Entrevista a Raúl Zurita, poeta chileno
  Los libros son como señales en el camino 
  
     Por Gianmarco Farfán Cerdán
    http://www.destiempos.com
  
   
  
  
          Pocas veces uno siente   estar realmente ante un poeta. Porque mucha gente escribe y publica poesía, pero   pocos sienten, hablan y piensan como poetas todo el tiempo. Raúl Zurita   (Santiago de Chile, 1950), uno de los grandes vates chilenos y latinoamericanos de la actualidad, es uno de esos muy escasos poetas   de verdad. Más que entrevistarlo, esta conversación con él en Lima fue toda una   experiencia, un valioso aprendizaje. Zurita ha obtenido los premios Pablo Neruda   (1988), Pericles (Italia, 1995), Premio Nacional de Literatura de Chile (2000) y   José Lezama Lima (Cuba, 2006). Además, ha publicado los poemarios Purgatorio (1era. edición, 1979. El título hacía alusión directa a La Divina Comedia de Dante Alighieri), Anteparaíso (1982), El paraíso está vacío (1984), Canto a su amor desaparecido (1985), El amor de Chile (1987), Canto de los ríos que se aman (1993), La Vida Nueva (1994), Sobre el amor, el sufrimiento y el 
nuevo   milenio (2000), El día más blanco (2000), Poemas Militantes (2000), INRI (2003), Mi mejilla es el cielo estrellado (2004) y Los países muertos (2006). Por otra parte, en 1983 publicó su ensayo Literatura, lenguaje y sociedad. Libros y poemas suyos han sido   traducidos al inglés, ruso, alemán, italiano, bengalí, turco, checo e hindi. Ha   trazado poemas en el cielo de Nueva York en 1982, y sobre el desierto de Atacama   (Chile) en 1993. Su magnífico poema Canto a su amor desaparecido,   encabeza el Memorial de los Detenidos Desaparecidos de Chile (tiene una enorme   fuerza expresiva un fragmento de este extenso poema que dice: “Fue el   tormento, los golpes y en pedazos nos rompimos. Yo alcancé a oírte pero la luz   se iba. Te busqué entre los destrozados, hablé contigo. Tus restos me miraron y   yo te abracé. Todo acabó. No queda nada. Pero muerta te amo y nos amamos, aunque   esto nadie pueda entenderlo”). Ha recibido las becas Guggenheim y DAAD de   Alemania. Estudió Ingeniería Civil en la Universidad Técnica Federico Santa   María de Valparaíso. Y en 1979 creó -junto con otros artistas- el Grupo CADA   (Colectivo de Acciones de Arte), el cual se dedicó a realizar un arte público de   gran formato con carácter político y de resistencia a la dictadura militar de   Augusto Pinochet. El notable bardo habla sobre muchos temas en esta entrevista:   su trayectoria, el oficio de vivir la poesía, su labor como profesor   universitario, de cuando fue agregado cultural de Chile en Italia, el inmortal   Pablo Neruda, el concepto integral que tiene sobre el arte, y la hermandad que   debe existir hoy entre el Perú y Chile (Zurita llevaba en el pecho una   escarapela peruana durante la entrevista). Y es que el reconocido vate chileno   no es únicamente un estupendo poeta, sino un crítico, inteligente y sensible ser   humano. 
          - Es un gusto para mí   estar aquí con usted, entrevistándolo. ¿Purgatorio es su obra más   importante, Zurita?
            - 
            No, Purgatorio es el primer libro que publiqué en una época extremadamente difícil, en plena   dictadura de Pinochet, y donde me había propuesto que pasara lo que pasara,   estaba dispuesto a morir con mi libro. Entonces, fue mi primer libro, el cual   llevo profundamente en mí y me es muy importante. No sé si será el libro más   importante: qué sabe uno finalmente de las cosas que hace. Es un libro que me   marcó como una actitud, sin que lo supiera muy bien. De una u otra forma está   siempre presente. 
          - ¿Ya cuántas reediciones   tiene Purgatorio?
            - Tiene muchas. Se ha   traducido, tiene muchas reediciones. Y, la verdad que no sé cuántas, pero es un   libro al que yo mismo vuelvo. Es increíble, uno de repente hace cosas… Como te   digo, surgieron circunstancias absolutamente adversas, bastante desesperadas. Y   cada cierto tiempo vuelvo a mirarlo y como que te da una especie de orden, de   señal, o sea: “este es el camino, no te apartes mucho de él”. Eso.
          - Usted ha afirmado que   no le interesa la literatura per se, porque lo que realmente le importa es la   vida y la literatura sólo en relación a la vida. ¿Podría ampliar un poco este   concepto?
            - Lo único que importa   finalmente es como vivimos aquellos que nos denominamos seres humanos. Los   libros: ¿qué son los libros? Es como si tú fueras de Lima a Arequipa   (departamento al sur del Perú), por ejemplo: vas por vía terrestre, entonces te   vas a encontrar con carteles en el camino, señalizadores de caminos, es decir,   “Arequipa, tantos kilómetros”. Te fijas, y para tal parte vas a otro lado.   Entonces, los libros son como señales en el camino, pero lo importante es el   camino, finalmente. Esa es la vida. Lo que importa realmente es cómo vamos   viviendo. No es el libro, sino lo que pasa entre libro y libro. O sea, tu vida   concreta, la vida de los seres humanos. Y los libros no son sino poemas, los   libros no son sino pequeñas señales de ruta que te van marcando ese camino. Lo   importante es la vida, como nos hacemos pedazos, como intentamos precariamente   ser felices dentro de esto que nos tocó. 
          - Dijo en una entrevista   de 1980 que en su poesía no había lugar para la alegría, pero para la esperanza   tal vez. ¿Sigue pensando igual?
            - Desgraciadamente, hay   cosas que uno dice y resultan con los años mucho más fuertes y determinantes de   lo que tú mismo podrías haber creído cuando lo dijiste. Claro, tal vez haya   lugar para la esperanza, no para la alegría: hay demasiado dolor. Demasiado   dolor. Tal vez haya lugar para la esperanza, pero ¿para la alegría? 
          - ¿El poeta es dueño de   lo que escribe?
            - Creo que no. Pero no sé   quién es el dueño. Es muy extraño. Tú no sabes bien qué vas a escribir, ni   entiendes mucho lo que escribiste. Uno no sabe bien quién tomó la voz cuando   estaba escribiendo. No es el que toma un bus ni toma un taxi, es otro el que   habla, otra persona, otras personas toman tu cuerpo y voz. Y tú no sabes mucho,   sabes muy poco. El poeta no es para nada dueño de las voces que puedan ocuparlo.   A veces he creído que la Tierra tiene sueños, y los poetas no son sino pequeños   intérpretes de los sueños de la Tierra.
          -  ¿Por qué piensa que los   poemas no se deben explicar?
            - 
            No es que no se deben   explicar, si uno fuera más honesto diría: “no se pueden explicar”. Porque no   eres tú el dueño de los poemas. Ni eres necesariamente tú quien los ha escrito.   No sé quién, realmente. No se deben explicar porque no se pueden   explicar.
          -  En Los países   muertos, hay tres poemas titulados Zurita. Concretamente, hay uno   donde usted es muy duro consigo mismo. ¿Por qué se hiere a sí mismo con sus   propios versos?
            - Creo en la poesía cada   vez más. Te fijas -en la medida que pasan los años, tengo 57- que es un   ejercicio despiadado, sobre todo con el que habla. Entonces, uno vive fijándose   en la paja en el ojo ajeno y no en la viga en el propio –acudiendo a la famosa   imagen bíblica-. Y finalmente, lo único que puedes saber es tu pobre y   tembloroso yerro personal. De eso sí se puede dar cuenta. Entonces, cuando ese   tal Zurita se trata pésimo a sí mismo es porque trata muy mal a un personaje que   puede tener a la mano, conocer más o menos. Todos los seres humanos deberíamos   tratarnos bastante mal nosotros mismos, pero no por masoquismo, sino   precisamente porque lo único que cabe es la esperanza. Si nos damos cuenta de   nuestros propios garrafales yerros y prejuicios, de nuestras garrafales faltas   de compasión, a lo mejor, tal vez, desde esa mirada, pueda surgir precisamente   la piedad, la tolerancia, la amplitud para entender tantos infinitos yerros de   otros seres humanos en los cuales tú estás también, formas parte y estás   involucrado. Entonces, el tipo se trata pésimo a sí mismo (se queda   pensando unos instantes en silencio, concentrado, mirando al vacío),   tal vez, porque todavía piensa que es posible algún tipo de redención, de   esperanza y es posible, quizá, ser un poco mejor. 
          - ¿Cree que la mayoría de   poetas tiene un sentido trágico de ver la vida?
            - No sé. Pero creo que la   poesía es un arte de catacumbas. Creo que a la poesía le ha correspondido en   determinado momento histórico –Grecia, la antigua Judea- fundar la Historia y   fundar comunidades. Y que hoy día el papel del poeta, es resistir como sea la   agonía y la muerte de las propias palabras que usa. Saber que trabajamos en la   agonía de la lengua y la palabra. La Tierra no nos necesitaba para nada, ni el   cosmos. Nosotros podemos desaparecer de un plumazo y a este universo no le pasa   nada. Los que nos llamamos seres humanos introdujimos una violencia que el   universo no conocía, entonces, esto que se llama poesía es tal vez la última   forma de expresión que tienen todos los desesperados de este mundo, que son   muchos.
          -  Con trece libros de   poesía publicados entre 1976 y el 2006, ¿Raúl Zurita puede decir ya que ha   contribuido a mantener el prestigio de la poesía chilena?
            -No. En absoluto. No   tengo la menor idea en qué he contribuido y en qué no. Ni siquiera sospecho. No.   Por lo menos yo no puedo decirlo. 
          - En una entrevista usted   señaló que al leer poesía hay que hacer un esfuerzo por suspender los propios   prejuicios. ¿Siente que hay muchos prejuicios sobre todo en Chile cuando se lee   la poesía de Zurita?
            - Sí hay prejuicio, hay.   Pero ¿qué son los prejuicios un momento, un día, las pequeñas animadversiones   privadas que nos podemos tener entre distintos seres humanos? No pienso mucho en   qué puede pasar con las cosas que a uno le ha tocado hacer o cumplir. Trato de   hacer -con fuerza y cierta honestidad- lo que siento que tengo que hacer. Más,   ya no. No puedo opinar ni nada. Le pertenece al mundo de los otros: los otros   sabrán, catalogarán y valorarán -o menos valorarán- lo que le tocó a uno hacer.   Pero tú sabes muy poco de eso, uno sabe muy poco. 
          - Gonzalo Rojas, Premio   Cervantes 2003, sitúa a Raúl Zurita junto con Parra y Lihn, como uno de los tres   mejores poetas chilenos actuales. ¿Qué piensa al respecto?
            - No pienso nada. Pienso   en el Perú, en César Vallejo, Martín Adán, Antonio Cisneros, ahora, y mi   admiración es infinita. Entonces, que a uno lo sitúen entre los tres, los   cuatro, los veinte, los mil, no importa nada. ¿Qué es uno frente a César   Vallejo, qué es uno frente al poeta Cisneros, qué es uno frente a Martín Adán?   Nada. 
          - Usted estudió   ingeniería civil. ¿Alguna vez la ejerció o solamente se ha dedicado a la   poesía?
            - Estudié ingeniería   civil, incluso terminé, pero tuve un aterrizaje trágico: cuando estaba empezando   a hacer mi tesis para titularme era el 11 de setiembre de 1973 (día del golpe de   Estado de Pinochet al gobierno de Salvador Allende, en Chile), y a las seis de   la mañana me llevaron preso. Ahí se terminó mi carrera. Me gradué en un barco de   la Armada como prisionero político.
          -  Usted luchó contra la   dictadura de Pinochet, sufrió prisión, persecución política, tortura,   volviéndose un ícono de la indignación civil contra Pinochet. ¿Cómo se refleja   toda esa dura experiencia en su poesía?
            - No lo sé. Pero la   dictadura y el golpe militar en Chile es el hecho más crucial de mi vida, más   crucial que la muerte de mi padre cuando yo tenía dos años. Nunca saldé eso. Es   lo que me ha marcado definitivamente. 
          
          El   gran Neruda 
          - ¿Por qué dijo que Pablo   Neruda le otorgó a un continente su carta de ciudadanía?
            - Porque Neruda, que   escribió Los veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924) le   dio como su identidad al amor. Después, con el Canto General (1950) le   dio como una identidad a todas las utopías, los sueños, las luchas, las   esperanzas, en ese sentido lo dije. Le dio una carta de ciudadanía porque fue un   poeta capaz de -en un momento dado- expresar efectivamente los sueños, las   angustias y esperanzas de millones de seres humanos. Por eso. 
          
          La   unión de las artes 
          - A usted le agrada la   idea de romper las fronteras establecidas entre las artes. ¿Cómo así concreta   este concepto?
            - Las fronteras entre las   artes son construcciones que vienen desde Aristóteles, pero son absolutamente   ficticias. Yo me siento tan músico como un músico, tan artista visual como un   artista visual, y tan escritor como otro escritor. Creo que la necesidad de   expresar puede tomar distintas formas, pero lo que importa es esa necesidad. En   Vallejo eso fue Trilce (1922): rompió con el idioma, construyó una lengua   increíble, alucinante, propia, privada, y al mismo tiempo la transformó en una   lengua de todos. Eso lo hizo un poeta. Pero no hay ninguna diferencia de lo que   pueda hacer un pintor o un músico. (El asunto) es como nos abrimos, desangramos   y lanzamos hacia un futuro que a lo mejor está totalmente clausurado y no es   ninguno. Finalmente, apuestas a eso. 
          - ¿Cuáles han sido las   obras de arte público que ha realizado CADA (Colectivo de Acciones de Arte),   grupo que usted fundó en 1979 para expresar su rechazo a la   dictadura?
            - Fue una cosa que   hicimos entre cinco (Diamela Eltit, Lotty Rossenfeld, Fernando Balcells, Juan   Castillo y el propio Zurita). Lo más importante fue lo que se llamó el “No más”.   Curiosamente, seis años antes de que hubiera un plebiscito en Chile en que los   sectores contrarios a la dictadura llamamos a votar ¡no! a la perpetuación de   Pinochet como dictador eterno. Llamamos a votar que no. Seis años antes, cuando   eso absolutamente ni se soñaba, nosotros lanzamos el “No más”. Tal vez eso fue   lo más importante. 
          
          El   profesor Zurita 
          - Como profesor de   literatura de la Universidad Diego Portales en Chile, ¿qué es lo principal que   les enseña a sus alumnos sobre poesía y literatura, en   general?
            - Lo principal es   decirles que no tengo nada que enseñarles. Que el riesgo es absolutamente de   ellos ¿me entiende? Son de ellos los errores, los triunfos, los descubrimientos.   Yo no tengo nada (enfatiza firmemente la voz), nada que   enseñarles. 
          - Lo he visto recitar sus   poemas. ¿Cómo logra entrar en ese estado casi de trance cuando lee sus versos?   Solamente al poeta español Justo Jorge Padrón lo había visto inmiscuirse tanto   al leer sus propios poemas.
          - Es muy simple. Cuando   leo, me acuerdo cómo estaba cuando los escribí. Nada más. 
          
          Roma   agridulce 
          - ¿Cómo fue su   experiencia de agregado cultural de la embajada chilena en Roma, a finales de la   década de 1980?
            - Muy divertida, porque   pasé cinco años en Roma fantásticos (se queda en silencio, cambia de   semblante)… Y realmente, la nada misma. Nunca volvería a hacer de agregado   cultural, nunca volvería a participar de nada que signifique sentirse   representante de un país. Fue una experiencia -por ese lado- absolutamente   desastrosa. 
          - ¿Qué piensa de las   críticas que recibió el festival ChilePoesía 2007 por haber elegido el   monitor Huáscar -símbolo de la victoria chilena contra el Perú durante la Guerra   del Pacífico- como lugar central del recital de poetas peruanos y chilenos,   donde usted participó?
            - ¿Te digo la verdad? No   creo que haya Perú, Chile o Bolivia. No creo. Cierra los ojos, hablemos de la   costa chileno-peruano-boliviana. Quiero que el Huáscar se lo entreguen al Perú.   Lo quiero profundamente. El sentido de hacerlo en el Huáscar era precisamente   decir: pase lo que pase ¡nosotros amamos a Miguel Grau! (comandante del Huáscar,   máximo héroe naval peruano de la Guerra del Pacífico de 1879-1884. Importantes   intelectuales -como Manuel González Prada-, poetas -José Santos Chocano y César   Calvo- y escritores -Juan Ríos- peruanos han escrito memorables textos sobre   él), ¡amamos el Perú, hagámoslo aquí, porque la poesía es la patria de todos! Te   lo digo muy sinceramente. Y entiendo muy profundamente a quienes se negaron a ir   para allá (una poeta peruana). Lo entiendo. Para nosotros fue “hagamos esto   acá”, porque no es trivial Grau, no es trivial Arturo Prat (héroe naval chileno   mayor de la Guerra del Pacífico). Nuestras historias no son triviales. Hagamos   que estas se abracen. Si supieras lo que es la carta que Grau le mandó a la   viuda (Carmela Carvajal) de Prat… Y la carta de la viuda de Prat a Grau   agradeciéndole… Son cosas que te hacen llorar.
           
          
           
          Gianmarco   Farfán Cerdán (Lima, 1978). Egresado de Comunicación Social de la   Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). También tiene estudios de   Psicología en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Ha ejercido el   periodismo en diversos medios de comunicación: el boletín Católica Deportes de   la PUCP, Radio Santa Rosa, Radio Cadena, diario El Comercio, semanario Milenios,   revista Universidad & Business. Además, ha sido editor los años 2005 y 2006   de la revista Bar News. En el 2006 obtuvo una Mención Honrosa en el concurso de   cuentos Horas de Agora, organizado por estudiantes de la UNMSM. Ha publicado   poemas y reseñas en las revistas virtuales Miríada y Bocanada, y tres poemas en   la publicación impresa Punto Edu (ediciones 62 y 73) de la PUCP. Y es miembro de   la Red Mundial de Escritores en Español   (REMES).