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Reflexiones sobre Anteparaíso, de Raúl Zurita
Mensaje Nº 317, Marzo-Abril, 1983.


por Jorge Edwards

 




Los poetas suelen rechazar la condición puramente verbal de la poesía: la poesía, en su calidad de creación literaria pura, inerte. Rimbaud quiso cambiar la vida. Terminó por abandonar la poesía y transformarse en comerciante, ¿traficante?, en Abisinia. Maiakovski trató de convertir la poesía en instrumento de la revolución. Vicente Huidobro fue un inventor incesante de actos poéticos. Pablo Neruda, encerrado en la cárcel estéril de Residencia en la tierra ("sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes"), se propuso unir después sus "pasos de lobo a los pasos del hombre" (Reunión bajo las nuevas banderas).

Hay que comprender, hay que tratar de comprender, abandonando la sonrisa del observador frío, la actitud del poeta que intenta trasladar el dominio de la poesía al reino de los hechos tangibles. "¡Piedad para nuestros errores! ¡Piedad para nuestros pecados!" (Apollinaire). En 1979, Raúl Zurita publica su primer libro de poemas, Purgatorio. Describe un purgatorio verdadero y la difícil salida a través de la poesía y del amor, el amor que mueve el mundo y las demás estrellas. El poeta no ha tenido el privilegio de bajar al Hades o al infierno, para regresar y contar la experiencia, pero habla desde un sitio semejante al infierno, una réplica suya reconocible. Es probable que el infierno, para Zurita, sea un estado anterior al lenguaje.

En junio de 1982, Zurita se siente en condiciones de dar a conocer su versión de La Vida Nueva. La escribe en el cielo de la ciudad de Nueva York. Cada una de las frases del poema mide entre siete y nueve kilómetros de largo. El procedimiento me recuerda la propaganda comercial, arrastrada por aviones viejos, como en este caso, y subrayada por el sonido horrible, literalmente infernal, de los altavoces. En el caso de Zurita, sin embargo, es antipropaganda, trascendencia o, por lo menos, voluntad de trascendencia, silencio de las esferas. Otra vez nos encontramos con el tema del amor que mueve las esferas.

Como el poeta no conoció el nfierno real, ni en la versión pagana de Homero ni en la cristiana del Dante, sólo consigue acceso a un anteparaíso. En Anteparaíso, Chile adquiere un rango metafísico, semejante al que ya se insinuaba en Purgatorio. Ese desierto de Atacama de Purgatorio, encontrado "nel mezzo del cammin", en la mitad desierta, árida, dolorosa, prefiguraba esa extraña entidad mítica que es el Chile del libro siguiente.

Así como en la antigua retórica y en los argumentos de la teología, el método poético de Anteparaíso suele ser dual. Dicotomías que desembocan en una síntesis posible, imaginaria, delirante. Los pastos frente a los desiertos, los desiertos cubiertos de pastos. En la síntesis, florecen los desiertos. La humillación extrema del ser amado se transforma en humildad y pureza. Resucitan los muertos y reverdecen los milenios. Es una poesía llena de insinuaciones milenaristas, apocalípticas. Purgatorio y Anteparaíso: poemas de amor "cuasi-teológico".

Sin hablar con pretensiones de crítico de poesía, pienso que la obra de Zurita en la poesía chilena es bastante anómala y bastante excéntrica, en el sentido literal, no peyorativo, de esta última palabra. Es, como Neruda, un poeta del espacio natural y del tiempo, que toca, de un modo más deliberado que Neruda, ciertos temas propiamente religiosos. Su lenguaje, sin embargo, está casi en las antípodas de la retórica nerudiana. Se acerca, en cambio, a esa condición algo matemática, algebraica, de la lengua de Vicente Huidobro.

En cualquier caso, la poesía de Zurita tiene escaso parentesco con la tradición gongorina-modernista del grueso de la poesía en castellano. Procede a base de proposiciones que tienen apariencia de proposiciones lógicas, con un eco notorio de Wittgenstein, pero que corresponden a una lógica enloquecida y delirante. A través de la asepsia del lenguaje y de la insistencia en algunas imágenes muy decantadas, obsesivas, amplias, eleva el paisaje a la categoría de visión. Visión o espejismo. El espejismo es propio de los desiertos, y todo parte, en esta poesía, de una mirada fija en un desierto-purgatorio.

No simpatizo con la manía comparativa, emulativa, competitiva, de la inmensa mayoría de los críticos chilenos de todas las épocas. Tiene prioridad la necesidad de reflexionar, analizar, dejar un espacio al tiempo. La poesía chilena reciente me parece interesante, estimulante, diversa. Es una poesía que siempre parte, curiosamente, de una posición extrema: revisión extrema de la historia, agresión, rechazo del pasado, visión última. ¿Poesía escatológica? Algunos poetas están enfrentados a la historia, en diálogo con personajes del siglo XVII. Escriben poemas salpicados de denuestos arcaizantes, como si quisieran exorcizar sombras coloniales e inquisitoriales. "¿Qué has sabido de los cuerpos relapsos,/ de los sospechosos huidos y de los relajados/ en efigie...?" (Diego Maqueira). Zurita, indiferente a la historia, clava su mirada en un desierto, un purgatorio, y empieza a desarrollar visiones, imágenes monumentales, grandes espacios. Una visión se desprende de la otra en sucesión lógica enloquecida.

Leer Purgatorio y Anteparaíso es una experiencia interesante, importante, enriquecedora, actual, aun cuando se plantee perfectamente al margen de la actualidad inmediata.

 

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Raúl Zurita: Reflexiones sobre Anteparaíso, de Raúl Zurita,
por Jorge Edwards,
Fuente: revista Mensaje
Nº317, marzo - abril de 1983.