CAROLINA RIVAS
 
 


DAMA EN EL JARDÍN

ACTO DE PRESENCIA
(cuento)


.......... Se te acabó el impulso de respirar esa tarde, y caíste total y absoluto sobre la alfombra, cerca de la cama.
.......... El ruido inquietó las cosas que llevabas en los bolsillos; la billetera se apretó en dos y la fotografía de una mujer se recogió triste entre las tarjetas de visita. La agenda quedó inútil, el calendario agonizó, y tu mano no se estiró lo suficiente para encender la luz.
.......... Iban a pasar muchas horas antes de que alguien te encontrara y te recogieran en vilo varios brazos para elevarte sobre una mesa rectangular y angosta, partir en dos el centro del cuerpo, abrirte algo más que la camisa buscando la razón lógica para morirse así, tan de golpe.
.......... Cuando tengan la ficha completa y te hayan zurcido la superficie plana y oscura, te llevarán a un lugar muy tranquilo.
.......... Es ahí donde yo entro en esta historia, llorando para siempre frente a tus ojos cerrados.
.......... Algunos pensarán que fui tu mujer y se apartarán para hacerme lugar. Como voy a estar con sombrero, no van a tener nunca la certeza de reconocerme y especularán nombres que no conozco.
.......... Pediré ordenar tus cosas, abriré tus cajones, espiaré tus libretas, tan segura como una madre y nadie podrá detenerme.
.......... Luego voy a caminar lenta en el cortejo, un poco más atrás de tus padres, que apenas si se sostendrán ellos mismos de tanta pena que empujan.
.......... Sí, atrás y de frente me vas a sentir, paso a paso sobre el barro que estará ensuciando mis zapatos. Tú, adentro, a salvo, limpio y brillante, hinchado de algodones que te sujetan las orejas, y yo nerviosa, jugando una y otra vez con un alfiler en el bolsillo, pinchándome los dedos en una obsesiva actitud de dolor.
.......... Tendrás ganas de levantarte. Voy a ver cómo se te aprietan las manos. Alguien, sé que va a suceder, va a mirarme de reojo, algo inquieto, levantando las cejas. Es porque voy a estar disimulando una sonrisa y lo va a notar. Pero accidentalmente voy a tropezar, apoyándome en el primer hombre que encuentre, para que se trague su error. ¡Imaginarse que no tengo nada que ver en este entierro!
.......... Tengo que asegurarme. Tomar todas las precauciones hasta verte desaparecer, obtuso bajo la tierra, ojalá más profundo que lo normal, bien adentro para que nadie escuche cómo te reías de mí, de mi cuerpo desarmado o cuando no abrías la puerta, cuando no sólo era tu risa la que sonaba y eran dos, con el eco que me dolía hasta los huesos. Yo, que presentía este final.
.......... Nunca me equivoco. Fue el corazón que no te resistió más, dijeron los médicos. Te lo dije tantas veces, pero no escuchaste a una amante vieja, nadie nos escucha después.
.......... Pero ahora sé que me estás prestando atención. Luchas por salir a abrzarme. Recién ahora te das cuenta de que te sigo siendo fiel.
.......... Todo ha terminado. La tarde empieza a refrescar y te cubren varios metros de tierra húmeda.
.......... Aquí quedo yo y nadie más, a punto de desaparecer del cementerio y para siempre. Una despedida a solas para desvanecerme un poco contigo, antes de que alguien encuentre a la otra, la de la billetera, con un canal muy fino entre los ojos, delgado como un alfiler, clavada sobre la almohada de su cama.


 

Dama en el Jardín, portada
Dama en el Jardín
Carolina Rivas

Editorial Alfaguara. marzo 2001

 

 
 

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