de Yungas. El trabajo no es fácil para el detective privado, porque tras la bucólica apariencia del paisaje y el ritmo cansino de los lugareños se teje la espesa y poderosa red de los narcotraficantes que no ven con buenos ojos la llegada de los dos intrusos. A poco andar, Melgarejo ve morir a su amigo y se ve envuelto en una violenta trama que lo obliga a enfrentarse con los narcotraficantes locales y dos asesinos a sueldo provenientes desde los Estados Unidos. Persecuciones, balaceras, huidas en medio de la selva y coincidencias fortuitas se suceden unas tras otras, al mismo tiempo que el narrador va presentando la historia desde la perspectiva de Melgarejo Daza y de los sicarios que desean evitar que el detective tenga éxito en sus diversas investigaciones.

Destacan en la novela las descripciones de poblados rurales, de ritos, giros idiomáticos y costumbres que acercan al lector a la cultura popular boliviana. De todo eso. Leal hace un rico y variado despliegue de conocimientos y se muestra como un observador atento, capaz de describir con colorido. Un ritmo narrativo intenso y atractivos personajes secundarios hacen de esta novela, más cercana al thriller que al relato policial tradicional, un texto que se lee con interés desde la presentación de su protagonista y hasta su desenlace en un bar de La Paz, en medio de una fiesta popular —la procesión del Cristo del Gran Poder— donde Melgarejo logra encontrar la verdad que pone fin a su tortuosa pesquisa y le permite dar un nuevo sentido a su vida.

Morir en La Paz es la nueva entrega de un autor que desde hace tiempo está haciendo un aporte sustancial a la expresión de la narrativa policiaca chilena y que gracias al interés de la editorial española Umbriel ha comenzado a ser leído más allá de nuestras fronteras.

 

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Una lección mal aprendida

(Por M.A. Coloma)
El Periodista, Año 3 Nº 59, jueves 8 de Abril de 2004.

La novela negra gana terreno. La buena y la mala. Hace rato que aquello que se conoce como neopolicial latinoamericano se ha transformado en un mini boom, un fenómeno editorial que gana cultores y lectores. Se organizan antologías, seminarios, debates y surgen premios dedicados el género. A estas alturas uno puede afirmar con soltura que no hay país en este continente que no pueda exhibir dos o tres escritores vinculados al fenómeno. Chile no es la excepción: las novelas de Ramón Díaz Eterovic y Roberto Ampuero -por poner sólo dos nombres que han cultivado el género con particular tenacidad- circulan profusamente no sólo en el ámbito local, sino también en el extranjero.

La editorial española Umbriel captó, digamos, la demanda, y junto a la organización de la Semana Negra de Gijón convocaron a un premio de novela negra. La primera versión se dirimió el año pasado, y el premio dotado de unos once millones de pesos chilenos lo ganó Rolo Diez, mitad argentino mitad mexicano, y escritor de culto en Francia. Su novela premiada, "Papel picado", la comentamos en esta misma página hace algunas semanas.

En el mismo certamen resultó finalista la novela "Morir en La Paz" del chileno Bartolomé Leal. Umbriel -animada seguramente por un optimismo exagerado por todo lo que oliera a novela negra- decidió también publicarla. Así, Bartolomé Leal, un escritor prácticamente desconocido en la escena local, firmó contrato con la editorial española y su novela arribó importada a las librerías locales. Y aunque su nombre no suene demasiado, Leal no es un allegado de última hora, al menos en lo que a novela negra se refiere. En 1994 publicó "Linchamiento de negro", una narración ambientada en Kenya, y más tarde hizo dupla con Eugenio Díaz, y bajo el seudónimo de Mauro Yberra publicaron tres policiales criollos.

Si hay algo que caracteriza al neopolicial latinoamericano es su predilección por sacar las historias del cuarto cerrado en donde se desarrolló buena parte de la más clásica y cerebral de las corrientes del género. La versión latinoamericana hace de la novela negra una crónica social, un retrato del paisaje y, si quiere, una denuncia en clave de ficción de nuestros vicios. "Morir en La Paz" funciona de ese modo, pero instala una lógica narrativa que avanza por situaciones tan hiperbólicas y fuera de lugar que hace del absurdo una constante.

El detective Isidoro Melgarejo Daza -un personaje atractivo, un ferviente católico cuyo oficio conocido es el de imprentero- asume sin muchas ganas la misión de investigar la muerte del padre de un amigo, un viejo empresario hotelero ejecutado por unos narcotraficantes. El lugar de la misión es la zona cocalera conocida como Yungas, lo que permite a Leal dar cuenta de cuánto conoce el paisaje boliviano. Las primeras 50 páginas son lo mejor de la novela. En ellas, el autor se dedica a instalar el conflicto y a dibujar a los personajes a partir de descripciones aunque extensas bien escritas. El problema surge cuando tiene que comenzar a desenrollar la madeja del crimen, entonces aparece una secuencia de situaciones absurdas (un par de sicarios norteamericanos vestidos de cowboys, una boa tragándose un todoterreno) o motivadas por casualidades increíbles. Efecto de tanta imaginación puesta fuera de lugar es que la novela pierde coherencia y el lector termina por no tragarse el cuento.

Uno no puede dejar de recordar que, con evidente vocación de pedagogo, el mismísimo Raymond Chandler advirtió en 1949 que la novela negra debe "mostrar los actos verosímiles de personajes verosímiles en una situación verosímil". Parece claro que Bartolomé Leal no aprendió la lección del maestro; y es que el problema de su novela es justamente ese: la pérdida total de verosimilitud.

Bartolomé Leal
Morir en La Paz
Umbriel, 245 págs.

 

 


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"Morir en La Paz" de Bartolomé Leal: Intriga y narcotráfico en La Paz.
Por Ramón Díaz Eterovic.
Fuente: Artes y Letras de El Mercurio,
Domingo 28 de marzo de 2004.