Carolina Rivas
 
 


UN NEGRO CANARIO

(Cuento)

 

Es interesante el oficio de araña de rincón. Por lo general tenemos el privilegio de notar mejor las peculiaridades de los bebedores, tanto los congénitos como los de ocasión, que suelen creer que ahogar las penas es una frase que debe aplicarse si no a diario, por primera vez alguna vez.
..... Pero las penas nadan con un estilo envidiable. Es por eso que busco los rincones apartados para estudiar en silencio los progresos de las mías.
..... Llego al bar por la tarde para esquivar, como tantos, el retorno inevitable al departamento, un par de cuadras más hacia el Parque. Soy un bebedor educado, casi a la antigua gracias a la buena escuela heredada de mi padre, que insistía en que jamás un hombre decente debe llevar una mancha de alcohol en la camisa o la corbata. Sólo cuando el calor es sofocante me permito desabrochar el primer botón para descansar el cuello y así poder observar mejor a la concurrencia.
.... Han pasado los años y pudiera decirse que soy parte del decorado general, un poco oscuro y ajado también, pero digno, sin duda.
..... Participo de la manada ya sin cuestionarme, como alguna vez, la devoción por beber que me naciera del desencanto absoluto de haber perdido algo, alguien, tontamente, como sólo se pierden las cosas importantes.
..... Saludo con la cabeza al viejo Felipe Riera que se acerca a la mesa inmediatamente a la izquierda de la entrada mientras pide media botella de vino. Unos minutos más tarde llega su primo Hernán Santa María, el abogado, cargando varias carpetas llenas de legajos que, pienso a veces, corren más riesgo entre estas paredes que en Tribunales.
..... Felipe es un tipo agradable. Alguna vez hemos conversado y me ha mostrado los poemas que escribe, graciosos, sin duda, llenos de una frescura poco común en estos días. Santa María, en cambio, no es santo de mi devoción particular. Algo rancio le afecta la mirada cuando observa a contraluz su vaso de gin-tonic en una exploración autista que ni la clarividencia de Aníbal, el mozo de los días de semana, ha sido capaz de dilucidar.
..... El resto, lo de siempre. Llegarán todos a ocupar sus lugares, unos antes que otros, como cuando el cielo ya se ha llenado de estrellas y recién entonces nos damos cuenta que es noche cerrada.
..... "Este lugar parece un museo", me ha comentado Aníbal alguna tarde cuando el silencio todavía es un refugio tibio en esta esquina.
..... El barman repasa aplicado la barra con un paño húmedo levantando huellas de copas y conversaciones que quedan pegoteadas sobre la madera: un brindis improvisado, quizás alguna confesión o una ironía de la noche anterior. Es lo único que sobrevive del frágil testimonio de cierto parroquiano romántico o del discurso de un despechado sin remedio desapareciendo sin destino entre un manojo de hilachas.
..... Me viene a la memoria la figura gruesa de Azteca Muñoz cantando a voz en cuello "Maravilloso corazón, maravillossso...", interrumpiendo cualquier diálogo posible, interrumpiendo quizás a Sara, pero todavía no he hablado de ella.
..... Azteca, desfinado y melancólico por siempre ahogado en su vodka solo, insistiendo en que la vida es una mala broma y otras banalidades por el estilo. "Maravilloso corazón, maravillossso", me resuena a veces en el oído mientras camino las lentas cuadras de regreso a casa.
..... "Yo creo que acá andan todos medios locos", me confidencia Aníbal llenándome la copa con generosidad. "igual hay gente buena, un poco triste pero buena... Las cosas que uno se entera", dice suspirando, con ojos conspiradores. "A veces hasta un golpe me he llevado, por casualidad, claro. ¿Alcanzó a estar usted esa noche, no hará más de una semana? ¿Supo lo de ...?"
..... Paladeo mi vino mientras me cuenta las intimidades de una historia que poco o nada me interesa, pero que lo convierte en portador de un suceso que sé es boca de muchos, pero que insisto, no me interesa.
..... "...y le prometo que lloraba, yo lo vi...", finaliza con la bandeja abrazada y la cadera contra la mesa. Un soldado en posición de descanso, pienso. Pienso también que para infidelidades y demases, me sobra con las mías.
..... Sara debe ser la única que se resiste a naufragar entre estas paredes. Poco se sabe de ella, además de su delgadez extrema y que canta con voz ronca. Alguna noche me ha tocado asistir a su ceremonia y suelo acompañarla cuando cierran, para caminar hasta la avenida donde toma un autobús solitario que transita todavía a esas horas de la madrugada.
..... A veces gira el rostro al subir y creo ver una lágrima resbalándole del lado derecho al izquierdo como una cicatriz de agua que le estropea el maquillaje. Tiene la piel transparente y unas suaves ojeras como una acuarela de vino tinto. A veces me besa rápido cerca de la boca. Otras, cuando su mano suelta la mía, tiemblo un poco.
..... Vive hacia el sur, es claro.
..... Pero ha sido sólo en ocasiones especiales. Por lo general no la encuentro y me dan las doce conversando con algún joven escritor perdido en la pradera editorial o con el buen amigo dibujante en la barra, siempre imaginando que debemos ser una agrupación de gárgolas rescatadas por error de alguna cornisa. Si hay poca gente, prefiero quedarme en mi mesa, la de la esquina derecha, tomando notas para algún artículo que tenga que escribir. En fin, el vino siempre ha sido un buen analista del sistema.
..... Hacia el fondo del local la arquitectura se empeñó, quizás por un error del calculista, en configurar un curioso dintel de madera de roble donde suelo enfocar los ojos buscando de vez en cuando una palabra en fuga. Lo habitual es que sea el mínimo escenario donde Sara improvisa cada tanto una canción.
..... Se acerca desde la puerta del fondo con los hombros descubiertos, interrumpiendo por una fracción de minuto las conversaciones, mostrando una palidez soberana y larga que encalla en un par de guantes negros trenzados en un nudo de dedos largos atrapados en un micrófono antiguo.
..... Sara canta tangos y no confunde ni olvida una palabra jamás. Me sorprende su capacidad de retener tanta memoria ajena. Es algo que le ocupa la garganta en frases no dichas, en un dolor profundo que pareciera arrastrar desde hace siglos y que confieso me conmueve, aunque sea incapaz de admitirlo frente a ellos.
..... Sé que no le piden que lo haga, ni siquiera le pagan por hacerlo. Es casi una obra de caridad, arma de doble filo sin duda, pero imposible de evitar.
..... Si fuera creativo imaginaría que ella también perdió algo importante alguna vez y que en cierta manera el local se ha hecho cargo del asunto, pero no lo soy, evidentemente, y me sumo al coro de indolentes casi convencido de que no es mi problema.
..... Sara canta y eso duele.
..... A su alrededor, un enjambre de cables desconectados a propósito para no escucharla, la acechan, casi un racimo de víboras lamiéndole el vestido. Lo hemos decidido así, para proteger nuestro silencio a toda costa.
..... Dicen que fue Samuel, el mismo Samuel Roth, el de la bendita idea. Una noche comentó que Sara le recordaba mucho a una novia inglesa que tuvo alguna vez, una de aquellas que pudo ser la madre de sus hijos. "No quiero siquiera verla. Escucharla, menos. ¿Están todos locos?", preguntó, enumerando a continuación una serie de sentencias lapidarias acerca de los café-concert y la decadencia total del arte en este fin de siglo. Para terminar, citó con propiedad una frase de rigor absoluto: "No hay caso con ustedes. Son una tropa de románticos inútiles". Sostuvo su whisky en alto y, con la dignidad de un príncipe etíope, selló su condena.
..... Nadie se opuso, un poco por indiferencia o por no hacer del tema un conflicto personal con Samuel. Fue así que Sara pasó casi sin darse cuenta a la categoría de "non grata".
..... Confundida por las voces, sonrió nerviosa detrás del micrófono y, con un resto de patético decoro, siguió hasta terminar de cantar "Sur", con un registro que la Rinaldi le hubiera pedido prestado.
..... Dicen que fue Roth, creo, o así me lo contaron. Yo no estaba esa noche ahí, pero ni de eso estoy muy seguro y en rigor, no tiene ya la más mínima importancia.
..... Sara ha seguido cantando.
..... Cuando lo hace, sólo nos estremecemos un poco y bebemos apurados el resto de los tragos que bajan por la garganta hasta hincharnos los vientres: enormes y azules globos húmedos.
..... Me pregunto a veces si ella habrá provocado alguna confidencia sobre la barra o si alguien, además de mí, piensa por su culpa con nostalgia en algo que ni siquiera adquiere una forma definida en el recuerdo. Confirmo que a navajazos he borrado tanta cosa inútil y la odio un poco por recordármelas.
..... Quizás alguna vez le preguntaré a Aníbal al respecto. Seguramente sabrá algo que terminará por convertirla en un animal tan intrascendente como yo.
..... Insisto en mi aversión hacia ella, pero curiosamente se me pasa cuando la veo recoger sus cosas, buscándome con los ojos en una complicidad torpe que sólo me llevan la mano al bolsillo para pagar su cuenta y a tomarla del brazo mientras guardo mis papeles.
..... Al salir, Felipe nos brinda un guiño, mientras Hernán nos saluda interrumpiendo la científica contemplación de su vaso. Creo ver en sus expresiones una suerte de aradecimiento por sacarla de ahí, un pacto tácito al que se suma Aníbal, que nos sostiene gentilmente la puerta. Adentro permanecen Samuel y los otros, a buen reguardo de nosotros, entibiándose el alma, bebiendo juntos hasta que el ruido de las sillas acomodándose sobre las mesas les recuerde que también deben irse. Como siempre, prefiero no sospechar siquiera lo que hablan.
..... La noche nos recoge con indolencia y caminamos en silencio hasta que la abandono en el triste ómnibus del cual ya he hablado.
..... Bebo una última copa y pienso con temor que quizás Sara sea la única que late todavía entre las mesas donde todos navegamos indiferentes. Alguna vez he considerado la posibilidad remota de sacarla pronto de aquí, llevarla lejos, tal vez conmigo, no estoy muy seguro por qué... y que no vuelva. Quizás porque algún día, pronto, lo sé, se va a dar cuenta de que nadie la escucha, que nadie necesita nada, ni despertar ni recordar. Quizás comprenda al fin, que no hay lugar posible aquí para canarios como ella y quién sabe si no reflexione al fin y no regrese más. Será recién entonces cuando yo, definitivamente, pueda empezar a olvidarla.

 

 

 
 

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