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ZURITA 
      
  CONTRA EL CIELO ESTRELLADO DE LA 
  POESIA CHILENA
(Entrevista 
publicada en el Periódico Literario Carajo, Número 8, 
septiembre 
de 2006)
Por 
Sergio Ojeda - Octavio Gallardo
 
Luego de la batahola 
que provocó la publicación de su último libro, Zurita recibió 
los disparos que acostumbra: flechas que no apuntan en exclusiva a su obra, sino 
también a sus acciones culturales y políticas, porque surgen fundamentalmente 
de la crítica cultural o la farándula literaria, pero sea o no maní 
para el público que goza o fundamentos para crear una ética del 
poeta o el escritor, Raúl Zurita se queda en el reverso, como si quisiera 
hacer precisamente lo contrario. Solo y errante insiste en rayar los paisajes, 
trata con la política y apoya indiscriminadamente las voluntades jóvenes 
de la poesía. Y más aun, insiste - el majadero - y publica un libro 
"que pretende sólo el escándalo para volver a las tablas" 
o "quiere copiar los libros vociferantes y panfletarios de los grandes, como 
Nixonicidio de Neruda" y más, hay más desde donde se aúnan 
los que disparan. Sin embargo, y sea cual sea la misión profunda que Zurita 
le haya otorgado a esa exploración que llamó "Los 
países muertos", lo cierto es que sacude su propia 
trayectoria literaria e incluso  intenta 
deshacerse de esa "fórmula estética" que lo caracteriza; 
quiere decir que está vivito y coleando, pese al rumor que lo da por enfermo 
y desahuciado. Zurita no quiere morir, o más bien, muere en la suya, porque 
su obra lo sustenta y un "Nacional" lo corona, aun en medio del bullicio 
que provoca. Por eso, quizás, aprovecha el vuelo y las emprende contra 
el mundo, en todas las tribunas, incluso en show de T.V. que recibe con manos 
abiertas al nuevo anti sistema. Lo mismo en esta entrevista; hace gala del arrebato 
que lo mueve y enjuicia a nuestros clásicos, el rebaño de las intocables 
vacas sagradas de que él mismo forma parte según algunos y muchos. 
¿Qué dijeron Teillier, Rojas, Lihn, Uribe? ¡Nada, sólo 
emociones privadas! Todo a propósito de describir su impronta poética 
desde el colectivo, los demás no registran el quiebre, dice, son autistas. 
Lo demás es nombrar lo innombrable, intentar decir el dolor o el amor sin 
poder decirlo, nunca, como un niño que intenta alcanzar con brincos diminutos, 
al sol y las estrellas.
intenta 
deshacerse de esa "fórmula estética" que lo caracteriza; 
quiere decir que está vivito y coleando, pese al rumor que lo da por enfermo 
y desahuciado. Zurita no quiere morir, o más bien, muere en la suya, porque 
su obra lo sustenta y un "Nacional" lo corona, aun en medio del bullicio 
que provoca. Por eso, quizás, aprovecha el vuelo y las emprende contra 
el mundo, en todas las tribunas, incluso en show de T.V. que recibe con manos 
abiertas al nuevo anti sistema. Lo mismo en esta entrevista; hace gala del arrebato 
que lo mueve y enjuicia a nuestros clásicos, el rebaño de las intocables 
vacas sagradas de que él mismo forma parte según algunos y muchos. 
¿Qué dijeron Teillier, Rojas, Lihn, Uribe? ¡Nada, sólo 
emociones privadas! Todo a propósito de describir su impronta poética 
desde el colectivo, los demás no registran el quiebre, dice, son autistas. 
Lo demás es nombrar lo innombrable, intentar decir el dolor o el amor sin 
poder decirlo, nunca, como un niño que intenta alcanzar con brincos diminutos, 
al sol y las estrellas. 
-¿Podrías 
decir que en Purgatorio buscabas nombrar lo innombrable?
-Creo 
que toda poesía es un intento fallido por nombrar lo innombrable. Es como 
una guagua cuando nace: si no chilla se muere, el chillido es su decisión 
de participar del lenguaje, por lo tanto de participar del mundo. Mi chillido 
fue Purgatorio, eso fue quemarme la cara.
-¿Eso 
quiere decir que la palabra puede dar cuenta de la realidad?
-Pienso 
que cualquier persona que haya tenido una experiencia radical de dolor o sufrimiento, 
sabe que hay algunas cosas que jamás van a acceder a las palabras. El que 
sufre está expulsado del mundo, el tema es que cuando puedes decir: sufro, 
en ese momento empiezas a incorporarte al mundo. Pero la palabra dolor no alcanza 
a llegar ni siquiera al umbral de la palabra dolor. 
-¿Y 
cómo podríamos nombrar el dolor?
-Eso es el infierno 
de toda literatura, de toda poesía, ese dolor que ni siquiera alcanza a 
nombrarse como dolor.
-Entonces, ¿qué 
es la poesía?
-No lo sé, pero la poesía tiene 
que ver más con el ahogo de lo que no se alcanza a decir que con lo que 
se dice, como esa experiencia radical de amor en que tú te quedas abrazado, 
pegado, fundido con el otro y esto excede a todo, incluso a lo sexual pero que 
no se puede expresar con palabras. Hablamos porque estamos separados. El lenguaje 
es lo que cubre la separación de los seres humanos. Entonces la poesía 
es el intento más vasto, y tal vez, más desesperado por decir con 
palabras de este mundo cosas que ya están fuera de las palabras. Esa experiencia 
extrema del dolor o esa experiencia casi absoluta del amor, eso no le pertenece 
al lenguaje, está fuera del lenguaje.
-¿Y 
qué pasa con el poeta?
-El poeta está en una lucha 
casi física contra el muro del silencio. El poeta está luchando 
por arrebatarle todavía una palabra a la pared del silencio, esa lucha 
es un intento desesperado por decir con palabras, lo que ya no está en 
las palabras.
-¿Tú escribes por aquello 
que te duele?
-No sé, puede ser por alegría, por dolor 
o por nada. Además en poesía, no tengo certeza del por qué 
se escribe, por qué de pronto alguien se pone a hablar en un lenguaje que 
no es el habitual. Que no es el que se usa cuando uno toma la micro o el metro. 
Los griegos tenían la respuesta de las musas, eso ahora nos da un poco 
de risa, sin embargo es una respuesta que no ha sido superada todavía. 
Yo cada vez descreo más de la idea de autor. Creo que cada vez nos vamos 
pareciendo más a Homero, que es una palabra o una idea, como Neruda, como 
Parra. Todos los autores debieran pagarle derecho de autor al "mar del habla", 
porque en ese mar surge algo, que es Platón, a veces es Joyce o Shakespeare, 
pero que en realidad son pequeñas fulguraciones del mar general. A mí 
me gustó mucho la traducción de Parra del Rey Lear, donde 
no figura el nombre de Shakespeare, porque precisamente cuestiona la idea de la 
propiedad de algo.
-Entonces, ¿qué 
diferencia a un poeta de otro?
-Voy a dar un ejemplo, hay tipos 
de saxos distintos, cuando se soplan no hay dos sonidos iguales, porque el aire 
al pasar por un saxo, pasa por diversas rugosidades que no tiene el otro. Eso 
es lo que hace la diferencia entre una poesía y otra, pasa por un cuerpo, 
pasa por vísceras distintas, por la experiencia, por los músculos, 
por las narices, por la boca de uno y no de otro, es probable que ese soplo sea 
el mismo, pero no lo sé.
-¿Hay un 
misterio en ese soplo?
-Yo no sé. Sé que los poemas 
están y tan absolutamente conmovedores. Es como si asistieras a algo que 
está a punto de suceder, pero que no sucede. Está a punto de decirse 
algo, pero que al final no se dice, pero está a punto aquello no dicho, 
aquello que no alcanzan los sonidos. La emoción poética sucede porque 
la palabra dolor no alcanza a la palabra dolor, el amor no cabe en la palabra 
amor. En el fondo la pregunta es el por qué de esta experiencia.
-¿Hay 
esperanza en la poesía de Raúl Zurita?
-Creo que sentimientos 
medianos producen una felicidad mediana. Pero si tú estás acorazado 
frente al dolor, también estarás acorazado frente a la felicidad. 
Entonces entiendo a la poesía como ese límite absoluto, que plantea 
la felicidad, su radicalidad, pero esa felicidad tendrá la misma medida 
del dolor que eres capaz de asumir.
-En ese sentido, 
tu poesía toma mucho de lo religioso, la aspiración a la felicidad, 
al paraíso…
-Eso sería muy parecido a un poema, pero 
es mucho más allá, está esa frase: "Padre, Padre, por 
qué me has abandonado". Esa frase es tan impresionante, tan tremenda, 
porque absolutamente todos los seres humanos, desde el primer tipo que se separó 
del suelo hasta el que contemple el último atardecer; todos alguna vez 
en su vida dicen eso, se sienten absolutamente expulsados de la tierra y abandonados 
por todo. No hay ningún ser humano que no pase por eso. La diferencia, 
entonces, entre la poesía y la religión es que para la religión 
es el hijo de Dios el que viene a decir esas palabras, para la poesía Dios 
nace de esas palabras. Si llegara a existir otro mundo, lo que no creo, pero si 
llegara a existir, ahí estarían grabadas esas palabras, porque esos 
poemas, esas frases, estaban esperando que viniera alguien y las dijera.
-En 
poesía se habla de una poesía personal y una colectiva, de un yo 
a un todos ¿qué hay de cierto en eso?
-En general 
no me gusta esa división. Soy bastante refractario a la poesía del 
yo, a esa especie de monólogo del tipo que se solaza en su angustia personal, 
en su soledad, en su felicidad, en su esperanza o en su desencanto privado. Siempre 
me ha llamado la atención que si uno toma la poesía de autores, 
algunos bastante prestigiosos, como Enrique Lihn, Jorge Teillier o Armando Uribe 
y llegara un marciano y preguntara si pasó algo en Chile y leyera solamente 
la poesía que escribieron, la respuesta sería que en Chile no pasó 
nunca nada, nada de nada; y no estoy hablando de literatura de denuncia sino de 
algo muchísimo más fuerte. Si uno lee a Teillier desde el primer 
poema al último en Chile jamás pasó nada, absolutamente nada, 
si lees a Lihn, aunque leas Paseo Ahumada que es un libro totalmente plano, 
en Chile no pasó nada. Es una poesía privatizada muy poco interesante, 
sin ferocidad, sin vuelo, y con Gonzalo Rojas pasa exactamente lo mismo, aunque 
tenga un poema a Miguel Enríquez. No registran el quiebre, son poetas ensimismados, 
autistas.
-¿Quién estaría 
más cercano a ese registro?
-Parra, él registra el 
cambio permanentemente, José Ángel Cuevas es poderosísimo 
por eso y en Maquieira está el registro de la violencia y, cómo 
no, en Gonzalo Millán, en La ciudad. En ellos se registra lo que 
pasó, insisto, no es la denuncia, es el trauma, es la constatación 
del quiebre. Si viene ese marciano y los lee ve que aquí sucedió 
algo y algo tan fuerte que cambió drásticamente la vida. Por supuesto 
que creo en la experiencia individual, pero no en el ensimismamiento, no en el 
yo.
-Pero en definitiva, ¿eres un poeta 
religioso o político?
-Eso no me lo planteo, y precisamente 
si algo uno tiene que aprender leyendo el Antiguo Testamento o a Homero, a quienes 
vuelvo permanentemente, es que existe una dimensión colectiva en el dolor. 
En Homero la primera palabra en La Iliada es cólera (Cólera 
canta oh diosa, del Pelida Aquiles…), ese es el primer poema de lo que llama Occidente, 
y cuando uno lee y ve esa palabra cólera y percibe que nunca se ha salido 
de ahí. Es más, creo que cuando uno escribe se suspende la vida, 
pero curiosamente también se suspende la muerte. En el mismo instante en 
que tú estás escribiendo es el mismo instante en que está 
escribiendo Homero, Shakespeare, Isaías o Neruda. La poesía no existe 
sino es poesía contemporánea. Por eso no importa eso de que si es 
religioso o si es político, porque creo que todos escriben en el mismo 
instante, eso es lo que otros llaman las influencias. En definitiva todos son 
destellos de este mar u océano general del habla.
-¿Eso 
es lo que permite que la experiencia, por ejemplo, de los familiares de los desaparecidos 
en Chile, sea tu experiencia personal del dolor, también?
-Creo 
que cuando se dice: "Nunca más", lo que en realidad se está 
diciendo es lo irreversible de lo sucedido. Algo que no tiene compensación, 
algo que le pertenece por siempre a la esfera de lo humano. Entonces el "Nunca 
más" es asumir que eso que sucedió no tiene ninguna, pero ninguna 
solución. Ese dolor ya fue hecho, tú cuando matas a alguien ya no 
puedes volver al segundo antes de hacerlo, ya lo hiciste. Siento, por tanto, que 
hay una política de la amnesia, pero que va más allá de las 
voluntades individuales. Existen ritos reparadores, se escriben libros como INRI, 
actos que pretenden simbolizar el luto o el duelo, la mayor derrota de un libro 
como INRI o Canto a su amor desaparecido, es que fueron escritos, 
porque el gran poema sería que nunca hubieran sucedido las cosas que sucedieron 
y por lo tanto esos libros jamás se hubieran escrito. Por eso siento que 
la poesía es lo menos dulce que hay, es lo menos consolador que existe.
-¿Y 
cuál sería la finalidad de la poesía?
-La finalidad 
de la poesía sería el "Nunca Más", pero si hubiera 
un "Nunca Más" sería tan alucinante, pero también 
significaría nunca más poemas, nunca más paliativos a nuestra 
infelicidad real, el fin de toda poesía o de todo poema es que algún 
día no exista ningún poema, porque eso significaría que la 
vida misma es un poema, la desnudez absoluta.
-¿Y 
qué viene ahora en tu obra?
-Estoy en un paso de La Vida 
Nueva a un asunto quizás más desolado. Un proyecto que se llama 
Zurita. Tu vida rompiéndose, que también es una remirada 
de La Vida Nueva, porque algo pasó, y decir un nombre es siempre 
nombrar una vida que irremediablemente se va rompiendo. Tu vida, la que se quema, 
la vida es el soporte. No es el papel, es tu vida, los poemas no son sino la traducción 
de eso, porque tu vida está llena de cosas indecibles.
 
 
 
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