.................................David Rosenmann Taub


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POESÍA

de "LOS SURCOS INUNDADOS" (1951)

Primera Sonata

A TI, EVI, HERMANA MIA.

CREACIÓN

Víscera, fruto vagando en la niebla,
entre mil soles vagando en la niebla,
víscera, fruto vagando sin tiempo,
entrevenoso, ascendiendo insolado,
cántico, bosque de astros, estepa,
¿de qué región tropezando, cayendo?
Bloque de semen, radiante, aguerrido,
¿por qué designio vienes a ser mío?

Cuando el ovario amoroso te ansiaba,
cuando el rosal de la carne te ansiaba,
¿cómo saltaste el no ser de tu espacio
para mezclarte al sudor, al deseo,
al tifón térreo, al jadeo, a la fragua?.
¿cómo rompiste la malla sin días?,
¿cómo te hundiste en el mar del abrazo?
Golpe de ascua, relámpago vivo,
¿por qué designio vienes a ser mío?

En la vertiente crucial derramado,
cima triunfante, temblor derramado,
brote sagrado, bastión, red sufriente,
vasto aletazo: te sé poderoso
como la dicha del surco más grávido,
como cascada en la piedra sedienta.
Limo fragante: despunta, no ceses.
Colma mis huesos, enjambre, racimo.
Crece en lo amado para ser mi hijo.

 

ALUMBRAMIENTO

Oh henchido vientre, vientre luminoso,
la hora del mundo estalla;
abre las alas: suma claridad
rodea la granada.

Asoma, rayo de materna luna:
conoce el aire, mueve las entrañas;
manantial esperado, entrega el ronco
bramido: ciega lanza.

Oh bendita placenta nacarada.
Oh tempestuosa calma asiendo calma.
Oh hijo, desarraiga,
asoma, despiadado y escarlata.

Mármol, mármol que mana.
Piernas sangrientas: oh bullente escala.
Sube, hijo mío, hasta
que subida no haya.

Aviva, aviva, rasga
la telaraña, rasga;
hijo mío, raudal,
vendaval, trepa, asalta.

El cielo anhela contemplarte:
contempla el cielo cara a cara:
eres el día abriéndose en torrentes:
¡espuma!, ¡roca!, ¡jarcia!

Junta la herida con la herida,
junta la noche con el alba.
Hijo tendido hacia lo alto:
junta el pañal con la mortaja.

Oh jarcia, oh roca: arriba;
más arriba, campana;
más arriba, más arriba,
vendaval, trepa, asalta.

Quiero que encuentres a mi padre
como en encuentro de montañas:
el cielo anhela contemplarte:
contempla el cielo cara a cara.

Amado cuerpo de cansancio,
dolor amado, siembra amada,
funde en tus brazos a los que se han ido,
junta la noche con el alba.

Junta la herida con la herida,
junta mi carne con tu alma,
junta la herida con la herida,
contempla el cielo cara a cara.

Aviva, aviva, rasga
la telaraña, rasga;
hijo mío, raudal,
vendaval, trepa, asalta.

Oh henchido vientre, vientre luminoso,
la hora del mundo estalla;
asoma, rayo de materna luna:
conoce el aire, mueve las entrañas.

Abre las alas: suma claridad
rodea la granada.
Manantial esperado, entrega el ronco
bramido: ciega lanza.

Oh bendita placenta nacarada.
Oh tempestuosa calma asiendo calma.
Mármol, mármol que mana.
Piernas sangrientas: oh bullente escala.

Oh hijo, desarraiga,
asoma, despiadado y escarlata.
Sube, hijo mío, hasta
que subida no haya.

Manantial esperado, sube, sube,
abre las alas, sube, abre las alas,
asoma, rayo de materna luna:
conoce el aire, mueve las entrañas.

Oh henchido vientre, vientre luminoso,
la hora del mundo estalla;
abre las alas: suma claridad
rodea la granada.

 

HIJO

Arbol huracanado, violenta tierra viva:
para tus olas hiende mi corazón la luz;
sea el ímpetu el sueño que te cubra, hijo mío;
yo seré el edredón de la cuesta dormida.

Eterno lampo eterno surja para tus ojos;
empuja hacia tu sangre mi sangrienta ternura;
eres la despedida de mis bríos maduros:
como cosecha, hijo, reviviré en tu asombro.

Estambre, alianza: cíñeme el inquieto espejeo
del penacho sonriente: por fin sonríe: envuélveme
de brisa y mordedura; tus sorprendidos labios
en jugoso dominio redondeen tu empeño.

Esa sonrisa tuya me sabrá en la alegría
a renacidos zumos de fragores perdidos:
recorrerá mi vida, como beso de tierra,
esa sonrisa breve: tintineo y delicia.

Sonríe, hijo, sonríe; descubrimiento, avienta
la hojarasca de duelo que azota al resplandor
de tu paso: camino, echa a andar, echa a andar:
tu pie va a hacer, oh Dios, -¡Dios!- su huella primera.

Yérguete en el abismo: en las aguas profundas
palparás a tus venas; angústiate de muros.
Mi grito paternal se rompa entre tus manos:
con el alma desnuda despedaza la ruta.

Hermánate a la agreste plenitud de la espiga;
Hoguera en el destino, victorioso derrótate.
Hijo, estréchame siempre en todos los guijarros:
tendrás el amor fuerte que se oculta en la espina.

Eterno lampo eterno surja para tus ojos;
empuja hacia tu sangre mi sangrienta ternura;
eres la despedida de mis bríos maduros:
como cosecha, hijo, reviviré en tu asombro.

Esponjas de tinieblas envidiaban tu rastro,
porque entero pendías del coraje de Dios.
Por amparar las cumbres, huías mi refugio:
¡Hacia mí!, te gritaba, ¡oh hijo entre mis brazos!

Mas la flor de tu ansiosa garganta en la mañana
era como el temor del hijo por el padre:
ya extasiado lavando colinas y colinas,
al conocer la tierra, me tocabas y amabas.

¡Me ibas conociendo! El tallo polvoriento
se estremecía azul de goce de tu savia.
Tus pupilas curiosas rodando por el mundo,
refrescaban mi fiebre, bañaban mi desvelo

con la paz de las siembras. Aprendías mi ocaso,
acunabas, sembrabas. De mi carne venías
a renovar mi sed: éramos una llama.
¡Me ibas conociendo! ¡Oh venero en el páramo!

Sonríe, hijo, sonríe; descubrimiento, avienta
la hojarasca de duelo que azota al resplandor
de tu paso: camino, echa a andar, echa a andar:
tu pie va a hacer, oh Dios, -¡Dios!- su huella primera.

Eterno lampo eterno surja para tus ojos;
empuja hacia tu sangre mi sangrienta ternura;
eres la despedida de mis bríos maduros:
como cosecha, hijo, reviviré en tu asombro.

En tu vaso colmado no abreves al letargo;
yérguete en el abismo; angústiate de muros;
con el alma desnuda despedaza la ruta.
¡Abalánzate, afluente! ¡Abalánzate, arado!

Hazte recio, hijo mío: aunque yo desfallezca,
si escarpidor de miedo te peina ferozmente,
desgárrame, desgárrame, róbame los alientos:
hazte recio, aunque caigan mis sienes ya disueltas.

Aunque corteza ciega, nieve ciega, crispado
polvo ciego, te haré una estera radiante.
Aunque vuele en despojos horizonte a horizonte,
mi rostro, en los celajes, te traerán los pájaros.

Tú, cantera; yo, escarzo; váciame más, espárceme:
beberé en el acíbar la dulzura inmortal
de sumirme en tu arcilla: que aun asido de muerte
desplegaré ceniza para darte trigales.

Arbol huracanado, violenta tierra viva:
para tus olas hiende mi corazón la luz;
sea el ímpetu el sueño que te cubra, hijo mío;
yo seré el edredón de la cuesta dormida.
Hijo, estréchame siempre en todos los guijarros:
¡tendrás el amor fuerte que se oculta en la espina!


 


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