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POEMAS CESANTES de Raúl Hernández
LA PASIÓN DE VER

por Héctor Figueroa

 


"El poeta moderno no tiene lugar en la sociedad porque, efectivamente, no es "nadie". Esto no es una metáfora: la poesía no existe para la burguesía ni para las masas contemporáneas. El ejercicio de la poesía puede ser una distracción o una enfermedad, nunca una profesión: el poeta no trabaja ni produce (....) La poesía no se cotiza, no es un valor que puede transformarse en dinero como la pintura. La burguesía cerró sus cajas de caudales a los poetas. Ni criados, ni bufones: parias, fantasmas, vagos."

(Octavio Paz, en su libro "El arco y la lira", 1956)

 

No he aquí palabras difíciles, pedantería de charlatán pseudoneobarroco, barroso. He aquí la sencillez del que sabe sabe, y que a fin de cuentas siempre será el mejor estilo, hablar de lo que uno conoce, partiendo por su propio idiolecto, no prestado, no arrendado, aunque no le entendamos, aunque no le cachemos, aunque no nos guste a veces.

He aquí lo explícito, mas no lo prosaico. Estos son poemas bajo el velo de lo fino, de la sutileza, de la sensualidad. Como es sabido, en literatura, muchas veces la claridad es un misterio (Carver, Chéjov, Bolaño).

He aquí lo de todos los días, lo cotidiano real, lo corriente, pero bajo un lente de aumento, instantáneas de un foco preciso, certero, mágico. Blanco y negro o en color, da lo mismo, la fotografía es poesía, la poesía es fotografía. El poeta, un fotógrafo. No es casualidad que uno de los primeros fotógrafos y retratistas del mundo, Lewis Carrol, soportando una época de color sepia, fuera capaz de heredarnos, literariamente, una de las historias más poéticas y mágicas: "Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas". Aventura absurda, lógico-racional y fantástica, y que puede ser leída, esta sí, tanto por niños como adultos, y lo mejor, alejada de cualquier mesianismo y sin la intención de pasar gato por liebre, como ocurre con esos dos compinches llamados C.S Lewis o J.R.R. Tolkien, que pretendieron concientizar la mente del lector y homenajear, de paso y veladamente por supuesto, a un león cristiano o al dogma de una virgen María que no es tal, respectivamente.

Pero sigamos con la anáfora "julera" que estaba utilizando: he aquí la iluminación o satori a la que se refiere la filosofía zen, he aquí una poesía hecha de frases al voleo, de fragmentos de conversaciones o monólogos sustraídos del aire y del tráfago de la city y el barrio, he aquí la importancia del verso medido, de la pausa y el encabalgamiento, he aquí la importancia de la 2da, de la 3ra persona gramatical o la impersonalidad a la que se refería Eliot en poesía. Sólo hay que pensar, a modo de ejemplo, en la novela de Georges Perec, "El hombre que dormía": la importancia y efecto que esta tiene al estar escrita en segunda persona y no en primera.

Este último libro de poesía publicado por nuestros amigos de la editorial "La Calabaza del Diablo", se acopla, se moldea perfectamente con lo que el novelista y poeta francés, Michel Houellebecq, dejó dicho en sus "Interventions" (o "El mundo como supermercado", en español): "La poesía es el medio más natural de traducir la intuición pura de un instante. Existe, sí, un núcleo de intuición pura que puede traducirse directamente en imágenes o en palabras. Mientras vivimos en la poesía, vivimos también en la verdad (...) La poesía no es solamente otro lenguaje; es otra mirada. Una manera de ver el mundo, todos los objetos del mundo (tanto las autopistas como las serpientes, las flores o los aparcamientos)"

Se sabe. Y el que no lo asimile es un estúpido: en literatura la originalidad no existe. Como señalaba el fantástico argentino ciego, cada escritor, cada autor, rescata del olvido, consciente o inconscientemenete, a su predecesor. Y entonces, ¿qué tenemos? Tenemos que Ronaldinho es a Maradona lo que Maradona es a Pelé y este último a Garrincha, Eusebio, etc. ¿Para qué hablar entonces, Bloomianamente, de la angustia de las influencias? No hay tal angustia; hay compartimentos, tierra llana o fértil, maleza o flores que se corresponden. André Breton, Gonzalo Rojas o Huidobro por ejemplo, ¿qué serían sin su Apollinaire? Rimbaud, Mallarmé, sin su Baudelaire y este a su vez sin su Edgar Allan Poe? La poesía será hecha por todos, o no será, como dijo Isidore Ducasse, ese niño que pretendía lo terrible y que en sus Cantos de Maldoror alcanza imágenes extraordinarias, bien logradas, junto a muchas otras, hay que reconocerlo, bastante infantiles. Sí, el conde de Lautrèamont y sus Cantos de Maldoror, con el cual no se concebiría en todo caso, la truculencia de una novela-best seller como lo llegó a ser American Psyco, del taquillero Breat Easton Ellis, padre putativo de Fuguet.

Querámoslo o no, las familias existen, y están ahí, hermanos, tíos, padres. Otros, sin ambigüedades ni complejos, comparten la tradición de un Lezama Lima, de un Neruda o Enrique Lihn por ejemplo. Raúl Hernández, en este libro al menos, comparte la atmósfera de los poetas objetivistas norteamericanos, y en Chile, de un Armando Uribe Arce, Claudio Bertoni o Millán, que han hecho del poema breve su quintaesencia. Y todo esto, sin trauma, sin angustia, pues estamos hablando de Raúl Hernández, poeta chileno que maneja de manera lúcida el filtro de la inteligencia, de la poda y el andamiaje.


"Lo bueno, si breve, dos veces bueno"

¿Lo bueno, si breve, dos veces bueno? Está claro que no siempre es así. Todo es según según. Pero en el caso del libro que ahora comentamos, este famosísimo aserto o sentencia de Baltazar Gracián, le da en el blanco, cae de cajón.

Poemas Cesantes, un tipo o estilo de poesía que no deviene canto, o, como decía el amargado Lihn, en un corrillo de vacaciones. No encontrarán aquí tampoco una fiesta sonora ni una entronización de la aliteración, como se da por ejemplo, en estos versos de Miguel Naranjo, excelente poeta chileno que nadie pesca: "no desertar de atacama el desierto no más cruzaré conmigo a cuestas pampas valle punas / sin chachacoma coca chicha challa ni mi palomitay".

No, aquí no hallaremos sonoridades aimaraes o gongorinas. Con sus poemas de un laconismo extremo, breves y concisos, Raúl Hernández parece de la estirpe de los nacidos en Laconia, país de la Grecia antigua, ya que el hablante de sus poemas, y en específico estos poemas, es un hablante escueto, seco, estricto. Esta no es una poesía enfática.

Ezra Pound, el autor de uno de los poemas breves más famosos ("In a station of the metro"), en su manifiesto imaginista de 1909, afirma: "Es preferible presentar una "imagen" a lo largo de toda una vida que producir obras voluminosas." Estoy seguro que en Poemas cesantes, el lector se maravillará ante el hallazgo de más de una imagen.

El poema breve, como el chiste corto, se caracterizan desde siempre por el acto de una acción de significado retardada, tanto en el pensamiento como en la sensación del oyente. El chiste corto, el poema breve, hace click en nuestras cabezas sólo después de unos segundos, después de un rato o luego de una segunda lectura. Por supuesto que con esto no quiero decir que la vulgaridad de un chiste corto (genitalidad incluida casi siempre) sea comparable a la magia de un haykú, pues estamos hablando de mundos lingüísticos absolutamente diferentes. Mi analogía sólo tiene que ver con cierto mecanismo y efecto que se corresponderían en ambos ejercicios, pues aunque los dos puedan dar la hora, un reloj suizo jamás será un "water resist" coreano, hecho de plástico desechable y veraniego. Discúlpenme los coreanos.

Contexto topográfico de estos Poemas cesantes

Creo haber hablado ya de estos textos como una práctica del objetivismo norteamericano, pero habría que agregar, que también practican la sensualidad del haykú japonés. Ambos techos o contextos bien logrados, textos bien logrados....textextex textos, textos. La palabra texto, ¿qué nos ocurre con la palabra texto? ¿nos agrada, nos desagrada? Jesús, perdón, Raúl Zurita la odia, los universitarios pedantes la ocupan harto, ¿dejaremos de usarla por eso? No, por respeto a Roland Barthes y su "Grado cero de la escritura" y sus ensayos acerca de la fotografía y la literatura, no dejaremos de usar la palabra texto, texto, texto.

Sigamos. El periplo o viaje, inmóvil o transeúnte, del personaje protagonista de este libro, te hará pensar en un mapa, específicamente el mapa de Santiago, o del "Gran Santiago", como le gusta pronunciar y llamarle ahora a nuestro rey Ricardo Miterrand Lagos, junto a su casta tecnócrata de súbditos refocilados, y que ahora pretenden seguir mamando de las tetas de una gordita.

La Topografía de estos poemas cesantes: el barrio sur, Franklin, Santa Rosa y sus desolados paraderos, la Avenida Sebastopol. Y de provincia: Cartagena, Las Cruces, Valparaíso.

Sí, ya sé, Plaza Italia pa rriba plaza italia pabajo, pero qué le vamos a hacer, ahí está. Sólo imagínense un rato, arriba de un helicóptero o un aeroplano, sobrevolando Santiago. Fácil cachar desde el aire la famosa mala distribución del ingreso y los desiguales planes urbanísticos. Avenidas hiperiluminadas, prodigiosos jardines y áreas verdes por un lado; calles lóbregas, mal iluminadas, hacinamiento, pobreza y vastos rincones de sitios eriazos y maleza por el otro.

He aquí también el uso de la toponimia como recurso irónico, pues fíjense en los nombres, que al igual como en la novela póstuma de Bolaño, cuando este habla de las maquiladoras o fábricas textiles, en Poemas Cesantes tenemos, por ejemplo, el salón unisex "Led Zeppelin", el bar "Johanny" o el "Of Willy Bar". Todos lugares con nombres gringos.

Santiago de Chile, Ciudad de México Distrito Federal. Latinoamérica está repleta de estos carteles o topónimos gringos en las calles, sobre todo a sus afueras. Ya lo dijo el poeta Jorge González hace tiempo: "Latinoamérica es un pueblo al sur de...." Al respecto, una salvedad, habría que señalar que lo más decente, lo más digno de Estados Unidos en estos momentos, no es su colonia hispana y guayabera de Miami ni el guatón Francisco. Lo más decente, la reserva espiritual actual de E.E.U.U tiene nombre y apellido: Noam Chomsky.

Estos poemas hablan, también, de cuando uno anda sin niuno, de cuando uno es enano y anda sin niuno, por ejemplo, ante la máquina de torniquetes del metro, donde los de la "tierra media" pueden o intentan pasarse por abajo. Cito el poema: Con mucha delicadeza / y cuidado / y sin que nadie se de cuenta / cruzas agachado / la máquina de torniquetes / del metro.

Hace más de dos mil años, la primera poeta del mundo, Safo, también presentaba a su hablante de manera sutil e irónica. Cito: "Imposible / Tocar el cielo no pretendería yo, con mis dos codos de estatura." Estas dos líneas tienen mucho de autorretrato, pues, como se sabe, Safo fue, en lo físico, menuda y bajita. Causa gracia el poema de Hernández, pues uno no se imagina fijándose en ese tipo de detalles a escritores "de la talla" de un Pablo Torche, ese joven y agudo narrador chileno, autor de los libros de cuentos "Superhéroes" y "En compañia de actores".

Cómo hablar de la precariedad, del estado indigno del que no tiene dónde ir porque no hay plata, en definitiva, cómo hablar de la pobreza, pero sin reclamar, sin llorar. Bueno, los textos de Raúl Hernández que hoy salen a la superficie logran aquello. Cero queja. Estos Poemas Cesantes son como una angustia hecha cubitos de hielo, son poemas cool, fríos, como el sonido del saxo alto de Lee Konnitz. Esta poesía está facturada con una fría inteligencia, pero con el cálculo de la emoción.

Cesantía rima con carestía. Los poemas, como los cesantes, siempre serán deficitarios, enclenques, económica y socialmente inválidos. El lenguaje es inválido. Y esto lo sabemos pre, gerundio o post-Wittgenstein y su famoso "Tractatus". Los poemas son cesantes por antonomasia, pero dentro de nuestro tiempo horizontal, son la más bella ociosidad, deteniendo y creando un tiempo paralelo, o como diría Bachelard, un tiempo vertical.

El cesante, como el poema, no están sujetos a la rueda del eje productivo, su condición es el de la invisibilidad, la inexistencia. La poesía es marginal, siempre lo será. A nuestras sociedades libre mercadistas le incomoda, no saben qué hacer con ella, por eso la ignoran, o la esconden, sencillamente no les gusta, como tampoco les gusta divisar, pasados los Mall y los Hipermercados, aquellos blocks de viviendas básicas o aquella basura o maleza que se encuentran y se acumulan, en las orillas o a las entradas de nuestras antisépticas carreteras concesionadas.

El cesante, una cifra para las estadísticas regional y nacional, el poema, ni siquiera una cifra. No sé en qué pensar cuando la poesía se me presenta como un acto resignado. Terrible constatación, terrible verdad de estos poemas cesantes. Y bueno, la poesía no sirve para nada, para nada práctico al menos, pues a pesar de su clave secreta, la carilla de un poema no nos permite sacar dinero de un Redbanc. Pero la cuestión es que también pensamos lo contrario, que la poesía es de lejos, la mayor riqueza, inclusive en su mudez y maleza, en su afirmarse o sostenerse de aquellas muletas artificiales en las que se ha convertido el lenguaje, un lenguaje gastado, corrupto, musgoso, como la pata de palo del pirata.

Habría que señalar, finalmente, que se agradece la poesía sin estridencia, humilde, breve, sencilla, el ejercicio de la imagen y el instante, que en este libro al menos, practica el poeta Raúl Hernández. Envidiamos y admiramos su mirada, sutil, fina, su foco de atención, el zoom preciso de sus poemas objetivistas.

Digamos que el trabajo poético de Raúl Hernández
. ............ .............. ......................... .......... es pulento,
y no se hable más.

 
 

 

 

 

 

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