Gonzalo Rojas

 
 

 

 

Confesiones del Dr. Jekyll y Mr. Hyde alias Gonzalo Rojas

"Los arboles del Edem son dos: El arbol de la Ciencia del Bien y del Mal y el Arbol de la Vida. El arbol de la Ciencia del Bien y del Mal, es el sexo y este Arbol del conocimiento está manifestado en el Hombre por los organos sexuales. El Arbol de la Vida es el Ser y esta representado en nuestro cuerpo fisico por la columna Espinal. La sombra fatal del Arbol de la Vida es el Yo. La sombra fatal del Arbol del Conocimiento es la Fornicacion. La gente toma las sombras por la realidad. El que acaba con el Yo realiza al Ser en si mismo"

(V.M.Samael Aun Weor. Tarot y Kabala)

por Juan Carlos Ramiro Quiroga
Especial para Proyecto Patrimonio

1. "La literatura no se fabrica -es algo que sucede, es decir, un fenómeno de existencia", anotó el novelista José Donoso en la época de los 60 en sus cuadernos íntimos al referirse a sus convicciones literarias. Esa línea muy bien podría sugerir la literatura que practica el chileno Gonzalo Rojas, nacido elaño de 1917 en puerto Lebu. Este poeta ha resuelto escribir un único poema con el único tema que la existencia guarda entre lo recovecos, las callejuelas y las entrelíneas citadinas: el cuerpo de la lujuria de la que Catulo, Ovidio, Browning, Villon, Kavafis, Aridjis e incluso San Juan de la Cruz templaron en la fragua de la palabra.

2. La obra poética de Gonzalo Rojas, hay que leerla, sobre todo, como una gran confesión a la manera de San Agustín de Hipona; pero sin sus arrebatos redentivos judeocristianos. Una confesión elevado no a los hombres, sino a Dios, a fin de presentarle pedidos y exigencias demasiado humanas. Interrogantes terrenales con filo metafísico que hasta el momento no han sido contestadas o no podrán serlo mientras el silencio del Hacedor continúe inmutable. En ese sentido, la poesía de Rojas se convierte en una plegaria del que ha reconocido su caída en la sombra de la realidad y desde esa fisura busca una respuesta real a sus hesitaciones de irredento. De ahí que su poesía sea tan distinta y tan alejada a la del autor de "Residencia en la tierra", poeta que fue ignorante a una mística del erotismo o el conocimiento profundo del cuerpo.

3. No obstante, lo más importante no es saber cómo dicha fascinación cubre y encubre la poesía de Gonzalo Rojas, sino que la ha "desnudado" en un río turbio donde el poeta se atreve a bañar no sólo dos veces, sino varias. El cuerpo de la lujuria para el autor de "Contra la muerte" es simplemente eso: una razón, no un pretexto, que le permite escribir un poema que se corroe hasta la infinitud, porque la sombra fatal del yo obscurece el camino. Esa mala suerte que emerge como un sol que es vislumbrado por un ciego que tiene el tacto sensibilizado al máximo: visión sólo palpable al lujo y a la lujuria. Valga tanta metáfora.

4. ¿Cuál es la aventura que acomete Gonzalo Rojas a fines del siglo XX? Como único "romano viejoven" de las extremidades, fija sus inquietudes en lo más simple de la vida: en recorrer parsimoniosamente la palabra placer a través del goce de la realidad.  Es decir, la realidad como un gran viaje o aventura. Fosforescencia y permanencia: relámpago, diría Rojas. O la mudanza en la permanencia, como decía Paul Válery. Sin embargo, el poeta toma a las sombras como la única realidad de viaje y de aventura. Y la única realidad que prodiga sombra y placer no es más que una mujer extraña que mora en el ápice de la existencia o en la epifanía del orgasmo: putas, prostitutas, cortesanas, amantes y lesbianas se acomodan entre los resquicios que deja entreabierto el dedo o la mano de Rojas. La sensibilidad de Rojas hay que tomarla en ese sentido, como una suerte de imaginación que escribe en la cópula, el relámpago de seguir siendo.

5. Aunque casi nunca la nombra en su poesía, hay una palabra que relaciona ángel y hiena en una misma línea: es el deseo del poeta que atraviesa cada repetición verbal, convirtiendo la putrefacción en ilusión o en éxtasis. Desde esa conciencia, Gonzalo Rojas corta a las mujeres bajo el mismo filo del deseo. Nadie o ninguna es más o mejor, todas revelan una misma semejanza. Casi insufladas bajo el mismo fuego de la turgencia y la voluptuosidad, todas sus hembras hembras producen una misma fascinación en el poeta: "son pelirrojas" como el sol que arde en medio del firmamento y que un ciego deletrea a través del tacto.

6. A pesar de esa exégesis ensayística, lo central en la poesía de Rojas no es la mujer ni el amor, sino esa herida que se abre en medio del cuerpo humano: ángel o hiena que se confunde con uno mismo y lo reduce al relámpago del deseo. Nada más distante del ángel que el deseo ni nada más cercano a la hiena. No obstante, el deseo no es causa de separación entre lo que se quiere ser (lo alto) y lo que se quiere poseer (lo bajo). Desde esa situación, el cuerpo de la mujer no es contemplado, sino "sentido" en todas sus extremidades femeninas, porque es el Punto G de contacto con lo sagrado. El poeta vuelve a poseer  una y otra vez no solo a una mujer, sino a muchas que florecen en sus manos como vasos eucarísticos donde abreva el deseo siempre infinito, en un himeneo constante con Dios.

7. También en la poesía de Rojas se halla la secuencia del doble o aquella "mente escindida" de la que emerge el conflicto real que es verbalizado desde sus primeros libros. Rojas siempre está consciente, no seguro, de que hay dos personas que conviven, comparten y fraguan en su cuerpo: uno enceguecido que arde en el deseo a través de cada encuentro furtivo con los frutos del Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal; otro enmudecido que palpa el aura esencial del Arbol de la Vida. Una doble atracción por la corrupción y, asimismo, por la ilusión. Una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde divaga por entre su poesía que ha dado en enfrentar a la muerte cara a cara en su propio ambiente que es el erotismo. No hay que olvidar que Rojas alarga la mano y toma el fruto no sólo del Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal, sino del Arbol de la Vida, todas las veces que ha podido, sin que nadie se lo impida. Para decirlo en buen tudesco: la poesía de Rojas relata la historia de un hombre en el que conviven y se debaten los extremos de la pureza y de la maldad.

8. De los muchos libros que ha escrito Gonzalo Rojas, sólo dos obras me han llegado a las manos, la "Antología personal" (1988) y "Antología de aire" (1991). Ambas obras me han permitido vislumbrar el mundo en el que habita el poeta octogenario que mora en su residencia de Chillán. Un mundo que tiene la cuadratura del círculo de Leonardo Da Vinci, es decir, una conciencia depuradísima del cuerpo. Como San Juan de la Cruz o como el autor del Cantar de los Cantares, Gonzalo Rojas tiene un sentido muy claro sobre el cuerpo. Nada que ver con el voyeurismo modernista ni con la contemplación parnasiana: Rojas no sólo se complace con las formas sensuales, sino que las posesiona en todos sus recodos y misterios. Para decirlo en pocas palabras: el poeta no ve a la mujer, la "siente" en toda la epifanía de su orgasmo. Casi cercano a la táctica de un tantra, su poesía toca, acaricia, circunda, rasga y profundiza el cuerpo femenino. Es un místico concupiscente en el pleno ejercicio de su dominio en una especie de "hartazgo y orgasmo" de los sentidos.

9. Algo admirable que me ha fascinado desde que lo leí fue que Gabriela Mistral, tan tenida a menos en la actualidad, haya vislumbrado un futuro poético fundamental en el joven Rojas desde la aparición de su primera obra. "La miseria del hombre" (1948) provocó reacciones encontradas entre los lectores oficiales que no fueron compartidas por la autora de "Desolación" y "Tala". Copio la nota y el texto íntegro de la carta fundamental que fue publicada en Vuelta en noviembre de 1.991: "Del archivo de Gonzalo Rojas hemos recibido la siguiente carta de Gabriela Mistral, sin fecha pero que debe de ser de 1948, año en que se publicó, en Valparaiso, 'La miseria del hombre', primer libro de nuestro amigo. La misiva está escrita en hojas de un papel que lleva impreso el membrete "729 East Anapamu Street/Santa Barbara, California":

"Caro Gonzalo Rojas:

............................... Hace solo una semana que tengo su libro. Me ha tomado mucho, me ha removido y, a cada paso, admirado y, a trechos, me deja algo parecido al deslumbramiento de lo muy original, de lo realmente inédito. Déme algún tiempo para masticar esta materia preciosa. Usted sabe, Rojas, que yo no sirvo para hacer crítica. Hago solamente, de tarde en tarde, algunas alabanzas que poco sirven para la publicidad de tipo técnico, que es la mejor publicidad. Lo que sé, a veces, es recibir el relámpago violento de la creación efectiva, de lo genuino, y eso lo he experimentado con su precioso libro.
................................ Téngame paciencia. Me queda un mes de México; parece que sigo hacia P. Rico, donde querría tardarme varios meses. Aquí he dado una serie de conferencias, a pesar de una salud quebradiza que alarma a quienes me cuidan. Leeré su libro en P. Rico con Margot Arce, profesora de la Universidad que tiene para la poesía ciencia e intuición, algo muy serio y ayudador para mí. Si no "me le quedo en el camino," yo cumpliré con Ud. Aunque diario ya no tengo allá: me echaron, sin palabra, de "El Mercurio". No publicaba mis textos. Mándeme Ud. las críticas sobre su libro. Acá "Hotel Mocambo" Veracruz, México

.................................. Acepte mis congratulaciones, Gabriela". 



 

 
 

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letras.s5.com , proyecto patrimonio, GONZALO ROJAS: Confesiones del Dr. Jekyll y Mr. Hyde alias Gonzalo Rojas, por Juan Carlos Ramiro Quiroga, junio de 2003.

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