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“HEREDIA NO VA A MORIR”
- Entrevista a Ramón Díaz Eterovic -

por Carlos Almonte
(Publicada en Revista “Descontexto” nº 5, Santiago de Chile, mayo 2004)

 

 

-¿Cómo nace tu interés por el género policial?
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En primer lugar hay una curiosidad lectora, en la época de mi adolescencia provinciana, que me llevó a conocer algunos textos de Poe, Conan Doyle, Ellery Queen, Dorothy Sayers, hasta llegar a otros autores que me interesaron más, como Chandler, Ross MacDonald, Simenon. Lecturas orientadas por el azar -combinadas con acercamientos a la poesía y a un sinfín de novelas no policíacas- en las que fui conociendo las potencialidades del género, la rigurosidad de su estructura, el magnetismo de sus tramas y protagonistas.

Después vino el abordaje del género como escritor, y más que un asunto largamente meditado, tengo la impresión de que en algún momento apareció Heredia a mi lado y comenzó a hablarme de su vida y aventuras. Así nace “La ciudad está triste”, escrita en 1985, en una semana; y publicada en 1987 después de varias revisiones de la versión original y de muchos fracasos por encontrar un editor interesado en publicar una novela policial, que además era un texto contestatario a la dictadura que se vivía. La buena acogida que tuvo esta novela entre sus pocos lectores me motivo a escribir “Nunca enamores a un forastero” y de ahí no he parado hasta terminar, recientemente, la décima novela de Heredia: “A la sombra del dinero”. Siento por lo tanto -a la manera de Paul Auster- que Heredia, más que un alter ego, es una especie de “hermano interior” con el que de tarde en tarde dialogo sobre las cosas que nos pasan.

Por otra parte, también diría que mi afición al género policial nace por el deseo de testimoniar ciertas situaciones delictivas y marginales existentes en Chile, a través del discurso de un antihéroe descreído, pero con los cojones suficientes como para mirar la realidad sin concesiones. En algún momento -en 1984 ó 1985- pensé que mis inquietudes temáticas eran abordables desde la novela policial, en su vertiente de novela negra, donde encontré los códigos para explorar la relación crimen-política-violencia, tan habitual en los países latinoamericanos. Quería abordar una literatura con acento realista, a través de un género muy marginal en Chile, y desde ahí proyectar mis historias y obsesiones. Cuando publiqué “La ciudad está triste” no era mucho lo que se hablaba en Chile de “novela negra”, y por lo tanto gran parte de mi trabajo literario lo he tenido que hacer luchando contra los prejuicios e ignorancias del medio. Prejuicios hacia la novela policial, y en su momento, prejuicios en contra de los textos con contenidos políticos, textos de resistencia.

-¿Por qué la profesión de investigador es, necesaria y recurrentemente, tan solitaria “como el oficio de las putas y los escritores”?
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La profesión del investigador (en la literatura), como la del escritor, es necesaria porque apunta a reconocer las cicatrices más ocultas en el corazón de la sociedad. Generalmente, como los escritores, los detectives de ficción son seres solos, hasta cierto punto desarraigados, inconformistas, que viven en la marginalidad y desde ella observan pasar la vida. La soledad es tal vez la condición que lo hace más sensible a los problemas de quienes recurren a su ayuda. Los detectives, como las putas y los escritores, son exploradores del alma, de la desolación que muchas veces rodea a las personas.

-El género policial está hecho sobre la base de claves recurrentes, estructuras y personajes tipo, frases hechas, clichés, etc. En este sentido Heredia no hace más que seguir la tradición, adaptándose “latinoamericanamente” al género. ¿Consideras una limitante el hecho de que el relato policial se arme siempre de la misma forma? ¿En dónde radica la mayor creatividad del género?
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El género policial es tan limitante como lo puede ser cualquier otro género literario; y escribir una novela policial es tanto o más difícil que escribir una novela común y corriente. Lo importante en la narrativa policial que se hace en Latinoamérica -sobre todo en las últimas dos o tres décadas- es que es asumida por un grupo de escritores interesados en dar al género estatura y trascendencia literaria. Escritores que asumen el género sin prejuicios ni lo consideran algo menor; que siguen sus claves, las parodian, o las discuten (al modo de Piglia, o Bolaño) pero que se acercan a él con respeto y amor. La creatividad de este esfuerzo está en la recodificación del género para hacerlo apropiado a la realidad de los países latinoamericanos que se busca reflejar.

La narrativa policial latinoamericana -a partir de los clichés o códigos tradicionales del género- ha aportado una mirada aguda, crítica, que le ha permitido convertirse en una narrativa de corte social, vinculada a la criminalidad del Estado o los poderosos, al crecimiento de las grandes urbes latinoamericanas y al desamparo en que dentro de ellas se mueve el hombre común y corriente.

En lo personal, creo que mi aporte ha estado en hacer de mis novelas una suerte de crónica del Chile de los últimos años. Haber creado un personaje que tiene una matriz en el género policial y en la novela social chilena (Manuel Rojas, Nicomedes Guzmán, Gonzalo Drago, Diego Muñoz, Francisco Coloane), pero que también tiene una personalidad propia que lo hace atractivo y con el cual muchos lectores pueden identificarse. Y al fin de cuenta, lo que va quedando en la literatura son los personajes y las buenas historias.

- En “Nadie sabe más que los muertos”, Heredia le dice con pudor su nombre a Fernanda, pero ambos concuerdan en usar sólo “Heredia”. Derechamente, ¿cuál es el nombre de pila de Heredia?
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La verdad es que no lo sé. He pensado que tiene un nombre algo ridículo o poco común, pero nunca he llegado a dar con uno preciso. Heredia a secas me parece bien, y me gusta jugar con la imaginación del lector para que piensen en su nombre de pila. Heredia es un nombre con personalidad y además, el uso de ese único nombre remarca de alguna manera su soledad, y recoge algo que es muy típico entre los chilenos (sobre todo en los liceos y oficinas) de llamarse sólo por los apellidos.

- Heredia se caracteriza por tener amoríos pasajeros, mujeres que van y vienen, etc. En este mismo sentido, ¿es una relación duradera, el matrimonio por ejemplo, opuesto por esencia a la profesión de detective? ¿En qué sentido la soledad alimenta y en cuál destruye a Heredia?
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Supongo que un Heredia casado y con hijos no tendría la misma libertad para desplazarse por la ciudad e investigar sus casos. La soledad de Heredia nace de su apego a esa libertad, y a la posibilidad de ir tomando lo que la vida le ofrece, sin grandes compromisos domésticos ni cotidianos, sin grandes necesidades materiales, y sin otra cortapisa que su entusiasmo para enganchar con un caso y seguirlo a fondo. En su soledad, Heredia reafirma su compromiso con el oficio que ejerce y la verdad que busca. Y aunque suene contradictorio, la soledad de Heredia también forma parte de sus debilidades, porque llega un momento en su jornada diaria en el que sus únicas compañías son sus dudas y el gato Simenon. En esos instantes reflexiona y recarga sus energías para seguir en sus empeños.

- Alguna vez dijiste que Heredia aumentaba de edad en cada novela. ¿Esto significa que morirá algún día? ¿Tienes preparada su muerte? ¿La has visualizado alguna vez?
- No, Heredia no va a morir. En la última novela que publiqué -“El hombre que pregunta”-, Heredia, refiriéndose a Alejandro Dumas y a la muerte de sus tres mosqueteros, dice que “no hay perdón para los que dejan morir a sus héroes”, y pretendo ser fiel a esa sentencia de Heredia. Tengo escritas diez novelas con Heredia y en la cabeza me dan vueltas ideas para escribir unas cinco o seis más. He pensado escribir, más adelante, una novela en que aparezca un Heredia viejo, achacoso, investigando su último caso, y aferrado a su oficio con la misma convicción que muestra en sus primeras novelas. No sé si algún día la escriba, si sea capaz de reconocer, al igual que Heredia, que estoy quemando mis últimos cartuchos, pero la idea está.

- Hay una especie de nobleza o de fin moral en los investigadores más conocidos, y en Heredia en particular (acepta casos sin dinero, casos de justicia política, de equidad social, etc.). ¿Por qué es tan estrecha esta relación entre Heredia y la sociedad oprimida o los que sufren injusticias?
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Eso responde a la opción de vida asumida por Heredia: actuar desde la esquina en que están los jodidos del mundo, los que no tienen a nadie que los defienda, los que -como dice Jorge Teillier en unos de sus poemas- no son “santos, profetas ni poderosos”. En la medida que el motor que mueve a Heredia es la verdad, es casi de simple lógica que esté del lado de los que sufren injusticias. La novela policial es en esencia un discurso moral, ético, que tiene que ver con la verdad y la justicia para quienes son violentados en su condición humana.

- ¿Por qué el tema político, no sólo dentro del marco chileno, es tan importante en tu narrativa? (Además de la constante presencia de la dictadura chilena, hay referencias a conflictos entre ingleses y alemanes, nazis y judíos, etc.)
- Supongo que es por la historia que me ha tocado vivir. Tenía 17 años al momento del golpe militar de 1973, y tuve que vivir otros 17 años en un medio sin libertad, orientado por los atropellos de Pinochet y sus cómplices (militares y civiles convertidos en mentirosos, cobardes y asesinos). En esa situación “lo político” siempre ha estado en el centro de mis intereses, no tanto como un quehacer partidario (que hoy no me interesa mayormente, porque la política chilena, de izquierda a derecha, está llena de apernados, ambiciosos y mediocres, que están en la actividad política por obtener una cuota de poder personal, y no por luchar por un proyecto o utopía) sino como una reflexión acerca del poder en la sociedad, y de cómo el hombre se ha organizado o debería organizarse para sobrevivir como especie supuestamente racional. Sobre este tema, el año pasado, los profesores Guillermo García-Corales y Miriam Pino, publicaron un ensayo -“Poder y crimen en la narrativa chilena”-, donde analizan las novelas de Heredia. Y bueno, la relación de la realidad chilena con la de otros países es más o menos obvia. Pasa agua bajo el puente de la historia, y el hombre, de aquí o de allá, sigue cometiendo las mismas aberraciones, los mismos atentados a su libertad; sigue siendo el Caín bíblico que mata a su hermano por la razón que tenga más a mano.

- El género policial, me parece, es un género que no admite muchas exigencias de precisión. Hay ciertos vacíos que se dejan pasar en pos de una lectura coherente. Asuntos como que un moribundo con las tripas afuera alcance a hablar frases largas, o que aparezca la persona precisa en el momento preciso, etc. ¿Tienes la misma opinión? ¿Cómo procedes para lograr la coherencia?
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La novela policial exige más precisión y rigor que cualquier otro tipo de novela. Hay que preocuparse de la estructura del relato, de la coherencia de los personajes y del curso de la trama. La novela policial cuenta con muchos lectores preocupados de los detalles y que anda buscando “las caídas” del autor. Ahora bien, a mí no me interesa tanto la novela policial como un mecanismo de relojería, y en tal sentido apuesto más al interés global de la historia que cuento, al ambiente en que se desarrolla y a las características de mis personajes.

Preocuparse principalmente del enigma perjudicó en alguna etapa el desarrollo del relato policial, pero hoy en día las aguas corren por otros lados, con más preocupación por la calidad del texto y sus componentes, no sólo por el acertijo. En cuanto a la coherencia; todo texto literario, del género que sea, demanda coherencia, de otro modo se cae a pedazos.

- Es sabido que has recibido varias ofertas por llevar tu obra al cine. ¿Qué ha impedido ver las aventuras de Heredia en la pantalla grande? Si de ti dependiera, ¿qué actor –chileno y/o extranjero- debiera encarnar a Heredia?
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Han existido acercamientos para llevar al cine alguna historia de Heredia y todos han quedado en el camino por falta de dinero. Hacer cine en Chile es difícil. Afortunadamente, el último mes, un proyecto para hacer una serie televisiva de Heredia ganó el premio del Consejo Nacional de Televisión y obtuvo el financiamiento adecuado. El proyecto fue presentado por la productora Valcine. Las historias de Heredia serán dirigidas por los cineastas Ignacio Agüero y Arnaldo Valsecchi, y para interpretar a Heredia se ha pensado en Boris Quercia. Esperamos que la serie esté en pantalla durante el segundo semestre del 2004.

En cuanto a la segunda parte de la pregunta, dos actores extranjeros que harían un buen Heredia son Robert de Niro o Andy García. Y de los chilenos, me parece bien Quercia, aunque también vería bien en el personaje a Néstor Cantillana o Rodolfo Pulgar, a quienes, a parte de ser buenos actores, los veo más cerca de la imagen física que tengo de Heredia.

- ¿Cuál es, en tu opinión y si es posible hablar en estos términos, el escritor más importante del género policial? ¿Tienes algún investigador favorito?
- En asuntos literarios no me gustan las clasificaciones de “el mejor”, “el más grande”, etc. Creo que son todas injustas y arbitrarias. Como en poesía, cuento, o lo que sea, hay muchos autores que han creado personajes maravillosos y buenas historias. Y entre ellos: Chandler, Highsmith, Simenon, Jim Thompson, y un largo etcétera que me obligaría a llenar varias páginas. Y en cuanto a investigadores privados, sucede lo mismo. Entre otros muchos, me gusta el Marlowe de Chandler; Lew Archer de MacDonald, el inspector Maigret de Simenon, Tony Romano de Juan Madrid, Gordiano el Sabueso de Steven Taylor, el padre Cadfael de Ellis Peters. De los chilenos, menciono al Inspector Cortés de René Vergara, y Julien Morris de Alfonso Reyes Messa.

- ¿Podrías elegir una novela del género policial como tu favorita? ¿Cuáles son las novelas que consideras imprescindibles?
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Es imposible escoger una novela en un universo de tantas novelas notables. Mencionar una, sería dejar fuera a muchas que llenan mi gusto y son de mis afectos. Hay, desde luego, muchas que son imprescindibles para todo lector que quiera abordar el género, y al decir esto, pienso, al azar de la memoria, en obras como: “El largo adiós” de Chandler, “Carta a mi juez” de George Simenon, “Pasado negro” de Rubem Fonseca, “Triste, solitario y final” de Osvaldo Soriano, “1280 almas” de Jim Thompson, “Disparen sobre el pianista” de David Goodis, “¿Acaso no matan a los caballos?” de Horace MacCoy, “La dalia negra” de James Ellroy, “Las apariencias engañan” de Juan Madrid, “Brillo” de Elmore Leonard, “La Rosa de Alejandría” de Vásquez Montalbán, “Los milanes matan en sábado” de Georgio Scherbanenco, “El cartero llama dos veces” de J. M. Cain. En general, diría que mis autores favoritos son Simenon, Osvaldo Soriano y Chandler. De Chandler aprendí el sentido ético de la novela policial; de Soriano la posibilidad de transgredir los códigos del género para hacer literatura policíaca con acento y sabor latinoamericano; y de Simenon aprendí que la esencia de la novela policial no está en el enigma sino en crear personajes convincentes y en evocar ambientes que den color local y verosimilitud a las historias.

Y luego, imprescindibles para conocer las expresiones del género en Latinoamérica, mencionaría: “Manual de Perdedores” de Juan Sasturaín, “Luna caliente” de Mempo Giardinelli, “Perder es cuestión de método” de Santiago Gamboa, “Nombre de torero” de Luis Sepúlveda, “Sangre en la sangre” de Paco Ignacio Taibo II, “Pasado perfecto” de Leonardo Padura, “Joy” de Daniel Chavarría, “El mejor enemigo” de Fernando López, “Variaciones en rojo” de Walsh, y los cuentos de Borges y Bioy Casares, y los de algunos autores chilenos, como Alberto Edwards, René Vergara, Alfonso Reyes Messa, L.A. Isla.

- Por último, ¿hasta qué punto un escritor policial es un investigador frustrado?
- No creo que el escritor sea un investigador frustrado, al menos no en mi caso, que nunca he tenido aspiraciones policíacas más allá del papel. Sí creo que todo escritor es un investigador, en el sentido de que, al crear sus ficciones realiza algo así como una doble investigación: en primer lugar hacía el interior de sí mismo para descubrir las ideas, sentimientos y obsesiones que desea expresar; y luego, en segundo lugar, para ir construyendo su historia, por cuanto, al menos en mi caso, no comienzo una novela con su desarrollo totalmente definido, sino que voy descubriendo sus claves o pistas al correr de las palabras. Escribir e investigar un crimen se parecen en que se parte de un hilo suelto y no se sabe con absoluta certeza a dónde se va a llegar.

 

 

 

 

 

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"Heredia no va a morir".
Entrevista a Ramón Díaz Eterovic.
Por Carlos Almonte.
Fuente: Revista "Descontexto" N°5, Santiago de Chile
mayo de 2004.