Hernán Rivera Letelier

 
 

 

La Reina Isabel cantaba rancheras

Planeta, 1997
(texto escogido)

 

..... Aquella noche, luego de requisar algunas botellas de vino en la Cueva del Chivato, al oficial al mando de la patrulla se le ocurrío la idea (humorada la llamó él) de ir a los buques a tirarse unas putas. Eran las 03:30 de la madrugada. Despertaron de un culatazo al sereno de una garita, le preguntaron en qué camarotes había mujeres y fueron a sacarlas a la fuerza. Sólo encontraron a la Reina Isabel y a la Carrilana. Decepcionado con la "collera de viejas", que hizo poner de cara a la pared y sacando culo a ver si lograban calentarlo, ordenó hacer levantar a los viejos de los diez primeros camarotes de cada corrida. "Me los traen con lo puro puesto".

..... Los viejos, todos en camiseta y calzoncillos largos, temblequeaban amontonados en medio del patio. El inmutable Astronauta, a torso desnudo, se afirmaba sus afranelados con una mano, mientras la otra la apoyaba doctoralmente en la barbilla. El ebrio oficial los aporreó un rato con carreras y cuerpo a tierra, y luego los obligó a meterse a la ducha. Después, elucubrando algo más divertido frente a la estilante hilera de viejos en posición de firmes, con la lengua traposa del
apestoso vinacho de la Cueva del Chivato, comenzó una perorata que quiso hacer aparecer como alocución patriótica y que al final derivó en que lo más que le llamaba la atención de esta puta oficina salitrera era el gran numero de cabros chicos jugando en las calles y la cantidad impresionante de gatos pululando en los tambores de basura; y que como para el actual gobierno los niños significaban el futuro de la patria y no se les podía andar perturbando su dulce sueño a esas altas horas de la noche, no quedaba más remedio entonces que recurrir a los lindos mininos que ahí en los buques abundaban sobremanera para divertirse un rato. Así que cada uno de los veteranos allí presentes tenía que atrapar uno de estos cuchitos y traérselo agarrado de la cola. "El primero que me llegue con un gato -dijo- se va a dormir. Los demás se me van todos detenidos".
..... -¡Carrera, marr!
..... Los ancianos se desparramaron presurosos por la oscuridad del patio. Descalzos y afirmándose los calzoncillos, corrían comicamente pisando en puntillas sobre la áspera caracha de caliche. A la mayoría de ellos se le había quedado su prótesis dental en el vaso con agua sobre el velador y sus ansiosos ¡cuchito! ¡cuchito!, les salían conmovedoramente gagueantes desde sus bocas desdentadas.
..... El primero en presentarse ante el oficial fue el Astronauta. Sonriendo de extraña manera, apareció con un gato gordo y amarillo firmemente tomado entre los brazos. Se cuadró ante el uniformado y le alargó el animal. Sus ojos erráticos bailoteaban brillantes. El oficial tomó cuidadosamente al animal, lo acarició un momento y luego se quedó mirando fijo a los ojos del Astronauta. Acercándole la cara hasta casi rozarle la quijotesca encorvadura de la nariz, le dijo, calmadamente:
..... -¿Qué les pedí a los viejos culiaitos que me trajeran?
..... -Un gato, mi teniente.
..... - ¿Y esto qué es, viejito culiaito?
..... - Un gato, mi teniente.
..... - ¿Tengo cara de huevón o me han visto las huevas los viejitos culiaitos?
.....- No, mi teniente.
..... - ¿Y entonces?
..... - ...
..... -Para tu conocimiento, viejito culiaito -le dijo, sin apartarse un milímetro de su cara-, aunque esto tiene ojos de gato, cola de gato, bigotes de gato y está forrado en piel de gato, y hasta simple vista parece gato, no es un gato, viejito culiaito. ¡Es una gata!
..... Levantó entonces al gato tomándole dos patas en cada mano y comenzó a sacudirlo por sobre su cabeza, como esos cantores de lota revolviendo y haciendo sonar el tarro con los números.
..... -¿Ves como no le suenan los cocos, viejito culiaito? Además me parece que dije que lo trajeran de la cola -gritó enfurecido.
..... Cuando le lanzó el animal por la cara y la sangre de un arañazo comenzó a correr roja por la mejilla del Astronauta, la Reina Isabel saltó hecha una fiera por entre los conscriptos y sin emitir un solo insulto -salvaje pantera muda- hundió también sus largas uñas pintadas en el rostro rubicundo del joven militar.
..... El soldado que le propinó el culatazo en el hombro, la comenzó a patear furiosamente en el suelo mientras los demás pasaban balas y apuntaban nerviosamente a los ancianos. El episodio pudo terminar de peor manera si en ese momento no empieza a sonar el largo pito de las 04:00 de la mañana que despertaba a los que entraban de turno a esas horas. El agudo silbido de la sirena hizo iluminar varias ventanas y abrir otras tantas puertas de los camarotes. El soldado se contuvo de seguir golpeando a la prostituta y el teniente, con la pistola en una mano y un pañuelo en la otra, limpiándose la sangre de la cara, ordenó a sus soldados retirarse.

..... Después de ese episodio, el Astronauta había comenzado a empeorar en sus desvaríos. Encaramado en su atalaya de durmiente, le dio por hacer grandes e inverosímiles descubrimientos estelares. No había noche en que no descubriera algún nuevo cometa, alguna constelación inédita o el nacimiento de una estrella "conspícuamente brillante y nunca vista antes de nuestro tiempo, en ninguna época desde el comienzo del mundo, en esas azules pampas que conforman el inconmensurable universo de Dios", declamaba radiosamente eufórico, sin quitarse el catalejo del ojo. Con la humildad de los grandes hombres de la historia, jamás usó su nombre para bautizar sus increíbles hallazgos en la esfera celeste. Sus esotéricos catálogos y cartografías estelares, trazados en papel de mantequilla, lo conformaban astros gloriosamente bautizados con los más famosos apodos de las niñas de los buques. En sus mapas figuraban puntos con nombres como "El Cometa de la Flor Grande", "La Estrella de la Malanoche", "El Asteroide de la Reina Isabel", "La Constelación de la Cama de Piedra" o "La Refulgente Estrella de la muy benemérita Chamullo".
..... Y aunque tampoco después de la peripecia con los militares dio señales el Astronauta de reconocer a la Reina Isabel como su hermana, y le seguía aceptando sus atenciones con la indiferencia helada de un asilado siquiátrico ante la asistencia de una hermana de la caridad, su actitud al enterarse de su muerte no dejaba de ser extraña. Lo que más inquietaba a todos era su reacción de escaparse a la pampa. De sobra se sabía que las innumerables tragedias que coronaban la historia de las oficinas salitreras -como una triste corona de botellas rotas-, todas habían comenzado o terminado con escapes a la pampa.

 

* * *

 

HERNÁN RIVERA LETELIER nació en Talca, Chile, en 1950, pero antes de que aprendiera a andar estaba ya instalado en la pampa salitrera. Toda su vida transcurrió desde entonces en el Norte, desplazándose de una oficina a otra : Algorta -donde hizo sus estudios primarios-, Coya Sur, María Elena y luego Pedro de Valdivia. Allí trabajó largos años como obrero y ascendió a empleado -ya adulto, una vez que logró completar la enseñanza media-, hasta que la oficina salitrera cerró sus puertas.
... Cultivó inicialmente la poesía y el cuento, géneros que dieron origen a sus primeros libros, Poemas y pomadas (1988) y Cuentos breves & cuentos de brevas (1990). Recientemente, estos últimos, complementados con algunos textos inéditos, fueron recogidos en el volumen Donde mueren los valientes (1999).
... En 1994 publicó la novela La reina Isabel cantaba rancheras, ganadora del premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura. Desde entonces, aparte de numerosas ediciones nacionales, ha sido publicada en la Argentina, España, México y Colombia, y traducida al francés, portugués, italiano y alemán. Su segunda novela, Himno del ángel parado en una pata (1996), recibió también el premio del Consejo del Libro, ha sido publicada varias veces en Chile, además de las ediciones española, uruguaya y mexicana, más una traducción al francés.
... Su última novela, Fatamorgana de amor con banda de música, recibió el Premio de Novela 1999 de la Municipalidad de Santiago. Fue ya publicada en España y están en preparación las ediciones francesa, italiana y alemana.

de la contratapa
Foto : Gleen Arcos

 


 
 

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