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Las prosas de un políglota
Tres nuevas publicaciones de Rosamel del Valle

Por Cristóbal Gaete
Publicado en Suplemento Ku. 24 de Diciembre de 2017


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En las primeras décadas del siglo XX la poesía chilena estaba en plena ebullición. Rosamel del Valle (1901-1965) eligió el camino de la vanguardia, abierto por su amigo Vicente Huidobro cuando era un poeta de veintitantos. Hoy su narrativa olvidada en el último tercio de ese siglo es rescatada por dos editoriales: La Pollera y Ediciones Universidad Diego Portales. La primera imprimió "Eva y la fuga", "Las llaves invisibles" y próximamente, "Elina, la terrestre". Y UDP reeditará el poemario "La visión comunicable".

"Eva y la fuga" es una novela surrealista escrita en 1930 que solo fue publicada póstumamente en 1970 en Venezuela. Esta es su primera edición chilena. El protagonista sigue a una mujer por distintos espacios reconocibles y desaparecidos de Santiago, generando una cartografía alucinante. Del Valle también cultivó la crónica. Lo hizo en Estados Unidos con "Las llaves invisibles", publicado originalmente en 1946. "Elina, la terrestre", en tanto, fue editada en Canadá en 1982.

 Toda esta trayectoria era quizá inimaginable considerando las cartas marcadas del destino del poeta. Nació en Curacaví en 1901 y antes de los veinte años estaba trabajando como obrero. Lo que podría haber sido una vida monótona y fabril cambió con la literatura. A su nombre Moisés Filadelfio Gutiérrez Gutiérrez, le encontró un seudónimo, "Rosamel del Valle", característico de los poetas de la época. A los 20 años debutaría con el libro "Poemas lunares", texto que se encargó de desaparecer posteriormente: no le gustaba. Algunos años más tarde publicaría "Mirador" (1926) punto de partida de una obra diversa y copiosa.

Tras décadas de trabajo que no le impedían seguir escribiendo y publicando, fue contratado como corrector de pruebas en la ONU. De forma autodidacta había aprendido idiomas. En Norteamérica encontró el amor y un impulso nuevo para terminar su obra.


UN ORFEO DEL PACÍFICO

Uno de los libros fundamentales de la última etapa de Rosamel del Valle es "La visión comunicable", publicado originalmente en 1956. La reciente reedición de UDP cuenta con un claro prólogo del poeta Thomas Harris. En él, cuenta cómo conoció la poesía del autor, perdida en una antología, casi como un secreto: "Su obra tuvo una relativa notoriedad en círculos restringidos con la publicación de sus textos seleccionados en la  'Antología de la poesía chilena nueva' de Eduardo Anguita y Volodia Teitelboim en 1935, y así sucesivamente. Libros de poco tiraje y falta de sensibilidad crítica".

¿Eran las antologías el lugar al que estaba confinado la poesía de Rosamel del Valle a principios de los setenta?
— Ciertamente. Y no sólo Rosamel. Como dice Hernán Castellano Girón en el prólogo a su antología del poeta, "Un Orfeo del Pacífico", del Valle es el último de los grandes desconocidos e ignorados de nuestro país, tan rico de grandezas literarias como de ciertas cegueras intelectuales y morales. Por años y hasta décadas se enterró en vida a figuras señeras e irremplazables de nuestra literatura: Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, María Luisa Bombal y Juan Emar.

Escribe en el prólogo que la vida del poeta fue dura. ¿Porqué?
— Rosamel nació en Curacaví, su padre murió cuando era muy joven, por lo que tuvo que hacerse cargo de sus hermanos, dejar sus estudios incompletos, buscar mejor suerte en Santiago donde trabajó fundamentalmente como obrero linotipista, con las desventajas que significa esto tanto económica como intelectualmente. Pero Rosamel fue un hombre que supo reponerse, reinventarse y llevar adelante uno de los mayores proyectos poéticos de la poesía chilena del siglo XX.

¿Por qué Rosamel?
— Surgió de un amor adolescente: Rosa Amelia del Valle, una chica costurera de provincia, pero que después desapareció de la vida del poeta. Quedó su seudónimo, anagramático.

¿Qué pasó con los "Poemas lunados"? ¿Por qué los eliminó?
— "Poemas lunados" fue una serie de textos post-románticos, de estética posmodernista. Ya en su segundo libro, "Mirador", se adscribe a una estética decididamente vanguardista, que poco a poco va transformando en una aventura textual muy, pero muy personal, visionaria, órfica, muy ligada al binomio eros y thánatos.

¿Cómo podemos explicarnos la ascensión de la obra de Rosamel del Valle?
— Fue importante para todos los poetas de las posvanguardias (Humberto Díaz Casanueva, Anguita, el mismo Rosamel, Emar) la presencia de Huidobro, que trajo las novedades literarias de París a Chile, tanto creativas como lecturas formativas. También el viaje a Nueva York, invitado por Humberto Díaz Casanueva, su gran amigo de toda la vida, y por supuesto el talento personal.

¿Qué factores cree que han permitido el rescate de la obra de Rosamel del Valle?
— Una nueva mirada critica, más sagaz, informada, teórica, y por lo tanto incisiva y generosa en esos aspectos. La de Hernán Castellano Girón, Grínor Rojo y poetas y críticos más jóvenes como Leonardo Sanhueza y Macarena Urzúa.


VIDEOS PERDIDOS

Justamente es Macarena Urzúa, académica especialista en Rosamel del Valle, la encargada de la reconstitución narrativa del autor, además de prologar la colección, en un trabajo que crece con nuevos hallazgos. Uno de ellos son las cartas con Díaz Casanueva, que permiten revivir la vida capitalina del autor: "Hay testimonios cuando se conocen. Era joven y tenía 18 o l9 años y se encuentran en una charla de Gabriela Mistral. Rosamel del Valle vivía cerca de Mapocho e Independencia. Desde muy temprano se reúne con los amigos poetas. Mucha vida de bares, bastante bohemia mientras vive la vida de un obrero aprendiz de un oficio. Consigue leer en francés solo. Busca un diccionario, traduce. Luego desde el inglés. La biblioteca normalista de Díaz Casanueva le debe haber facilitado ese saber y esas otras literaturas".

¿Por qué siempre importó más el Rosamel poeta que narrador?
— Rosamel se autoidentifica como poeta, el primer gesto que lo hace conocido es la publicación de la revista Ariel, donde hay poemas. Después publica poemas en la revista Total de Huidobro, en Amauta de Perú, dirigida por Mariátegui, y en otra revista en España. Todas las colaboraciones que activan esta red de intelectuales serán desde la poesía. Es a partir de ella que hace su amistad con Humberto Díaz Casanueva, con Huidobro, años después con Ludwig Zeller. La narrativa siempre fue un proyecto paralelo. En las cartas a Díaz Casanueva más de una vez le manifiesta que está escribiendo prosa, "esa que usted y  yo entendemos". "Elina, aroma terrestre" tiene algo de collage, de diario de lectura y al mismo tiempo es un recorrido literario como va componiendo esta escritura".

¿Cómo se ve Santiago tras el cristal de Rosamel del Valle?
— La ciudad que dibuja es una bastante cosmopolita, con un montón de desigualdades. Al mismo tiempo hay una modernidad que va irrumpiendo que se va a notar en pequeños detalles. A veces, en la vitrina de una tienda, en una radio que suena. Hay una escena en "Eva y la fuga" donde se puede escuchar lo que dice la gente en la rueda de los juegos mecánicos, escribe que esa máquina es "una flor brillante y monstruosa". Transcribe diálogos a la velocidad que la rueda transporta humanos para divertirse. Puedes ir leyendo y superponiendo las capas de lugares que están y ya no están. Es una reconstrucción poética del espacio escrito y habitado al mismo tiempo. Es por eso que esta nouvelle puede ser muy atractiva. Yo quería colocar un mapa por donde sucedía la lectura, pero uno ahora lo puede hacer con una aplicación. Los hitos son el Cerro Santa Lucía, El Parque Forestal, el Museo de Bellas Artes, los bares y la Torre de Los Diez.

¿Qué frustraciones ha tenido esta búsqueda?
— Es difícil encontrar todos los archivos porque muchos se perdieron. La familia de la esposa agarró un montón de cosas y las tiró. Nunca vamos a saber qué había allí. Hernán Castellano Girón dice que había unas películas que grababa con Allen Ginsberg y más cartas. En las cintas que he encontrado, la cámara es una herencia surrealista, incorporada como un juego.

 — ¿Cómo era la relación con Ginsberg?
— De Ginsberg cuenta en una carta a Díaz Casanueva que lo invita a comer a su casa. Esto es en el año 60, justo antes de que Ginsberg venga a Chile. Hablan de droga, de poesía. Le da un par de consejos diciendo que arme harto escándalo porque así le irá bien. Hay una diferencia generacional y del Valle le dice que no entiende mucho su poesía del grito, del mantra.

 

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Eres tú, Eva

Adelanto del libro "Eva y la fuga" (Editorial La Pollera), de Rosamel del Valle. Páginas 22 y 23.

A la altura del breve delirio que acaba de escurrirseme de la manera más natural y precisa, Eva irrumpe en la mañana en mi cuarto. Es posible que afuera haya un sol, como se dice, brillante, pero mi cuerpo flota en un torbellino de aguas que en nada se distingue del sueño. Eva habla y yo la oigo como si alguien me llamase desde el fondo de un pozo o desde el otro lado de un muro. Eres tú, Eva, hace frío. ¿Esa hoja que se mueve con tanta lentitud en el vado es tu mano, Eva? Detrás de ti la nieve cae sobre una tierra de música.

Pasan algunos minutos y entonces sí que verdaderamente Eva está a mi lado y hablamos largo de la noche anterior. No hay duda que hemos visitado sitios nocturnos donde el alcohol y la música entran en juego casi de modo absoluto. Pero entre algunas cosas que Eva hace revivir hay algunas dignas de mención como, por ejemplo, la desamparada presencia de la Torre de los Diez, en la calle Santa Rosa; la estatua de San Martín y su número de circo; la Estación Mapocho con sus tres párpados cerrados; y el río que a esa hora no es sino el negro Sena de Rocambole y cuyo sueño rumoroso despierta en Eva un extraño fuego o un impulso hacia algún lado roto -¿cuál?- de su destino.

Pero la evocación de la noche llega a tomar la forma de una pequeña hoguera a cuyo alrededor la memoria cobra tal ruido que, sin saber cómo, ella y yo a la vez, recordamos ciertas experiencias alrededor de cuya llama parece imperar lo que se conoce con el nombre de "la fuerza del destino". Porque de Eva es este principio de sueño: "He visto a un hombre que llevaba una mano encendida...".

¿Recuerdas que un día leíste con extraña avidez este título a cuatro columnas en un periódico: "Asesinato de una niñita de cinco años"? Luego, según tú misma, en un loco impulso, entraste en una alegría tal que alguien cantaba en ti. No olvido la sangre que caía entonces de tus manos como un agua deshecha, ni la manera con que, instantes después, desesperada, parecías interrogarte:

-¿Quién puedo ser yo a estas horas?

 -¿No fue eso precisamente lo que, según tu propio relato, pudo haber entrado en ti una vez?

La hoguera de Eva se reanima. "Fue un domingo -ella es la que habla-, día, en que, por supuesto, los paseos están llenos de gente. ¿El mundo cuenta con un día para cambiar de espíritu? En fin, éste no es mi asunto. Iba yo, cómo decir, paseando sobre sí misma. De pronto, un hombre. Tú sabes la pequeña farsa que sucede en estos casos. Después vamos ya de camino uno al lado del otro, circunstancialmente atados. El sol caía con su pie tibio sobre nosotros. Es decir, cayó largamente, por supuesto, hasta el anochecer. Tengo que confesar que mi vida entonces estaba al margen de todo. De todo, ¿comprendes?, yo me daba cuenta perfectamente lo que significaba ir, de modo imprevisto y en tal día, al lado de un hombre, es decir, de un desconocido. ¿Cómo entré en la existencia de ese hombre? Después he pensado en esto. Desde luego y al revés de las mujeres que se encuentran en la calle, no me conduje como una futura o irremediable presa, es decir, inaccesible.

 



 

 

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