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Las parábolas surrealistas de Raquel Jodorowsky
"Cuentos para cerebros detenidos". Pesopluma, 2023.

— PRÓLOGO —

Pedro Casusol

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El libro que usted tiene en sus manos ha sido considerado, durante mucho tiempo, un libro de culto. Raquel Jodorowsky no poseía ni un solo ejemplar de este título en la biblioteca que albergaba en su departamento frente al parque Mariscal Castilla, en el distrito de Lince, en Lima. Y estamos hablando de una artista que procuraba siempre tener el control de su propia obra. Cuentos para cerebros detenidos era el libro perdido en la bibliografía de la poeta chilena, radicada en el Perú desde la década de 1950. Quizás por eso mismo, en nuestras conversaciones, Raquel solía referirse a este como su mejor conjunto de textos, el más exitoso: un experimento de prosas que fluctúan entre la fantasía y el misticismo, con grandes dosis de surrealismo, psicodelia y ciencia ficción.

Durante los meses en los que entrevisté a Raquel Jodorowsky, estos Cuentos… se presentaban en mi imaginación como un objeto misterioso. No sabía si se trataba de su único título de narrativa o si estaba escrito en verso. Una búsqueda en Google solo complicaba más las cosas: el arte de la portada del libro, editado en 1974 por Ediciones de La Flor en Buenos Aires, Argentina, era un dechado de estética new age: un ser antropomorfo azul —¿un Dios, el demiurgo, un extraterrestre?... no sabemos— abre los brazos con los índices erguidos. Una aureola amarilla y roja, como la que llevan los santos, corona su cráneo. De sus dedos nace una delgada línea que bordea una suerte de sol en donde una cabeza humana sin cabello, blanca y con los ojos abiertos, se abre de par en par —como una puerta— dejando ver en su interior una serie de engranajes. Sobre este cuadro, con fondo negro, el título de la obra junto al nombre de la autora: Cuentos para cerebros detenidos, con letras amarillas y caligrafía moderna. Abajo, en cursivas, un subtítulo me llenaba de curiosidad: «Con licencia de los Superiores».

 

 

Entre los años 2010 y 2011, el tiempo que conocí y entrevisté a Raquel, cada vez que salía a flote el tema, la poeta aprovechaba para asegurar que la editorial le había jugado mal. El libro había sido un éxito y ella no había visto un solo centavo. ¡Ni siquiera tenía un ejemplar! Ahora ya resulta imposible saber exactamente lo que ocurrió. Lo cierto es que apenas llegaron ejemplares del volumen a las librerías peruanas. El escritor y profesor Elton Honores refiere, en una entrada de su blog fechada por los mismos días en que entrevisté a Raquel, que circularon algunas copias en la librería Época del centro de Lima, y que el crítico Ricardo González Vigil había publicado una reseña elogiosa en El Dominical, suplemento del diario El Comercio, donde consignó una parte del texto que habría aparecido en la contratapa del volumen (utilizo el condicional porque nunca he tenido un ejemplar original de este libro entre mis manos): «Todo el humor lindante con lo siniestro de una exponente del surrealismo “a la criolla” en textos delirantes de una narradora peruano-chilena que practica con éxito el terrorismo verbal».

Raquel Jodorowsky falleció el 27 de octubre de 2011. Doy fe de que, al final de sus días, el futuro de su obra y de los libros que no llegó a publicar parecían atormentarla. Diez años más tarde, la reedición de uno de sus títulos emblemáticos, el Ajy Tojen[1] por parte de Dulzorada Press en Dallas, Texas, reavivó cierto interés por la poeta nacida en pleno desierto de Atacama, en la provincia chilena de Iquique. Por aquellos días, un mensaje de Rojo Córdova en mi bandeja de entrada capturó mi atención. Había leído una crónica que publiqué con motivo del fallecimiento de la poeta: un texto que, en esos meses pandémicos del año 2021, había sido reeditado en una revista colombiana en formato web[2].

Rojo Córdova es un poeta mexicano, cultor de la improvisación y del slam, organizador de recitales de poesía con micrófono abierto y de lo que podría calificar, no sin temor a equivocarme, como tertulias de poesía urbana y performance en Ciudad de México. En su mensaje contaba que había entrevistado a Raquel vía correo electrónico y realizado una investigación en torno a ella alrededor del año 2006, mucho antes de iniciar yo mis primeras pesquisas sobre la poeta. Fue así como, en una reunión por videollamada, intercambiamos nuestras figuritas; es decir, todo aquello que pudiéramos contarnos de la vida y obra de Raquel Jodorowsky. Fue un encuentro feliz porque nos reconocimos como «raquelinos», tal vez los dos únicos en el mundo.

Rojo llegó a publicar la entrevista realizada a Raquel en 2006 en la revista Velocidad Crítica y en El Metate, el periódico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Con el título «De poetitas, poetotas y misteriosas influencias», yo la llegué a leer en su blog[3]. En los párrafos previos al juego de preguntas y respuestas, él indagaba por el cuerpo de la obra de Raquel: ¿dónde estaban sus libros? Parece que el breve paso de la poeta por tierras mexicanas, hacia la década de 1960, había dejado una buena impresión en la memoria colectiva de poetas y críticos. Mi amigo expresaba, en la previa a su entrevista, que muchos poemas de Raquel fueron divulgados en revistas y antologías —una de ellas editada por la escritora Leticia Luna—, pero la mayoría de sus libros resultaban prácticamente inconseguibles allá. Rojo hacía entonces un recuento de todos los títulos que había podido encontrar hasta ese momento en bibliotecas públicas y privadas en su país: «Ajy Tojen (1964) […] Cuentos para cerebros detenidos (1974), en la FES Acatlán de la UNAM; Caramelo de sal (1977), gracias a Sergio Mondragón, y Sin antes y después (1984) en el COLMEX».

Eso mismo me preguntó aquella vez por videollamada. Le dije que tenía unos cuantos: La dimensión de los días (1950), Alnico y Kemita. Cantata del espacio (1964), 3 millones de años luz o el diario de una costurera (1972), Caramelo de sal —que Rojo ya conocía— y los que publicó al final de sus días, Territorio que explorar y Poemas escogidos (2010), todos regalados por la misma autora. Le conté después que en la biblioteca del Centro Cultural de España, en Lima, encontraría varios títulos —donados también por Raquel—, incluyendo Ensentidoinverso (1962), un libro raro, inhallable, con una hermosa foto de una joven Raquel caminando por una transitada avenida en la portada. Está «In the Great City», como titula a uno de sus poemas; y, más específicamente, en Lima, como descubrí por la película hindú que exhibe la marquesina de un teatro, casi desenfocada. Se trata del primer libro editado artesanalmente por la misma Raquel Jodorowsky con su propio sello, que usará muchas veces a lo largo de su vida: El Oso y la Pajarita. Actualmente, alguien en Pittsburgh, Pennsylvania, lo vende por 240 dólares en una página web.

Rojo me contó que su relación epistolar con Raquel no acabó bien. La historia completa la pude leer luego en el testimonio que publicó ese mismo año en su libro 15 años, 15 textos rojos. Era una suerte de crónica en verso titulada «La de Mercurio y Perú tallada en acero: Raquel Jodorowsky, un rojo homenaje», en donde cuenta al detalle su primer acercamiento a la poeta. El trabajo universitario que lo llevó a entrevistarla, la reacción de ella tras leer la entrevista transcrita y publicada en medios académicos. ¡Raquel había puesto el grito en el cielo! Tal vez estaba preocupada por el tipo de respuestas y el tono a modo de cuestionario trascendental, con preguntas del tipo:

—¿Cómo se imagina la poesía en cien años?
¿Cuáles serán los futuros vehículos de la poesía?

—Los futuros vehículos de la poesía no serán los libros. En los viajes interestelares de largo tiempo, que pronto vienen, los libros flotarán, sin la atracción terrestre. […] La poesía en cien años existirá en tubos proyectables. Será un recuerdo de nuestra naturaleza terrestre en otro mundo [...]

Llegado el momento del «intercambio de figuritas», mi nuevo amigo mexicano se mostró muy interesado en acceder al libro 3 millones de años luz o el diario de una costurera, uno de los poemarios que Raquel había editado artesanalmente con material reciclado de unos grandes rollos de papel, en donde venían las telas que ella compraba para confeccionar y vender ropa en El Oráculo, la tienda hippie que tenía en la calle Alcanfores, en Miraflores. Rojo entonces no lo sabía, pero el libro incluía diseños artísticos elaborados por Dayal Gayoso, el único hijo de Raquel, y algunas cuantas fotos en blanco y negro de la poeta en el frontis de su colorida tienda, decorada con motivos psicodélicos.

En el Oráculo
no hay un sitio tranquilo
donde acostar la mente
y ponerla a cantar.
No hay sitio
no alcanza la magia para esto
donde no puedan bombardearme
las preguntas
«¿Qué valen los calzoncillos con flores?»

Esta es la labor del poeta
ahora en este mundo
coser una idea con otra
y pintar primaveras
sobre la mugre [...]

Rojo nunca había leído este ni ningún otro poema de aquel libro, pero le parecía el mejor título jamás elegido para un poemario. Le conté de la tienda de ropa hippie y del papel que habría ejercido Raquel en la difusión de la moda y la cultura psicodélica en el Perú, y también le hablé de su amistad con Allen Ginsberg y otros miembros de la generación Beat, pero esto él ya lo sabía. Le dije que con gusto podría escanear este libro y enviárselo, que en realidad se trataba de una plaquette; a cambio, pedí su ayuda para conseguir Cuentos para cerebros detenidos, el libro perdido de Raquel, que tras su edición argentina fue traducido y reeditado en Italia con el título Racconti rapidi per cervelli detenuti e/o per coleotteri (Taschinabili, 1997)[4]. Yo ya lo había buscado en bibliotecas y repositorios por todo Lima, y a esas alturas sabía que solo podría encontrarlo en alguna biblioteca en el extranjero. Era toda una rareza.

Por aquellos días, una amiga radicada en Buenos Aires, Argentina, ya tenía la misión de encontrar estos Cuentos… en librerías, bibliotecas y entre sus contactos, pero en el país gaucho Raquel Jodorowsky era también una extranjera. Por el internet ya había logrado ubicarlo en la Biblioteca Nacional de dicho país y trataba de animar a mi amiga para que hiciera los trámites necesarios para acceder al libro e intentar digitalizarlo, pero eran los tiempos de la pandemia del COVID-19, lo que hacía larga y complicada la gestión. Rojo Córdova se quedó pensando luego de que escuchó mi interés por el libro. Creía que tenía una copia entre sus archivos, que prometió buscarla. Yo quedé a la expectativa.

Unos días después, Rojo me escribió porque no encontraba su copia, había desaparecido entre sus documentos sobre Raquel Jodorowsky. No perdía las esperanzas de conseguir otro ejemplar en una biblioteca de Ciudad de México, pero debido a la pandemia muchas universidades y bibliotecas continuaban cerradas. Mientras esperaba, cumplí con digitalizar y enviarle por correo electrónico 3 millones de años luz o el diario de una costurera, como habíamos acordado; y un poco después llegó a mi correo la digitalización de Cuentos para cerebros detenidos.

* * *

En la extensa bibliografía de la poeta peruano-chilena, que comprende una veintena de libros publicados entre 1950 y 2010, hay variedad de registros: la epopeya metafísica que alabaron en su momento Rosamel del Valle y Pablo de Rokha, dos estandartes de la poesía chilena de su tiempo; el juego psicodélico de sus libros influenciados por la subcultura hippie; los intensos cantos a las piedras y a las ruinas de sus poemarios de madurez, motivados por los sitios arqueológicos de Chavín de Huántar, Nazca y Chan-Chan; y las alegorías místicas o de ciencia ficción, rezagos de estética new age producto, quizá, de la convivencia con su hermano Alejandro en México, en la década de 1960. En este último grupo se ubicaría Cuentos para cerebros detenidos.

En efecto, Cuentos… debe ser el libro más extraño publicado por Raquel Jodorowsky, una escritora extraña por excelencia: un experimento de prosas delirantes que por momentos rondan el sinsentido. La autora se convierte en una máquina de generar historias y mezcla Hamlets y Frankensteins con imágenes disparatadas y reyes, hombres tullidos, seres sobrenaturales, alienígenas y figuras religiosas, místicas o mágicas. Durante su lectura, es imposible no sentir significados crípticos que retumban en lo más profundo del inconsciente colectivo. Con estas parábolas surrealistas, la autora busca descoyuntar al lector de su cómodo espacio mental cotidiano y, a la vez, acometer un ataque frontal al establishment literario de su tiempo, distanciándose de todo lo que pudiera sonar a boom latinoamericano. Raquel era una rara avis en terra.

Para muestra, este fragmento:

Arguyo, arguyes, arguye, argüimos, argüís, arguyen.
Arguya, arguyas, arguya, arguyamos, arguyáis, arguyan.
Argüí, argüiste, arguyó, argüimos, argüisteis, arguyeron.
Arguyera or arguyese, arguyeras or arguyeses, arguyera
or arguyese, arguyéramos or arguyésemos, arguyerais
or arguyeseis, arguyeran or arguyesen.
Arguye tú, arguya Ud., arguyamos nosotros, argüid
vosotros, arguyan Uds.
Arguyendo.

Raquel Jodorowsky siempre rechazó haber recibido influencia de los surrealistas y dadaístas, e inclusive negó la de los nadaístas y los beatniks, con quienes mantuvo vínculos estrechos. Ella reclamaba haber llegado sola, con sus propios términos, a concebir estas historias crípticas y metafóricas, a veces poéticas, que desafiaron los esquemas literarios de su tiempo. En esta serie de ensayos absurdos y fantásticos surgidos de ninguna parte, ajenos a la tradición, de un humor oscuro, transgresor y metaliterario, encontramos los relatos más locos que apenas un puñado de peruanos hemos tenido la suerte leer. Al menos hasta la presente edición, que rescata este libro raro y perdido que ahora usted sostiene entre sus manos.

Lima, julio de 2023

 

 

 

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Notas

[1] Publicado originalmente por Sergio Mondragón y Margaret Randall como el número 12 de la mítica revista bilingüe El Corno Emplumado/The Plumed Horn.
[2] Disponible en: https://app.relatto.com/cronica/el-irrompible-desencuentro-delos-hermanos-jodorowsky
[3] Disponible en: https://rojoquerojo.blogspot.com/2009/12/de-poetitas-poetotas-y-misteriosas.html?m=0
[4] «Cuentos rápidos para mentes encarceladas y/o para escarabajos» sería la traducción literal del título.

 



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