Despierta Pablo de Rokha
                
                
 
                
          Por Manuel Torres
          En revista Punto 
          Final. 20 de 
          octubre de 2000
          
          
          
          Jugando al 
          típico recurso imaginativo de "qué habría hecho en esta época si 
          estuviera vivo", se puede afirmar que habría sido un firme partidario 
          de la Unidad Popular; por su combate tenaz contra la dictadura militar 
          lo habrían asesinado mil veces; no estaría ni ahí con los gobiernos de 
          la Concertación, ni con Internet y sería un asiduo consumidor 
          callejero de sopaipillas con ají.
          
          Si Pablo de Rokha sobrevive en medio de tanto olvido, 
          ignorancia e indiferencia se debe a que han sido principalmente los 
          jóvenes quienes han encontrado en su obra y en su vida a un amigo que 
          siempre estuvo en la dura, porque hasta el fin de sus días mantuvo la 
          consecuencia en su manera de ser y de pensar, y nunca le sobó el lomo 
          a ningún crítico literario ni gobernante de turno para sacar adelante 
          su oficio.
          
          La lectura de su obra 
          durante la combativa década del ochenta fue un alimento de primera 
          necesidad en los talleres literarios poblacionales, donde se incubó 
          una generación que recogió su difícil estética y valerosa actitud de 
          vida, la que aún persiste y se multiplica.
          
          El 10 de octubre se conmemoraron 106 años 
          desde que "bajó de las montañas de Licantén para invadir la ciudad y 
          mantenerla inquieta. Trajo un estruendo de rayos y tambores, una voz 
          nueva con algo de piedra en su interior como el cauce de invierno del 
          río Mataquito que lo vio nacer", como lo definiera de manera póstuma 
          el poeta Alfonso Alcalde, cinco días después del suicidio de Pablo de 
          Rokha.
          
          Su obra en Chile y el 
          mundo
          Desde que se quitó la vida 
            hace 32 años con el revólver Smith and Wesson calibre 44 que le regaló 
            el presidente mexicano Lázaro Cardenas, cuando recorrieron juntos el 
            camino libertario de Pancho Villa, su obra poco a poco va ganado en 
            importancia y respeto, incluso, entre quienes fueron sus 
            adversarios.
            
            Si bien su complejo y 
            a veces intrincado trabajo no está muy difundido a nivel 
            internacional, en comparación a otros poetas nacionales, hace varios 
            años que los cubanos se interesaron en publicar al alero de Casa de 
            las Américas, la "Epopeya de las comidas y bebidas de Chile". 
            En España, la editorial Visor también imprimió una antología poética, 
            mientras que en Venezuela, a instancias de una de sus hijas, se han 
            impreso varios de sus libros y constantemente se realizan charlas y 
            seminarios sobre su obra. Durante estas últimas semanas, se han 
            paseado por el país representantes de la editorial italiana-francesa Archivo, interesados en publicar una compilación crítica de 
            nuestro doctor en rotología.
            
            De su 
            extensa obra, no es muy común que sus primeras ediciones se puedan 
            encontrar en las librerías de viejo. Buena parte de sus textos fueron 
            autoeditados en bajas cantidades o no gozaron de éxito en su momento. 
            Tal fue el caso de "Los gemidos", su inaugural y monumental 
            obra con la que en 1922 irrumpió con el látigo de la indignación y con 
            una carcajada burlesca en la conservadora escena nacional. La mayor 
            parte de la edición se vendió por kilos, para envolver carne. También 
            es el caso de "La escritura de Raimundo Contreras", la cual 
            sólo se pudo distribuir quince años más tarde porque De Rokha no tenía 
            dinero para cancelar el costo de la edición. Entre los libreros de 
            segunda mano se bromea diciendo que, a diferencia de la mayoría de los 
            escritores, los textos más valiosos del "amigo piedra" son los que no 
            están autografiados.
            
            Esto se debe 
            a que en muchas ocasiones De Rokha, para parar la olla de su numerosa 
            familia, agarraba un par de maletas con sus libros y en tercera clase 
            del tren recorría el país ofreciendo puerta a puerta sus textos a 
            actuarios, dueños de restaurantes, agricultores y todo aquel que 
            demostrara alguna sensibilidad por la poesía.
            
            Por su parte, ha sido significativo el 
            aporte que la editorial Lom ha hecho por difundir la obra del poeta 
            tremendista. Ha reeditado, entre otros textos, "Los gemidos" y 
            una reciente antología. Para dentro de poco está anunciada la 
            reimpresión de "U". En este sentido ha sido valioso el aporte 
            de la editorial de la Universidad de Santiago de Chile, que ha 
            publicado variadas antologías a cargo del académico Naím Nómez. 
            Pero sin duda un hito en la difusión rokheana fueron las "tomas 
            culturales" realizadas en la Universidad de Chile y en la Universidad 
            de Santiago, al cumplirse el centenario de su nacimiento. En la 
            ocasión se realizaron muestras poéticas, plásticas, musicales, 
            circences, entre otras artes.
            
            Además, como parte de las "Rokhas a la calle", se distribuyó en el 
            centro de Santiago una edición contemporánea de la ideológica y 
            adjetivante revista "Multitud". Además, se leyó, fumó marihuana 
            y se alcoholizó en el boliche de Alameda 777.
          
          El roto 
          cosmopolita
          Carlos Díaz Loyola, fue el mayor de diecinueve hermanos, de los 
          cuales aún vive María, de 86 años. De Rokha se crió en una acomodada 
          familia terrateniente y católica de la zona de Talca. Debido al 
          trabajo de su padre como administrador de las aduanas cordilleranas de 
          Curillinque, El Melao y Las Lástimas, aprendió desde pequeño a 
          cabalgar, manejar una carabina Winchester y a conocer el mundo de los 
          cuatreros, contrabandistas, arrieros y policías.
          
          Estudió en el liceo fiscal de Talca y en el 
          Seminario Conciliar de San Pelayo se empapó de la Biblia y de los 
          clásicos griegos y latinos. Allí se ganó el apodo de "el amigo piedra" 
          y a los 17 años de edad fue expulsado por ateo y rebelde.
          
          A los 22 años se enamoró perdidamente de la 
          escritora Luisa Anabalón Sanders (Winnet de Rokha), con quien se casó 
          a pesar de las trabas que impusieron sus padres. De esa unión nacieron 
          nueve hijos: Tomás y Carmen murieron prematuramente; José murió a 
          causa de un tumor cerebral cuando tenía treinta años; Pablo se suicidó 
          tres meses antes que su padre con el mismo revólver; Lukó, Juana Inés, 
          Laura y Blanca Flor aún se encuentran vivas.
          
          Pablo de Rokha se desempeñó como vendedor 
          de maquinaria agrícola, frutos del país y cuadros, además de profesor 
          de estética e historia del arte en la Universidad de Chile. En sus 
          distintas pellejerías se fue forjando el "clan De Rokha".
          
          Estos terrestres y mundanos avatares lo 
          templaron en su particular pensamiento de Izquierda en el cual 
          incorporó a Marx, Lenin, Mao, Stalin, Freud, Jung, Nietzsche, 
          Shopenhauer y Whitman, entre otros.
          
          Por su marcada posición anticapitalista y 
          por mantener una voz netamente criolla se ganó la animadversión de la 
          crítica oficial y de la mayoría de los poetas de su generación. 
          Conocida es la "guerrilla" que mantuvo siempre con Neruda y Huidobro, 
          a quienes consideraba unos "burgueses de izquierda".
          
          La muerte de su querida Winnet fue un duro 
          golpe: estuvo a punto de suicidarse y sólo no lo hizo porque tenía que 
          mantener a sus hijos.
          
          Contrariamente a la imagen del poeta bueno para el copete, la farra y 
          la buena mesa, cuenta su hija Lukó que nunca lo vio, por ejemplo, 
          freirse unos huevos. Sin embargo, sabía muy bien cómo se preparaban 
          los platos, por lo que era muy buen instructor de cocina. De que le 
          gustaba el trago no hay duda, pero no era una persona trasnochadora 
          porque sabía muy bien que al otro día tenía que levantarse temprano 
          para salir a trabajar o para escribir.
          
          Se cuenta que para celebrarar su Premio 
          Nacional de Literatura, en 1965, los festejos comenzaron desde 
          temprano y se extendieron hasta las cinco de la madrugada siguiente. 
          El balance gastronómico de la jornada fue de 40 kilos de prietas, un 
          cordero de 27 kilos, 30 garrafas de vino tinto y decenas de fuentes 
          con longanizas y causeo a la chilena, pebre cuchareado con ají cacho 
          de cabra.
          
          El 10 de septiembre de 
          1968, un estampido alertó a la empleada de la casa de Valladolid 106, 
          en La Reina, y a su pequeña hija que la acompañaba en las labores 
          domésticas. Algo terrible había ocurrido en la pieza de Pablo de 
          Rokha: se había disparado un balazo en la boca.
          
          Sobre el escritorio del poeta no había 
          ninguna carta que explicara su decisión. Sólo estaban las argollas de 
          oro de su esposa Winnet y la suya.
          
          Sin embargo, se sabe que el suicidio de Pablo, su hijo y secretario 
          privado, ocurrido tres meses antes en la misma casa, lo había 
          deprimido profundamente. Esto, a pesar de haber sorteado 
          favorablemente un cáncer a la próstata que lo tuvo dos meses en el 
          Hospital J.J. Aguirre. Pero el motivo más inmediato de su decisión, 
          fue que ese mismo día tenía que internarse en el Hospital Siquiátrico 
          para tratar su depresión.
          
          Muchos 
          años después, tras gestiones con la policía, el revólver Smith and 
          Wesson calibre 44 fue recuperado por la familia. Sin embargo, el arma 
          fue robada hace unos años en Venezuela, por lo que es probable que su 
          actual dueño desconozca que la nuez del revólver una vez giró contra 
          el mayor volcán de ojos verdes que haya estremecido estas 
          tierras