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Carta al Sr. Zurita desde el Spleen Coyhaiquino


Por Carmen Parés
Diario El Divisadero, Patagonia Chile

 

Soy una acuciosa lectora de entre líneas capitales, en períodos en que el pololeo entre la política y la prensa local se pone llorón y andrajoso y reparte sus intimidades a media calle. Entonces evoco la farándula real con luces y destellos, la sexy, la que se les ve a ustedes allá. En medio de mis consultas a Diarios santiaguinos que se jactan nacionales, ha aparecido su deslenguada y odiosa carta del 10 de diciembre de 2004 en respuesta a los majaderos que han criticado Cantares... o como se llame correctamente su antología poética. Ha aparecido en Las Últimas Noticias. ¿Al grano, si es que tengo la suerte de que haya llegado su lectura hasta aquí? Bien. Mi SEÑOR. Yo hace tiempo que lo vengo siguiendo a usted, no se crea como fan, sino… diría, producto de su propia exposición. Lo que pasa es que una es informada, parece. O sea, cuando le dieron el Premio Nacional de Eso yo andaba con dos microbios chilenitos, más yo, éramos tres, esos que usted llama microbios chilenitos, muertos de la risa, lo que usted interpreta sagradamente como envidia y carroñería, y le decíamos Bazurita y ja ja ja, aunque nunca llegamos a escribirlo así que no sé cómo tendría que ser, y yo me reía pero iba pensando al mismo tiempo en cómo había disfrutado la lectura de Purgatorio exactamente el año 90’, año en que el cambio fue violento para mí y me encontré conociendo la democracia famosa sin los amigos que hice en el camino retrayendo esa democracia a este condado tan lejano, señor, incluso ilusos e ilusas de la gran joven, creímos que edificaríamos la democracia una vez impuesto el arcoiris, pero esa es otra herida. O sea me reía de lesa, envidia y carroñería.

No hace mucho me regalaron su, cómo decirlo, espartano libro Poemas Militantes, y volví a sentirme en su aura, en su feudo de cosas trascendentes e ideas despampanantes, en su caballerosidad de justiciero moderno, cómoda, no le niego. Un caballero político, un místico estratega que sabe mantener la hueste unida y la aclama con un estampido poético. Ya que me estoy confesando, lord, y no se asuste, no le voy a pedir nada, aunque recuerdo que sí, que por eso comencé esta humilde misiva, le confieso que hace un par de años me traje de la Biblioteca Pública Nº 52 Canto de la Vida Nueva, todo un atrevimiento porque todavía no leía a Dante. Y me llené de agua en las primeras hojas compuestitas con los ríos que sus ojos vieron aquí. Cerré el libro, harta muerte y dolor me abrumaron. No fui capaz, ahora creo estar más preparada. Pero este mismo recuerdo me permitió asociar el hecho de que usted haya pernoctado aquí unos meses y entonces al menos este destino no le es ajeno como a tanto microbio chilenito, (lo felicito por su término). Y eso, a la vez, me hizo concluir que hace tiempo que tenía esta misión y qué mejor día que éste. Porque hace tiempo, como le decía al comienzo, soy lectora acuciosa de entre líneas capitales, y me intrigó una cosa de pronto, como ahora otra sobre Neruda y el Tsunami asiático.

Cuando usted hizo esta antología de la poesía Joven ¿dónde está el río que aquí vio? ¿Pensó en algún momento en estas tierras que lo inspiraron a usted? ¿Pensó que alguien que aquí vive, conozca o no, podría escribir inspirado-a, aunque viva aquí, o sea viviendo aquí pueda permitirse el alto lujo de vivir inspirado-a, la extravagancia cotidiana de la inspiración, no como ilusión sino como militancia? ¿Me entiende, señor? Sólo llego hasta esta pregunta, ¿ha leído usted la poesía de autores que viven aquí?, ¿pensó en ellos y ellas? ¿Le ha interesado conocerles?

Cualquier libro que se precié de envergadura nacional debe a su mínima expresión una conciencia de interés nacional. Por eso pregunto.

Si usted me responde: -sí consulté, les conozco, tuve referencias y lectura de algunos y de alguna por ahí y no cuadran dentro de…, déjeme decirle que mi exagerada misión tendrá gloria informativa. Pero mucho me temo que no te has dado la molestia, mi señor, de consultar estas letras de la omisión, y no es el único libro que peca de este azaroso mal. Cuando eran los años 80’ y se editaba la memoria poética en roneo, cuando ustedes mismos hacían eso, quizás se justificaba esta disgregación nacional. Pero ya no. A mí no me va, patroncito, si es bueno o malo el poema tanto de la pluma tanto, a mi me va si la ambición del libro en su imaginería corresponde cabalmente con el territorio abarcado.. Si el libro dice ... de Chile entonces debe abarcar Chile, largo y angosto, como los ríos, tan largo y angosto que los extremos no se ven desde el centro. Hay que acercarse. Hay que adentrarse. Sino, no es puro Chile.

Muchas Gracias. Mi admiración tenga usted presente.

 
 

 

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Carta al Sr. Zurita desde el Spleen Coyhaiquino.
Por Carmen Parés.
Diario El Divisadero, Coyhaique-Chile.
Noviembre de 2005.