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De lo oficial en la literatura antofagastina
Leído en Congreso Literario de Pueblos Abandonados: “Lo que juramos no hacer”
Santiago, 20 y 21 de agosto 2025.

Por Rodrigo Ramos Bañados

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Si el siglo veinte fue una porquería, entonces arreglemos este tango.
Ideemos nuevos pasos, mejoremos sus versos.
¿Por qué no puede haber un tango de alegría?

Miguel Morales Fuentes


1.

El estado del arte 

Todos los años, a través de generosos recursos captados en las plataformas que la minería lava en cultura y otros tantos por parte del Estado, se desarrolla en Antofagasta una exhibición de obras artísticas que caben en la etiqueta de arte contemporáneo. Digamos que los gestores son unos “genios” —por los recursos conseguidos— y la consecuencia es su buen pasar económico. Generan, sin buscarlo, comentarios de todo tipo, algo muy de conventilleo. Las obras, que para algunos parecen trapos gigantes colgados al vaivén del viento en el Muelle Histórico o proto fogatas en el suelo circundadas por piedras con números o fórmulas matemáticas, invitan a la reflexión. Pero no es una reflexión cualquiera. Entremedio hay un personaje denominado mediador, quien, como la “última chupada del mate”, diría mi abuela, nos induce a pensar. De lo contrario, personas como uno dirían que aquello que está al frente es la ropa colgada de Gulliver. 

 

Rodrigo Ramos Bañados



Se puede discutir la figura del mediador, pero casi siempre son chicos jóvenes de perfil universitario que se ganan sus lucas en el chorreo artístico-minero. ¿Cuál es el dilema de esto? Al no procesar esa obra de arte, como indica el manual de la exposición, se es un lego. La sola presencia del mediador nos dice que aquello no es una feria de pulgas o una exposición con pinturas sobre lienzos estáticos que nos recuerdan a escuelas pictóricas expresionistas en el Salón Chela Lira, por ejemplo, que es el salón oficial de la plástica nortina y todo lo que se exponga en ese lugar es lo oficial. Las otras preguntas que quedan sueltas para responderlas en sesión de chimuchinas con un café en mano: ¿Cuánto valen estas cosas armadas en el suelo con materiales que se compran en la ferretería o en librería con el rótulo de arte contemporáneo? ¿El valor agregado de esto es el arte? Un cuadro de Picasso perfectamente se puede armar con materiales del Sodimac. Pero esto, señores, no es Picasso. 


2.

La apreciación del arte 

En la ciudad donde vivo la mayoría, diría que un 98%, digiere la expresión artística como si el tiempo se hubiera detenido hace cinco décadas. Por ejemplo, una escultura como tal, real, es la figura de alguien tallada en algún metal; ahí tenemos la de una familia en la peatonal Prat o la de Juan López, supuesto primer habitante de la ciudad, o la de una Gabriela Mistral con un rostro poco tallado en la avenida Brasil. Cuanto más realismo soviético en una escultura, mejor. En consecuencia, todo artefacto raro de arte contemporáneo, como los de SACO, no es considerado una escultura. Y ahí otra vez aparece la figura del mediador como ese Mateo de la serie The Chosen, intentando dar sentido a lo inexplicable. 

En literatura, que es el tema que nos convoca, sucede que el paladar lector, por lo menos en la ciudad, es de al menos hace 50 años. Está adherido al realismo mágico, derivando una estética de fraseo extenso, poetizado con delicada cursilería o en verso con una métrica poética casi matemática. En ambos casos, idealmente se enaltece el paisaje y al hombre nortino con sus hazañas para “domar el desierto”. Lo anterior cabe en la categoría del “oiga usted que escribe bonito”, pero también se corroborará en las ventas de libros. 

“Él escribe muy lindo”, puede referirse a una persona X, de una edad superior a los 40 años, recomendando un libro de Hernán Rivera Letelier (HRL), por ejemplo. Esa misma persona X puede tener un oído para la música romántica. Desde la ciudad donde escribo esto, HRL es la literatura popularmente oficial, pero no la “oficial”. Desde su trono, en un café céntrico, puede seguir siendo admirado como gato esponjoso. La literatura oficial de Antofagasta, si bien coexiste con el fenómeno popular de HRL, mantiene sus reparos. Por ejemplo, la novela de HRL “Los trenes se van al purgatorio” es muy similar a Ruta panamericana de Mario Bahomondes. Además, Antofagasta literariamente es chica. Dicen, en algún café, que hubo nexos de HRL con el círculo de Mario Bahamondes. 

La literatura oficial está regida por un grupo de lectores y lectoras forjados en el líquido amniótico del poeta Andrés Sabella. Sabella, un poeta carismático en cuya obra puede encontrar desde profundos poemas de amor, políticos y hasta himnos de liceos, es a quien le debemos la oficialidad de la literatura antofagastina que persiste con sus influyentes seguidores y una columna diaria en el Mercurio de Antofagasta, el diario oficial, entre otros aspectos.

Si en estas materias hacemos una cápsula del tiempo, en cierto Antofagasta actual podemos hallar artísticamente el mediados de los años 60 y hablar de la escultura soviética y de una literatura que explora la realidad social con un enfoque crítico y en algunos casos picaresco. Por lo menos, pasamos de la fase del criollismo de hace casi un siglo. 

3.

La proyección del arte

Dejémoslo de esta manera: Lo oficial, por lo menos en literatura, está marcado por un sector influyente de la ciudad que tiene voz en un medio de comunicación, con contactos con la minería y que circula entre exposición de las universidades y de tertulias artísticas con vino de buena calidad. Un grupo que se renueva a medida que pasa el tiempo. Que tuvo a un “crítico macabro”; le habría gustado ese apodo en todo caso, como lo fue Sergio Gaytán. Y en esta renovación entran autores que han publicado en editoriales conocidas a nivel nacional y académicos, entre otros. Así la oficialidad, como la materia que se transforma y sobrevive en el tiempo, perpetúa estéticas pasadas y acepta otras más bien por rebote nacional. Y aquí un mandamiento de la oficialidad: para ser visto en Antofagasta, la obra debe ser validada en Santiago, y mejor si es en Madrid o Nueva York. 

Otro mandamiento: La frase en narrativa debe ser como un desierto florido; nada de que el punto aparte seque a la frase corta. 

Después del fallecimiento de Sabella, en 1989, según esta oficialidad, poco ha aparecido en la literatura nortina, porque en Antofagasta se asume el norte (no existe ni Iquique ni menos Calama; Arica ya es Perú). HRL es un fenómeno que ha brillado con luces propias, como diría Arjona, como la “amalgama perfecta” entre Bahamondes y Sabella. A HRL, que es popular, la oficialidad lo acepta a regañadientes. Sabella mereció el Premio Nacional, y no él, por decir lo menos de HRL. Quiéralo o no, HRL es hijo de esta oficialidad que un momento trabajó por él y apoyó su trabajo cuando era desconocido. 

Las nuevas generaciones piensan que Sabella es un aviador por el nombre del aeropuerto y eso le duele a la oficialidad, que se junta para revertir esto y otros tantos nombres de autores que se han ido perdiendo con el tiempo. Primero siempre será Sabella; luego Bahamondes y después el resto. Ahí hay una lista donde surgen: Salvador Reyes, Neftalí Agrellas y Sady Zañartu, entre otros. 

Pero, ¿qué hay debajo de la oficialidad? 

Autores y autoras siempre los hubo trabajando y publicando. Hubo momentos notables como la editorial Ossa, al amparo de la Universidad José Santos Ossa, a finales de los años 90, que generó una camada de autores jóvenes (promedio de edad 30 años) que no verseaban el párrafo ni arrastraban las “eses”. Ha habido otros intentos como grupos como el colectivo Nueva Nortinidad, que buscó romper con el pasado, pero se deshizo en el tiempo. Validarse en Santiago ha sido la meta de algunos para validarse acá. 

Hay poesías que conviven con el arte contemporáneo y, al parecer, necesitan un mediador para entenderlas.

Hay poesía tribunera en un bar como La Leonera donde se busca el aplauso rápido y la carcajada, en una mutación al stand-up comedy. Hay poetas que viven la leyenda de Bukowski y que por eso hay que aplaudirlos. En medio, hay una feria del libro apoyada en un principio por la minería, que hoy parece un mercado donde lo menos que venden son libros. Si no fuera por un par de editoriales nuevas, que trabajan de manera consistente con una curatoría comprometida, no habrían aparecido nuevas autoras o autores. Autores o autoras que con el tiempo se subirán al vagón de la oficialidad.

Mientras tanto, la oficialidad desarrolla homenajes a autores a punto de fallecer, validando con flores cuando ya se es casi un cadáver. El último homenaje en que participé con la oficialidad fue para Miguel Morales Fuentes, el Tipógrafo Huraño.

 



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