Proyecto Patrimonio - 2019 | index | Ricardo Herrera Alarcón | Marco López Aballay | Autores |

 

 










Sendas perdidas y encontradas: Poesía de Ricardo Herrera Alarcón
Ediciones Kultrún, Valdivia, 2007

Por Marco López Aballay


.. .. .. .. ..

Al entrar en las páginas de este libro nos encontramos con poemas que son verdaderos cuadros surrealistas que cuelgan bajo un cielo imaginario, donde el sol es la cabeza del poeta y su cuerpo, el depositario de todas las sensaciones, desde el cual disemina luz, especialmente ahora que sus pasos atraviesan las líneas del tiempo en busca de un lejano atardecer, en aquella  primavera testigo de su triste juventud.

Pero el poeta cae en su trampa y se da cuenta que el tiempo es un mal recurso a la hora de parir palabras que se pasean como Pedro por su casa. Sin embargo, insistimos en explorar estas hojas bañadas en sudor y sangre, donde miles de letras han sido arrastradas por viento y  lluvia conformando imágenes delirantes, acaso de una mente enfermiza que escribe para reiterar las escenas, no sin antes multiplicar su cuerpo desnudo ante miles de espejos que se proyectan en cada verso.

Hay algo seductor en esta jugada maestra; la de escribir como un acto violento, deslenguado, con sarcasmo juguetón a partir de su conocimiento literario (y de sus múltiples protagonistas), donde el producto final -el libro en cuestión- resulta un torrente caliente, un magma poético que surge a miles de kilómetros de profundidad (donde yacen demonios, ángeles caídos, poetas, mariquitas y putas de épocas antiguas, como las chiquillas de Bar Versailles “conocidas como las diablas siempre sonrientes”).

París, Puchuncaví, Nueva York, Carahue y Nehuentúe city, son territorios que recorre el poeta vestido de ñacum que, desde una cueva de Temuco, conquista almas inocentes y hambrientas de buena literatura. En este caso Ricardo Herrera Alarcón se hace querer como planta alucinógena o como árbol milenario, cuyas raíces son brazos que sostienen el planeta Tierra y también el Universo.

Además del recorrido del poeta por esas diferentes locaciones, emergen como transportados por la energía eólica de estas sendas, rostros de poetas malditos -y también benditos- invitados a esta verdadera fiesta de brujos; Eliot, Parra, Pound, Kavafis, Teillier, Milosz, Hahn, Huidobro, Maquieira, Lihn y tantos otros, asoman sus ojos por los bordes de estas hojas manchadas de sangre y tinto. Entonces, como gracia divina, la fiesta de palabras se hace universal y Herrera Alarcón hace de médium perfecto. Un ajedrecista a veces frío, calculador, nostálgico, burlón. Acaso un asesino en serie que habla de suicidios y muertes de amigos, que se confunden con su propia muerte junto a la soga invisible que acaricia su garganta.

Insistimos ahora en lo maravilloso que resultan los ritmos de lectura de esta fiesta imaginaria, ondas que inducen al cerebro lector a seguir la ruta de múltiples túneles construidos por palabras que parecieran colisionar entre sí, como trabalenguas o cascadas que se multiplican tras el eco de otro poema que oímos desde lejos. De tal manera las composiciones se pueden leer como guaracha, cumbia, rock sicodélico, tango, jazz, blues, mantras tibetanos, boleros, kirteen, rock sinfónico o new age .Bajo esta óptica los múltiples ritmos dan vida al corazón del poemario, el cual vuela con alas propias desde Temuco hasta los más recónditos territorios, llevando consigo su caja de resonancias, imágenes y hallazgos poéticos, para deleite del lector.

Ahora bien, en aquellos poemas que son atribuidos a varios protagonistas (como aquel en que incluye a su madre, hermanos y perro; que lo acompañan una noche de lluvia en la  cual el bardo se atreve a escribir en una especie de ritual familiar), nos sucede algo extraño: pareciera ser que la presencia del lector es pieza clave del engranaje del poema.

Existen puentes comunicativos entre varios poemas, que por alguna razón fueron creados independientes unos de otros, en los que el poeta nos propone una lectura en espiral, como la vorágine de olas en un mar de letras, que rugen entre las rocas, y  que, aprovechándose de nuestro asombro -la belleza paralogiza- nos arrastra en la resaca.

Resaca que contiene todos los nutrientes del subconsciente, y que Ricardo Herrera Alarcón (Temuco, 1969) plasma en textos donde priman las pinceladas de un sutil surrealismo -acaso influenciado por las pinturas de su padre, don Arsenio Herrera- y que otorgan a las múltiples imágenes que se desangran en la hoja en blanco, una suerte de movimiento ante el cual estas mismas se rebelan, en un intento vano de imponer sus propios términos, a fin de asegurar la mejor puesta en escena ante el poema que cae del cielo.



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2019
A Página Principal
| A Archivo Ricardo Herrera Alarcón | A Archivo Marco López Aballay | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Sendas perdidas y encontradas: Poesía de Ricardo Herrera Alarcón
Ediciones Kultrún, Valdivia, 2007
Por Marco López Aballay