Mañana I
A Matteo
El sol ilumina la horizontalidad
y apaga el sueño.
Comienza a sugerirse
un cambio de estado
el blanco que nos acuna
y despereza
ejerce presión para retenernos
en el desnudo sincero
que renueva su fuerza en la mañana.
Todo está aquí contigo,
tus detalles cobran fuerza espectacular.
El crecimiento de la barba
con sus múltiples colores
de oro y cobre preciosista
abraza la carne húmeda
cuyo beso
es el primer recuerdo del día.
Los ojos humedecidos
que se ocultan bajo la población
oscura de las cejas
que solapan la fragilidad
y la nostalgia del iris
con vastedad soberbia.
Todo eso es lo que amo a diario.
Sin embargo, algo es novedoso,
esta mañana he encontrado
un hilo blanco
sobre tu cabello de ceniza.
Ya no te veo a ti,
sino al tiempo que te transcurre,
y noto que lo que realmente quiero
es verte cambiando
hasta estar lleno de canas.
Mañana II
Este día se despertó la culpa
judeocristiana conmigo.
Inescrupulosamente
se ha puesto la bata de mi madre
para que compartiéramos el café.
Pero yo sabía que era una impostora
y por más que sorbiera la bebida
con elaborada imitación
el ruido de los relojes que le daban máquina
desmontaron su performance de lujo.
Entonces percibí que lo mejor era declararme
sin el pesar de reconocer la basura de mis muebles:
-Me han iluminado
durante cincuenta noches
los faroles de diferentes autos
para condenarlos con ciencia gitana
a todas las clases de choque posible- le dije.
Y ante el insistente degeneramiento
de su manzana, añadió:
-quisiera que te creciera una barba
para que te molestaran los besos.-
Sus ojos se cristalizaron,
toda su existencia realizó
una inmediata metamorfosis
a remordimiento,
pero la mentira saltaba a la vista.
-Vi todo lo que tienes dentro, falsa madre-.
La culpa no decía nada
la hostigación había surtido efecto
y su verdadera forma descollaba
abriéndose como una flor pronta
para pertenecer al mundo de las cosas bellas,
pero reiterativas
que por eso pierden su gracia.
De pronto sobresaltó:
-Estuve pensando, mi amor,
la mañana no ha surtido efecto para mí;
este café no puede despertarme
del sueño recurrente donde tú
cabalgas alrededor del escenario
con tu cuerpo desnudo
perdiendo vida, perdiendo gracia
mientras los sonrojados que anhelaste
aplauden en un canto kinésico
para una marcha funeraria
y triunfo
al mismo tiempo-.
Se marchó con la silenciada promesa de volver,
como siempre,
ante una noche de carne
donde la pesadilla es el presagio
del recuerdo que tendré cuando despierte.
Noche I
No me disgusta
esta sutil muerte
ni quisiera poder corromperla
solo porque se desvive
en ella la noche del encuentro
donde el genio cuya materia
es incorrupta
me convierte en virgen.
Noche II
Cuando anochecida
en tu piel
la pena se desanda
y el tacto es una lumbre
una luz violenta
que me despierta:
quiero arrancarte
el nombre con los dientes
para que te sientas en carne viva.
Coda
hubiera sido
de ser
un caer sin ciencia
un vuelco sin inercia
hubiera sido
de ser
pero no ha sido más
que esta brutal hora fúnebre.