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A propósito de "Estimado cliente" Poesía de Rodrigo Flores Sánchez

Póliza de garantía


Por Jorge Solís Arenazas


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Comienzo ajustando cuentas, revisando un malentendido. Se ha dicho que la poesía de Rodrigo Flores parte de una actitud vanguardista. Que el tipo de lenguaje que ha ido construyendo, entre titubeos, tiene un afán "rupturista"; que padece el fetichismo de la experimentación formal. Etcétera. Dicho en pocas palabras: que Rodrigo Flores es una especie de adolescente de pretensiones feroces que no ha podido domesticar a su dadaísta interno. Suena ridículo; lo es. Sencillamente, quien no se despoje de esta idea baladí, no podrá escuchar lo que este libro golpea, desnuda, comparte, ofrenda, recuerda, desenmascara... Es decir: pasará de largo ante la necesidad de cuestionar los hologramas que nuestro lenguaje proyecta; perderá la oportunidad de reconocer nuestras cisuras, nuestro contexto y la contingencia de nuestras palabras.

 

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Lo cierto es que Rodrigo Flores no ha querido instalarse en el vago territorio de "lo poético". En contraste, comienza reconociendo que el "aura de la poesía" es una especie de autoengaño. Así que sus textos no tratan de ampararse en las "entidades privilegiadas" de la tradición lírica. Estimado cliente critica la centralidad de una mirada que, pretextando su "subjetividad", termina por regodearse en sí misma y extravía su realidad. Abandonando sus pretensiones de autonomía y autosuficiencia, Estimado cliente dinamiza las tensiones de un lenguaje que se reclama poroso ante los estímulos de una ciudad lacerante, caótica, desgarradora e intensa.

 

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La ciudad es uno de los elementos que habitan Estimado cliente, pero no en el sentido de un elemento temático. Esta escritura no gira en torno de la ciudad, sino desde la vivencia de su habla. No quiero decir que estos textos se apoyen en giros coloquialistas, o algo similar. Apenas indico que desplazan el discurso del lirismo, para dejarse penetrar por la multiplicidad de los lenguajes públicos, el conjunto de voces que estallan en el contexto presente, y desde las cuales se deja leer dicho contexto. He dicho multiplicidad. Vale añadir que se trata de una multiplicidad fragmentaria y discontinua.

 

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Rodrigo, Flores, Sánchez y el resto de los compinches se distancian de los señuelos líricos en boga. Esto no es una divergencia simple, ni meramente programática. Plantean, de fondo, una revisión de los vínculos entre la identidad del lenguaje y la ondulación de una realidad que ha perdido su centro. Se trata de una relación conflictiva, toda vez que el lenguaje se quiebra y sus astillas le impiden seguir confiando en cualquier noción de identidad. Por el contrario, cada palabra abre una distancia respecto del mundo, las cosas y los seres. Estimado cliente es, en parte, la exploración de esa distancia. De ahí que la discontinuidad de sus hablantes y su escisión textual no sean rasgos caprichosos.

 

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Pero tratando de ser menos vagos..., ¿de qué hablan estos poemas? Primero valdría aclarar que no se llaman a sí mismos poemas; se asumen como escrituras procesales, seriales y fragmentarias. Y no hablan de nada, no apuntan a un tema, a un eje o a un despliegue discursivo unitario. Es algo más inmediato: cada texto intenta medrar las estructuras sintácticas que organizan nuestras percepciones en esquemas monistas. Es decir, la escritura intenta poner patas arriba una visión lineal del tiempo y el espacio, tal y como se presenta en el lenguaje. Por ello Estimado cliente ensaya la posibilidad de integrar distintos referentes y comunicarlos en un mismo sitio que transluce su raigambre contextual. A esto se le alían la reflexión del lenguaje, la mirada sobre las condiciones de posibilidad de ser de la poesía misma, así como una serie de tensiones vitales. Todo esto desemboca en un libro nervioso y fracturado. Un libro que jamás intenta reconciliar las distintas percepciones verbales, sino poner el énfasis en la ambigüedad, en la diferencia, en el maridaje diverso entre el sentido y su alteración.

 

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En este libro Rodrigo Flores también realiza una revisión de los tropos y las metáforas más habituales en la poesía que se escribe actualmente. No me refiero a una simple cuestión estilística, sino al modo en como planea errática y violentamente sobre su lenguaje. Con una operación que recuerda a los "ready-made", Rodrigo acude a componentes dispersos de los lenguajes públicos. Menús de restaurantes, slogans comerciales, titulares de periódicos, fragmentos de noticias, anuncios de las calles, carteles, letreros, mensajes espontáneos en muros, lemas de campañas institucionales, etcétera. A través de este oleaje que no cesa de agitarse, se cumple una búsqueda de posibilidades y límites que atraviesan nuestras palabras. Esta cautela es, en realidad, una inclinación ética. Finalmente, el sello de más poderío en esta escritura es su impetuosa reacción vital frente a los códigos de la trascendencia estética. A contracorriente de una poesía que no ha podido escapar del abandono y el olvido del mundo, Rodrigo Flores quiere mostrar la raíz más inmediata de cada una de sus palabras. Una raíz -está de más decirlo- herida.

 

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He sugerido que la escritura de Rodrigo Flores se encuentra ávida de incidir en su contexto. En este libro, toda comunicación lingüística y toda recepción de la obra existen únicamente en este horizonte contextual que, sin embargo, no las agota. De esta forma se aleja de la imperante "poesía de la transparencia". Traba combate con una visión atemporal de la poesía, que en los hechos valida un lenguaje aséptico, sin rostro ni lugar. Estimado cliente busca lo proteico, lo mutable. No quiere alcanzar una voz edificante, sino sostenerse en el momento donde la voz se enreda, tropieza, y comienza a escuchar su alteridad.

 

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Vale la pena plantear un par de objeciones. Primero: ante la necesidad de separarse de un lenguaje poético esencialista y apriorístico, es decir, al recelar de los trascendentalismos poéticos, ¿no se está admitiendo que la escritura puede reconocer e integrar registros empíricos? Buscar el mundo de la experiencia y la referencialidad no nos salva de aceptar una unidad esencial entre lenguaje y experiencia. Después de todo, los referentes empíricos también pueden ser una invención, una construcción. Tan artificioso puede ser hablar de referentes que vienen del mundo presente, como construir esas páginas rebosantes de abedules, torcazas, mujeres de vidrio y linces de fuego. Pero este hipotético límite, la voluntad por asumir que antes del lenguaje existe algo (aunque sea el caos), es un riesgo formal que Rodrigo Flores adopta guiado por su claro apetito de realidad. Me parece obvio que los momentos más débiles del libro se presenten aquí. Me refiero específicamente a los textos que persiguen el habla de todos los días, pero sin alcanzar ninguna tensión significativa. También es cierto que en este punto se dan algunos de los más logrados momentos en el libro, aquellos que resuelven su tono entre lo descarnado, lo lúdico y lo dinámico.

 

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Una segunda objeción. La crítica de un lenguaje estetizante deja abierta la puerta para formular una relación orgánica y esencial entre la palabra y el cuerpo. Como si lo errado, lo erróneo, lo errante fuera sólo un modo particular en que el signo y la cosa se corresponden, más que la correspondencia misma.

 

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Una última palabra sobre el valor de Estimado cliente, y la necesidad de leerlo. Comencé diciendo que Rodrigo Flores no era, contra lo que cierta pereza reflexiva gustaría suponer, un vanguardista tardío e inofensivo. El deslinde no es gratuito. Tiene por objetivo aclarar que si Estimado cliente se encuentra fracturado, es porque viene a responder a un conjunto de desgarramientos vitales. Y aquí se halla la fibra nerviosa de esta obra. Quiero decir que Estimado cliente nos recuerda un mundo roto, donde cada esquirla y cada instante de ansiedad-angustia parecen sombríos pero, encima de esto, nos convocan a urdir una respuesta ética desde la escritura. Respuesta que exige -y comienza por- un reconocimiento más pleno y paciente de nosotros mismos. Una visión que integre todo aquello doloroso que hemos querido silenciar y cubrir de olvido. En otras palabras, Estimado cliente combate nuestra idolatría, nuestra fe caprichosa en las imágenes y en la imagen que nos hemos querido "vender", despojándonos de la vida. Así que el libro nos devuelve a una poesía que no busca reconfortarnos; menos aún alimentar o complacer nuestra cómoda y engañosa estabilidad. Su valor es dirigir sus pasos a lo más espinoso y humeante de nuestra condición. He ahí lo crucial. Pues, ya entrados en gastos y en confianza "clientelar", ¿de qué demonios podría "servir" hoy la poesía, si no es para mantenernos de pie en la exigencia de entregarnos, de forma más precisa, la intensidad de lo real? Ante esto, no tendría más que asentir en silencio y soltar unas últimas palabras al vuelo: Estimado cliente, no renuncies...

 

 


(El presente texto fue leído el 15 de marzo de 2006, en la Casa del poeta "Ramón López Velarde", de la Ciudad de México)

***NOTA: La cláusula número 8 de esta Póliza de garantía es un fragmento del ensayo Contexto y escisión, publicado en el primer número de la revista Rusticatio.

 
 

 

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