Vigilia expansiva
Es voluminosa la obra de Rodrigo Verdugo, inagotable en sentido diáfano, en ella es en
presente el pasado y viceversa, inagotable es el flujo y reflujo de los recuerdos en quien
hace vigilia. Él no está solo, es asistido por otros en la enfermedad del espíritu (Octavio
Paz), por tal razón es transparente el título de este libro, aquí la memoria del poeta se
reconoce en movimiento, experimentando la revelación y transmisión.
Da forma a un registro que es atravesado por el impulso vital de diversas vidas, en el
calendario cotidiano de quien se percata de la siesta que toma la oscuridad y las
peripecias de los incrédulos, en un continente que se reconoce nuestro a la sombra de los
parronales.

Rodrigo Verdugo
Se perciben matices de épocas literarias, ahí una parte del insomnio y el deambular del
sujeto lírico, se suma a la tradición desafiando la corriente que procura darle al
inconsciente cierta estabilidad para aproximarse a la conciencia de las ánimas, de las que
sustrae la herencia definitiva.
Su manera de formular las imágenes de lo circundante es torrencial, se despoja de lo
onírico y contrario a otros comentarios que existen sobre la obra de Rodrigo Verdugo,
afirmo que el surrealismo fue sólo una frontera que atravesó, su registro se ha
emancipado de dicho movimiento. Es hijo de un sistema exploratorio, es el hijo que
penetró en las sombras para recibir lo testado por los días:
3
Soy el hijo
que rechazan los umbrales
siempre
el amanecer
caía herido
ante tanto signo.
Recauda en su acción sintáctica no solo lo propio, sino aquello que era importante para
otras personas: lugares, encuentros, objetos y deseos, en este libro el sujeto es en plural,
recoge otras voces y da cuenta en nombre propio, el insomne es él y aquel. Además, crea
familiaridad no solo para escribir, sino que, para ser parte de la experiencia de otros
creadores, da valor a anécdotas y a fragmentos biográficos, trae lo distante en una
escritura en la que convergen los tiempos de un pasado abierto y el del sujeto que
escribe. No hay manera de no sentir mientras se lee este libro, todos los sentidos
entregan señales que fue escrito para hacer memoria.
En el fondo de los hechos el poeta se descubre, sabe las medidas de su pequeño terreno
de cultivo. El esfuerzo por reconocer el origen de las materias del fondo es inútil, pero
persiste la voluntad de asimilar lo que va quedando del constante movimiento. Rodrigo
Verdugo ha heredado de uno de sus antepasados (su abuelo el historiador Alejandro
Pizarro Soto) la vocación de historiador, pero él tiene otros ojos en el decir, para resaltar
objetos que midieron la libertad, árboles testigos de la creciente amenaza del olvido que
se unen a la labor del mar, edificios abandonados en los que se engendró a hombres y
mujeres que conoció.
5
Nuestro viaje
que amparaba
el ángel de la sangre
antes de que fuéramos
mar adentro
o río arriba
o que demolieran
el hotel
donde nos engendraron.
Aquí estamos
y los días no calzan
en nuestro despertar.
Rodrigo Verdugo seguirá caminando por las ciudades, siempre al encuentro, recibiendo la
herencia que ha quedado en las demoliciones. Por otra parte, las visiones las resuelve
escribiendo, no hay en este autor otro espacio que no sea el turbión de la poesía, no hay
otro espacio para esta forma expresiva y lo visual que alcanza: devora la realidad para
luego expandirla.