Artículo
   
Mauricio Redolés

 

 

 

 

         

London, once again

días de gloria, días de poesía.

por Mauricio Redolés

..........London es tener de nuevo veintidos años y mirar desde Sheperd's Bush hacia la vida, y decir algo así como de modo que ésta es la vida, y encontrar divertidos a los últimos hippies del setentaicinco. Tratar de contactar a los compañeros, pero los compañeros ya te habín contactado. London es estar en el Royal Albert Hall (el mismo de "A Day in the Life"), repleto escuchando a los Inti, a los Quila, a los Parra, a Pato Castillo. Mirarlos en el escenario y pensar que era un sueño. Manuela tiene quince años y Amanda once, y estamos en un stand con una señora muy shusheta y divertida quien me pregunta si me enamoré de Manuela y yo le digo no con las orejas coloradas. Aparece Romo, el actor a quien yo conocí cuando él pasó por Investigaciones con un grupo de aviáticos, rumbo al exilio. ¡Se reconocen con Joan, la madre de Manuela y Amanda!: Se abrazan, se reconocen. London es reconocerme. London es ser presentado por David a Volodia Teitelboim en los siguientes términos más o menos "él es un compañero joven que ha hecho un muy buen trabajo en la Solidaridad", (el muy buen trabajo era haber conseguido que unos sindicatos de eléctricos británicos hiciesen unas llamadas telefónicas a diversas personalidades e instituciones en Santiago preguntando por los desaparecidos). El compañero Volodia me miró silencioso un demasiado largo segundo y me preguntó: Compañero Mauricio,¿Y come usted? London es la risa del jovencito al rememorar el episodio. Todo frente a la estación de Euston.
London son los primeros punks en las calles el 77, por ahí por Notting Hill Gate y carteles de las pistolas del sexo en las paredes, y caminar cuadras y cuadras por la ciudad hasta que las chalas polacas tuviesen un olor insoportable. Ubicar a Juan Vera, el mismo del Teatro El Riel, y pedirle que me acompañe a buscar un Congreso de Teatro Independiente lleno de presuntos interesados en mandar un telegrama a Chile, exigiendo la aparición con vida de todos los desaparecidos y la Libertad de Todos Los Presos Políticos. Caminar bajo el implacable sol de Junio del setentaiocho por unas colinas del Norte aristocrático de London horas hasta dar con el famoso Congreso de Teatro Independiente que de inmediato decidió por unanimidad mandar el telegrama. London son las cervezas que me tomé con Juan Vera esa tarde.
London es saber a través de Constanza, de un trabajo limpiando interminables escalas el archivo de expedientes al lado de la Suprema Corte de Justicia, la famosa Grovernors House. London es lavar escalas en ese lugar, irse en bicicleta desde Islington, mi barrio más querido de Londres. London es escribir el libro Tangos agarrando a la poesía por el cuello en la deseperación. Un día Don Alvaro Bunster ex embajador del Gobierno de Allende me pide que le recite los Tangos a Nemesio Antúnez. Producto de esa lectura puedo decir que con Nemesio Antúnez fuimos amigos. El ilustró el libro y éste lo editó mi amigo Marcelo Muñoz Gutiérrez en 1000 ejemplares en Santiago en Diciembre del 86. Veo esos dibujos de Antúnez y veo Londres y veo mi desesperación. Y esa desesperación era Londres. London es la voz de uno de los poetas ingleses más importantes de hoy, Adrian Mitchell, en el hilo telefónico despertándome sonriendo una mañana de Octubre del 98, y sentir que esa llamada se llamaba añoranza, lamentando mi separación de hace cinco años, preguntando por mi hijo y alabando ¿Quién mató a Gaete? Tal vez ambos pensamos, We did it!
En uno de mis últimos poemas escrito en Londres comparo la ciudad con mi madre. Porque London fue bueno y dulce conmigo. Y lo ha seguido siendo a la distancia. Como una madre que te proteje desde lejos. Que nunca olvida.

 

Rocinante, Diciembre 1998.

 

 

 

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