Al enfrentarme a estos nuevos relatos de Ricardo Saldivia, la rapidez de su prosa, su visión del mundo, su peculiar manera de narrar, me embarcaron en un viaje a su más secreto trabajo literario: ÁIOWA.
Podría decir que su estilo anarco naif, toca las heridas de las venas abiertas de una sociedad decadente, cruda, que nos hace cerrar los ojos al leer y a la vez esperar que los bebés no sepan del fracaso que les aguarda. Al mismo tiempo, se hace presente la crítica social de quienes han estado siempre en la banca, esperando que les toque la pelota, jóvenes en medio de una profunda desigualdad que les aleja de la salud, pero no de las ganas de vivir.
En este libro de pequeños cuentos, porque decir micro cuentos me parece ya demasiado post modernista, encontramos la fuerza de una voz que escribe, y si la oyéramos, estaría gritándonos. Así mismo, leerla nos da la oportunidad de oler, saborear, y hasta palpar a través de las yemas de los dedos mientras acariciamos las páginas al pasarlas. Toda la prosa de Saldivia que, como insisto, se ha convertido en narrativa, una de las más veloces y agudas, con un grito contestatario, aunque no panfletario, nos da a probar, oler y tocar el lado marginal de un país que se hace cada vez más desigual, nos hace reflexionar en que las cosas nunca cambiaron y no cambiarán. A pesar de que las nuevas generaciones no entendieron el temor a dios, como sociedad debemos pagar por nuestras faltas de interés, por el individualismo y la mezquindad de sobrevivir donde todos lo estamos haciendo, pero no en las mismas condiciones.
Un texto profundamente reflexivo, veloz, detallado como un relojero, que arma en nuestro imaginario la escena en la que, aun siendo contemporáneos, no hemos caminado por el mismo lado de la calle. Léase de arriba abajo, por delante y por detrás.
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«AIOWA», Ricardo Saldivia. 64 páginas, Ediciones Wayruro
Por Clo Domínguez
