En la historia de la literatura universal, no es casualidad que sus vates y
bardos, canten a su tierra, a su origen, a sus ciudades, como el natural
sentimiento de pertenencia, de identidad y de búsqueda en la historia, en las
raíces culturales, antropológicas y en los acontecimientos que constituyen
parte de la memoria de una comunidad, región o zona. El sentido provenzal,
los cantores de provincia, los poetas que homenajean con sus creaciones
líricas a su tierra, está en el inconsciente colectivo de épocas inmemoriales y
se hace carne, sobre todo en los pueblos y naciones jóvenes, donde ese
origen es parte de un devenir histórico no ajeno a las proezas y epopeyas
propias de las naciones que se conforman gracias a una serie de elementos
bélicos, conquistas, guerras y luchas de independencia, como
consolidaciones de su Estado-Nación de donde surgen los héroes y los
personajes dignos de recordar y ensalzar mediante el canto, la poesía y el
inmarcesible relato de la historia patria. No por casualidad lo que se admite
como el primer libro poético de Chile, “La Araucana”, escrito por un soldado
español, es un potente y nítido poema épico, en donde la grandeza del
pueblo mapuche, junto a la guerra de conquista queda plasmado de una
forma casi mitológica que hasta el día de hoy marca a un pueblo y a una
historia colectiva, asumida como parte de nuestro ethos cultural.
En “Romances de San José de Buenavista de Curicó” haciendo las
diferencias y salvedades, ese espíritu y sentido subyace en esta obra, que
desde un prisma claramente hispanista, con el sentido de los fundadores de
la ciudad de Curicó, se plasma una visión ilustre, señorial, prohijada en el
proceso de conquista y colonia, donde en el claro devenir de la historia, el
proceso de independencia se grafica en su dimensión épica y epopeyica,
dando sentido al devenir de una ciudad marcada por el heroísmo de todos
sus procesos fundacionales y evolutivos, donde cada suceso determinante y
notorio se plasma en verso y relato poético, dando un sentido lírico a nuestro
joven historial. Por cierto que no es casual ni accidental el título elegido para
este poemario, el de “Romance” ésta que es una acepción de origen
románica, del término “románice”, castellanizada después en la
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conformación de las distintas lenguas de origen latino y que en su acepción
actual hace referencia a las obras poéticas de carácter épico, en su momento
denominado como epicolírica, que como estilo se desarrolló ampliamente en
la Europa feudal, y que mantiene un carácter estético-social-histórico
vinculada a las clases dirigentes, elitarias, siendo los cantares de gesta o
romances de gesta una suerte de:
“Era poesía aristocrática, señorial, escrita originariamente para un público
de hidalgos, cantada en el palacio, en el castillo, en la casa solariega,, en
medio de las mesnadas que marchan al combate; era la poesía de la casta
militar, heredera de las tradiciones de los visigodos”.
En este sentido “Romances de San José de Buenavista de Curicó” se
construye como un texto, en cuyo relato se parte de la historia de la ciudad,
primigeniamente llamada como “San José de Buenavista” en clara oposición
y superposición en un claro intento de aculturización, por encima del nombre
primigenio de estas tierras, conocidas como Curicó, de allí lo curioso que el
hablante lirico, construye su relato de forma líneal además que el hablante
lírico no es otro que la otrora villa San José de Buenavista, una
personificación ingeniosa de la aldea fundada. En este sentido el romance,
que presume su origen señorial, hispano de la mano de la Corona de España
en su proceso de conquista y colonización de América, aduce un sentido de
proeza, aventura y desafío, aferrado a los símbolos epocales, la espada y la
cruz, elementos claves de la conquista de América, no por casualidad la
ciudad comenzó como un convento religioso, hecho pregonado en su primer
poema. Prosigue con el poema “Noble y leal Villa” soy, una suerte de
afirmación y de discurso afincado en el origen hispano colonizador y en su
lealtad y obediencia al sistema político imperante, el reino, la corona de
España. No están demás dichas afirmaciones puesto que desde aquí el
carácter de la ciudad, de sus fundadores, de sus próceres, será signada por
determinadas características en las cuáles se entona el canto poético, que
ensalza el devenir histórico, como la proeza heroica de los hijos de los
conquistadores, luego enmancipados y luego con su propia historia donde los
conflictos internos, guerras civiles y nacionales han marcado a un habitante
de un territorio, de manera valerosa, heroica e ilustre. Si ahondáramos en el
discurso ideológico que subyace en este poemario, es el mismo y tradicional
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de nuestros historiadores clásicos, discurso hecho carne en todo nuestro
inconsciente colectivo nacional, semillero de nacionalismo y del sentido
republicano, que ha llevado a ciertas expresiones casi mesiánicas a partir de
textos como “Raza Chilena” de Nicolás Palacios, discurso que por cierto hoy
se pone en crisis con otras lecturas y miradas a la historia, con estudios y
trabajos de intelectuales como Gabriel Salazar, José Bengoa y hasta del
mismo Alfredo Jocelyn-Holt. Sin embargo, a pesar de la cosmovisión
desplegada y plasmada en este poemario, con respecto al sentido de gesta
de la conquista y colonización española, no se abstiene de elogiar y alabar el
valor del pueblo mapuche, que es ensalzado en el poema dedicado al Toqui
Lautaro poema denominado “El lejano Chiripirco” en alusión al lugar de
combate y muerte de Lautaro y sus huestes contra las tropas españolas, sin
duda ahí se refuerza más el tono y el canto épico y de gesta que subyace en
este poemario, concebido como un canto profundo a nuestra historia, donde
el mestizaje y la mezcla de culturas es imposible obviar, por mucha
admiración a la raíz ibérica.
Pero sin proseguir más en esa línea, este poemario es fiel reflejo de
ese imaginario, que se cristaliza y condensa más desde la micro-realidad de la
provincia, que es la reserva profunda de la nación, el último bastión de un
imaginario donde el relato heroico constituye una suerte de pretensión
hímnica. En este sentido tanto la lirica nacional como la poesía provinciana
ha sido prolífica y prodiga en los cantos épicos y de homenaje territorial. En
el caso curicano, tierra fértil en poetas, de temprana época, nuestros bardos
se han extasiado en cantos y poemas heroicos a la tierra natal. Desde
Melchor Jofré del Águila, consignado como el primer poeta curicano, hasta la
pléyade literaria del siglo XX en adelante, el tema del romance, el romance
de gesta, ha sido esencial y constitutivo de la lírica provinciana. Así en 1943,
para el bicentenario de la fundación de la ciudad de Curicó, encontramos
nada menos que el libro “Tierras altas de Curicó” un poemario a modo de
romance del poeta rauquino Carlos René Correa (1912-1999), y a propósito
de ello, la publicación “El Dintel de los 200 años” (1943), libro antología de
los concursantes en el género poético en honor al bicentenario curicano,
donde encontramos una gran cantidad de autores, muchos de ellos, perdidos
para siempre en la oscura y pesada noche de los tiempos, sin ninguna
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posterior referencia ni biográfica ni bibliográfica. Pues bien “El Dintel de los
200 años” es una compilación de diversos romances con motivos curicanos
por distintos autores, ese tono y estilo literario, que hoy en el mundo actual
de la poesía corresponde a un periodo y estilo arcaico, ampliamente
superado, e incluso desmerecido por los nuevos vates, ocupados en rebuscar
y experimentar con vanguardias y contravanguardias, por cierto que el
romance y en particular este libro “Romances de San José de Buenavista”
pertenece a ese género de antaño, con una entonación eglógica poderosa,
que emparenta esta obra de Márquez-Bretón con poetas como Carlos René
Correa, Abel Pávez, Manuel Gandarillas, Hipólito Leyton Reyes, Tegualda
Pino, Augusto Santelices, y otros más que encuentran su paradigma en la
obra de un Fray Luis de León, versos que se debaten entre una entonación
mística, agreste, pastoril, con una pasión romántica, épica, episódica,
vinculada al quehacer humano y social, que da cuenta del progreso humano y
sus distintas peripecias.
Finalmente debo decir, que la palabra decantada en este poemario,
sencilla, directa, casi prosaica pero elegante, lograr entonar un imaginario
con bellas figuras líricas, donde junto al acierto verbal y poético,
encontramos un hallazgo, si bien conocido, pero necesario destacar, la
presencia en nuestra tierra del padre de uno de los poetas románticos
ingleses más significativos, como fue Lord Byron, suceso perdido en los
anales históricos y que para los investigadores líricos, es un dato que abre
insondables caminos de investigación. Ahora queda entonces la invitación a
leer esta obra que rescata nuestra historia y nuestra identidad más
memorable.